Agustina,
parada en la esquina del colegio, tiene un nudo en la garganta. ¿Matilde
volverá con ella? Ya no me precisa
piensa. Mira el reloj. Esperará solo cinco minutos más. De pronto ve que
Gonzalo se acerca. Se da vuelta y comienza a caminar rápido. Instantes después
siente pasos tras de sí y se apura. Hasta que una mano sobre el hombro la
detiene. ¿Te ibas sin avisarme? dice
Matilde. Me estaba escapando de Gonzalo.
La cara de sorpresa de su hermana la compensa de la angustia de la espera. ¡Dale, contame! pide Matilde sacándole
la mochila del hombro. ¡Vos contame! dice
ella, repitiendo el gesto ¿estuviste con
Mariano? Entre risas y cuchicheos llegan a la parada. Yo te saco le ofrece Matilde mientras busca la SUBE.
Ramo, las albóndigas estaban buenísimas,
después dame la receta dice Matilde al salir de la cocina.
Agarra la mochila y sube. Tiene tarea de matemática. Mil ejercicios de regla de
Ruffini. Un plomo. Entra a su cuarto y cierra la puerta. Encuentra un sobre de
Disney arriba del escritorio. Lo abre. Un corazón atravesado por una flecha. M y M. Sonríe, enternecida, hasta que
regresa a su mente otra inicial. A. Aunque
sabe que es absurdo tiene la absoluta certeza de que esa A es del padre de
Lorena. Se promete que luchará por la
identidad de su hermanita. Te la merecés,
gordita mía piensa mientras guarda el sobre adentro de la carpeta
cuadriculada.
Agustina
busca en su cajón minas para el compás cuando encuentra la tarjeta que ayer le
mostró a Matilde. Patricia. Se acuerda bastante de ella, eso que era chiquita.
Quizá porque su madre varias veces se la nombró. ¿Cuándo fue la última vez? Siente que se acerca una imagen que no
puede apresar. Cierra los ojos y contiene el aliento. Sí, fue el día del último
cumpleaños de su mamá. ¿Sabés una cosa,
Agustita?, hoy la extraño mucho a Patricia. ¿Y por qué no la llamás? Recuerda
la mano de su madre sobre su cabello. Todo
es demasiado complicado, Agustita; no crezcas. ¿Le interesará a Matilde su
recuerdo? A Mati ahora solo le importa
Mariano piensa y sigue buscando las minas.
Marcelo
se recuesta sobre el sillón giratorio. Se balancea. Recién al charlar con
Fernando se dio cuenta de que nunca se planteó seriamente con quién lo había
engañado Diana. Porque me engañó.
Acude a su mente el comentario de su amigo: eso es lo menos importante. El
dilema ahora es quién es el padre de su hija. Sonríe solo. ¿Entelequia?,
¿sofisma?, ¿falacia? Si es mi hija yo soy
el padre. Porque sí siente que es su hija aunque sabe que no es el padre.
También podría saber que es el padre pero no sentirla como su hija. Le queda
claro que Lorena es una más de los cinco. Nada particular le había generado
antes y nada particular le genera ahora. Detiene sus elucubraciones. No es
cierto: ahora le genera una ternura especial. Es que se me pegó como un abrojo se repite. Tu hija es un bombón había dicho Fernando la otra tarde. ¿La hija
de quién? Quizá su amigo tiene razón y no le interesa descubrirlo. Experimenta,
de golpe, una fuerte necesidad de ver a sus hijos. A mis cinco hijos. Mira el reloj. Se apura con el balance.
¿Tenés tarea? pregunta
Matilde sentándose. Unas cuentas
redifíciles contesta Lorena con la boca llena ¿me ayudás? Dale, trae el cuaderno. ¿Y si las hacemos en mi cuarto? Matilde
recuerda sus propios ejercicios inconclusos. Malditas las ganas de ocuparse de
su hermana. Ahora o nunca dice tengo mucho que hacer. ¡Ufa! protesta la
nena levantándose, justo en el momento en que se abre la puerta de calle. ¡Es mi papi! la escucha gritar. Minutos
después regresa a la cocina de la mano de su padre. ¿De su padre? se pregunta ella. Hola
saluda él en general. ¿Le preparo un
café? ofrece Ramona. Por favor y
dejando un paquete sobre la mesa agrega llegué
un poco tarde. ¡Yo tengo espacio! dice Lorena. Matilde observa que el padre
le acaricia la cabeza. ¿Y la tarea?
pregunta. Después le pido a mi papi
contesta la nena enarbolando un vigilante. A ella le da rabia. Tanta rabia que
se levanta. ¿No querés una factura?
ofrece su padre, con Federico en la falda. Ya
comí contesta ella llevando la taza a la pileta. Yo también dice Agustina pero
estas medialunas se ven demasiado bien. Matilde sale. Desde la puerta los
mira. No me necesitan piensa. Sube
corriendo y teclea. Hooolaaa. Queda
prendida de la pantalla hasta que las dos tildes se ponen azules. ¡Hola! contesta Mariano.
Papi dijo que
las facturas eran para todos pero seguro que me las trajo para mí porque ni
Mati y ni Sofi las probaron y Agus se comió una sola para disimular.
Agustina
observa a su padre, asistiendo la tarea de Lorena con Federico en la falda. Qué raro que viniste tan temprano
comenta. Él la mira sonriendo. Tenía
ganas de verlos contesta. A ella le dan ganas de llorar. Todo le da ganas
de llorar últimamente.
Matilde le preguntó por la tarea solo a
Lorena Agus se ocupó de Fede Ramo ni me retó porque no comí y papá ni me mira otra
vez soy invisible.
Matilde
no logra concentrarse. Van tres ejercicios en que no le coincide Ruffini con
el teorema del resto. Y eso que esto es una boludez. Y no es
Mariano quien la distrae. Cierra la carpeta bruscamente y se levanta.
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