21 Martes
Agustina
escucha la alarma. Ni intenta abrir los ojos. No tiene fuerzas. Le costó mucho
dormirse. No voy a levantarme nunca más
decide. Segundo anuncio del despertador. Saca una mano de las cobijas y lo
apaga. Necesita vacaciones de su propia vida. Se adormila. Golpes en la puerta
la sobresaltan. ¡Agus!, ¡Agus! No
junta energía para contestar. Mamá me
decía Agustita recuerda. La
puerta se abre, la luz se enciende. ¿Te
sentís mal? Ella por fin abre los ojos. Matilde sentada en la cama. Va a
decirle que no da más, que abandona el barco, cuando descubre el gesto de
preocupación en la cara de su hermana. Ya
voy dice apartando el acolchado. Matilde le sonríe y la empuja contra el
colchón. Ella está contenta piensa claro, la espera Mariano. Esconde la
cara contra la almohada para ocultar las lágrimas.
Marcelo cubre
la tostada con mermelada de frambuesa. La
preferida de Diana recuerda. Levanta la vista y encuentra los ojos de
Matilde sobre él. Lo recorre una descarga eléctrica. Regresa a su tostada la
unta, ahora, con precisión. Lo llamará a Fernando. Precisa hablar con él. Soñó
mucho con Diana. ¿Dónde estaba?, ¿la
casa de Patricia? De Patricia y de
Alberto se corrige. Vamos, papá
lo sobresalta la voz de Matilde. Observa la mesa. La chiquilina está
levantándose. ¿Y Agustina? pregunta. Se quedó dormida, dijo que la esperáramos en
el auto. Él se sacude las migas y se levanta. Está saliendo cuando Ramona
le alcanza un sándwich en una servilleta. Él la mira sorprendido. Para Agus explica la mujer no desayunó. Marcelo sale, aturdido. Sí, era la casa de Patricia; el cuarto de Patricia; de Patricia y
Alberto.
Cuando
Agustina llega al auto descubre que Matilde se sentó adelante. Todo la pone mal
últimamente. Su padre le tiende una servilleta. Ella levanta una tapa del pan
lactal. Queso y tomate como a ella le gusta. Mamá siempre se equivocaba recuerda mientras mastica.
Cuando
Matilde saca la carpeta de matemática de la mochila, cae al suelo el corazón
con las flechas. Lo recoge y se lo muestra a Rocío. Tu hermanita es lo más tierno que existe. Matilde se queda
pensando, ¿Lorena es tierna? Sí, es
la más cariñosa. Será porque no es hija
de papá decide.
Marcelo
toma el café que le alcanza su secretaria y le pide que cierre la puerta al
irse. Saca un papel del bolsillo y se acerca al teléfono. El corazón le bombea
al compás de cada llamada. Si me atienden
corto intenta tranquilizarse. Infinitos segundos después escucha está hablando con la casa de Celia y
Eduardo, deje su mensaje, por favor.
Deposita el tubo con suavidad. Se
mudaron piensa, aliviado.
La maestra me pide el cuaderno y revisa
la tarea que por suerte la hice toda primero me reta porque la hice con la
birome de Fernando pero después me felicita porque todas las divisiones están
bien y yo le cuento las hice con mi papi y la maestra me revuelve el pelo.
Agustina
cree percibir una mirada. Levanta la vista. Sí, Gonzalo la está mirando y,
además, le sonríe. Ella gira la cabeza como si hubiera visto el diablo. Gonzalo
es horrible, y es un pesado. Sin embargo, ella puede percibir bajo el jumper el
redoble de su corazón.
Marcelo
controla su reloj. ¿Fernando se habrá olvidado?, ¿habrá entendido mal el lugar?
Está por llamarlo cuando lo ve aparecer, apurado. Perdón pide el tránsito está
infernal. Marcelo, aliviado, comprueba que tenía real necesidad de hablar con su amigo. Mientras comparten una
parrillada Marcelo le cuenta sobre las investigaciones de Matilde. ¿Estás seguro de que tiene quince años? Te advertí
que no la conocías. ¡Y yo que me ofrecí como detective! exclama Fernando. A
Marcelo lo irrita la sonrisa de su amigo por eso le pregunta ¿te parece que podría ser Alberto? Hasta
ahora venías bien, ya arrancaste con pelotudeces, ¿cómo puedo yo saberlo? Marcelo
desestima las chanzas de su amigo e insiste ¿alguna
vez viste alguna situación que te llamara la atención? Fernando se queda
pensando. La verdad que no, ¿vos pensás
que puede ser Alberto? Marcelo cabecea. Jamás
lo hubiera sospechado pero es la única pista que tengo, no puedo ponerme a
investigar a todos los tipos que empiecen con A, si es que las elucubraciones
de mi hija pudieran tener algún sentido. ¿Y qué pensás hacer? pregunta
Fernando. Ni idea, ¿vos supiste algo de
ellos últimamente?, hace más de siete años que yo les perdí el rastro.
Fernando toma un trago de vino antes de recordarle yo menos que menos, los conocí a través tuyo. Está cortando la
carne cuando bruscamente abandona los cubiertos. Ahora que me acuerdo, Patricia se atendía con mi hermano, tuvo varios
partos con él. Marcelo lo observa con atención, en absoluto silencio. Que alguien decida por mí, por favor. Pero
no tiene suerte porque Fernando lo presiona ¿tenés
intenciones de contactarte con Alberto? De ninguna manera, ¿qué voy a decirle?,
¿estoy criando a tu hija? Su amigo lo mira. ¿Entonces para qué mierda me preguntás si sé algo de él? Marcelo se
restriega los ojos. Porque, como vos
decís, soy el rey de los pelotudos hace una seña llamando al mozo mejor lo dejamos acá. Fernando le baja
el brazo pará, che, sos más susceptible
que una solterona, ya sé que esto no es fácil, solo estoy averiguando qué
pretendés de mí. ¿Qué pretendo de vos? pregunta él, sorprendido. ¿Te interesa que lo sondee a mi hermano para
ver si sabe algo de ellos? Marcelo se queda meditando unos segundos, ¿qué
tiene para perder? Si no es problema para
vos, no sé en qué anda la relación con tu hermano. No son mis problemas lo importante
ahora afirma Fernando y llama él al mozo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario