Matilde escucha
el auto. Su estómago zozobra. Minutos después, pasos en la escalera. Seguramente viene a avisarme piensa.
Pero los pasos avanzan frente a su puerta sin detenerse. No le voy a preguntar nada se jura.
Agustina está
fastidiada. ¡Fede!, ¡basta de tirar la
comida al piso! El nene le sonríe y le tira un beso con la mano. Lorena se
ríe. ¡Estoy enojada, Federico! Es un
malcriado aporta Matilde y la culpa
es tuya. Sí acota Sofía mamá lo tenía cortito. Ya que todas saben
cómo tratarlo se los regalo dice ella levantándose bruscamente. ¡¡Agustina!! exclama su padre. Ella lo
desoye y sube. Está harta. ¿Por qué me
metiste en este lío, mamá? Con la fuerza que le da la furia traslada la
cuna de su cuarto al del nene. Que se
ocupe Matilde, que tanto critica. Se lava los dientes, se pone el camisón y
dando un portazo se recluye en su cuarto.
No me gusta que Agus grite mamá sí que siempre
gritaba pero mamá no está más pobrecita mi mamá.
Papá me mira y me mira capaz porque casi no como que
todavía me duele la panza eso que Ramo me hizo arroz.
Agustina está histérica piensa Matilde. Lo único que le falta es tener que
acostarlo a Federico. Suerte que Rocío le dijo que sí. Al menos mañana zafará.
¿Y Agustina? pregunta Ramona cuando trae el queso y
dulce. Marcelo no sabe qué contestar. Se
enojó informa Matilde rompiendo el silencio provocado por la intempestiva
partida y me encajó a Fede. No te preocupes dice la mujer yo me ocupo. Todos comen el postre
callados. Ramona recoge los platos, regresa, deja un café frente a él y alza al
nene. Las nenas suben tras ella. Quedan en la mesa Matilde y él, a quien urge
levantarse pero no puede porque el café
está hirviendo, imposible apurarlo de un trago. Matilde le clava la mirada pero
él no se da por aludido. Todavía no resolvió que decirle. ¿Cómo dio el análisis? pregunta la chica, al fin. La mente de
Marcelo trabajando a mil por hora. El
resultado estará recién mañana. Él es el que todavía no está en condiciones. Precisa una tregua. Podrías haberme avisado dice Matilde
mientras se levanta. Su servilleta cae al piso.
Agustina llora
sobre la cama. Que Matilde se arregle.
Pero pronto escucha la voz de Ramona. Ni siquiera para Federico es
imprescindible.
Marcelo se encuentra
solo en esa mesa hace minutos exultante de vida. Le mentí a mi hija piensa. Y él que está acostumbrado por su
profesión a mentirle al fisco se pregunta cuántas veces mintió a sus
afectos. Solía recurrir a compromisos
inexistentes cuando su madre insistía para verlo por tercera vez en una semana.
También a Fernando. Mentiras livianas, intrascendentes. ¿A Diana le mentí? Se queda pensando unos segundos. No recuerda
ninguna. Es que ella se hubiera dado
cuenta. Esboza una sonrisa involuntaria. Tenía un nivel de percepción más
allá de lo normal. Al menos con respecto a él. Bruja, mi bruja. La
sonrisa se le deshace. Diana me engañó
precisa decirse. ¿Cuándo?, ¿cómo?, ¿con
quién? Jamás sospechó nada. Ella parecía vivir para él. No para los chicos, para mí. Entonces, ¿por qué? Ramona aparece en el comedor. ¿Le sirvo otro café? propone. Él está
por aceptar cuando recapacita. Es imprescindible que duerma. Rechaza el
ofrecimiento y se dirige al bar. Mejor un whisky.
Matilde da
vueltas en la cama. Está furiosa. ¿Qué pensará su papá?, ¿que ella no tiene
sentimientos? Si mamá lo engañó, se lo
merece.
Me siento muy mal me parece que voy a gomitar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario