miércoles, 11 de enero de 2017

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En cuanto escucha el auto, Matilde baja. Lorena entra corriendo. ¡No me dolió! le anuncia. Al menos ella supone que yo estoy enterada piensa. El padre le da un beso en la frente. ¿Cómo les fue? pregunta ella. Mejor de lo pensado, casi no se mosqueó. Matilde fija los ojos en su padre. No se la va a hacer fácil. Ella merece explicaciones. Segundos después él informa el resultado estará el lunes a partir del mediodía. Yo puedo retirarlo  ofrece ella.  Si querés te paso a buscar por el colegio y almorzamos juntos propone su padre. Ella, contra su voluntad, sonríe.


Marcelo está arrepentido. No debería haberla involucrado a Matilde. Pero en la milésima de un segundo evaluó qué sería peor: ¿recibir solo la noticia y tener luego que comunicársela o afrontarlo con ella? Le pesa la sola idea de abrir el sobre. Pero también le pesa saber que, más allá de violar las indicaciones de Bianchi, deberá sobrellevar un almuerzo a solas con su hija.


Agustina observa a Lorena. Volvió contentísima. ¿Cómo la dejaron salir disfrazada?, se habrán burlado de ella parece un globo. No sabe por qué Bianchi le hizo sacar sangre. Aquí hay algo que no le cierra. Matilde ya sabía y a ella, por supuesto, la dejaron de lado. Yo soy grande solo cuando les conviene.


Papá, está la comida anuncia Sofía. Marcelo está a punto de decirle que no va a almorzar. Cero apetito. Pero luego recuerda que ya perdió la posibilidad de guiarse por las propias necesidades. Apaga la computadora suspirando y va a lavarse las manos.


Agustina observa a su familia. A lo que queda de mi familia piensa. Lorena, ante su milanesa casi sin tocar, cuenta con detalle cómo le sacaron sangre. Estaba a upa de papi explica dándose aires. Matilde hace referencia a un supuesto almuerzo acordado para el lunes. ¿Qué hubiera opinado de todo esto su mamá? No le hubiese gustado para nada. Yo era la única que la conocía. Sofía, ahora, le recuerda a su padre que debe llevarla a lo de la amiga. Parece que yo no existiera piensa. Hecha un impulso se levanta de la mesa. ¡Agus! grita Fede. Él es el único que la registra. Ella obvia los reclamos y sube corriendo las escaleras.


Me puse el jean nuevo informa Sofía ¿te gusta? Estás muy elegante contesta Marcelo, sonriendo. Al menos obvió las puntillas piensa aliviado. Lo compré con mami aclara la nena y la sonrisa de él se esfuma como por arte de magia. Diana. Le sobreviene un agotamiento infinito. No quiere llevar a la nena. No quiere verlo a Fernando. No quiere almorzar con Matilde. Prefiere no pensar en el sobre de los resultados. Diana. Se incorpora y busca las llaves del auto.


Yo no quería este pantalón mamá como siempre eligió ella pero se ve que ella sabía lo que le gusta a papá porque me dijo que estoy muy elegante papá maneja muy bien todo lo hace bien tengo muchas ganas de jugar con Romi pero ojalá que no lleguemos nunca.



¿Por qué hicieron tantos cosas los griegos? piensa Agustina enfrascada en el resumen de historia. Matilde entra en su cuarto sin golpear. A ella le da rabia. Está por protestar cuando su hermana propone ¿querés que llevemos a Lorena y a Fede a la plaza?, Ramona ya se fue y el nene está rehincha. Dale dice ella cerrando el libro. Llevo el elástico informa Matilde mientras sale. ¿Cuántos miles de años que su hermana no quiere saltar con ella? Agustina busca la campera y baja la escalera canturreando. A lo mejor Matilde le cuenta algo. La encuentra en el hall, metiendo a Fede en el cochecito. El nene le muestra una pala roja. ¡Agus, mirá! Lorena viene corriendo de atrás y se abraza a su cintura. Abrochate la campera ordena ella. ¡Tengo calor! protesta su hermanita. ¡Vos siempre tenés calor! Está por agregar porque sos gorda cuando se detiene a tiempo. Segundos después la nena regresa con la campera a medio poner. Ella la ayuda a subirse el cierre. Matilde y el nene ya están afuera. Hay sol. Hace frío pero está soleado.

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