lunes, 6 de marzo de 2017

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19 Domingo

Marcelo entra a la cocina, por suerte vacía. ¿Habrá café instantáneo? Abre las alacenas. En la segunda encuentra el frasco. Está agarrándolo cuando aparece Matilde. Mala suerte piensa se complica la mañana. Dejá dice la chica sacándole el frasco de la mano y regresándolo al estante te preparo un café como la gente. Él se sienta y la observa trajinar. Todos sus movimientos son precisos, seguros. Esta chica siempre sabe lo que hace. Escucha el borboteo de la cafetera, el ruido de la tostadora y del exprimidor. Se van ensamblando los aromas. Matilde pone individuales, vasos, azucarera, mantequera y mermelada. Apoya las tazas humeantes y, finalmente, se ubica frente a él. Excelente desayuno dice él. Ella hace una mueca despectiva pero sonríe. ¿Cómo la pasaron ayer? pregunta él. Bien contesta ella alquilamos una peli. Lamento que no hayan podido salir comenta él no volverá a repetirse, hablaré con Ramona. Sí, yo también estuve pensando; tengo varias fiestas de quince y Agustina no puede con todos; además ya está grande, espero que ella también empiece a salir. Sí, Matilde es una máquina, nada se escapa de su control. Tengo suerte se dice. La chiquilina está revolviendo el café cuando, sin mirarlo, pregunta  ¿vos sabés si mamá y Patricia se pelearon? Él se alerta. Se endereza en la silla, atento a la próxima jugada. Con Matilde es así, en cuanto uno se descuida llega la estocada. ¿A qué viene tu curiosidad? repregunta. Nada, de pronto me acordé de Patricia y me puse a pensar que hacía mil que no la veía y que era rarísimo que no hubiera estado ni en el velorio ni en el entierro de mamá. Él inspira hondo. Sí, se distanciaron hace muchos años, tu mamá no quiso contarme por qué. ¿Vos también te peleaste con el marido? Nunca fuimos amigos. Sin embargo los cuatro cenaban juntos muy seguido. Él está perplejo. ¿Y a vos quién te dijo? Nadie, los vi en las fotos. Matilde es peligrosa. Peligrosísima. Se dio así, jamás lo charlé con él, cosas de mujeres. Ella esboza una sonrisa. Marcelo piensa que siempre logra humillarlo. Está pensando qué decirle cuando la irrupción de Agustina con Federico en brazos lo exime. ¡Papá! dice el nene tendiéndole los bracitos.


Matilde bebe de un trago el resto del café con leche y deja la taza en la pileta.  ¿Ya te vas? pregunta Agustina. Ella se encoge de hombros y se dirige a la puerta. ¡Tau! le dice Federico agitando la manito.  Ella duda un instante pero se cruza con los ojos del padre y continúa su camino. Es imposible obtener información de él. Nunca sabe nada, nunca le interesa nada rumia. Cuando está subiendo se cruza con Lorena. Casi la hace caer. ¡No seas bruta! le grita. La nena la mira. Parece afligida. Perdón, Mati pide. Ella sabe que debería tranquilizarla pero la hace a un lado y sigue subiendo. Está de mal humor. Aunque tiene que reconocer que su padre es coherente: nunca se entera de nada, nunca se plantea nada. Transcurre. Con razón que mamá lo engañó vuelve a pensar. Abre la puerta de su cuarto. ¿Qué estará haciendo Mariano? Seguro que todavía durmiendo. Se tira sobre la cama revuelta. Mariano le preguntó qué quería ver. ¿Qué preferirá él? De acción, obvio. Así son los hombres. Cierra los ojos. Sonríe.


Agustina observa al padre enfrascado en el diario, a Lorena frente a su tostada intacta, a Federico destrozando la suya con ambas manos. Se siente repentinamente triste. Muy triste. Sola.


Matilde me empujó y papá ni se dio cuenta de que estoy en la cocina Sofi tiene suerte todavía está durmiendo mejor me tomó la leche rápido y la voy a despertar.


Sería incapaz de contar lo que acaba de leer. Las letras resbalan sobre las retinas de Marcelo. Abandona el Cronista Comercial sobre la mesa que descubre ya despejada. Gira y observa a Agustina enjuagando las tazas. Federico está sentado en el suelo, haciendo un tren con las cucharitas en fila. Chu, chu dice. Marcelo no tiene el menor registro de cómo llegaron allí. Los recuerda alrededor de la mesa, Lorena incluida. ¿Matilde se había ido antes? Ahora se le dio por Patricia. ¿Esta chica no puede pensar en cosas propias de su edad? Patricia era encantadora. Espléndida mujer a pesar de sus cinco hijos. Cuando se juntaban era una romería. Si no se equivoca, cuando se distanciaron ambas estaban embarazadas. ¿Habrá llegado la nena que tanto buscaban? ¿Qué habrá sido de Alberto? ¡Papá! el nene sacudiendo su pantalón. Fede, ¡con esas manos roñosas! lo reta Agustina acercándose con un repasador. Él sonríe y acaricia el cabello de la chiquilina, largo, sedoso. Es un ángel piensa.


Lorena vino a jorobarme y se acostó conmigo que me ocupa toda la cama la gorda y nos tapamos las cabezas y jugamos a la cueva y a que viene un moustruo y escuchamos ruidos y un poco nos asustamos pero es Agus que me trae la leche y tostadas y Lore me pide una porque dice que casi no desayunó y no sé si le creo pero igual le doy la mejor.


Ya arreglaron: Mariano la pasa a buscar a las cuatro. Por las dudas le va a avisar a su papá. Aunque no hay chance de que me diga que no. Como el quini hoy sale o sale. Lo busca en la cocina pero ya no está. Tampoco en el living. ¿Se habrá ido? Sube nuevamente. Le pregunta a sus hermanas pero no lo vieron. Golpea, entonces, la puerta de su cuarto. Adelante le indica. Lo encuentra frente al placard. Habrá que hacer algo con la ropa de tu madre dice abriéndolo de par en par. El olor de su mamá la golpea e, instintivamente, da un paso hacia atrás. Él quizá lo registra porque cierra con brusquedad. No soporto olerla dice y a ella le da tanta pena. Pena y rabia. Ella no se merecía tanto amor piensa. No te preocupes, papá, yo me voy a ocupar promete. Los dos se quedan parados mirándose. ¿Precisabas algo? pregunta él. Hoy a la tarde voy al cine, ¿podrás ocuparte de los chicos? ¡Por supuesto!, ya te clavé anoche. Matilde está por salir cuando él pregunta ¿vas con tus amigas? A ella no le gusta mentir por eso informa con un amigo. ¡Epa, epa! dice él sonriendo. Ella siente calor en las mejillas y huye.


Marcelo continúa sonriendo tras la puerta cerrada. También piensa en cosas propias de su edad. La sonrisa se desvanece cuando registra que tendrá que hacerse cargo de sus hijos. ¿Agustina también lo abandonará? Acá la única que me abandonó fue Diana reconoce con rabia. Tendría que llevarlos a algún lado. ¿De nuevo al cine?, ¿a almorzar afuera? No, para el mediodía todavía contará con Matilde. Siempre lo aplica a su trabajo: no superponer recursos. Aprovechará, entonces, para salir ahora un rato. Le hará bien caminar. Al abrir el placard regresa el perfume. Saca rápido la campera y cierra con fuerza.


Agustina observa a Matilde rehogar la cebolla. Hasta que esté traslúcida. ¿Desde qué edad cocina su hermana los domingos? ¿Ocho?, ¿nueve? Ella lucha con el abrelatas. Matilde abandona la cuchara de madera y dice así no, tenés que presionar fuerte.  La lata gira disciplinada bajo sus manos. Dejame protesta ella tengo que aprender. Instantes después su hermana vuelca el tomate sobre la cebolla. Alcanzame un cubito pide. ¿Dónde están? pregunta ella. Matilde abre la heladera bufando. Ella se siente una inútil. Matilde está revolviendo la salsa cuando pregunta Agus, ¿vos te acordás de Patricia? ¿La amiga de mamá? Sí, ¿te acordás? No, pero mamá siempre me hablaba de ella, me contaba que la extrañaba. Matilde abandona la salsa. ¿Te contó por qué se pelearon? No, una vez le pregunté y se puso a llorar; para un cumple me regaló la caja de lápices de colores de treinta y seis, todavía tengo la tarjeta. ¿Me la mostrás? ¿Ahora? Dale dice Matilde apagando la hornalla después seguimos cocinando, total todavía es temprano. Ella se encoge de hombros y la sigue. ¿Qué otro remedio? Cuando a Mati se le ocurre algo…


Matilde espera mientras Agustina rebusca en sus cajones. ¡Acá está! exclama, triunfal luego de un buen rato. Para que nuestra querida Agus llene de colores su mundo lee su hermana qué lindo, ¿no? Ella registra el nuestra. ¿Me la dejás ver? pide. Agustina le tiende la tarjeta. Matilde observa las firmas. El corazón se le agita: Patricia y Alberto.



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