10 Viernes
Papá no vino a despertarme yo sabía que la buena
suerte no me iba a durar y le contesté mal a Ramo total ella nunca se enoja.
Ramo me insiste para que tome la leche y hoy no me
la aguanto porque papá no me hizo cosquillas capaz que ya se cansó de venirme a
despertar.
Matilde mira por
la ventanilla. Bosteza. Durmió pésimo. Una pesadilla tras otra. En todas su
mamá. Mamá. Se despertó, por primera
vez desde su muerte, con la aguda necesidad de verla. Mamá. Cuando gira la mirada se topa con la nuca de su padre. Una y
mil veces piensa en recordarle que debe hablar con Lorena. Pero se contiene.
Además está Agustina. En el recreo largo llamará al laboratorio, ya agendó el
número. ¿Qué te parece? le pregunta su hermana. Ella la mira,
desconcertada. Mati, ¿dónde estás?
Marcelo está
enfrascado con la documentación de la imprenta. Por fin encuentra el error.
Satisfecho, sonríe. Suena el celular. WhatsApp de Matilde. La sonrisa de
Marcelo se desvanece. Problema en puerta
piensa. Podés llevarla de lunes a sábado,
de 8 a 13, no hace falta que esté en
ayunas. El problema ya entró. El podés
lo deja desvalido. ¿Cómo enfrentar solo a su hijita? Cierra la carpeta con los
documentos y se deja caer sobre el respaldo de su sillón. Mira el reloj. Más
vale que se apure.
Matilde controla
el celular a cada rato. Su padre aún no le contestó. Eso que tiene las dos rayitas celestes. ¿Es capaz de haberse
arrepentido? Mientras copia los ejercicios de polinomios del pizarrón
reflexiona. ¿Qué será peor?, ¿tener una
esposa infiel o saber que tu mamá fue infiel? Tu mamá que está muerta,
además. Mi mamá.
Agustina copia oraciones
del pizarrón. Y piensa mientras copia. Su mamá le decía que a su padre había
que saber llevarlo, que por las buenas se conseguía cualquier cosa de él. Ella sí que sabía. Se ve que a Matilde
no se lo dijo, porque siempre lo trata mal. No sabe por qué su hermana está tan
enojada con él. Hoy ni lo saludó al bajarse del auto. Pobre papá, hace lo que puede. La profesora borra el pizarrón antes
de que ella, que siempre es la primera, alcanzara a copiar. Qué raro.
Marcelo se
encuentra frente al pizarrón, tiza en mano, y no recuerda qué iba a escribir.
El corazón se le detiene un segundo. Siente la transpiración que corre bajo su
camisa. Borra lo anterior para darse tiempo. Su mente es un campo de hielo. O
un desierto, da lo mismo. Nada de nada. En algún momento va a tener que girar.
Para acabar con la agonía, gira. La jovencita de la primera fila, Feldman si no
se equivoca, le sonríe. Optimización del
consumo intertemporal. Él también, profundamente aliviado, le sonríe. A ella cuando sonríe se le hacen hoyitos.
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