lunes, 13 de marzo de 2017

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20 Lunes

Mientras se lava los dientes, Matilde trata de recordar su sueño. Cree que aparecía Mariano. Porque se despertó sintiéndose, nuevamente, blanda y húmeda. Se mira en el espejo. Qué cara. Escupe el dentífrico y se enjuaga la boca. Se cepilla el cabello y se lo recoge con cuidado. Luego libera un pequeño mechón. Se pone un poco de rubor. Más no puede, la retarían. El celular vibra. Lo extrae del bolsillo del jumper. Buenos días. Sonríe. Buenos días contesta. ¿Debería agregar algo más? Golpes en la puerta la sobresaltan. ¡Mati!, para hoy protesta Agustina ya son las siete. Sin prestarle atención teclea nos vemos en un rato. Vuelve a mirarse en el espejo, se reacomoda el mechón y abre. Te pintaste dice su hermana. ¡No me jodas! dice ella y la empuja al salir.


Marcelo toma su café con leche. Son más de las siete comenta Ramona. Qué raro, las chicas nunca se demoran. Se incorpora para ir a buscarlas cuando Matilde entra a la cocina y se sienta. ¡Qué arregladita que estás hoy! dice la mujer mientras le alcanza una taza humeante. Él la observa. Va a comentarle algo cuando se arrepiente. Ayer se enojó. Sonríe para sí. Se levanta. Las espero en el auto indica. Ya sentado en el auto, el motor en marcha, recuerda la cita con Fernando. Se le crispa la boca del estómago. Mira el reloj. Toca la bocina. Minutos después aparecen las chicas, corriendo. Agustina con una tostada en la mano. Recién es lunes piensa él al tiempo que arranca.


Las tostadas están riquísimas no sé por qué Ramo no me quiere preparar otra suerte que Sofi me pasa la suya por debajo de la mesa está toda mordisqueada pero le queda bastante y a mí no me da asco porque es mi hermana.


Anoche soñé con mamá y me decía no come nada mi pajarito porque siempre me decía pajarito y ya no puede decírmelo más.


Matilde se baja del auto y descubre a Mariano apoyado, con la pierna flexionada, contra la pared. Ella se acomoda el cabello y se dirige a paso vivo hacia él. ¡Mati, esperame! grita Agustina. Ella ni gira porque Mariano se endereza y le sonríe.


Agustina corre tras Matilde hasta que descubre cuál es el apuro de su hermana. Se siente tan absolutamente prescindible que se le llenan los ojos de lágrimas. Apoya la mochila en el suelo y simula atarse los cordones.


El micro está por llegar y Sofi todavía no tomó la leche y yo tengo sueño porque no dormí por la pesadilla del infierno y recién me acuerdo que no hice firmar el cuaderno de comunicaciones y la maestra me va a retar total ya estoy acostumbrada.


Lorena me llama y justo Ramo sale de la cocina y aprovecho y  tiro la leche en la pileta y agarro la mochila y Ramo me pone la campera y por suerte tengo la birome que me regaló Fernando y la llevo en la mano aunque igual no la puedo usar porque la seño quiere que escribamos con tinta que para lo único que le sirve es para que hagamos manchones y así nos puede retar.


Marcelo se ubica ante el escritorio tapizado de carpetas. Papeles y más papeles que su secretaria, sin mayor suerte, intentó clasificar. Así está mi cabeza piensa. Saca cuentas. Diecinueve días sin Diana. Transcurrieron pese a todo. Él siguió yendo a trabajar, las chicas al colegio. Comieron. Mejor o peor, todos durmieron. Siempre encontró una camisa y, por lo visto, los chicos también tuvieron qué ponerse. Nada se detuvo. Sus hijos siguen creciendo aun sin su mamá. Federico cada día habla más, Agustina tuvo su menarca, Matilde un noviecito. Lorena se me pegó como abrojo piensa. ¿Por qué justo ella?, ¿percibirá algo?, ¿sospechará?  Sofía, en cambio, es una sombra. Recién se da cuenta. Tendrá que prestarle más atención. Suena el teléfono. El señor Fernando le comunica su secretaria. Obvio, no me la iba a dejar pasar. Bufando atiende.


Matilde cruza solo unas palabras con Mariano antes de que toque el timbre. Entran a las aulas. Él está en otro tercero. Tengo novedades le dice a Rocío en cuanto se sientan. ¡Largá! reclama su amiga. Risas y cuchicheos. ¡Montes de Oca! la reta la profesora de Biología. Matilde se queda desconcertada. Debe de ser la primera vez que le llaman la atención. Perdón pide mientras Rocío le dibuja con el dedo corazones en la pierna y ella intenta contener la risa.


La maestra pregunta cuánto es treinta y cuatro por cinco y yo pienso que la mitad de trescientos cuarenta es ciento setenta y soy la primera que contesto y la maestra me dice que soy muy inteligente  que si estudio un poco más en el próximo acto me pone de escolta y yo pienso que es una lástima que mamá no me pueda ver ella siempre dice Sofi es más rapida que una ardilla.


Agustina está copiando los ejercicios con números periódicos cuando algo la hace  mirar hacia la derecha. Pesca los ojos de Gonzalo sobre ella. Él, al darse cuenta, regresa de inmediato a su hoja. Ella recupera el buen humor aunque si alguien que justo, justo no le interesa, ese es Gonzalo.


La suplente me pregunta por qué mi mamá no firmó el cuaderno de comunicaciones y yo le digo que se olvidó.


Marcelo descubre a Fernando en la mesa contra la ventana, quien levanta la mano al verlo. Él se desmorona sobre la silla. Tuve una mañana fatal notifica hubo vencimiento de autónomos. No podría interesarme menos comenta su amigo supongo que no era de eso que querías hablarme. Sí, como suponía, Fernando no le dará respiro. ¡Todavía ni me senté! busca una prórroga. Pues no sabía que eras tan bajito. Minutos después cada uno recibe su correspondiente plato. ¿Vas a esperar al postre? reclama su amigo. Él inspira profundo. Uno, dos y… Lorena no es hija mía. El estupor en la cara de Fernando precede  a su ¡¿qué?! Él le habla de Matilde, de Mendel y de los grupos sanguíneos mientras saborea su escalope al marsala. Está buenísimo comenta e interrumpe la charla para beber un trago de agua. Su amigo, que lo escuchó en silencio, cabecea y dice ¿estás seguro de que estás hablando de vos? Él se sorprende. ¿Por qué me lo preguntás? Fernando se encoge de hombros al decir parece que te importara un carajo. La frase de su amigo es un látigo. Se atora con el agua que comienza a salirle por la nariz. A ver si nos entendemos dice Fernando en cuanto él logra respirar de nuevo Diana te engañó, que a esta altura ya no tiene importancia, y de esa aventura, por llamarla de alguna manera, nació Lorena. Yo no dije eso se defiende él. Ah, entendí mal, ¿se hizo una inseminación artificial? Matilde, Fernando, todos conspiran contra él. Lo humillan, lo maltratan. No sé para qué mierda te conté. Quizá porque tenés que tomar una resolución. ¿Qué resolución? Fernando cierra los ojos y ladea la cabeza. ¿Me estás tomando de pelotudo o el pelotudo sos vos? Él recibe otro latigazo. Se acoda en la mesa y esconde el rostro entre las manos. Claramente el pelotudo es él. Che, no te pongas así dice Fernando luego de unos segundos mientras le toca un brazo. Él se descubre. No sé qué hacer confiesa. Ya hiciste bastante. No, la ejecutiva fue Matilde, esa chica es un avión. Pero vos te subiste en un ala, hubieras podido pararla. ¿A Matilde?, ja, se ve que no la conocés. Su amigo abre los brazos sonriendo. Solamente desde que estaba en la panza. En serio te digo, yo tampoco tenía idea de a quién había engendrado, aunque a esta altura ya dudo de todas mis paternidades.  Cortala dice Fernando no creo que Diana fuera una encubridora serial hace una pausa pero si estás intranquilo bien podrías hacer un estudio genético de todos. ¿Para qué?, si ya sé que Lorena no es mi hija y no sé qué hacer con esa información. Primero deberías estar bien seguro, un ADN, nada de grupos sanguíneos. Él se queda pensando. No por ahora, quizá cuando sea grande, cuando se plantee ser madre. Su amigo llama al mozo. ¿Querés postre? le pregunta. Por mí directo al café. Ya frente a las tazas Fernando le pregunta ¿sabés quién es? ¿Quién? contesta él, distraído. Su amigo revolea los ojos sí, sos el rey de los pelotudos, a ver, ¿por quién puedo estar preguntándote? Él siente que enrojece. No tengo la menor idea. ¿Pensaste al respecto? Él baja la cabeza. La verdad es que no mucho, al menos no con dirección. ¿Te interesa saberlo? Él se alerta, el corazón se le transforma en una bomba. ¿Sabés algo? Pero como podría saberlo yo si no lo sabés vos que dormías con ella; solo me parece que no te desvela descifrar el enigma. A él de repente le da rabia, está harto de que le den palos. Todo me desvela, ¿te creés que es muy fácil vivir sin ella, hacerme cargo de los cinco chicos?, hace diecinueve días que murió, no sé cómo hago para seguir respirando. Tenés razón dice Fernando palmeándole el brazo tomate tu tiempo, cuando estés en condiciones tratamos de pensar juntos, me hubiera encantado ser detective. Él está por enojarse de nuevo cuando opta por sonreír. Elemental, querido Watson dice.



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