Marcelo
percibe que todos lo observan. Demasiados
chicos para un solo hombre, pensarán. Seguramente fantasean con que es un
divorciado haciendo buena letra en fin de semana. ¿Alguien lo supondrá viudo?
Tan recientemente viudo: solo veintiséis días. ¿Cuántas veces fueron al cine
con los chicos?, ¿alguna vez con los cinco? Su cabeza es un cuenco vacío,
carente de imágenes. Entran a la sala y se ubican todos en la misma fila. Si la
película es muy aburrida siempre le queda el recurso de dormir. Aunque no será
sencillo con la infinidad de enanos parlantes. Se reacomoda en la butaca. Por
suerte Federico quedó lejos: obvio, el que más molestará. La nena de adelante
se para en el asiento y lo mira con insoportable fijeza. Él se siente
profundamente incómodo.
Paso primero y me siento en la punta
para no molestar Sofía queda al lado de su papá.
Agustina
se ríe más de la risa de Federico que de la película. El nene no saca los ojos
de la pantalla, está grande. De pronto siente el pantalón mojado. Se palpa con
la mano. Maldición. Por ponerle el pañal a las apuradas. Las carcajadas de su
hermanito. Suerte que no está Gonzalo piensa.
Matilde
observa a sus hermanitas. Disfrutan. Estuvo
bien papá determina todos
precisábamos un día de cambio de aire. Escuchó en la radio esa expresión y
le quedó grabada. Cambio de aire.
Agustina
cambia a su hermano en el baño del cine. Por suerte siempre lleva su mochilita
con pañales y ropa de repuesto. Moja un algodón y lo pasa por su pantalón.
Espera, al menos, sacarse el olor. Federico, oh milagro, se queda a su lado,
quietito, en silencio. Él no tiene la culpa.
Marcelo
tiene que reconocer que se entretuvo. Sus hijos salieron radiantes. Hasta
Lorena tiene mejor carita. Mira el reloj: 18 y 30. Ya falta poco para terminar
el fin de semana. Lo sorteó como pudo. Habrá
que pensar en la cena piensa. Y luego piensa que seguramente las chicas ya
lo han contemplado. Si no, las empanadas que él planeaba al mediodía. Rumbo a
la cochera pasan por un McDonald´s. ¿Quieren
comer una hamburguesa? propone.
Matilde
hace la cola tratando de recordar los pedidos. Sus hermanas la volvieron loca,
eligiendo y arrepintiéndose. Siempre me
toca a mí piensa. Al menos se librará de lavar los platos. Agustina, con
Federico en brazos, le hace señas de la mesa que consiguió. Su padre fue al
baño. Tranquilo porque me dejó el dinero
piensa.
Yo primero le pedí a Mati un BigMac pero
después me fijé que es muy caro y pedí una McFiesta no quiero hacerle gastar
tanto a papá porque no me corresponde.
Le pedí a Mati una cajita feliz no por
el juguetito sino porque los McNuggets me los termino porque solo son cuatro
así las chicas no me retan.
Agustina
agarró varias pajitas y con eso entretiene a Federico hasta que llegue la
comida. Hace calor pero no puede sacarse la campera porque tiene el pantalón
mojado. No ve la hora de ducharse. Las nenas revolotean alrededor de Matilde.
Su padre sale del baño y se acerca a su hermana. Al menos la ayudará con la
bandeja.
Marcelo
abre la puerta de su casa. Misión
cumplida piensa. Está satisfecho consigo mismo. Se tomaría un café pero las
chicas ya están atareadas acostando a sus hermanos. Se tira en el sillón del
living. Pone música. Cierra los ojos.
Agustina
cambia a Federico y lo acuesta. No tiene ganas de bañarlo. Por suerte el nene
está tan cansado que se queda en la cuna sin reclamar canciones ni mimos.
Todavía tiene que terminar la tarea de lengua. No le quedó clara la diferencia
entre circunstancial de modo y predicativo subjetivo no obligatorio. Le
preguntará a Matilde. No la encuentra en su cuarto. Baja.
Lo
despierta la voz de Matilde. ¿Te preparo
un café? Minutos después Agustina se acerca con la bandeja. Dios mío, cómo entrenó Diana a estas chicas piensa.
Por suerte Matilde se olvidó del baño
hoy me puedo dormir tranquila porque papá ya me firmó el boletín.
Yo me pregunto qué va a pasar cuando las
chicas sepan que no soy la hermana mañana le voy a pedir a papá que por favor
no les cuente ahora ni puedo porque me muero de sueño.
Se había
dejado el celular en su cuarto. Entre el café de su padre y las oraciones de
Agustina pasó casi una hora. Cuando lo abre encuentra varios mensajes de
Mariano. El último solo decía buenas
noches y una mano agitándose. Buenas
noches contesta ella aunque sabe que él ya no lo leerá. Espero que no se enoje. Le agrega una
boca de labios rojos. Hoy sí que no habrá ducha. Se pone el piyama y se
acuesta.
Agustina
siente el agua caliente deslizarse por su cuerpo. Trata de recapitular su fin
de semana. Hubo de todo. Se avergüenza al verse escapando de Gonzalo. Se
preocupa de nuevo al recordar las angustias de Lorena. Sí, algo está pasando. Se escurrió el placer de bañarse. Cierra la
ducha.
Marcelo,
boca arriba, se estira cuanto puede. Ay,
mi amor, sin ti mi cama es ancha.
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