20 Lunes
Mientras
se lava los dientes, Matilde trata de recordar su sueño. Cree que aparecía
Mariano. Porque se despertó sintiéndose, nuevamente, blanda y húmeda. Se mira
en el espejo. Qué cara. Escupe el
dentífrico y se enjuaga la boca. Se cepilla el cabello y se lo recoge con
cuidado. Luego libera un pequeño mechón. Se pone un poco de rubor. Más no
puede, la retarían. El celular vibra. Lo extrae del bolsillo del jumper. Buenos días. Sonríe. Buenos días contesta. ¿Debería agregar
algo más? Golpes en la puerta la sobresaltan. ¡Mati!, para hoy protesta Agustina ya son las siete. Sin prestarle atención teclea nos vemos en un rato. Vuelve a mirarse
en el espejo, se reacomoda el mechón y abre.
Te pintaste dice su hermana. ¡No me
jodas! dice ella y la empuja al salir.
Marcelo
toma su café con leche. Son más de las
siete comenta Ramona. Qué raro, las chicas nunca se demoran. Se incorpora
para ir a buscarlas cuando Matilde entra a la cocina y se sienta. ¡Qué arregladita que estás hoy! dice
la mujer mientras le alcanza una taza humeante. Él la observa. Va a comentarle
algo cuando se arrepiente. Ayer se enojó. Sonríe para sí. Se levanta. Las espero en el auto indica. Ya sentado
en el auto, el motor en marcha, recuerda la cita con Fernando. Se le crispa la
boca del estómago. Mira el reloj. Toca la bocina. Minutos después aparecen las
chicas, corriendo. Agustina con una tostada en la mano. Recién es lunes piensa él al tiempo que arranca.
Las tostadas están riquísimas no sé por
qué Ramo no me quiere preparar otra suerte que Sofi me pasa la suya por debajo
de la mesa está toda mordisqueada pero le queda bastante y a mí no me da asco
porque es mi hermana.
Anoche soñé con mamá y me decía no come
nada mi pajarito porque siempre me decía pajarito y ya no puede decírmelo más.
Matilde
se baja del auto y descubre a Mariano apoyado, con la pierna flexionada, contra
la pared. Ella se acomoda el cabello y se dirige a paso vivo hacia él. ¡Mati, esperame! grita Agustina. Ella
ni gira porque Mariano se endereza y le sonríe.
Agustina
corre tras Matilde hasta que descubre cuál es el apuro de su hermana. Se siente
tan absolutamente prescindible que se le llenan los ojos de lágrimas. Apoya la
mochila en el suelo y simula atarse los cordones.
El micro está por llegar y Sofi todavía
no tomó la leche y yo tengo sueño porque no dormí por la pesadilla del infierno
y recién me acuerdo que no hice firmar el cuaderno de comunicaciones y la
maestra me va a retar total ya estoy acostumbrada.
Lorena me llama y justo Ramo sale de la
cocina y aprovecho y tiro la leche en la
pileta y agarro la mochila y Ramo me pone la campera y por suerte tengo la
birome que me regaló Fernando y la llevo en la mano aunque igual no la puedo
usar porque la seño quiere que escribamos con tinta que para lo único que le
sirve es para que hagamos manchones y así nos puede retar.
Marcelo
se ubica ante el escritorio tapizado de carpetas. Papeles y más papeles que su
secretaria, sin mayor suerte, intentó clasificar. Así está mi cabeza piensa. Saca cuentas. Diecinueve días sin Diana. Transcurrieron pese a todo. Él siguió
yendo a trabajar, las chicas al colegio. Comieron. Mejor o peor, todos
durmieron. Siempre encontró una camisa y, por lo visto, los chicos también
tuvieron qué ponerse. Nada se detuvo. Sus hijos siguen creciendo aun sin su
mamá. Federico cada día habla más, Agustina tuvo su menarca, Matilde un
noviecito. Lorena se me pegó como abrojo
piensa. ¿Por qué justo ella?, ¿percibirá algo?, ¿sospechará? Sofía, en cambio, es una sombra. Recién se da
cuenta. Tendrá que prestarle más atención. Suena el teléfono. El señor Fernando le comunica su
secretaria. Obvio, no me la iba a dejar
pasar. Bufando atiende.
Matilde
cruza solo unas palabras con Mariano antes de que toque el timbre. Entran a las
aulas. Él está en otro tercero. Tengo
novedades le dice a Rocío en cuanto se sientan. ¡Largá! reclama su amiga. Risas y cuchicheos. ¡Montes de Oca! la reta la profesora de Biología. Matilde se queda
desconcertada. Debe de ser la primera vez que le llaman la atención. Perdón pide mientras Rocío le dibuja con
el dedo corazones en la pierna y ella intenta contener la risa.
La maestra pregunta cuánto es treinta y
cuatro por cinco y yo pienso que la mitad de trescientos cuarenta es ciento
setenta y soy la primera que contesto y la maestra me dice que soy muy
inteligente que si estudio un poco más en
el próximo acto me pone de escolta y yo pienso que es una lástima que mamá no
me pueda ver ella siempre dice Sofi es más rapida que una ardilla.
Agustina
está copiando los ejercicios con números periódicos cuando algo la hace mirar hacia la derecha. Pesca los ojos de
Gonzalo sobre ella. Él, al darse cuenta, regresa de inmediato a su hoja. Ella
recupera el buen humor aunque si alguien que justo, justo no le interesa, ese
es Gonzalo.
La suplente me pregunta por qué mi mamá
no firmó el cuaderno de comunicaciones y yo le digo que se olvidó.
Marcelo
descubre a Fernando en la mesa contra la ventana, quien levanta la mano al
verlo. Él se desmorona sobre la silla. Tuve
una mañana fatal notifica hubo
vencimiento de autónomos. No podría interesarme menos comenta su amigo supongo que no era de eso que querías
hablarme. Sí, como suponía, Fernando no le dará respiro. ¡Todavía ni me senté! busca una
prórroga. Pues no sabía que eras tan
bajito. Minutos después cada uno recibe su correspondiente plato. ¿Vas a esperar al postre? reclama su
amigo. Él inspira profundo. Uno, dos y… Lorena
no es hija mía. El estupor en la cara de Fernando precede a su ¡¿qué?!
Él le habla de Matilde, de Mendel y de los grupos sanguíneos mientras
saborea su escalope al marsala. Está
buenísimo comenta e interrumpe la charla para beber un trago de agua. Su
amigo, que lo escuchó en silencio, cabecea y dice ¿estás seguro de que estás hablando de vos? Él se sorprende. ¿Por qué me lo preguntás? Fernando se
encoge de hombros al decir parece que te
importara un carajo. La frase de su amigo es un látigo. Se atora con el
agua que comienza a salirle por la nariz. A
ver si nos entendemos dice Fernando en cuanto él logra respirar de nuevo Diana te engañó, que a esta altura ya no
tiene importancia, y de esa aventura, por llamarla de alguna manera, nació
Lorena. Yo no dije eso se defiende él. Ah,
entendí mal, ¿se hizo una inseminación artificial? Matilde, Fernando, todos
conspiran contra él. Lo humillan, lo maltratan. No sé para qué mierda te conté. Quizá porque tenés que tomar una
resolución. ¿Qué resolución? Fernando cierra los ojos y ladea la cabeza. ¿Me estás tomando de pelotudo o el pelotudo
sos vos? Él recibe otro latigazo. Se acoda en la mesa y esconde el rostro
entre las manos. Claramente el pelotudo es él. Che, no te pongas así dice Fernando luego de unos segundos mientras
le toca un brazo. Él se descubre. No sé
qué hacer confiesa. Ya hiciste
bastante. No, la ejecutiva fue Matilde, esa chica es un avión. Pero vos te
subiste en un ala, hubieras podido pararla. ¿A Matilde?, ja, se ve que no la
conocés. Su amigo abre los brazos sonriendo. Solamente desde que estaba en la panza. En serio te digo, yo tampoco
tenía idea de a quién había engendrado, aunque a esta altura ya dudo de todas
mis paternidades. Cortala dice
Fernando no creo que Diana fuera una
encubridora serial hace una pausa pero
si estás intranquilo bien podrías hacer un estudio genético de todos. ¿Para
qué?, si ya sé que Lorena no es mi hija y no sé qué hacer con esa información.
Primero deberías estar bien seguro, un ADN, nada de grupos sanguíneos. Él
se queda pensando. No por ahora, quizá
cuando sea grande, cuando se plantee ser madre. Su amigo llama al mozo. ¿Querés postre? le pregunta. Por mí directo al café. Ya frente a las
tazas Fernando le pregunta ¿sabés quién
es? ¿Quién? contesta él, distraído. Su amigo revolea los ojos sí, sos el rey de los pelotudos, a ver, ¿por quién puedo estar preguntándote?
Él siente que enrojece. No tengo la menor
idea. ¿Pensaste al respecto? Él baja la cabeza. La verdad es que no mucho, al menos no con dirección. ¿Te interesa
saberlo? Él se alerta, el corazón se le transforma en una bomba. ¿Sabés algo? Pero como podría saberlo yo
si no lo sabés vos que dormías con ella; solo me parece que no te desvela
descifrar el enigma. A él de repente le da rabia, está harto de que le den
palos. Todo me desvela, ¿te creés que es
muy fácil vivir sin ella, hacerme cargo de los cinco chicos?, hace diecinueve
días que murió, no sé cómo hago para seguir respirando. Tenés razón dice
Fernando palmeándole el brazo tomate tu
tiempo, cuando estés en condiciones tratamos de pensar juntos, me hubiera
encantado ser detective. Él está por enojarse de nuevo cuando opta por
sonreír. Elemental, querido Watson
dice.
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