miércoles, 8 de marzo de 2017

48

Marcelo regresa de buen humor. La caminata fue reparadora. Un día frío pero precioso. Entra a la cocina silbando. Traje helado informa. Guardalo en el congelador indica Matilde en el freezer se pone muy duro. Como si él no supiera, como si fuera la primera vez en su vida que compra helado. Esta chica tiene el poder de irritarme rumia mientras abre la heladera. Lorena entra a la cocina. ¿Qué más llevo? pregunta. La panera indica Agustina. Cuando lo descubre grita ¡vino mi papi! y a él se le estruja el estómago. Le revuelve el cabello con la mano. Ella también lo tiene sedoso.


¡Ay! grita Sofía me quemaste. Matilde observa la mano chorreada de su hermana. Ni siquiera recuerda haberle servido. No es para tanto dice mientras trata de prestar atención al plato que le acerca Lorena. Tené cuidado, porfi pide la nena. No puede dejar de pensar en la tarjeta. Patricia y Alberto. A. De pronto deja de escuchar. Como si una campana de vidrio cubriera a su familia. Solo le llega el ruido de los cubiertos, de las copas. Metal, vidrio. La campana es impermeable a la voz humana. A. Observa a Lorena mojando el pan. Luego a su padre limpiándose los labios antes de beber.  ¿Tienen algo en común? Sí, es la misma la salsa que embebe el pan y la que deja  su huella en la servilleta. Matilde sacude la cabeza. Estoy mal decide. Trata de pensar en Mariano. Ya ni tiene ganas de verlo. Estoy muy mal reconfirma. A.


El almuerzo concluido. Marcelo observa cómo sus hijos se van levantando de a uno. Hasta que se encuentra solo ante la mesa sembrada de vajilla sucia, de servilletas abolladas. Atina a juntar un par de platos cuando se acerca Agustina. Dejá, papá, yo me ocupo. Está levantándose cuando Matilde le tiende una taza. Ya tiene azúcar informa dos. Gracias dice y prueba el café. Fuerte, caliente, dulce. Perfecto. Agustina se afana con la bandeja. Desde la cocina llega ruido de platos. ¿Matilde los está poniendo en el lavavajillas? Parece que todos saben lo que tienen que hacer menos él. La tarde por delante. Una insidiosa modorra apoderándose de él. Necesita una buena siesta. Termina su café y se levanta. Cuando está subiendo para acostarse lo intercepta Lorena. Papi, es domingo, ¿qué vamos a hacer?


Me estoy cambiando porque papi me invitó a dar una vuelta me pidió que le avisara a los chicos pero Matilde va a salir con su novio que ella no me dice pero yo igual me doy cuenta Agus se tiene que quedar con Fede que ya se durmió y a Sofi no le dije nada porque entré a su cuarto la miré y la vi muy cansada.


Marcelo espera a sus hijos. Adónde los puede llevar. ¿A tomar un helado? Está demasiado fresco. ¿A la plaza?  Fede se divertiría, las chicas están grandes. ¿A un shopping? A las chicas podría interesarles pero para el nene seguro que es un plomo. Le preguntará a Agustina. Que ella resuelva. Aliviado se acerca a la ventana. Está linda la tarde aunque las hojas de los árboles bailan al son del viento. ¡Ya estoy lista! Lo sobresalta la  voz de Lorena. La reconozco piensa antes de girar. La nena está con una pollera cortita, las piernas desnudas. La vincha con la flor en la cabeza. Pero qué bonita que se me puso. La carita de la nena es una fiesta. ¿Salimos? pregunta Lorena. ¿Y tus hermanos? Fede duerme y Agus tiene que cuidarlo y Mati está por salir. ¿Y Sofia? La nena mira al piso cuando contesta muy seria Sofi también duerme, mucho duerme. Él trata de disimular la sonrisa. ¿Y a dónde quiere ir mi princesa? Adónde me lleve mi príncipe contesta la nena y la fiesta se reinicia. Él está por decirle que está muy desabrigada, que se ponga un pantalón pero cambia de idea. Mejor vamos a dar una vuelta en carroza propone mientras tiende un brazo del que la nena se toma.


Escucho el ruido de la puerta y bajo corriendo pero cuando llego el auto ya está en la esquina qué raro Lorena y papá salieron solos capaz que papá se enojó conmigo porque no terminé los ravioles aunque él no me dijo nada fue Mati la que me retó y ahora qué hago yo un domingo sin Lore sin la gorda no sé qué hacer.


Justo cuando salimos la vi a Sofi en la ventana pero por suerte papi no la vio le pedí si podía viajar adelante y primero me dijo que soy muy chica pero le pedí mucho y me dejó total me apreté fuerte el cinturón además soy demasiado gorda para salir volando aunque eso no le dije no sé adónde vamos pero no quiero llegar nunca.


Matilde se prueba otra remera más. Se asoma de frente y de perfil al espejo. La cama sepultada por ropa y más ropa. Mira el reloj. ¡Agus, vení! grita mientras sus manos húmedas luchan contra el escote atrancado en su cabeza.


Matilde la llama a los gritos. Agustina se asusta y va corriendo a su cuarto pero cuando la ve le da risa y se acuerda del texto que leyeron en el colegio. Parecés el del cuento de Cortázar dice. Escucha las carcajadas sofocadas de su hermana. Desenrolla el sweater y tira hacia arriba hasta que aparece el rostro colorado de su hermana. ¿Qué me pongo? le pregunta. Ella busca sobre la cama la remera azul que compraron con su mamá, un día que salieron las tres juntas.  Le queda relinda y le marca bien el cuerpo. Su hermana dice que le da vergüenza pero ella al fin la convence, sobre todo porque es tarde y Mariano debe de estar por llegar. Mientras Matilde se pinta los labios ella le cepilla el cabello. Le presta el perfume que también le regaló su mamá. La verdad es que su hermana está preciosa, sobre todo porque los ojos le brillan. No sabe por qué le dan ganas de llorar.

                                                                                           
Matilde escucha el timbre y el corazón se le transforma en una bomba. No quiere atender. ¡Mati! le grita Agustina. Entonces agarra la campera y el morral y baja a los saltos. ¡Tratá de no caerte! se burla su hermana y desde arriba de la escalera la saluda con ambos pulgares en alto. Sofía también se asoma. ¡Mati, estás divina! Ella inspira hondo y va a abrir. ¡Portate bien! le recomienda Agustina riendo. Absurdamente, justo antes de que la puerta termine de abrirse, se le aparece el rostro de su madre que ya nunca podrá pedirle que se porte bien. La garganta se le anuda. Vuelve a inspirar y ensaya una sonrisa. Mariano se inclina a darle un beso, tropieza con el escaloncito y la arrastra. Caen los dos, enredados. Se ríen a carcajadas.


Agustina se deja caer sobre la cama. Podría aprovechar que Federico duerme para hacer la tarea de historia. Pero hoy está tan triste.


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