Marcelo,
como no sabe qué hacer, decide pasar por lo de Fernando. Deja a Lorena en el
auto, baja y toca el portero eléctrico. Su amigo se sorprende. Aún más cuando
al abrir la puerta descubre a la nena. ¡Hola,
Fer! grita Lorena abrazándose a su cintura. Minutos después, la nena
ubicada frente al televisor, Fernando, mientras hace café, comenta es notable lo mimosa que es tu hija. Él
se queda pensando. Sí, Lorena es la más cariñosa. A mí no sale piensa. Y después piensa que no tiene por qué
parecérsele. Siente la imperiosa necesidad de compartir su angustia con
Fernando. Porque está angustiado. Repentina y francamente angustiado. Tengo que hablar con vos dice como
manera de comprometerse. ¿Qué pasó?
Sorpresa en la cara de su amigo, lo conoce bien, no lo soltará. Ahora no puedo explica él, cabeceando
hacia la nena nos vemos en la semana. ¡El
lunes mismo! dictamina Fernando que lleva la bandeja al living y le alcanza
un vaso de jugo a la nena. ¡Me gusta
tanto estar en esta casa!, ¡qué suerte que mi papi me trajo! Bomboncito de hija
tenés comenta Fernando. Un anzuelo jala del alma de Marcelo. Y tira y tira
hacia abajo.
Agustina
prepara la merienda. Solo tres tazas sobre la mesa. ¿Cuánto hace que murió su
mamá?, ¿quince días?, no, un poco más. Sacude la cabeza. No quiere pensar en
eso. ¿Cómo le estará yendo a Matilde? Se hacía la que no le importaba pero
estaba muy nerviosa. Ella la conoce bien. ¿Si le pregunta por WhatsApp? Me mata. Saca la manteca y el dulce de
la heladera y las galletitas de la lata. No tiene ganas de hacer tostadas. ¡¡Chicos!! llama y se sienta en su lugar.
Ya se está poniendo oscuro y no vuelven
y ya me aburrí de ver la tele y tengo rabia la voy a buscar a Agus capaz que me
deja bañarme con Fede.
Matilde
y Mariano caminan por Teodoro García. Falta poco para llegar. Ya comentaron la
película largamente. Ahora hace rato que guardan silencio. De pronto él se
detiene. Ella lo imita. Él la mira con intensidad, apoya las manos en sus
hombros y, poco a poco, la va
acercando a la pared. Matilde teme que él escuche su corazón. Él aproxima la
cara. Ella siente una llamarada que le sube por las piernas. Cierra los ojos.
Percibe el aliento de él. Huele a pastillas de menta. Instantes después, labios
sobre sus labios. Manos sobre sus mejillas. A ella los pezones le duelen
mientras los huesos se le ablandan. Tanto que teme desvanecerse. Por eso se
agarra de Mariano. Él la abraza fuerte. Dulcemente fuerte.
¡Sofi!, no seas grandulona reta
Agustina a su hermana que le saca a Fede un pato de plástico, cuando escucha
pasos en la escalera. Corriendo. Inconfundibles. ¡Mati!, ¿cómo te fue? pregunta. Como no obtiene respuesta se seca
las manos. Sofi, cuídalo indica
mientras se levanta del borde de la bañera. Encuentra a su hermana tirada boca
arriba sobre la cama. Bajo la tenue luz del velador Agustina la observa. Tiene
los ojos cerrados, una sonrisa indescriptible. Un desconocido anhelo la obliga
a apoyar las manos sobre su propio abdomen. Repite ahora, casi en un susurro ¿cómo te fue? A Matilde le toma varios
segundos abrir los párpados. Segundos que ella aprovecha para sentarse sobre la
cama. Por fin sus miradas se cruzan. Me
besó dice Matilde y tiene la cara tan resplandeciente que ella, venciendo
su temor al rechazo, se deja caer sobre su hermana que también la abraza.
Agustina, sin saber por qué, llora.
Agus me dejo aquí y Fede no me hace caso
y yo me quiero ir con ellas me quiero ir con alguien que me hable a mí.
Matilde
sigue tirada sobre la cama, a oscuras. Quisiera poder detener el tiempo.
Dejarse estar, flotar, solo un manojo de sensaciones. Lorena irrumpe en su
cuarto. ¡Mati!, ¡estuve en casa de
Fernando! Y quizá porque ella no acusa recibo la nena agrega ¡yo sola con papi! Matilde se incorpora
a medias, enciende la luz. Más de las ocho, habrá que pensar en la cena. ¿Me escuchaste? insiste su hermanita claro a vos qué te importa si saliste con tu
novio. A ella le da risa pero se hace la enojada. ¡Dejate de decir pavadas y andá a bañarte! ¡Ufa! protesta Lorena,
saliendo. Matilde se despereza. No tiene más remedio que levantarse. Le espera
la vida real.
Marcelo
entra a la cocina. Encuentra a Agustina frente a la heladera abierta. No sé qué preparardice al ver a su
padre. No te preocupes, traje pizzas, no
me di cuenta de avisar. ¿Y Matilde? averigua, extrañado del cambio de
responsabilidades. La chiquilina revolea los ojos y tuerce la boca. Ya me imagino dice él, sonriendo. ¿Qué te imaginas? irrumpe la nombrada.
Él la mira. Está tan linda, el pelo revuelto, las mejillas coloradas, que,
involuntariamente, le aprieta un cachete. La chica abre los ojos de par en par.
¿Te divertiste? le pregunta. No estuvo mal la película. ¿Y el resto? pregunta
él guiñando un ojo. Mejor me voy, ya que
están tan graciosos dice Matilde saliendo. Él la mira a Agustina que se
encoge de hombros y luego se agacha para encender el horno.
Agus me dijo que ponga la mesa y papá
que le avise a las chicas todos me dan ordenes pero nadie me cuenta nada a
veces me parece que soy invisible que no estoy.
¡Ya voy! contesta
Matilde al tercer grito de Sofía. No tiene ganas de ver ni a Agustina ni a su
padre pero no prueba bocado desde el mediodía. Baja y encuentra a todos
sentados. Las bandejas con las pizzas al lado de su lugar. Ya estaba por servir yo dice Agustina y a ella le da rabia. Mucho
cuchicheo con el padre en la cocina la mosquita muerta. Las chicas le van
tendiendo los platos. Ella regula el tamaño de las porciones. Su padre sonríe
al recibir la suya. La irrita, siempre la irrita. Repentinamente recupera el
recuerdo de la tarjeta. Pero espanta la idea con un leve parpadeo. Hoy tiene la
cabeza para pensar en otra cosa. Involuntariamente sonríe.
Marcelo
contempla a Matilde. Come con entusiasmo. Quién tuviera esa edad. Está grande
la mocosa. Grande y linda. Se parece a la
madre decide, momento en que descubre que hace unas cuantas horas que no
piensa en Diana. No estuvo mal su domingo. Una buena idea visitar a Fernando.
Quedaron en almorzar mañana. Ya se le fue el impulso de contarle nada. La
necesidad. Quizá convenga cancelar el encuentro. Igual pueden hablar de
cualquier cosa. Sin que él lo hubiera registrado, Federico salió de su silla y
se está colgando de sus pantalones. No
molestes a papá lo reta Agustina. Dejalo
dice él mientras lo sienta en su falda. El nene agarra lo que quedó de su
porción y se lo mete en la boca. ¡Fede! grita
Matilde. Él lo deja hacer mientras se plantea, por primera vez, cuánta
conciencia tendrá el nene de la ausencia de su madre. ¿Seguirá esperándola? Lo
escucha reír. ¿Soy yo el único que la
necesita?
Sofi ni me habla capaz que está enojada
conmigo porque no la desperté para salir mejor voy a su cuarto y le regalo la
birome que me dio Fernando todavía no tengo nada de sueño porque nunca me quiero
dormir y además me regaló dos.
Marcelo
apaga la luz. No puede evitar extender el brazo hacia la derecha. No ocurrió
ningún milagro. Diana no regresó. ¿Si lo hiciera podría perdonarla? Aprieta tan
fuerte los puños que le quedan las uñas marcadas.
Matilde
no puede dormirse. Vueltas y vueltas en la cama. Vibra el celular. Lo busca,
agitada. Buenas noches escribió
Mariano. Buenas noches contesta ella.
Está tan contenta que tiene que compartirlo.
Agustina
está desvelada. No entiende qué le pasa. Distingue un contorno en el marco de
la puerta. ¿Dormís? le pregunta
Matilde. Sí, estoy dormida pero hablo. Su
hermana entra. Mariano me escribió informa. ¿Qué? Buenas noches. ¿Y por esa boludez me
despertás? se burla al tiempo que le tira la almohada por la cabeza.
Minutos después juegan a la lucha sobre la alfombra.
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