viernes, 31 de marzo de 2017

58

Matilde entra en el cuarto de Sofía y cierra la puerta. La nena está sentada en el piso. Ella la imita. ¿Me das el cuaderno? pide. Sofía lo busca en la mochila y se lo extiende. A Matilde la impacta ver la letra de su mamá en la carátula. Todos dicen que ella la tiene parecida. Encuentra la notificación. La reunión fue hoy. Comprueba que la nota está firmada así como la autorización para entregarle al alumno el boletín. Mira bien la firma. Lucha por esconder una sonrisa. ¿Me querés contar qué pasó?  Sofía, muda. ¿Tenés malas notas? La nena niega con la cabeza y le tiende el boletín. Todo muy bien salvo un sobresaliente en matemática y un bien en prolijidad. Te feli, ¿por qué no querías mostrarlo? ¡Sí que quería! exclama la nena recuperando la energía. ¿Y entonces? De nuevo silencio. Matilde siente que empieza a perder la paciencia. ¿Me vas a contar sí o no? Sofía calla. Ella experimenta una extraña violencia. Para conjurarla se levanta. No es su problema. Sale del cuarto sin mirar a su hermana.


Matilde se metió en el cuarto de Sofía cuando Mati se enoja conmigo yo me pongo remal con Agus es distinto es buena hasta cuando reta pobre Sofi no sé si me va a querer contar porque hay cosas que no se le pueden contar ni a tu más hermana no se le pueden contar a nadie.


Agustina camina del lado de la pared. Ya está oscuro. Hace frío. Las primeras cuadras charlaron del colegio, ahora van callados. La sorprendió Gonzalo. No es un tarado como todos. No se burló de ella, no la cargó. Le dio un abrazo y después no volvió a tocar el tema. Ni le dije gracias. Trabajaron bien además. Se le ocurrieron muchas cosas interesantes. Me equivoqué piensa y también piensa que cuando se despidan le va a agradecer. Al llegar a la esquina Agustina ve el auto de su padre entrando a la cochera. Se detiene en seco. ¿Qué pasa? pregunta Gonzalo. Ya llegamos informa ella. El chico la mira, parece desconcertado. Bueno, nos vemos mañana dice él. Gracias por acompañarme ella. Él se inclina y la besa en la mejilla. Ella siente su olor. A lavanda, a hombre. Casi a la carrera se dirige a su casa.
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Marcelo llega a la mesa cuando todos están sentados. Se ubica en su lugar. Matilde le alcanza el plato. Guiso de lentejas. Papi, ¿cómo estaba mi boletín? pregunta Lorena. Muy bien, lo tengo en el portafolio, después te lo doy, me dijo la maestra que estás haciendo muchos progresos. La carita de la nena resplandece. Es cierto, la maestra estaba sorprendida. ¿Y a vos, Sofía, cuándo te lo dan? Marcelo detecta la rápida mirada que le nena dirige a Matilde. Ya se lo entregaron informa la primogénita está espectacular. ¿No hicieron reunión? pregunta él mirando a la nena que agita la cabeza con energía. Esta vez no aclara Matilde. Zafé de una piensa él. Federico no quiere comer. Escupe las lentejas. Agustina lo reta. Dejalo dice él yo cuando era chico odiaba las lentejas y ahora me encantan. Yo tampoco quiero dice Sofía. Vos te las comés porque igual nada te gusta la mandonea Matilde. Demasiadas mujeres en esta mesa decide él. Y falta la única que precisa.


Matilde me salvó de papá mejor me como todas las lentejas.


Agustina, la luz apagada, está acostada, mirando el techo, las manos bajo la nuca. Sonríe.


Marcelo no logra dormirse. Fernando tiene razón: demasiadas casualidades. El divorcio de Patricia y Alberto, el distanciamiento de Diana, el nacimiento de Lorena. ¿Era él el único boludo que estuvo al margen de todo? Matilde, en qué me metiste.


Matilde boca abajo en su cama, piensa. En Sofía y su boletín, en Agustina y Gonzalo, en su padre y Lorena. Está harta de problemas. Suena el celular. Se incorpora. Buenas noches dice Mariano. Será tonto pero es copado piensa ella mientras teclea buenas noches. Deja el teléfono sobre la mesa de luz, se acuesta de nuevo, se tapa bien. Bosteza.





miércoles, 29 de marzo de 2017

57

Ya están en el colectivo cuando Agustina comenta esta tarde tengo que ir a hacer un trabajo. ¿A lo de Vale? pregunta Matilde. No, a lo de Gonzalo contesta ella temiendo ponerse colorada. ¡Esa!, ¿y cuántos son? Dos, los grupos son de a dos. Ah, ¿y los armó la profe? No, él me propuso. Matilde comienza a tararear la marcha nupcial. ¡No seas boluda! se enoja ella, a mí no me gusta para nada. Vi que se cortó el pelo comenta su hermana claro, quería estar lindo para hoy. Cortala, Mati. Su hermana de pronto la mira muy seria. Te viene bien, Agus, necesitás distraerte. A ella se le hace un nudo en la garganta. Quisiera poder abrazarla.


Ramona les sirve la tarta y se sienta junto a ellas. ¿Pensaste en lo que te dije? pregunta Matilde. Estás completamente loca dice la mujer. ¿Por qué no probás? Para qué, ya estoy grande. Ella busca argumentos válidos. Los va mencionando de a uno: superarse, poder conseguir otro trabajo, aumentar la autoestima, etc., etc.. Ramona, inflexible. Hasta que Agustina dice las podés ayudar a las nenas en la tarea. Matilde observa que Ramona alza las cejas. Sí, su hermana encontró un buen recurso. Claro, Ramo, ahora que no está mamá las nenas necesitan más que nunca redobla ella la apuesta de Agustina. ¿Dónde dijiste que era? pregunta la mujer mientras levanta los platos.


Hoy sí que no me pasa bocado.


Agustina espera que Federico se duerma y se mete bajo la ducha. ¿Qué se pondrá?, ¿el jean nuevo? No quiere parecer producida. Instantes después, mientras el secador le esponja el cabello, se mira en el espejo. Mamá decía que yo era muy linda, la más linda. Y a ella siempre la ponía molesta que la comparara con sus hermanas. Ella se ve insípida. Cara de nada. Envidia la mirada de Matilde. Hasta la de Sofía. El desenfado de Lorena. Detiene el secador. No tengo arreglo decide y, sin siquiera pintarse, sale del baño envuelta en una toalla. ¡Tan, tan, tatán! corea Matilde al verla pasear. Ella quisiera matarla.


 Matilde despliega la tabla periódica. ¿Dónde te metiste, cadmio? Protones, electrones, neutrones. Número atómico, másico. Regla de las diagonales. Le encanta fisicoquímica. Los compañeros la cargan. Porque me gusta estudiar. Siempre le gustó. ¿Está mal?, ¿soy un monstruo? Bien que me piden cuando necesitan. Ayer le estuvo explicando a Mariano. Bastante duro, el pobre. Igual no me importa. ¿No le importa? Un poco se decepcionó. Mamá siempre decía que yo era la más inteligente, saliste a tu padre. ¿Papá es inteligente? Si tiene que juzgarlo por estas últimas semanas, no. Hace un gesto de fastidio.  Es un pelotudo piensa. Pero luego se siente culpable. Tiene miedo se corrige. Seguro que dejará todo como está. Pobre Lorena. Vuelve a lo suyo. Acá está el rubidio.


Ya salgo informa Agustina a Matilde. ¿Sabés cómo ir? Sí, voy caminado, son unas diez cuadras. Dejame la dirección,  después te paso a buscar. No te preocupes, me dijo Gonzalo que él me acompaña. Matilde sonríe. Es rápido el pendejo. Mirá que sos pelotuda dice ella enojada y sale dando un portazo. Matilde es insoportable. Tiene solo dos años más, no sé de qué se las da. Ya en calle inspira profundo. Sin darse cuenta, sonríe.


Matilde escucha la bocina del micro y cierra la carpeta. Basta por hoy. Está bajando cuando escucha a Federico. ¡Aus!, ¡Aus! Va al cuarto del nene. Lo encuentra intentando trepar por las barandas. Lo alza. ¿Y Aus? No está contesta ella irritada. Qué pegoteo que tiene ese chico con su hermana. Excesivo piensa malo para los dos. Lo deja en el piso y busca sus zapatillas. ¿Habrá que cambiarlo? Le dirá a Ramona. El nene se abalanza hacia la escalera. Esperame, Fede, con cuidado. Lo único que falta es que se le caiga. Las nenas ya están en la cocina. Papi fue a buscar mi boletín informa orgullosa Lorena. Ramona ubica al nene en su sillita. Matilde se sienta. ¿Y Agus? pregunta Sofía. Ni que su hermana fuera imprescindible. Fue a hacer un trabajo informa. Ramo, ¡hiciste buñuelos! exclama Lorena hoy es mi mejor día. Ella hinca el diente en un buñuelo. Tibiecito, delicioso. Mira a Sofía, inmóvil frente a su taza. Dale, Sofi, comete uno, si a vos te gustan. La nena cabecea. La observa mejor. Tiene mala cara. ¿Cuándo es tu entrega de boletines? le pregunta. No sé contesta su hermana sin mirarla. Traeme el cuaderno de comunicaciones. Se me perdió. Andá a buscar la mochila. La nena sigue sentada. Sofi, te estoy hablando. Después dice la nena porfi y a Matilde le impacta el ruego de su voz. Bueno, pero comete ya un buñuelo. La nena suspira y agarra uno.


Matilde me pidió el cuaderno y se va a dar cuenta de la firma y le va a decir a papá que me va a querer todavía menos todo me sale mal desde que se murió mi mami.


La reunión de Sofi también fue hoy yo vi muy bien los carteles después le voy a preguntar por qué miente capaz que sacó notas muy malas ojalá que Matilde no la rete.


Agustina contesta a las preguntas de la mamá de Gonzalo. Quiere que esa merienda termine ya. Ella pensó que estaría sola con él. Hasta compró un paquete de galletitas como le enseñó su mamá. Pero ante esa mesa colmada le dio vergüenza y las dejó en el fondo de la mochila. De pronto mira a Gonzalo que se muerde el labio y revolea los ojos. ¿Listo? le pregunta el chico y ella asiente con la cabeza. Él se para y ella lo imita. ¿No vas a probar el budín? reclama la mujerElla duda y mira nuevamente a Gonzalo. Él agarra el plato con el budín y un cuchillo y dice lo comemos en el cuarto, tenemos que terminar el trabajo. ¡Llevá servilletas! indica la madre. Él no le hace caso y sale. Mi vieja es infernal se justifica te agarra y no te suelta, bah, como todas las viejas.  A ella se le llenan los ojos de lágrimas. Se odia por no poder contenerlas. Perdoname pide Gonzalo soy una bestia. Deja el plato sobre el escritorio, busca la caja de pañuelos y le alcanza uno. ¿La extrañás mucho? pregunta. Agustina no puede contener los sollozos. Él se acerca y la abraza.

lunes, 27 de marzo de 2017

56

22 Miércoles

Marcelo recuerda la entrega de boletines mientras se afeita. Maldición masculla. Le explicaré a la maestra que estoy muy ocupado. Impensable sentarse entre las madres. Voy, firmo y listo. Se seca la cara, se pone loción y sale. Al pasar frente al cuarto de Lorena siente un chistido. Abre la puerta entornada. No te olvides de la reunión, papi reclama la nena. Él se acerca, le da un beso y la arropa. Tranquila, princesa, descansá que todavía tenés un ratito. Se cruza con Agustina en el pasillo. La chica se acerca y le da un beso. Buenos días, papá. Entran juntos a la cocina. Buen día, señor dice Ramona, mientras le alcanza el café con leche. Matilde no levanta la vista de su tostada. A él tampoco le dan ganas de saludarla. Es una maleducada piensa. Minutos después todos se incorporan. Al mediodía te agarro le advierte Matilde a Ramona. Esa cabecita loca dice la mujer sonriendo. En el auto Agustina pregunta ¿qué pasa con Ramo?  Me enteré de que no terminó el secundario, estuve averiguando, quiero que siga, ¿me ayudás a convencerla? ¡Obvio! Matilde no es cualquier chica evalúa él, súbitamente orgulloso de su hija.


Papi me dijo que va a ir a la reunión capaz que me visita en el aula le voy a pedir a Ramo que hoy me haga trenzas.


Lorena está contenta porque papá va a ir a su entrega de boletines yo no le dije nada total yo firmé por él en el cuaderno de comunicaciones y me autorizó para que me lo den a mí total mamá tampoco iba muy seguido.
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Agustina se acomoda en su asiento todavía pensando en Matilde. ¿Cómo se le ocurrió lo del secundario para Ramona? Marti va siempre un paso por delante decide. Gonzalo se le acerca. Se cortó el pelo. Le queda mejor piensa. Ella busca las fotocopias de Neruda. ¿Ya armaste grupo para hacer el trabajo? le pregunta el chico. Ella siempre trabaja con Valeria pero dice todavía no. ¿Querés hacerlo conmigo? Dale contesta mientras piensa ojalá Vale no se enoje.


Marcelo le pregunta a la portera por el aula. Muchas mujeres cotorreando. Solo otro hombre. Entra la maestra y logra imponer silencio. Hizo mal, debería haberla interceptado antes de entrar. Ahora no puede interrumpirla. Inspira hondo y busca un asiento. El otro hombre se ubica a su lado. Solidaridad de género piensa. Minutos después, mientras escucha hablar de comprensión de texto, tablas de multiplicar y sustantivos, sin saber por qué mira hacia el patio. Pegada contra el vidrio de la puerta, la ñata de Lorena. Él agita levemente la mano. Ella se lleva la mano a la boca y le tira un beso.


Vi que papá  salía de la reunión de Lorena y pensé que capaz mi maestra le avisaba de mi reunión pero cómo lo va a reconocer si papá no pisó la escuela nunca jamás en la vida para colmo Marina me dijo mirá ese no es tu papá que capaz lo vio en mi cumpleaños pero yo le contesté que no.

Matilde se acomoda el pelo antes de salir al recreo y se pone unas gotas del perfumito que le regaló su mamá. Contra el mástil, según lo acordado, la espera Mariano. Ella apura el paso.


Espero que tengas algo interesante para decirme chacotea Marcelo tuve que interrumpir un balance interesantísimo. Fernando se deja caer sobre la silla. Está agitado. Juzgá vos. Si no hablás, difícil. Pasé por el consultorio de mi hermano, espero que aprecies mi actitud, no recuerdo la última vez que estuve por allí, casi se desmaya al verme. Fernando se interrumpe y lo mira. ¿Y? pregunta él cuando comprueba que no seguirá hablando. Patricia se sigue atendiendo con él. Marcelo casi puede escuchar el redoble de su corazón. ¿Y? reitera. ¿Qué querés saber? pregunta Fernando con una sonrisa que irrita a Marcelo. Sabe que me tiene en sus manos piensa. ¿Se mudaron? es lo único que se le ocurre preguntar, y, además, ya lo sabe. Olvidate del plural recomienda Fernando se separaron. ¡¿Ellos?! exclama él, profundamente sorprendido, siempre los vio como una pareja modelo ¿hace poco? intenta minimizar su desconcierto. No, más de siete años, poco después de que naciera su último hijo. ¿Otro varón?, tampoco esta vez tuvieron suerte, nos reíamos juntos, ellos todos varones, nosotros, todas nenas. ¿No te llama la atención que se hayan separado justo en ese momento? comenta su amigo. Él lo mira desconcertado. ¿Qué momento? pregunta. Coincidente con el nacimiento de Lorena. Marcelo queda boquiabierto. Ni  lo había relacionado. Mi cabeza es una especie en extinción piensa. ¿Tu hermano sabe por qué se separaron? Es el ginecólogo, no el psicólogo regresa esa maldita sonrisa de su amigo y yo tampoco soy  su amiguito del alma como para que me haga confidencias. Fernando le tiende un papel. Copié sin que se diera cuenta el teléfono de Patricia; el de Alberto, obvio, no lo tiene. Él aparta la mano como si los números fueran fuego. ¿Todavía tenés hambre? pregunta Fernando llamando al mozo. Marcelo aprieta los puños. Su amigo tiene el don de irritarlo. Media hora después, los restos del almuerzo durmiendo en los platos, Marcelo pregunta ¿te puedo pedir un último favor? Fernando se lleva la mano extendida a la sien. ¡Siempre listo! exclama. ¿Podrás averiguar el grupo sanguíneo de Alberto?, seguramente tu hermano lo consignó por los embarazos. Consignó, qué palabra de contador comenta su amigo. ¿Y? Fernando reitera el gesto. Haré lo que pueda, aunque te costará un almuerzo en un lugar como la gente, ni te sueñes que me arreglarás con esta fonda. Ambos ríen.

viernes, 24 de marzo de 2017

55

Marcelo descubre tras la cortina de la ventana la carita de Lorena. Él agita la mano y ella le devuelve el saludo. En cuanto abre la puerta la nena corre a abrazarlo. ¡Vino mi papi! Él le revuelve el cabello. Hola, princesa. La nena le tiende un cuaderno. Él descubre que es la primera vez en su vida de padre que tiene en las manos un cuaderno de comunicaciones. En cuanto logra sacarse el saco y depositar las carpetas, lo abre. Un dolor en las vísceras descubrir en la portada la letra de Diana. Reponiéndose hace girar las hojas.  Solo para encontrar su firma una y otra vez. Llega por fin a la última notificación. Sí, la reunión es al día siguiente, a las ocho horas. Entrega de boletines. Claro, sus hijas tienen boletines. Piensa, ahora, cuántas veces los miró. Está asustado. Vivió una vida al margen de sus cinco hijos. Solo habían sido un aditamento de Diana. Él había aportado el esperma y la cuota alimentaria. Ni el esperma con Lorena se corrige. ¿Vas a ir? pregunta la nena y hay tanta expectativa en su carita que él asiente. La nena brinca como si se tratara de ir al circo. A pocos metros, apoyada contra la pared, descubre a Sofía. ¿Vos no me saludás? propone él. La nena se acerca, taciturna, y le ofrece la mejilla. ¿Te pasa algo? pregunta él. La nena niega con la cabeza y se escapa, escaleras arriba. Ahora es Federico el que acude corriendo. Él lo alza.


Agustina está bañando a Federico cuando suena su celular. El corazón se le agita. ¡Aus!, ¡Aus! dice el nene señalando el teléfono apoyado sobre la repisa del lavatorio. No se anima a atender. Cortan. Ella se apoya la mano sobre el corazón. Puede sentir el golpeteo. Luego de unos segundos vuelve a sonar. No tiene más remedio que mirar. Sí, Gonzalo. Hola, Agustina, quería saber si me podés prestar las fotocopias que dio la profe de Lengua, las de Neruda, me dijeron que vos sos la única que las tiene. Dale, mañana te las llevo contesta. Corta. Claro, por eso me perseguía, si seré boluda piensa mientras le enjuaga la cabeza al nene. ¡Lo ojo, lo ojo! protesta su hermano. Ella lo mira: la carita llena de espuma. Busca una toalla y lo limpia. Estoy triste piensa. Y después recuerda la poesía pero siempre estoy triste.


Matilde sirve el pan de carne. Por suerte esa rebanada salió perfecta, no se le rompió. Una cucharada de puré de calabaza, otra de arvejas salteadas. Le tiende el plato a su padre. Recién lo mira. Ni lo saludé descubre .Él toma el plato, sonriendo. Él tampoco me saludó. Mientras sirve su propio plato evalúa si su padre pensará hacer algo con la información que ella le dio. Seguro que ya se olvidó decide y se lleva el tenedor a la boca. Delicioso, Ramona es lo más.


Marcelo observa comer a sus hijos. Todos charlan, animados. Todos no. Sofía está enfrascada en su plato. Aparta las arvejas. Hace dibujos con el tenedor sobre el puré. En un momento la nena levanta la vista y al cruzarse las miradas, baja la suya. Algo le pasa, sus hermanas deberían prestarle más atención. Le va a decir a Agustina porque con Matilde no se anima. Se concentra en la comida. Lujo de cocinera Ramona. ¿Le estará pagando lo suficiente? Diana era la que se ocupaba. Mañana se fijará lo que marca el convenio. Agustina comenta que tiene problemas con el tema nuevo de contabilidad. Cuando quieras te explico ofrece él. Para la próxima prueba te aviso dice la chica sonriendo. Sonríe pero tiene los ojos tristes nota él. ¡Más dulce de leche! pide Lorena. No, ya te serví suficiente niega Matilde. ¡Porfi, Matita querida! Matilde cabecea y le sirve media cucharada. ¡Amarreta! se queja la nena. La verdad es que Lorena es muy graciosa decide él sonriendo pero la sonrisa se desvanece cuando agrega no será porque lo heredó de mí.


Papá ni me miró no sé por qué a mí no me quiere a mí nadie me quiere desde que se murió mi mamá.


Agustina está subiendo la escalera con Federico para acostarlo cuando el padre la chista desde el sillón del living. No la vi bien a Sofía le comenta ¿vos sabés qué le pasa? Ni idea dice ella. Te pido que le prestes un poco más de atención le indica su padre y a ella el mundo termina de hundírsele. Quisiera decirle que tiene trece años, que Federico le está chupando la sangre, que no puede más pero promete no te preocupes, papá, yo me ocupo. Gracias, hija dice su padre y después sube el volumen del televisor. Ella se lleva las manos a los oídos. Le duele la cabeza. Ojalá que el nene hoy se duerma pronto. Si no, lo dejará llorar. Basta para mí piensa.


Mañana me toca jugar de madre recuerda Marcelo fastidiado ¿cuánto durará? Tiene gente citada a las diez. Hablará con la maestra, él no puede ocuparse. Quizá pueda ir Ramona. O tendrá que tomar una persona que se ocupe de estas cosas. Si las hicieran a la tarde podría ir Matilde piensa. Primera vez y última decide. Pone el despertador y apaga la luz.


Agustina sale de puntillas del cuarto de Federico. Hoy me la hizo fácil piensa. Está por meterse en su cuarto cuando recuerda el pedido de su padre. La puerta de Sofía está abierta. ¿Dormís? susurra. No, no puedo. ¿Querés que me quede un ratito? Su hermana corre las cobijas. Ella se acuesta. Minutos después ambas duermen.



miércoles, 22 de marzo de 2017

54

Lo bueno de comer en la escuela es que me sirven todo lo que quiero y nadie me reta pero esta polenta nada que ver con la de Ramo tiene poca salsa y le falta el quesito cuando llegue a casa le voy a pedir que me haga.


Matilde, en la esquina del colegio, ve como Agustina se acerca casi corriendo. ¿Qué te pasa? le pregunta. Me estoy escapando de Gonzalo, Vale me avisó que Ariel le dijo que quería hablar conmigo. ¿Y vos no querés? Lo que no quiero es que me vea, ¡apurate! pide su hermana. Las dos emprenden una carrera. Hasta que ella se pisa los cordones de las zapatillas y aterriza en el suelo. Agustina, entre risas, la ayuda a levantarse.


La polenta nunca me gusta pero esta está asquerosa por suerte en el colegio no les importa si dejo el plato lleno si me agarra hambre que como mamá dice sería un milagro le pido a Ramo que me haga un bizcochuelo y listo.


Agustina está abriendo la puerta de su casa cuando suena el celular. ¡Seguro que es tu admirador! la carga Matilde. Ella mira y comprueba, sorprendida, que su hermana tiene razón. ¿Te puedo llamar? lee. Matilde espía sobre su hombro. Este pibe está muerto por vos. Qué me decís, peor Mariano. Sí se defiende Matilde pero a mí me gusta. Entran. ¿Le vas a contestar? pregunta su hermana. No sé responde ella. Porque no sabe si le gusta.


Los bocadillos estaban riquísimos comenta Matilde mientras recoge los platos. Dejá dice Ramona sacándoselos de la mano yo junto, vos andá a estudiar. Ella entrega los platos al tiempo que pregunta ¿vos hiciste el secundario? ¡Qué va!, en cuanto terminé el primario, enseguida tuve que empezar a trabajar. ¿Te gustaba estudiar? Sí, claro, la maestra le insistió a mamá para que me mandara al secundario, decía que yo era muy inteligente,  pero para ese entonces papá ya nos había abandonado, yo era la mayor de siete, pobre mamá, demasiadas bocas para alimentar. Matilde está saliendo cuando una idea la atraviesa. Sube corriendo y se sienta frente a la computadora. Secundario para adultos teclea.


Marcelo se saca los anteojos y  se restriega los ojos. Está harto del balance. Cada vez tiene menos paciencia. Antes disfrutaba de mi trabajo piensa. ¿Antes de qué? Cuando ella estaba. Su día estaba surcado por señales de su existencia. Un llamado, un mensaje, hasta algún almuerzo compartido en el centro. Y, sobre todo, la certeza de hallarla a su regreso. A él le bastaba con verla para confirmar  que su vida tenía sentido. No precisaba demasiado más. Verla bien, claro. Porque cuando la encontraba ausente, apagada, la angustia de ella se trasladaba a él en un instante. Se pone de nuevo los lentes. Va a ser mejor que prepare la clase. Recuerda la pollerita de Feldman y sonríe. Cierra el Excel del balance y abre el Word.  Método de Lagrange tipea.


Agustina suspende el rítmico golpeteo sobre la espalda de Federico, a través de los barrotes de la cuna. Parece que, al fin, logró dormirlo. Se levanta con precaución y sale de puntillas. No alcanza a llegar al pasillo cuando escucha ¡Aus! Aprieta los puños. Tiene mucha tarea y, además, todavía no pudo contestarle a Gonzalo. ¿Qué le dirá? Aún no sabe pero no puede no contestar. Sería de maleducada. ¡¡Aus!! insiste el nene. Está harta. ¡Basta, Fede! le grita. Al instante el reclamo se transforma en llanto. ¡Mamá, mamá! Ella cierra los ojos. No aguanta más. Acuden las lágrimas. De pena, de impotencia, de rabia. Se las seca con la manga del pullover y regresa junto a su hermano.


Matilde entra a la cocina. Ramona está abriendo el horno. El aroma se apodera del aire. Le llena los pulmones. Ramo, estuve averiguando dice. ¿Qué? pregunta la mujer mientras desmolda el bizcochuelo. Hay una escuela de adultos en Colegiales, podés hacer el secundario en tres años, por la noche, si querés empezar en agosto tenés que inscribirte ya mismo.  La mujer la mira, atónita. Dale, Ramo, te prometo que yo te ayudo. Suena el timbre. Yo abro grita Agustina. ¿Qué me decís? insiste ella. Ahora me tengo que ocupar de tus hermanas contesta Ramona, muy seria. Pero al pasar a su lado le acaricia la cabeza. Gracias, Mati, no sé qué  hizo tu mamá para que las hijas le salieran tan buenas. Las nenas entran a la carrera. ¡Qué olorcito! dice Lorena abrazándose a las rodillas de la mujer. ¡Hasta yo tengo hambre! agrega Sofía. Agustina entra con Federico en brazos. Instantes después la cocina es un jolgorio. No creo que seamos el resultado de sus esfuerzos piensa Matilde pero la verdad que todas le salimos buenas. ¡Qué rico, Ramo! alaba Sofía. ¡Más! reclama Federico. El celular de Matilde vibra. Mariano. Hoy es un buen día decide.


Matilde canta como un payaso y Fede baila sobre la silla y entonces Agus lo alza y baila con él y Lorena se pone la servilleta sobre la cabeza y nos reímos tanto que me atraganto con el tercer pedazo de bizcochuelo que Ramo me cocinó y no entiendo por qué me volvió el hambre.


Contador, ya me voy informa su secretaria. Marcelo mira el reloj: se le voló la tarde. Pero preparé una buena clase se tranquiliza. A Feldman le va a encantar se ríe de sí mismo. Suena su celular: Matilde. Atiende, de antemano preocupado. Hola, papi lo sorprende la vocecita de Lorena le pedí el celu a Mati porque me olvidé de avisarte que mañana tengo reunión de padres, no me retes que Mati ya me retó. Él apoya la frente sobre el codo flexionado. En un rato voy para casa y lo charlamos. Lo único que le faltaba: reuniones de padre. Mañana imposible decide. Apaga la computadora y busca su saco.


Lore me dijo que papá va a ir a su reunión qué raro yo ni siquiera le avisé mamá no iba casi nunca y yo pensé que los papás no podían igual papá a mi reunión seguro que no iba a ir.


Agustina observa a su celular como si esperara que de él surgiera la respuesta. Matilde golpea la puerta. ¿Tenés un transportador?, no encuentro el mío. Ella busca uno y se lo da. Quedátelo, tengo otro. Matilde se tira sobre su cama. Recién me llamo Mariano comenta sonriendo, la cabeza apoyada sobre los brazos flexionados. ¿Qué te dijo? Nada en especial. ¿Y por qué estás tan contenta? ¡Porque lo escuché!, y vos ¿ya le contestaste al Gonza? No informa ella. Entonces ya le contestaste dice su hermana levantándose de un brinco. Es cierto piensa ella y se siente repentinamente muy triste. Federico aparece en el marco de la puerta. ¡Aus!  Ella lo llama y el nene se acerca corriendo. Lo alza y esconde la cara en su cuellito. Todavía huele a bebé.



lunes, 20 de marzo de 2017

53

21 Martes  

Agustina escucha la alarma. Ni intenta abrir los ojos. No tiene fuerzas. Le costó mucho dormirse. No voy a levantarme nunca más decide. Segundo anuncio del despertador. Saca una mano de las cobijas y lo apaga. Necesita vacaciones de su propia vida. Se adormila. Golpes en la puerta la sobresaltan. ¡Agus!, ¡Agus! No junta energía para contestar. Mamá me decía Agustita recuerda. La puerta se abre, la luz se enciende. ¿Te sentís mal? Ella por fin abre los ojos. Matilde sentada en la cama. Va a decirle que no da más, que abandona el barco, cuando descubre el gesto de preocupación en la cara de su hermana. Ya voy dice apartando el acolchado. Matilde le sonríe y la empuja contra el colchón. Ella está contenta piensa claro, la espera Mariano. Esconde la cara contra la almohada para ocultar las lágrimas.


Marcelo cubre la tostada con mermelada de frambuesa. La preferida de Diana recuerda. Levanta la vista y encuentra los ojos de Matilde sobre él. Lo recorre una descarga eléctrica. Regresa a su tostada la unta, ahora, con precisión. Lo llamará a Fernando. Precisa hablar con él. Soñó mucho con Diana.  ¿Dónde estaba?, ¿la casa de Patricia? De Patricia y de Alberto se corrige. Vamos, papá lo sobresalta la voz de Matilde. Observa la mesa. La chiquilina está levantándose. ¿Y Agustina? pregunta. Se quedó dormida, dijo que la esperáramos en el auto. Él se sacude las migas y se levanta. Está saliendo cuando Ramona le alcanza un sándwich en una servilleta. Él la mira sorprendido. Para Agus explica la mujer no desayunó.  Marcelo sale, aturdido. Sí, era la casa de Patricia; el cuarto de Patricia; de Patricia y Alberto.


Cuando Agustina llega al auto descubre que Matilde se sentó adelante. Todo la pone mal últimamente. Su padre le tiende una servilleta. Ella levanta una tapa del pan lactal. Queso y tomate como a ella le gusta. Mamá siempre se equivocaba recuerda mientras mastica.


Cuando Matilde saca la carpeta de matemática de la mochila, cae al suelo el corazón con las flechas. Lo recoge y se lo muestra a Rocío. Tu hermanita es lo más tierno que existe. Matilde se queda pensando, ¿Lorena es tierna? Sí, es la más cariñosa. Será porque no es hija de papá decide.


Marcelo toma el café que le alcanza su secretaria y le pide que cierre la puerta al irse. Saca un papel del bolsillo y se acerca al teléfono. El corazón le bombea al compás de cada llamada. Si me atienden corto intenta tranquilizarse. Infinitos segundos después escucha está hablando con la casa de Celia y Eduardo, deje su mensaje, por favor.  Deposita el tubo con suavidad. Se mudaron piensa, aliviado. 


La maestra me pide el cuaderno y revisa la tarea que por suerte la hice toda primero me reta porque la hice con la birome de Fernando pero después me felicita porque todas las divisiones están bien y yo le cuento las hice con mi papi y la maestra me revuelve el pelo.


Agustina cree percibir una mirada. Levanta la vista. Sí, Gonzalo la está mirando y, además, le sonríe. Ella gira la cabeza como si hubiera visto el diablo. Gonzalo es horrible, y es un pesado. Sin embargo, ella puede percibir bajo el jumper el redoble de su corazón.




Marcelo controla su reloj. ¿Fernando se habrá olvidado?, ¿habrá entendido mal el lugar? Está por llamarlo cuando lo ve aparecer, apurado. Perdón pide el tránsito está infernal. Marcelo, aliviado, comprueba que tenía real necesidad de hablar con su amigo. Mientras comparten una parrillada Marcelo le cuenta sobre las investigaciones de Matilde. ¿Estás seguro de que tiene quince años? Te advertí que no la conocías. ¡Y yo que me ofrecí como detective! exclama Fernando. A Marcelo lo irrita la sonrisa de su amigo por eso le pregunta ¿te parece que podría ser Alberto? Hasta ahora venías bien, ya arrancaste con pelotudeces, ¿cómo puedo yo saberlo? Marcelo desestima las chanzas de su amigo e insiste ¿alguna vez viste alguna situación que te llamara la atención? Fernando se queda pensando. La verdad que no, ¿vos pensás que puede ser Alberto? Marcelo cabecea. Jamás lo hubiera sospechado pero es la única pista que tengo, no puedo ponerme a investigar a todos los tipos que empiecen con A, si es que las elucubraciones de mi hija pudieran tener algún sentido. ¿Y qué pensás hacer? pregunta Fernando. Ni idea, ¿vos supiste algo de ellos últimamente?, hace más de siete años que yo les perdí el rastro. Fernando toma un trago de vino antes de recordarle yo menos que menos, los conocí a través tuyo. Está cortando la carne cuando bruscamente abandona los cubiertos. Ahora que me acuerdo, Patricia se atendía con mi hermano, tuvo varios partos con él. Marcelo lo observa con atención, en absoluto silencio. Que alguien decida por mí, por favor. Pero no tiene suerte porque Fernando lo presiona ¿tenés intenciones de contactarte con Alberto? De ninguna manera, ¿qué voy a decirle?, ¿estoy criando a tu hija? Su amigo lo mira. ¿Entonces para qué mierda me preguntás si sé algo de él? Marcelo se restriega los ojos. Porque, como vos decís, soy el rey de los pelotudos hace una seña llamando al mozo mejor lo dejamos acá. Fernando le baja el brazo pará, che, sos más susceptible que una solterona, ya sé que esto no es fácil, solo estoy averiguando qué pretendés de mí. ¿Qué pretendo de vos? pregunta él, sorprendido. ¿Te interesa que lo sondee a mi hermano para ver si sabe algo de ellos? Marcelo se queda meditando unos segundos, ¿qué tiene para perder? Si no es problema para vos, no sé en qué anda la relación con tu hermano. No son mis problemas lo importante ahora afirma Fernando y llama él al mozo.

viernes, 17 de marzo de 2017

52

Marcelo está subiendo la escalera cuando lo intercepta Matilde. Papá, necesito hablar con vos. Sus sensores se alteran. Problema en puerta piensa. Comienza a bajar cuando ella ordena vamos a mi cuarto. ¿Qué querías decirme? pregunta él ubicado en la única silla del cuarto cuando el silencio empieza a pesarle. Estuve investigando informa la chiquilina y él no puede menos que recordar la propuesta de Fernando. ¿Sobre qué? pregunta arriesgándose a adjudicarse, aunque sea solo en pensamiento, otro pelotudo. A lo mejor ocurre un milagro y las investigaciones de su hija se refieren al laboratorio de química. Matilde lo mira con lo que él cataloga de soberbia. Sobre mamá. El corazón de Marcelo se transforma en una orquesta. ¿Te interesa? La soberbia es ahora infinita. Por supuesto atina a contestar aunque quisiera decirle, como Fernando a él, no podría interesarme menos. Estuve revisando sus agendas, las del año anterior al nacimiento de Lorena, obvio. La chica abre el cajón del escritorio y extrae un par de libretas idénticas. Sí, él se las iba regalando, año a año. Las compraba en la esquina del estudio. Mamá anotaba todo con lujo de detalle le dice mientras abre una al azar. Él observa el infinito listado de actividades. Lo conmueve reconocer la caligrafía de Diana. Precisa, angulosa. Matilde le retira la agenda y la abre por donde marcaba el cordoncito. Mirá indica. Él descubre, entre montones de palabras enteras, una A. Y otras dos en los días subsiguientes. Quizá porque él guarda silencio ella dice ¿no te llama la atención? Él quisiera preguntarle qué relación podría tener esa A con el padre de Lorena cuando sus neuronas comienzan a activarse. Una cita piensa. Miré también el almanaque dice la chica mientras se lo muestra. Las mujeres marcamos con un círculo la fecha de la menstruación le informa. Él observa los prolijos circulitos azules. Un universo desconocido para él. Círculos que se interrumpen abruptamente. ¿Aquí quedó embarazada? pregunta. Veo que me vas siguiendo acota Matilde. ¿Y este cuadrado? pregunta él. Según mis cálculos es la fecha de ovulación. Pero no lo marcaba siempre comenta él. No, es extraño, sobre todo porque esa fecha coincide con una de las A. Marcelo logra desprenderse del impacto para decirse esta chica es demasiado inteligente. Sin darse cuenta piensa en voz alta si el encuentro se produjo en la fecha de ovulación es lógico que quedara embarazada. Matilde sonríe. Parece satisfecha. Llegaste a la misma conclusión que yo. La chica vuelve a tomar la agenda entre sus manos. Busqué en la A dice. Él lee Álvarez, Anita, Andrea, Alberto, Arancibia, albañil, Adolfo, ANSES. Igual no creo que lo anotara en su agenda comenta él. Al menos que fuera alguien conocido acota su hija. Él la mira. La mente de su hija lo excede, quince años, otra que Watson. El marido de Patricia se llamaba Alberto, ¿no? Marcelo siente que se marea. Instintivamente se agarra del borde la silla. ¿Pensás que puede ser él? pregunta. Te la dejo picando dice la chica al tiempo que cierra las agendas. Él se levanta. Fernando tiene razón: es un pelotudo.


Papá se metió en el cuarto de Matilde y hablan y hablan yo apoyé la oreja en la puerta y creí que me llamaban pero hablaban de mí pero no pude escuchar nada capaz que ya saben lo que pasó que si saben yo me muero justo ahora que mi papi me empezó a querer.


Agustina va al baño y descubre a Lorena tras la puerta de Matilde. La agarra del cuello de la remera. ¿Qué hacés espiando? le dice en voz baja. La nena pone tal cara de terror que a ella le da lástima. Andá a buscar el piyama que ahora te preparo el baño ordena. La nena le da un beso y sale corriendo. Agustina, entonces, se acerca a la puerta. Sí, Matilde está hablando con su padre. A mí siempre me dejan de lado piensa mientras se aleja de puntillas. ¿Dónde se habrá metido Fede? Hace rato que no lo ve. Él sí que precisa un buen baño. Para variar, se tiró toda la leche encima.


Ya no es mi problema piensa Matilde cuando su padre se va, y regresa a los ejercicios. Ahora sí le salen de un tirón. Vibra el celular. Rocío. Me dijo Tamo que Pancho le contó que Mariano está muerto por vos. Se ríe sola mientras teclea decile a Tamo que le diga a Pancho que le diga a Mariano que yo todavía estoy viva. El celular sigue vibrando de ida y de vuelta hasta que la llaman a cenar.


No voy a bajar a lo mejor ni se dan cuenta qué me importa como dice mi mamá a mí la comida nunca me interesa.


Marcelo se ubica en su lugar. Es el primero. Los chicos van llegando. Cuando Ramona aparece con el vacío al horno él recién nota la silla vacía. ¿Y Sofía? pregunta. Estará dando vueltas para comer menos dice Matilde displicentemente mientras corta la primera rodaja. Voy a buscarla, ya vuelvo aclara Lorena no te olvides de servirme. Él observa el accionar de su primogénita. Preciso, contundente califica. Está recibiendo su plato cuando Lorena regresa sola. Dice que no tiene hambre informa la nena sentándose. Agustina se está incorporando cuando él recuerda la imagen de la sombra. Voy yo dice.


Papá me vino a buscar y me hizo bromas y un poco de hambre me volvió y Matilde es buena y me sirvió poco y además la carne está bastante rica.


Agustina repara en que Sofía aún no se bañó. Observa entonces a Federico. Se olvidó de ponerle el babero y ya se enchastró el piyama. No puedo estar en todo piensa por mí que se acuesten roñosos. Le sobreviene un cansancio infinito. La carne duerme en su plato. No tiene fuerzas ni para cortarla. ¿Por qué te fuiste, mamá? Quizá su madre también estaba cansada. Sí, hacía tiempo que estaba cansada. Tiempo que no se ocupaba como debía de los chicos. Siente pena pero también siente rabia. Agus, ¿te pasa algo? le pregunta Matilde. Ella la mira. Preocupación en los ojos de su hermana. Somos dos arrastrando el barco evalúa. Le sonríe y empuña tenedor y cuchillo.


Agus por fin se dio cuenta de que no me bañé y le digo que no tengo ganas y que ella no es quien para mandarme pero la miro y veo que está por llorar entonces me saco rápido la ropa y me meto y le digo gracias Agus está bien calentita y ahora sonríe pero igual está muy triste y a mí me da tanta pena.


Qué lástima que ya me bañé la escucho a Sofi que se divierte con Agus.


Marcelo se mete en su cuarto. Es mi cueva piensa. Lástima que no puede encerrar sus pensamientos. Arroparlos, ponerlos a descansar. Todavía no tuvo tiempo de considerar los hallazgos de Matilde. No carece de lógica que la A corresponda al padre de Lorena. De ahí a que sea Alberto hay un mundo. Además bien podría ser una clave. Una suerte de X. Alberto. ¿Qué será de la vida de Alberto?, ¿seguirá viviendo en el mismo lugar? Matilde lo enunció claramente: ahora le toca a él. Y aunque si por él fuera le hurtaría el bulto, sabe que su hija considera que es su obligación hallar al ¨responsable¨. Y él no puede defraudarla. Mañana hablará con Fernando. Watson. Sonríe solo.



miércoles, 15 de marzo de 2017

51

Agustina, parada en la esquina del colegio, tiene un nudo en la garganta. ¿Matilde volverá con ella? Ya no me precisa piensa. Mira el reloj. Esperará solo cinco minutos más. De pronto ve que Gonzalo se acerca. Se da vuelta y comienza a caminar rápido. Instantes después siente pasos tras de sí y se apura. Hasta que una mano sobre el hombro la detiene. ¿Te ibas sin avisarme? dice Matilde. Me estaba escapando de Gonzalo. La cara de sorpresa de su hermana la compensa de la angustia de la espera. ¡Dale, contame! pide Matilde sacándole la mochila del hombro. ¡Vos contame! dice ella, repitiendo el gesto ¿estuviste con Mariano? Entre risas y cuchicheos llegan a la parada. Yo te saco le ofrece Matilde mientras busca la SUBE.


Ramo, las albóndigas estaban buenísimas, después dame la receta dice Matilde al salir de la cocina. Agarra la mochila y sube. Tiene tarea de matemática. Mil ejercicios de regla de Ruffini. Un plomo. Entra a su cuarto y cierra la puerta. Encuentra un sobre de Disney arriba del escritorio. Lo abre. Un corazón atravesado por una flecha. M y M. Sonríe, enternecida, hasta que regresa a su mente otra inicial. A. Aunque sabe que es absurdo tiene la absoluta certeza de que esa A es del padre de Lorena.  Se promete que luchará por la identidad de su hermanita. Te la merecés, gordita mía piensa mientras guarda el sobre adentro de la carpeta cuadriculada.


Agustina busca en su cajón minas para el compás cuando encuentra la tarjeta que ayer le mostró a Matilde. Patricia. Se acuerda bastante de ella, eso que era chiquita. Quizá porque su madre varias veces se la nombró. ¿Cuándo fue la última vez? Siente que se acerca una imagen que no puede apresar. Cierra los ojos y contiene el aliento. Sí, fue el día del último cumpleaños de su mamá. ¿Sabés una cosa, Agustita?, hoy la extraño mucho a Patricia. ¿Y por qué no la llamás? Recuerda la mano de su madre sobre su cabello. Todo es demasiado complicado, Agustita; no crezcas. ¿Le interesará a Matilde su recuerdo? A Mati ahora solo le importa Mariano piensa y sigue buscando las minas.


Marcelo se recuesta sobre el sillón giratorio. Se balancea. Recién al charlar con Fernando se dio cuenta de que nunca se planteó seriamente con quién lo había engañado Diana. Porque me engañó. Acude a su mente el comentario de su amigo: eso es lo menos importante. El dilema ahora es quién es el padre de su hija. Sonríe solo. ¿Entelequia?, ¿sofisma?, ¿falacia? Si es mi hija yo soy el padre. Porque sí siente que es su hija aunque sabe que no es el padre. También podría saber que es el padre pero no sentirla como su hija. Le queda claro que Lorena es una más de los cinco. Nada particular le había generado antes y nada particular le genera ahora. Detiene sus elucubraciones. No es cierto: ahora le genera una ternura especial. Es que se me pegó como un abrojo se repite. Tu hija es un bombón había dicho Fernando la otra tarde. ¿La hija de quién? Quizá su amigo tiene razón y no le interesa descubrirlo. Experimenta, de golpe, una fuerte necesidad de ver a sus hijos. A mis cinco hijos. Mira el reloj. Se apura con el balance.


¿Tenés tarea? pregunta Matilde sentándose. Unas cuentas redifíciles contesta Lorena con la boca llena ¿me ayudás? Dale, trae el cuaderno. ¿Y si las hacemos en mi cuarto? Matilde recuerda sus propios ejercicios inconclusos. Malditas las ganas de ocuparse de su hermana. Ahora o nunca dice tengo mucho que hacer. ¡Ufa! protesta la nena levantándose, justo en el momento en que se abre la puerta de calle. ¡Es mi papi! la escucha gritar. Minutos después regresa a la cocina de la mano de su padre. ¿De su padre? se pregunta ella. Hola saluda él en general. ¿Le preparo un café? ofrece Ramona. Por favor y dejando un paquete sobre la mesa agrega llegué un poco tarde. ¡Yo tengo espacio! dice Lorena. Matilde observa que el padre le acaricia la cabeza. ¿Y la tarea? pregunta. Después le pido a mi papi contesta la nena enarbolando un vigilante. A ella le da rabia. Tanta rabia que se levanta. ¿No querés una factura? ofrece su padre, con Federico en la falda. Ya comí contesta ella llevando la taza a la pileta. Yo también dice Agustina pero estas medialunas se ven demasiado bien. Matilde sale. Desde la puerta los mira. No me necesitan piensa. Sube corriendo y teclea. Hooolaaa. Queda prendida de la pantalla hasta que las dos tildes se ponen azules. ¡Hola! contesta Mariano.


Papi dijo que las facturas eran para todos pero seguro que me las trajo para mí porque ni Mati y ni Sofi las probaron y Agus se comió una sola para disimular.


Agustina observa a su padre, asistiendo la tarea de Lorena con Federico en la falda. Qué raro que viniste tan temprano comenta. Él la mira sonriendo. Tenía ganas de verlos contesta. A ella le dan ganas de llorar. Todo le da ganas de llorar últimamente.


Matilde le preguntó por la tarea solo a Lorena Agus se ocupó de Fede Ramo ni me retó porque no comí y papá ni me mira otra vez soy invisible.


Matilde no logra concentrarse. Van tres ejercicios en que no le coincide Ruffini con el  teorema del resto. Y eso que esto es una boludez. Y no es Mariano quien la distrae. Cierra la carpeta bruscamente y se levanta.



lunes, 13 de marzo de 2017

50

20 Lunes

Mientras se lava los dientes, Matilde trata de recordar su sueño. Cree que aparecía Mariano. Porque se despertó sintiéndose, nuevamente, blanda y húmeda. Se mira en el espejo. Qué cara. Escupe el dentífrico y se enjuaga la boca. Se cepilla el cabello y se lo recoge con cuidado. Luego libera un pequeño mechón. Se pone un poco de rubor. Más no puede, la retarían. El celular vibra. Lo extrae del bolsillo del jumper. Buenos días. Sonríe. Buenos días contesta. ¿Debería agregar algo más? Golpes en la puerta la sobresaltan. ¡Mati!, para hoy protesta Agustina ya son las siete. Sin prestarle atención teclea nos vemos en un rato. Vuelve a mirarse en el espejo, se reacomoda el mechón y abre. Te pintaste dice su hermana. ¡No me jodas! dice ella y la empuja al salir.


Marcelo toma su café con leche. Son más de las siete comenta Ramona. Qué raro, las chicas nunca se demoran. Se incorpora para ir a buscarlas cuando Matilde entra a la cocina y se sienta. ¡Qué arregladita que estás hoy! dice la mujer mientras le alcanza una taza humeante. Él la observa. Va a comentarle algo cuando se arrepiente. Ayer se enojó. Sonríe para sí. Se levanta. Las espero en el auto indica. Ya sentado en el auto, el motor en marcha, recuerda la cita con Fernando. Se le crispa la boca del estómago. Mira el reloj. Toca la bocina. Minutos después aparecen las chicas, corriendo. Agustina con una tostada en la mano. Recién es lunes piensa él al tiempo que arranca.


Las tostadas están riquísimas no sé por qué Ramo no me quiere preparar otra suerte que Sofi me pasa la suya por debajo de la mesa está toda mordisqueada pero le queda bastante y a mí no me da asco porque es mi hermana.


Anoche soñé con mamá y me decía no come nada mi pajarito porque siempre me decía pajarito y ya no puede decírmelo más.


Matilde se baja del auto y descubre a Mariano apoyado, con la pierna flexionada, contra la pared. Ella se acomoda el cabello y se dirige a paso vivo hacia él. ¡Mati, esperame! grita Agustina. Ella ni gira porque Mariano se endereza y le sonríe.


Agustina corre tras Matilde hasta que descubre cuál es el apuro de su hermana. Se siente tan absolutamente prescindible que se le llenan los ojos de lágrimas. Apoya la mochila en el suelo y simula atarse los cordones.


El micro está por llegar y Sofi todavía no tomó la leche y yo tengo sueño porque no dormí por la pesadilla del infierno y recién me acuerdo que no hice firmar el cuaderno de comunicaciones y la maestra me va a retar total ya estoy acostumbrada.


Lorena me llama y justo Ramo sale de la cocina y aprovecho y  tiro la leche en la pileta y agarro la mochila y Ramo me pone la campera y por suerte tengo la birome que me regaló Fernando y la llevo en la mano aunque igual no la puedo usar porque la seño quiere que escribamos con tinta que para lo único que le sirve es para que hagamos manchones y así nos puede retar.


Marcelo se ubica ante el escritorio tapizado de carpetas. Papeles y más papeles que su secretaria, sin mayor suerte, intentó clasificar. Así está mi cabeza piensa. Saca cuentas. Diecinueve días sin Diana. Transcurrieron pese a todo. Él siguió yendo a trabajar, las chicas al colegio. Comieron. Mejor o peor, todos durmieron. Siempre encontró una camisa y, por lo visto, los chicos también tuvieron qué ponerse. Nada se detuvo. Sus hijos siguen creciendo aun sin su mamá. Federico cada día habla más, Agustina tuvo su menarca, Matilde un noviecito. Lorena se me pegó como abrojo piensa. ¿Por qué justo ella?, ¿percibirá algo?, ¿sospechará?  Sofía, en cambio, es una sombra. Recién se da cuenta. Tendrá que prestarle más atención. Suena el teléfono. El señor Fernando le comunica su secretaria. Obvio, no me la iba a dejar pasar. Bufando atiende.


Matilde cruza solo unas palabras con Mariano antes de que toque el timbre. Entran a las aulas. Él está en otro tercero. Tengo novedades le dice a Rocío en cuanto se sientan. ¡Largá! reclama su amiga. Risas y cuchicheos. ¡Montes de Oca! la reta la profesora de Biología. Matilde se queda desconcertada. Debe de ser la primera vez que le llaman la atención. Perdón pide mientras Rocío le dibuja con el dedo corazones en la pierna y ella intenta contener la risa.


La maestra pregunta cuánto es treinta y cuatro por cinco y yo pienso que la mitad de trescientos cuarenta es ciento setenta y soy la primera que contesto y la maestra me dice que soy muy inteligente  que si estudio un poco más en el próximo acto me pone de escolta y yo pienso que es una lástima que mamá no me pueda ver ella siempre dice Sofi es más rapida que una ardilla.


Agustina está copiando los ejercicios con números periódicos cuando algo la hace  mirar hacia la derecha. Pesca los ojos de Gonzalo sobre ella. Él, al darse cuenta, regresa de inmediato a su hoja. Ella recupera el buen humor aunque si alguien que justo, justo no le interesa, ese es Gonzalo.


La suplente me pregunta por qué mi mamá no firmó el cuaderno de comunicaciones y yo le digo que se olvidó.


Marcelo descubre a Fernando en la mesa contra la ventana, quien levanta la mano al verlo. Él se desmorona sobre la silla. Tuve una mañana fatal notifica hubo vencimiento de autónomos. No podría interesarme menos comenta su amigo supongo que no era de eso que querías hablarme. Sí, como suponía, Fernando no le dará respiro. ¡Todavía ni me senté! busca una prórroga. Pues no sabía que eras tan bajito. Minutos después cada uno recibe su correspondiente plato. ¿Vas a esperar al postre? reclama su amigo. Él inspira profundo. Uno, dos y… Lorena no es hija mía. El estupor en la cara de Fernando precede  a su ¡¿qué?! Él le habla de Matilde, de Mendel y de los grupos sanguíneos mientras saborea su escalope al marsala. Está buenísimo comenta e interrumpe la charla para beber un trago de agua. Su amigo, que lo escuchó en silencio, cabecea y dice ¿estás seguro de que estás hablando de vos? Él se sorprende. ¿Por qué me lo preguntás? Fernando se encoge de hombros al decir parece que te importara un carajo. La frase de su amigo es un látigo. Se atora con el agua que comienza a salirle por la nariz. A ver si nos entendemos dice Fernando en cuanto él logra respirar de nuevo Diana te engañó, que a esta altura ya no tiene importancia, y de esa aventura, por llamarla de alguna manera, nació Lorena. Yo no dije eso se defiende él. Ah, entendí mal, ¿se hizo una inseminación artificial? Matilde, Fernando, todos conspiran contra él. Lo humillan, lo maltratan. No sé para qué mierda te conté. Quizá porque tenés que tomar una resolución. ¿Qué resolución? Fernando cierra los ojos y ladea la cabeza. ¿Me estás tomando de pelotudo o el pelotudo sos vos? Él recibe otro latigazo. Se acoda en la mesa y esconde el rostro entre las manos. Claramente el pelotudo es él. Che, no te pongas así dice Fernando luego de unos segundos mientras le toca un brazo. Él se descubre. No sé qué hacer confiesa. Ya hiciste bastante. No, la ejecutiva fue Matilde, esa chica es un avión. Pero vos te subiste en un ala, hubieras podido pararla. ¿A Matilde?, ja, se ve que no la conocés. Su amigo abre los brazos sonriendo. Solamente desde que estaba en la panza. En serio te digo, yo tampoco tenía idea de a quién había engendrado, aunque a esta altura ya dudo de todas mis paternidades.  Cortala dice Fernando no creo que Diana fuera una encubridora serial hace una pausa pero si estás intranquilo bien podrías hacer un estudio genético de todos. ¿Para qué?, si ya sé que Lorena no es mi hija y no sé qué hacer con esa información. Primero deberías estar bien seguro, un ADN, nada de grupos sanguíneos. Él se queda pensando. No por ahora, quizá cuando sea grande, cuando se plantee ser madre. Su amigo llama al mozo. ¿Querés postre? le pregunta. Por mí directo al café. Ya frente a las tazas Fernando le pregunta ¿sabés quién es? ¿Quién? contesta él, distraído. Su amigo revolea los ojos sí, sos el rey de los pelotudos, a ver, ¿por quién puedo estar preguntándote? Él siente que enrojece. No tengo la menor idea. ¿Pensaste al respecto? Él baja la cabeza. La verdad es que no mucho, al menos no con dirección. ¿Te interesa saberlo? Él se alerta, el corazón se le transforma en una bomba. ¿Sabés algo? Pero como podría saberlo yo si no lo sabés vos que dormías con ella; solo me parece que no te desvela descifrar el enigma. A él de repente le da rabia, está harto de que le den palos. Todo me desvela, ¿te creés que es muy fácil vivir sin ella, hacerme cargo de los cinco chicos?, hace diecinueve días que murió, no sé cómo hago para seguir respirando. Tenés razón dice Fernando palmeándole el brazo tomate tu tiempo, cuando estés en condiciones tratamos de pensar juntos, me hubiera encantado ser detective. Él está por enojarse de nuevo cuando opta por sonreír. Elemental, querido Watson dice.