viernes, 3 de marzo de 2017

46

La cama de Agustina está sepultada bajo la ropa. No sabe qué ponerse. ¿Cuál piyama será mejor? Entra Matilde. Al final te llevo yo le informa. Ella lamenta tanto molestarla. ¿Qué arreglaste con Mariano? pregunta. Matilde cabecea. Todavía nada, pero voy a cancelar. ¡¿Por qué?! Papá va a salir contesta su hermana. Ella no tiene ninguna duda. Me quedo yo. Matilde arquea las cejas, parece sorprendida. No te preocupes, Agus, arreglo para otro día. Me quedo yo reitera ella. No dice Matilde sacando el celular del bolsillo ya mismo le aviso a Mariano. ¡Y yo le aviso a Vale! dice ella manoteándole el teléfono. Caen las dos sobre la cama forcejeando. Ríen.


Las chicas primero gritaban pero ahora se ríen qué suerte creí que de nuevo se estaban peleando por mí.


Marcelo se ducha. Envuelto en la toalla, se encierra en su cuarto. Se tira desnudo sobre la cama y enciende la televisión. Muchas horas por delante. Ojalá pudiera dormirse un rato. Cierra los ojos.


Matilde está enojada. Consigo misma sobre todo. Los hijos son de él piensa.  Se le aparece al instante el rostro de Lorena. Es increíble, no le ha hecho ni un comentario al respecto. Le debe dar vergüenza evalúa. Capaz que ya se olvidó sonríe con sorna. ¿Y si le dice ahora que las dos tienen que salir? Igual es absurdo pensar que él pueda hacerse cargo de Fede. La rabia crece. No sirve para nada dictamina. Lo escucha bajar la escalera. No se la voy a hacer fácil decide y baja tras él. ¿Ya te vas? le pregunta. Él la mira. Parece molesto. ¿Querés que alcance a Agustina? propone. Ella quisiera decirle que no quiere nada porque Agustina no es hija de ella, pero no puede. Sí atina a decir no te preocupes, nos quedaremos las dos. No te entiendo. Las dos teníamos programa pero nos quedaremos cuidando a los chicos dice con retintín, disfrutando cada una de sus palabras. Que se sienta culpable al menos. ¿Y Ramona? pregunta él. Es sábado, papá, ya se fue informa y, sin saludarlo, sube corriendo la escalera. Instantes después escucha la puerta cerrándose. Es la última vez se promete a sí misma.


Marcelo recuerda esos muñecos inflables a los cuales les pegan y siempre vuelven a pararse. Está esperando la próxima cuando Matilde escapa por la escalera. No me dio tiempo a reaccionar intenta disculparse mientras abre la puerta. No puede quedarse porque Fernando ya sacó la entrada para el teatro. Yo no sabía que Ramona se iba. Aunque debe reconocer que no pensó ni por un instante quién iba a cuidar a los chicos. Nunca fueron mi responsabilidad. Enciende el motor. Ramona antes tampoco estaba los fines de semana. ¿Los chicos quedaban solos cuando ellos salían?  Arranca.


Su padre ni siquiera se disculpó. Matilde está indignada. Me hizo quedar como una tarada con Mariano. Quién sabe si volverá a invitarla. ¿Tendría que haber aceptado el ofrecimiento de Agustina?  Demasiado chica para tanta responsabilidad. A lo mejor habría que preguntarle a Ramona si puede quedarse los sábados. Pobre, Ramo piensa necesita salir un poco. O si conoce a alguien. Se acercan varias fiestas de quince. Alguien tendrá que quedarse con los chicos porque si cuenta con su papá… ¿Se habrá olvidado de que Lorena no es su hija?, ¿pensará averiguar quién es el padre? La rabia comienza a transformarse en tristeza. Se tira en la cama. Se dormiría ya mismo. Y que reventaran todos. Golpean la puerta. Voy a alquilar una peli para las nenas le informa Agustina. Ella se incorpora de un salto. Bancame diez y te acompaño. Genial comenta su hermana le pido a Sofi que vigile un ratito a Fede. Matilde espera que Agustina salga y le escribe a Mariano ¿te enojaste? Reteniendo la respiración espera el repiqueteo del celular. Para nada, ¿qué hacés mañana? La cara no le alcanza para contener la sonrisa. Nada, ¿por?


Luego de varias vueltas Marcelo consigue estacionar el auto. Casi una hora por delante. Está por entrar a un bar cuando decide caminar. Corrientes se le ofrece. Cuántas veces la habría caminado con Diana. Cuando eran jóvenes se eternizaban en las librerías. Hace rato que no leo piensa. Se mete en Cúspide.


Revisan películas juntas. Se ríen recordándolas. Sofía dijo que quiere ver otra vez Minios cuenta Agustina. Es un plomo comenta su hermana ¿querés que veamos de nuevo "La bella y la bestia"? propone ella. Dale acepta Matilde igual le va a gustar. Van caminando juntas por la calle. Ya está oscuro. Agustina piensa que en el fondo no tenía tantas ganas de ir a la piyamada. Lorena me pidió que le hiciera pochoclo se acuerda ella, en la esquina de su casa tengo que ir a comprar maíz. Te acompaño propone su hermana. Cruzan. Mientras esperan que las atiendan ella pregunta ¿qué pasó con Mariano?  La cara de su hermana resplandece.  A lo mejor vamos mañana al cine. ¿A lo mejor?, aunque haya un tsunami, prometémelo. Matilde ríe levantando la palma. La chocan.


Le pedí a Agus que compre para hacer pochoclo pero seguro que se olvida.


Agus me encargó que le cuide a Fede pero no me hace caso Matilde tiene razón es un malcriado ojalá que vuelvan pronto cuando estaba mamá se portaba mejor es que con ella no había muchas vueltas.


Marcelo guiado por  la ilustración de la tapa toma un libro. La mujer justa, de Sandor Marai. Tan parecida a Diana. Mira la solapa.  Tema: la infidelidad. Sin pensarlo dos veces lleva el libro a la caja.


Matilde saca las empanadas del horno, las coloca sobre una fuente y, desestimando la mesa que Ramona había dejado puesta, la lleva al living. Agustina la sigue con la bebida. Sus tres hermanos las esperan sentados alrededor de la mesita baja. Gritos de alegría. ¿Están preparados? pregunta Matilde. ¡¡Sí!! es la unánime respuesta. Acciona la tecla de play. En un país lejano un joven príncipe que vivía en un resplandeciente castillo, a pesar de tener todo lo que pudiera desear, el príncipe era egoísta, déspota y consentido. Pero una noche de invierno… Enciende la lámpara y apaga la luz alta. Observa los cuatro pares de ojos atentos sobre la pantalla, las bocas llenas de empanadas. Son mis hermanos piensa y el cuerpo le duele de amor. Ojo con las migas dice.


Marcelo se estira en su butaca. El teatro no es lo suyo. Mira el reloj. Ya falta poco por suerte. La novia de Fernando es agradable. La otra pareja de amigos, también. Espera que la cena mejore el programa. Tengo ganas de irme a casa piensa. Aun con los chicos.


Ojalá que este día no termine nunca y no solo por los pochoclos no voy a dormirme me pican los ojos los voy a cerrar pero por un ratito nada más.


Les ayudé a las chicas con los platos porque yo también soy grande pero se metieron en el cuarto de Matilde y cerraron la puerta y no me dejaron pasar ufa la voy a visitar a la gorda si es que no reventó con tanto pochoclo que estaba rebueno la verdad.


Agustina se tira sobre la cama de su hermana. Federico, por suerte,  quedó rendido antes de que terminara la película. Valeria le mando un mensajito diciéndole que la extrañaban. Otra vez será piensa, y le sorprende no estar triste. Matilde está chateando con Mariano. Qué raro que me deje estar acá. Ella la observa. Parece otra. Está radiante. Porque últimamente Matilde está siempre de mal humor. ¿Desde que murió mamá? No, desde antes. Discutía bastante con su mamá. ¿Sobre qué? No consigue recordarlo. Discutían concluye. Nos encontramos a las cinco le cuenta su hermana, apretando en la mano el celular. ¿Dónde? Cabildo y Juramento. ¿Le pediste permiso a papá? ¡¿A papá?!, en todo caso a vos que a lo mejor te toca quedarte sola con los chicos. Las dos sentadas como indios sobre la cama, las manos nuevamente chocan.


Marcelo sube la escalera, los zapatos en la mano. Silencio absoluto. Abiertas las puertas de Agustina y de Sofía. Se asoma. Las camas vacías.  Observa a Federico bajo la tenue luz del velador. Duerme abrazado a su oso. Murmullos tras las otras puertas. Se las arreglaron piensa pero está claro que para el próximo fin de semana deberá encontrar otra solución. Porque le esperan infinitos sábados. Solo, estoy tan solo piensa mientras se desmorona, vestido, sobre la cama.



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