lunes, 2 de enero de 2017

20

10 Viernes

Papá no vino a despertarme yo sabía que la buena suerte no me iba a durar y le contesté mal a Ramo total ella nunca se enoja.


Ramo me insiste para que tome la leche y hoy no me la aguanto porque papá no me hizo cosquillas capaz que ya se cansó de venirme a despertar.


Matilde mira por la ventanilla. Bosteza. Durmió pésimo. Una pesadilla tras otra. En todas su mamá. Mamá. Se despertó, por primera vez desde su muerte, con la aguda necesidad de verla. Mamá. Cuando gira la mirada se topa con la nuca de su padre. Una y mil veces piensa en recordarle que debe hablar con Lorena. Pero se contiene. Además está Agustina. En el recreo largo llamará al laboratorio, ya agendó el número. ¿Qué te parece?  le pregunta su hermana. Ella la mira, desconcertada.  Mati, ¿dónde estás?


Marcelo está enfrascado con la documentación de la imprenta. Por fin encuentra el error. Satisfecho, sonríe. Suena el celular. WhatsApp de Matilde. La sonrisa de Marcelo se desvanece. Problema en puerta piensa. Podés llevarla de lunes a sábado, de 8 a 13, no hace falta que esté en ayunas. El problema ya entró. El podés lo deja desvalido. ¿Cómo enfrentar solo a su hijita? Cierra la carpeta con los documentos y se deja caer sobre el respaldo de su sillón. Mira el reloj. Más vale que se apure.




Matilde controla el celular a cada rato. Su padre aún no le contestó. Eso que tiene las dos rayitas celestes. ¿Es capaz de haberse arrepentido? Mientras copia los ejercicios de polinomios del pizarrón reflexiona. ¿Qué será peor?, ¿tener una esposa infiel o saber que tu mamá fue infiel? Tu mamá que está muerta, además. Mi mamá.


Agustina copia oraciones del pizarrón. Y piensa mientras copia. Su mamá le decía que a su padre había que saber llevarlo, que por las buenas se conseguía cualquier cosa de él. Ella sí que sabía. Se ve que a Matilde no se lo dijo, porque siempre lo trata mal. No sabe por qué su hermana está tan enojada con él. Hoy ni lo saludó al bajarse del auto. Pobre papá, hace lo que puede. La profesora borra el pizarrón antes de que ella, que siempre es la primera, alcanzara a copiar. Qué raro.



Marcelo se encuentra frente al pizarrón, tiza en mano, y no recuerda qué iba a escribir. El corazón se le detiene un segundo. Siente la transpiración que corre bajo su camisa. Borra lo anterior para darse tiempo. Su mente es un campo de hielo. O un desierto, da lo mismo. Nada de nada. En algún momento va a tener que girar. Para acabar con la agonía, gira. La jovencita de la primera fila, Feldman si no se equivoca, le sonríe. Optimización del consumo intertemporal. Él también, profundamente aliviado, le sonríe.  A ella cuando sonríe se le hacen hoyitos.



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