viernes, 31 de marzo de 2017

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Matilde entra en el cuarto de Sofía y cierra la puerta. La nena está sentada en el piso. Ella la imita. ¿Me das el cuaderno? pide. Sofía lo busca en la mochila y se lo extiende. A Matilde la impacta ver la letra de su mamá en la carátula. Todos dicen que ella la tiene parecida. Encuentra la notificación. La reunión fue hoy. Comprueba que la nota está firmada así como la autorización para entregarle al alumno el boletín. Mira bien la firma. Lucha por esconder una sonrisa. ¿Me querés contar qué pasó?  Sofía, muda. ¿Tenés malas notas? La nena niega con la cabeza y le tiende el boletín. Todo muy bien salvo un sobresaliente en matemática y un bien en prolijidad. Te feli, ¿por qué no querías mostrarlo? ¡Sí que quería! exclama la nena recuperando la energía. ¿Y entonces? De nuevo silencio. Matilde siente que empieza a perder la paciencia. ¿Me vas a contar sí o no? Sofía calla. Ella experimenta una extraña violencia. Para conjurarla se levanta. No es su problema. Sale del cuarto sin mirar a su hermana.


Matilde se metió en el cuarto de Sofía cuando Mati se enoja conmigo yo me pongo remal con Agus es distinto es buena hasta cuando reta pobre Sofi no sé si me va a querer contar porque hay cosas que no se le pueden contar ni a tu más hermana no se le pueden contar a nadie.


Agustina camina del lado de la pared. Ya está oscuro. Hace frío. Las primeras cuadras charlaron del colegio, ahora van callados. La sorprendió Gonzalo. No es un tarado como todos. No se burló de ella, no la cargó. Le dio un abrazo y después no volvió a tocar el tema. Ni le dije gracias. Trabajaron bien además. Se le ocurrieron muchas cosas interesantes. Me equivoqué piensa y también piensa que cuando se despidan le va a agradecer. Al llegar a la esquina Agustina ve el auto de su padre entrando a la cochera. Se detiene en seco. ¿Qué pasa? pregunta Gonzalo. Ya llegamos informa ella. El chico la mira, parece desconcertado. Bueno, nos vemos mañana dice él. Gracias por acompañarme ella. Él se inclina y la besa en la mejilla. Ella siente su olor. A lavanda, a hombre. Casi a la carrera se dirige a su casa.
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Marcelo llega a la mesa cuando todos están sentados. Se ubica en su lugar. Matilde le alcanza el plato. Guiso de lentejas. Papi, ¿cómo estaba mi boletín? pregunta Lorena. Muy bien, lo tengo en el portafolio, después te lo doy, me dijo la maestra que estás haciendo muchos progresos. La carita de la nena resplandece. Es cierto, la maestra estaba sorprendida. ¿Y a vos, Sofía, cuándo te lo dan? Marcelo detecta la rápida mirada que le nena dirige a Matilde. Ya se lo entregaron informa la primogénita está espectacular. ¿No hicieron reunión? pregunta él mirando a la nena que agita la cabeza con energía. Esta vez no aclara Matilde. Zafé de una piensa él. Federico no quiere comer. Escupe las lentejas. Agustina lo reta. Dejalo dice él yo cuando era chico odiaba las lentejas y ahora me encantan. Yo tampoco quiero dice Sofía. Vos te las comés porque igual nada te gusta la mandonea Matilde. Demasiadas mujeres en esta mesa decide él. Y falta la única que precisa.


Matilde me salvó de papá mejor me como todas las lentejas.


Agustina, la luz apagada, está acostada, mirando el techo, las manos bajo la nuca. Sonríe.


Marcelo no logra dormirse. Fernando tiene razón: demasiadas casualidades. El divorcio de Patricia y Alberto, el distanciamiento de Diana, el nacimiento de Lorena. ¿Era él el único boludo que estuvo al margen de todo? Matilde, en qué me metiste.


Matilde boca abajo en su cama, piensa. En Sofía y su boletín, en Agustina y Gonzalo, en su padre y Lorena. Está harta de problemas. Suena el celular. Se incorpora. Buenas noches dice Mariano. Será tonto pero es copado piensa ella mientras teclea buenas noches. Deja el teléfono sobre la mesa de luz, se acuesta de nuevo, se tapa bien. Bosteza.





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