La cama
de Agustina está sepultada bajo la ropa. No sabe qué ponerse. ¿Cuál piyama será mejor? Entra Matilde. Al final te llevo yo le informa. Ella
lamenta tanto molestarla. ¿Qué arreglaste
con Mariano? pregunta. Matilde cabecea. Todavía
nada, pero voy a cancelar. ¡¿Por qué?! Papá va a salir contesta su hermana.
Ella no tiene ninguna duda. Me quedo yo. Matilde
arquea las cejas, parece sorprendida. No
te preocupes, Agus, arreglo para otro día. Me quedo yo reitera ella. No dice Matilde sacando el celular del
bolsillo ya mismo le aviso a Mariano. ¡Y
yo le aviso a Vale! dice ella manoteándole el teléfono. Caen las dos sobre
la cama forcejeando. Ríen.
Las chicas primero gritaban pero ahora
se ríen qué suerte creí que de nuevo se estaban peleando por mí.
Marcelo
se ducha. Envuelto en la toalla, se encierra en su cuarto. Se tira desnudo
sobre la cama y enciende la televisión. Muchas horas por delante. Ojalá pudiera
dormirse un rato. Cierra los ojos.
Matilde
está enojada. Consigo misma sobre todo. Los
hijos son de él piensa. Se le
aparece al instante el rostro de Lorena. Es increíble, no le ha hecho ni un
comentario al respecto. Le debe dar
vergüenza evalúa. Capaz que ya se
olvidó sonríe con sorna. ¿Y si le dice ahora que las dos tienen que salir?
Igual es absurdo pensar que él pueda hacerse cargo de Fede. La rabia crece. No sirve para nada dictamina. Lo escucha
bajar la escalera. No se la voy a hacer
fácil decide y baja tras él. ¿Ya te
vas? le pregunta. Él la mira. Parece molesto. ¿Querés que alcance a Agustina? propone. Ella quisiera decirle que
no quiere nada porque Agustina no es hija de ella, pero no puede. Sí atina a decir no te preocupes, nos quedaremos las dos. No
te entiendo. Las dos teníamos programa pero nos quedaremos cuidando a los
chicos dice con retintín, disfrutando cada una de sus palabras. Que se
sienta culpable al menos. ¿Y Ramona?
pregunta él. Es sábado, papá, ya se fue informa
y, sin saludarlo, sube corriendo la escalera. Instantes después escucha la
puerta cerrándose. Es la última vez
se promete a sí misma.
Marcelo
recuerda esos muñecos inflables a los cuales les pegan y siempre vuelven a
pararse. Está esperando la próxima cuando Matilde escapa por la escalera. No me dio tiempo a reaccionar intenta
disculparse mientras abre la puerta. No puede quedarse porque Fernando ya sacó
la entrada para el teatro. Yo no sabía
que Ramona se iba. Aunque debe reconocer que no pensó ni por un instante
quién iba a cuidar a los chicos. Nunca
fueron mi responsabilidad. Enciende el motor. Ramona antes tampoco estaba
los fines de semana. ¿Los chicos quedaban solos cuando ellos salían? Arranca.
Su padre
ni siquiera se disculpó. Matilde está
indignada. Me hizo quedar como una tarada
con Mariano. Quién sabe si volverá a invitarla. ¿Tendría que haber aceptado
el ofrecimiento de Agustina? Demasiado
chica para tanta responsabilidad. A lo mejor habría que preguntarle a Ramona si
puede quedarse los sábados. Pobre, Ramo piensa
necesita salir un poco. O si conoce a
alguien. Se acercan varias fiestas de quince. Alguien tendrá que quedarse con
los chicos porque si cuenta con su papá… ¿Se habrá olvidado de que Lorena no es
su hija?, ¿pensará averiguar quién es el padre? La rabia comienza a transformarse
en tristeza. Se tira en la cama. Se dormiría ya mismo. Y que reventaran todos.
Golpean la puerta. Voy a alquilar una
peli para las nenas le informa Agustina. Ella se incorpora de un salto. Bancame diez y te acompaño. Genial comenta
su hermana le pido a Sofi que vigile un
ratito a Fede. Matilde espera que Agustina salga y le escribe a Mariano ¿te enojaste? Reteniendo la respiración
espera el repiqueteo del celular. Para
nada, ¿qué hacés mañana? La cara no le alcanza para contener la sonrisa. Nada, ¿por?
Luego de
varias vueltas Marcelo consigue estacionar el auto. Casi una hora por delante.
Está por entrar a un bar cuando decide caminar. Corrientes se le ofrece.
Cuántas veces la habría caminado con Diana. Cuando eran jóvenes se eternizaban
en las librerías. Hace rato que no leo piensa.
Se mete en Cúspide.
Revisan
películas juntas. Se ríen recordándolas. Sofía
dijo que quiere ver otra vez Minios cuenta Agustina. Es un plomo comenta su hermana ¿querés
que veamos de nuevo "La bella y la bestia"? propone ella. Dale acepta Matilde igual le va a gustar. Van caminando juntas por la calle. Ya está
oscuro. Agustina piensa que en el fondo no tenía tantas ganas de ir a la
piyamada. Lorena me pidió que le hiciera
pochoclo se acuerda ella, en la esquina de su casa tengo que ir a comprar maíz. Te acompaño propone su hermana. Cruzan.
Mientras esperan que las atiendan ella pregunta ¿qué pasó con Mariano? La
cara de su hermana resplandece. A lo mejor vamos mañana al cine. ¿A lo
mejor?, aunque haya un tsunami, prometémelo. Matilde ríe levantando la
palma. La chocan.
Le pedí a Agus que compre para hacer
pochoclo pero seguro que se olvida.
Agus me encargó que le cuide a Fede pero
no me hace caso Matilde tiene razón es un malcriado ojalá que vuelvan pronto
cuando estaba mamá se portaba mejor es que con ella no había muchas vueltas.
Marcelo
guiado por la ilustración de la tapa
toma un libro. La mujer justa, de
Sandor Marai. Tan parecida a Diana. Mira la solapa. Tema: la infidelidad. Sin pensarlo dos veces
lleva el libro a la caja.
Matilde
saca las empanadas del horno, las coloca sobre una fuente y, desestimando la
mesa que Ramona había dejado puesta, la lleva al living. Agustina la sigue con
la bebida. Sus tres hermanos las esperan sentados alrededor de la mesita baja.
Gritos de alegría. ¿Están preparados?
pregunta Matilde. ¡¡Sí!! es la
unánime respuesta. Acciona la tecla de play.
En un país lejano un joven príncipe que
vivía en un resplandeciente castillo, a pesar de tener todo lo que pudiera
desear, el príncipe era egoísta, déspota y consentido. Pero una noche de
invierno… Enciende la lámpara y apaga la luz alta. Observa los cuatro pares
de ojos atentos sobre la pantalla, las bocas llenas de empanadas. Son mis hermanos piensa y el cuerpo le
duele de amor. Ojo con las migas
dice.
Marcelo
se estira en su butaca. El teatro no es lo suyo. Mira el reloj. Ya falta poco
por suerte. La novia de Fernando es agradable. La otra pareja de amigos,
también. Espera que la cena mejore el programa. Tengo ganas de irme a casa piensa. Aun con los chicos.
Ojalá que este día no termine nunca y no
solo por los pochoclos no voy a dormirme me pican los ojos los voy a cerrar
pero por un ratito nada más.
Les ayudé a las chicas con los platos
porque yo también soy grande pero se metieron en el cuarto de Matilde y
cerraron la puerta y no me dejaron pasar ufa la voy a visitar a la gorda si es
que no reventó con tanto pochoclo que estaba rebueno la verdad.
Agustina
se tira sobre la cama de su hermana. Federico, por suerte, quedó rendido antes de que terminara la
película. Valeria le mando un mensajito diciéndole que la extrañaban. Otra vez será piensa, y le sorprende no
estar triste. Matilde está chateando con Mariano. Qué raro que me deje estar acá. Ella la observa. Parece otra. Está radiante. Porque últimamente
Matilde está siempre de mal humor. ¿Desde
que murió mamá? No, desde antes. Discutía bastante con su mamá. ¿Sobre qué?
No consigue recordarlo. Discutían
concluye. Nos encontramos a las cinco
le cuenta su hermana, apretando en la mano el celular. ¿Dónde? Cabildo y Juramento. ¿Le pediste permiso a papá? ¡¿A papá?!, en
todo caso a vos que a lo mejor te toca quedarte sola con los chicos. Las
dos sentadas como indios sobre la cama, las manos nuevamente chocan.
Marcelo
sube la escalera, los zapatos en la mano. Silencio absoluto. Abiertas las
puertas de Agustina y de Sofía. Se asoma. Las camas vacías. Observa a Federico bajo la tenue luz del
velador. Duerme abrazado a su oso. Murmullos tras las otras puertas. Se las arreglaron piensa pero está claro
que para el próximo fin de semana deberá encontrar otra solución. Porque le
esperan infinitos sábados. Solo, estoy
tan solo piensa mientras se desmorona, vestido, sobre la cama.
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