miércoles, 15 de marzo de 2017

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Agustina, parada en la esquina del colegio, tiene un nudo en la garganta. ¿Matilde volverá con ella? Ya no me precisa piensa. Mira el reloj. Esperará solo cinco minutos más. De pronto ve que Gonzalo se acerca. Se da vuelta y comienza a caminar rápido. Instantes después siente pasos tras de sí y se apura. Hasta que una mano sobre el hombro la detiene. ¿Te ibas sin avisarme? dice Matilde. Me estaba escapando de Gonzalo. La cara de sorpresa de su hermana la compensa de la angustia de la espera. ¡Dale, contame! pide Matilde sacándole la mochila del hombro. ¡Vos contame! dice ella, repitiendo el gesto ¿estuviste con Mariano? Entre risas y cuchicheos llegan a la parada. Yo te saco le ofrece Matilde mientras busca la SUBE.


Ramo, las albóndigas estaban buenísimas, después dame la receta dice Matilde al salir de la cocina. Agarra la mochila y sube. Tiene tarea de matemática. Mil ejercicios de regla de Ruffini. Un plomo. Entra a su cuarto y cierra la puerta. Encuentra un sobre de Disney arriba del escritorio. Lo abre. Un corazón atravesado por una flecha. M y M. Sonríe, enternecida, hasta que regresa a su mente otra inicial. A. Aunque sabe que es absurdo tiene la absoluta certeza de que esa A es del padre de Lorena.  Se promete que luchará por la identidad de su hermanita. Te la merecés, gordita mía piensa mientras guarda el sobre adentro de la carpeta cuadriculada.


Agustina busca en su cajón minas para el compás cuando encuentra la tarjeta que ayer le mostró a Matilde. Patricia. Se acuerda bastante de ella, eso que era chiquita. Quizá porque su madre varias veces se la nombró. ¿Cuándo fue la última vez? Siente que se acerca una imagen que no puede apresar. Cierra los ojos y contiene el aliento. Sí, fue el día del último cumpleaños de su mamá. ¿Sabés una cosa, Agustita?, hoy la extraño mucho a Patricia. ¿Y por qué no la llamás? Recuerda la mano de su madre sobre su cabello. Todo es demasiado complicado, Agustita; no crezcas. ¿Le interesará a Matilde su recuerdo? A Mati ahora solo le importa Mariano piensa y sigue buscando las minas.


Marcelo se recuesta sobre el sillón giratorio. Se balancea. Recién al charlar con Fernando se dio cuenta de que nunca se planteó seriamente con quién lo había engañado Diana. Porque me engañó. Acude a su mente el comentario de su amigo: eso es lo menos importante. El dilema ahora es quién es el padre de su hija. Sonríe solo. ¿Entelequia?, ¿sofisma?, ¿falacia? Si es mi hija yo soy el padre. Porque sí siente que es su hija aunque sabe que no es el padre. También podría saber que es el padre pero no sentirla como su hija. Le queda claro que Lorena es una más de los cinco. Nada particular le había generado antes y nada particular le genera ahora. Detiene sus elucubraciones. No es cierto: ahora le genera una ternura especial. Es que se me pegó como un abrojo se repite. Tu hija es un bombón había dicho Fernando la otra tarde. ¿La hija de quién? Quizá su amigo tiene razón y no le interesa descubrirlo. Experimenta, de golpe, una fuerte necesidad de ver a sus hijos. A mis cinco hijos. Mira el reloj. Se apura con el balance.


¿Tenés tarea? pregunta Matilde sentándose. Unas cuentas redifíciles contesta Lorena con la boca llena ¿me ayudás? Dale, trae el cuaderno. ¿Y si las hacemos en mi cuarto? Matilde recuerda sus propios ejercicios inconclusos. Malditas las ganas de ocuparse de su hermana. Ahora o nunca dice tengo mucho que hacer. ¡Ufa! protesta la nena levantándose, justo en el momento en que se abre la puerta de calle. ¡Es mi papi! la escucha gritar. Minutos después regresa a la cocina de la mano de su padre. ¿De su padre? se pregunta ella. Hola saluda él en general. ¿Le preparo un café? ofrece Ramona. Por favor y dejando un paquete sobre la mesa agrega llegué un poco tarde. ¡Yo tengo espacio! dice Lorena. Matilde observa que el padre le acaricia la cabeza. ¿Y la tarea? pregunta. Después le pido a mi papi contesta la nena enarbolando un vigilante. A ella le da rabia. Tanta rabia que se levanta. ¿No querés una factura? ofrece su padre, con Federico en la falda. Ya comí contesta ella llevando la taza a la pileta. Yo también dice Agustina pero estas medialunas se ven demasiado bien. Matilde sale. Desde la puerta los mira. No me necesitan piensa. Sube corriendo y teclea. Hooolaaa. Queda prendida de la pantalla hasta que las dos tildes se ponen azules. ¡Hola! contesta Mariano.


Papi dijo que las facturas eran para todos pero seguro que me las trajo para mí porque ni Mati y ni Sofi las probaron y Agus se comió una sola para disimular.


Agustina observa a su padre, asistiendo la tarea de Lorena con Federico en la falda. Qué raro que viniste tan temprano comenta. Él la mira sonriendo. Tenía ganas de verlos contesta. A ella le dan ganas de llorar. Todo le da ganas de llorar últimamente.


Matilde le preguntó por la tarea solo a Lorena Agus se ocupó de Fede Ramo ni me retó porque no comí y papá ni me mira otra vez soy invisible.


Matilde no logra concentrarse. Van tres ejercicios en que no le coincide Ruffini con el  teorema del resto. Y eso que esto es una boludez. Y no es Mariano quien la distrae. Cierra la carpeta bruscamente y se levanta.



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