Marcelo
descubre tras la cortina de la ventana la carita de Lorena. Él agita la mano y
ella le devuelve el saludo. En cuanto abre la puerta la nena corre a abrazarlo.
¡Vino mi papi! Él le revuelve el
cabello. Hola, princesa. La nena le
tiende un cuaderno. Él descubre que es la primera vez en su vida de padre que
tiene en las manos un cuaderno de comunicaciones. En cuanto logra sacarse el
saco y depositar las carpetas, lo abre. Un dolor en las vísceras descubrir en
la portada la letra de Diana. Reponiéndose hace girar las hojas. Solo para encontrar su firma una y otra vez.
Llega por fin a la última notificación. Sí, la reunión es al día siguiente, a
las ocho horas. Entrega de boletines. Claro, sus hijas tienen boletines.
Piensa, ahora, cuántas veces los miró. Está asustado. Vivió una vida al margen
de sus cinco hijos. Solo habían sido un aditamento de Diana. Él había aportado
el esperma y la cuota alimentaria. Ni el
esperma con Lorena se corrige. ¿Vas a
ir? pregunta la nena y hay tanta expectativa en su carita que él asiente.
La nena brinca como si se tratara de ir al circo. A pocos metros, apoyada
contra la pared, descubre a Sofía. ¿Vos
no me saludás? propone él. La nena se acerca, taciturna, y le ofrece la
mejilla. ¿Te pasa algo? pregunta él.
La nena niega con la cabeza y se escapa, escaleras arriba. Ahora es Federico el
que acude corriendo. Él lo alza.
Agustina
está bañando a Federico cuando suena su celular. El corazón se le agita. ¡Aus!, ¡Aus! dice el nene señalando el
teléfono apoyado sobre la repisa del lavatorio. No se anima a atender. Cortan.
Ella se apoya la mano sobre el corazón. Puede sentir el golpeteo. Luego de unos
segundos vuelve a sonar. No tiene más remedio que mirar. Sí, Gonzalo. Hola, Agustina, quería saber si me podés
prestar las fotocopias que dio la profe de Lengua, las de Neruda, me dijeron
que vos sos la única que las tiene. Dale, mañana te las llevo contesta.
Corta. Claro, por eso me perseguía, si seré boluda piensa mientras le
enjuaga la cabeza al nene. ¡Lo ojo, lo
ojo! protesta su hermano. Ella lo mira: la carita llena de espuma. Busca
una toalla y lo limpia. Estoy triste
piensa. Y después recuerda la poesía pero
siempre estoy triste.
Matilde
sirve el pan de carne. Por suerte esa rebanada salió perfecta, no se le rompió.
Una cucharada de puré de calabaza, otra de arvejas salteadas. Le tiende el
plato a su padre. Recién lo mira. Ni lo
saludé descubre .Él toma el
plato, sonriendo. Él tampoco me saludó. Mientras
sirve su propio plato evalúa si su padre pensará hacer algo con la información
que ella le dio. Seguro que ya se olvidó
decide y se lleva el tenedor a la boca. Delicioso,
Ramona es lo más.
Marcelo
observa comer a sus hijos. Todos charlan, animados. Todos no. Sofía está
enfrascada en su plato. Aparta las arvejas. Hace dibujos con el tenedor sobre
el puré. En un momento la nena levanta la vista y al cruzarse las miradas, baja
la suya. Algo le pasa, sus hermanas
deberían prestarle más atención. Le va a decir a Agustina porque con
Matilde no se anima. Se concentra en la comida. Lujo de cocinera Ramona. ¿Le
estará pagando lo suficiente? Diana era la que se ocupaba. Mañana se fijará lo
que marca el convenio. Agustina comenta que tiene problemas con el tema nuevo
de contabilidad. Cuando quieras te
explico ofrece él. Para la próxima
prueba te aviso dice la chica sonriendo. Sonríe pero tiene los ojos tristes nota él. ¡Más dulce de leche! pide Lorena. No, ya te serví suficiente niega Matilde. ¡Porfi, Matita querida! Matilde cabecea y le sirve media cucharada.
¡Amarreta! se queja la nena. La verdad es que Lorena es muy graciosa decide
él sonriendo pero la sonrisa se desvanece cuando agrega no será porque lo heredó de mí.
Papá ni me miró no sé por qué a mí no me
quiere a mí nadie me quiere desde que se murió mi mamá.
Agustina
está subiendo la escalera con Federico para acostarlo cuando el padre la chista
desde el sillón del living. No la vi bien
a Sofía le comenta ¿vos sabés qué le
pasa? Ni idea dice ella. Te pido que
le prestes un poco más de atención le indica su padre y a ella el mundo
termina de hundírsele. Quisiera decirle que tiene trece años, que Federico le
está chupando la sangre, que no puede más pero promete no te preocupes, papá, yo me ocupo. Gracias, hija dice su padre y
después sube el volumen del televisor. Ella se lleva las manos a los oídos. Le
duele la cabeza. Ojalá que el nene hoy se duerma pronto. Si no, lo dejará
llorar. Basta para mí piensa.
Mañana me toca jugar de madre
recuerda Marcelo fastidiado ¿cuánto
durará? Tiene gente citada a las diez. Hablará con la maestra, él no puede
ocuparse. Quizá pueda ir Ramona. O tendrá que tomar una persona que se ocupe de
estas cosas. Si las hicieran a la tarde
podría ir Matilde piensa. Primera vez
y última decide. Pone el despertador y apaga la luz.
Agustina
sale de puntillas del cuarto de Federico. Hoy
me la hizo fácil piensa. Está por meterse en su cuarto cuando recuerda el
pedido de su padre. La puerta de Sofía está abierta. ¿Dormís? susurra. No, no
puedo. ¿Querés que me quede un ratito? Su hermana corre las cobijas. Ella
se acuesta. Minutos después ambas duermen.
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