lunes, 20 de marzo de 2017

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21 Martes  

Agustina escucha la alarma. Ni intenta abrir los ojos. No tiene fuerzas. Le costó mucho dormirse. No voy a levantarme nunca más decide. Segundo anuncio del despertador. Saca una mano de las cobijas y lo apaga. Necesita vacaciones de su propia vida. Se adormila. Golpes en la puerta la sobresaltan. ¡Agus!, ¡Agus! No junta energía para contestar. Mamá me decía Agustita recuerda. La puerta se abre, la luz se enciende. ¿Te sentís mal? Ella por fin abre los ojos. Matilde sentada en la cama. Va a decirle que no da más, que abandona el barco, cuando descubre el gesto de preocupación en la cara de su hermana. Ya voy dice apartando el acolchado. Matilde le sonríe y la empuja contra el colchón. Ella está contenta piensa claro, la espera Mariano. Esconde la cara contra la almohada para ocultar las lágrimas.


Marcelo cubre la tostada con mermelada de frambuesa. La preferida de Diana recuerda. Levanta la vista y encuentra los ojos de Matilde sobre él. Lo recorre una descarga eléctrica. Regresa a su tostada la unta, ahora, con precisión. Lo llamará a Fernando. Precisa hablar con él. Soñó mucho con Diana.  ¿Dónde estaba?, ¿la casa de Patricia? De Patricia y de Alberto se corrige. Vamos, papá lo sobresalta la voz de Matilde. Observa la mesa. La chiquilina está levantándose. ¿Y Agustina? pregunta. Se quedó dormida, dijo que la esperáramos en el auto. Él se sacude las migas y se levanta. Está saliendo cuando Ramona le alcanza un sándwich en una servilleta. Él la mira sorprendido. Para Agus explica la mujer no desayunó.  Marcelo sale, aturdido. Sí, era la casa de Patricia; el cuarto de Patricia; de Patricia y Alberto.


Cuando Agustina llega al auto descubre que Matilde se sentó adelante. Todo la pone mal últimamente. Su padre le tiende una servilleta. Ella levanta una tapa del pan lactal. Queso y tomate como a ella le gusta. Mamá siempre se equivocaba recuerda mientras mastica.


Cuando Matilde saca la carpeta de matemática de la mochila, cae al suelo el corazón con las flechas. Lo recoge y se lo muestra a Rocío. Tu hermanita es lo más tierno que existe. Matilde se queda pensando, ¿Lorena es tierna? Sí, es la más cariñosa. Será porque no es hija de papá decide.


Marcelo toma el café que le alcanza su secretaria y le pide que cierre la puerta al irse. Saca un papel del bolsillo y se acerca al teléfono. El corazón le bombea al compás de cada llamada. Si me atienden corto intenta tranquilizarse. Infinitos segundos después escucha está hablando con la casa de Celia y Eduardo, deje su mensaje, por favor.  Deposita el tubo con suavidad. Se mudaron piensa, aliviado. 


La maestra me pide el cuaderno y revisa la tarea que por suerte la hice toda primero me reta porque la hice con la birome de Fernando pero después me felicita porque todas las divisiones están bien y yo le cuento las hice con mi papi y la maestra me revuelve el pelo.


Agustina cree percibir una mirada. Levanta la vista. Sí, Gonzalo la está mirando y, además, le sonríe. Ella gira la cabeza como si hubiera visto el diablo. Gonzalo es horrible, y es un pesado. Sin embargo, ella puede percibir bajo el jumper el redoble de su corazón.




Marcelo controla su reloj. ¿Fernando se habrá olvidado?, ¿habrá entendido mal el lugar? Está por llamarlo cuando lo ve aparecer, apurado. Perdón pide el tránsito está infernal. Marcelo, aliviado, comprueba que tenía real necesidad de hablar con su amigo. Mientras comparten una parrillada Marcelo le cuenta sobre las investigaciones de Matilde. ¿Estás seguro de que tiene quince años? Te advertí que no la conocías. ¡Y yo que me ofrecí como detective! exclama Fernando. A Marcelo lo irrita la sonrisa de su amigo por eso le pregunta ¿te parece que podría ser Alberto? Hasta ahora venías bien, ya arrancaste con pelotudeces, ¿cómo puedo yo saberlo? Marcelo desestima las chanzas de su amigo e insiste ¿alguna vez viste alguna situación que te llamara la atención? Fernando se queda pensando. La verdad que no, ¿vos pensás que puede ser Alberto? Marcelo cabecea. Jamás lo hubiera sospechado pero es la única pista que tengo, no puedo ponerme a investigar a todos los tipos que empiecen con A, si es que las elucubraciones de mi hija pudieran tener algún sentido. ¿Y qué pensás hacer? pregunta Fernando. Ni idea, ¿vos supiste algo de ellos últimamente?, hace más de siete años que yo les perdí el rastro. Fernando toma un trago de vino antes de recordarle yo menos que menos, los conocí a través tuyo. Está cortando la carne cuando bruscamente abandona los cubiertos. Ahora que me acuerdo, Patricia se atendía con mi hermano, tuvo varios partos con él. Marcelo lo observa con atención, en absoluto silencio. Que alguien decida por mí, por favor. Pero no tiene suerte porque Fernando lo presiona ¿tenés intenciones de contactarte con Alberto? De ninguna manera, ¿qué voy a decirle?, ¿estoy criando a tu hija? Su amigo lo mira. ¿Entonces para qué mierda me preguntás si sé algo de él? Marcelo se restriega los ojos. Porque, como vos decís, soy el rey de los pelotudos hace una seña llamando al mozo mejor lo dejamos acá. Fernando le baja el brazo pará, che, sos más susceptible que una solterona, ya sé que esto no es fácil, solo estoy averiguando qué pretendés de mí. ¿Qué pretendo de vos? pregunta él, sorprendido. ¿Te interesa que lo sondee a mi hermano para ver si sabe algo de ellos? Marcelo se queda meditando unos segundos, ¿qué tiene para perder? Si no es problema para vos, no sé en qué anda la relación con tu hermano. No son mis problemas lo importante ahora afirma Fernando y llama él al mozo.

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