Marcelo
está subiendo la escalera cuando lo intercepta Matilde. Papá, necesito hablar con vos. Sus sensores se alteran. Problema en puerta piensa. Comienza a
bajar cuando ella ordena vamos a mi
cuarto. ¿Qué querías decirme? pregunta él ubicado en la única silla del
cuarto cuando el silencio empieza a pesarle. Estuve investigando informa la chiquilina y él no puede menos que
recordar la propuesta de Fernando. ¿Sobre
qué? pregunta arriesgándose a adjudicarse, aunque sea solo en pensamiento,
otro pelotudo. A lo mejor ocurre un
milagro y las investigaciones de su hija se refieren al laboratorio de química.
Matilde lo mira con lo que él cataloga de soberbia. Sobre mamá. El corazón de Marcelo se transforma en una orquesta. ¿Te interesa? La soberbia es ahora
infinita. Por supuesto atina a
contestar aunque quisiera decirle, como Fernando a él, no podría interesarme menos. Estuve revisando sus agendas, las del año
anterior al nacimiento de Lorena, obvio. La chica abre el cajón del
escritorio y extrae un par de libretas idénticas. Sí, él se las iba regalando,
año a año. Las compraba en la esquina del estudio. Mamá anotaba todo con lujo de detalle le dice mientras abre una al
azar. Él observa el infinito listado de actividades. Lo conmueve reconocer la
caligrafía de Diana. Precisa, angulosa. Matilde le retira la agenda y la abre
por donde marcaba el cordoncito. Mirá
indica. Él descubre, entre montones de palabras enteras, una A. Y otras dos en los días
subsiguientes. Quizá porque él guarda silencio ella dice ¿no te llama la atención? Él quisiera preguntarle qué relación
podría tener esa A con el padre de
Lorena cuando sus neuronas comienzan a activarse. Una cita piensa. Miré también
el almanaque dice la chica mientras se lo muestra. Las mujeres marcamos con un círculo la fecha de la menstruación le
informa. Él observa los prolijos circulitos azules. Un universo desconocido
para él. Círculos que se interrumpen abruptamente. ¿Aquí quedó embarazada? pregunta. Veo que me vas siguiendo acota Matilde. ¿Y este cuadrado? pregunta él. Según
mis cálculos es la fecha de ovulación. Pero
no lo marcaba siempre comenta él. No,
es extraño, sobre todo porque esa fecha coincide con una de las A. Marcelo
logra desprenderse del impacto para decirse esta
chica es demasiado inteligente. Sin darse cuenta piensa en voz alta si el encuentro se produjo en la fecha de
ovulación es lógico que quedara embarazada. Matilde sonríe. Parece
satisfecha. Llegaste a la misma
conclusión que yo. La chica vuelve a tomar la agenda entre sus manos. Busqué en la A dice. Él lee Álvarez, Anita,
Andrea, Alberto, Arancibia, albañil, Adolfo, ANSES. Igual no creo que lo
anotara en su agenda comenta él. Al
menos que fuera alguien conocido acota su hija. Él la mira. La mente de su
hija lo excede, quince años, otra que Watson. El marido de Patricia se llamaba Alberto, ¿no? Marcelo siente que
se marea. Instintivamente se agarra del borde la silla. ¿Pensás que puede ser él? pregunta. Te la dejo picando dice la chica al tiempo que cierra las agendas.
Él se levanta. Fernando tiene razón: es un pelotudo.
Papá se metió en el cuarto de Matilde y
hablan y hablan yo apoyé la oreja en la puerta y creí que me llamaban pero hablaban
de mí pero no pude escuchar nada capaz que ya saben lo que pasó que si saben yo
me muero justo ahora que mi papi me empezó a querer.
Agustina
va al baño y descubre a Lorena tras la puerta de Matilde. La agarra del cuello
de la remera. ¿Qué hacés espiando? le
dice en voz baja. La nena pone tal cara de terror que a ella le da lástima. Andá a buscar el piyama que ahora te preparo
el baño ordena. La nena le da un beso y sale corriendo. Agustina, entonces,
se acerca a la puerta. Sí, Matilde está hablando con su padre. A mí siempre me dejan de lado piensa
mientras se aleja de puntillas. ¿Dónde se
habrá metido Fede? Hace rato que no lo ve. Él sí que precisa un buen baño.
Para variar, se tiró toda la leche encima.
Ya no es mi problema piensa
Matilde cuando su padre se va, y regresa a los ejercicios. Ahora sí le salen de
un tirón. Vibra el celular. Rocío. Me
dijo Tamo que Pancho le contó que Mariano está muerto por vos. Se ríe sola
mientras teclea decile a Tamo que le diga
a Pancho que le diga a Mariano que yo todavía estoy viva. El celular sigue
vibrando de ida y de vuelta hasta que la llaman a cenar.
No voy a bajar a lo mejor ni se dan
cuenta qué me importa como dice mi mamá a mí la comida nunca me interesa.
Marcelo
se ubica en su lugar. Es el primero. Los chicos van llegando. Cuando Ramona
aparece con el vacío al horno él recién nota la silla vacía. ¿Y Sofía? pregunta. Estará dando vueltas para comer menos dice Matilde displicentemente
mientras corta la primera rodaja. Voy a
buscarla, ya vuelvo aclara Lorena
no te olvides de servirme. Él observa
el accionar de su primogénita. Preciso,
contundente califica. Está recibiendo su plato cuando Lorena regresa sola. Dice que no tiene hambre informa la nena
sentándose. Agustina se está incorporando cuando él recuerda la imagen de la
sombra. Voy yo dice.
Papá me vino a buscar y me hizo bromas y
un poco de hambre me volvió y Matilde es buena y me sirvió poco y además la
carne está bastante rica.
Agustina
repara en que Sofía aún no se bañó. Observa entonces a Federico. Se olvidó de
ponerle el babero y ya se enchastró el piyama. No puedo estar en todo piensa por
mí que se acuesten roñosos. Le sobreviene un cansancio infinito. La carne
duerme en su plato. No tiene fuerzas ni para cortarla. ¿Por qué te fuiste, mamá? Quizá su madre también estaba cansada.
Sí, hacía tiempo que estaba cansada. Tiempo que no se ocupaba como debía de los
chicos. Siente pena pero también siente rabia. Agus, ¿te pasa algo? le pregunta Matilde. Ella la mira.
Preocupación en los ojos de su hermana. Somos
dos arrastrando el barco evalúa. Le sonríe y empuña tenedor y cuchillo.
Agus por fin se dio cuenta de que no me
bañé y le digo que no tengo ganas y que ella no es quien para mandarme pero la
miro y veo que está por llorar entonces me saco rápido la ropa y me meto y le
digo gracias Agus está bien calentita y ahora sonríe pero igual está muy triste
y a mí me da tanta pena.
Qué lástima que ya me bañé la escucho a
Sofi que se divierte con Agus.
Marcelo
se mete en su cuarto. Es mi cueva
piensa. Lástima que no puede encerrar sus pensamientos. Arroparlos, ponerlos a
descansar. Todavía no tuvo tiempo de considerar los hallazgos de Matilde. No
carece de lógica que la A corresponda
al padre de Lorena. De ahí a que sea Alberto hay un mundo. Además bien podría
ser una clave. Una suerte de X. Alberto.
¿Qué será de la vida de Alberto?, ¿seguirá viviendo en el mismo lugar? Matilde
lo enunció claramente: ahora le toca a él. Y aunque si por él fuera le hurtaría
el bulto, sabe que su hija considera que es su obligación hallar al
¨responsable¨. Y él no puede defraudarla. Mañana hablará con Fernando. Watson. Sonríe solo.
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