Terminado
el budín de pan los chicos se van levantando. Marcelo piensa en los libros
durmiendo en la bolsa. Se siente ridículo por haberlos comprado, quizá no son
los apropiados. Porque no conozco a mis
hijos admite. Ramona le alcanza un café. ¿Me harías un tecito, Ramo? pide Matilde. En él se enciende la
señal de alarma. Él no sabe de qué hablar por eso opta por el silencio. En
cuanto la mujer se aleja Matilde lo interpela. ¿Hablás vos o hablo yo?, Lorena no puede seguir durmiendo por los
siglos y los siglos. Él,
profundamente humillado, apura su cortado y enuncia me corresponde a mí. Lamentablemente piensa.
Sofia me viene a ver y trae el álbum y
no me aguanto y abro los ojos y justo justo por la puerta abierta aparece papá
y me descubre y estoy perdida.
Matilde
se queda sentada. ¿Te preparo otro té? ofrece
Ramona. Ella acepta solo por no tener que levantarse. ¿Hubiera tenido el valor
de enfrentar a Lorena?, ¿o solo lo hizo para presionar a su papá? La mujer
ronda, terminando de levantar la mesa. Porfi,
Ramo, sentate un rato conmigo propone señalando la silla contigua. Y para
justificar la invitación pregunta ¿pensaste
mejor lo del secundario?
Estoy jugando a las figus con Lorena y
de repente la cara se le pone como si hubiera visto un mounstro pero es papá en
la puerta que me dice Sofía nos podés dejar un rato solos y me voy porque claro
yo siempre estoy de más.
Marcelo
cierra la puerta tras Sofía y se sienta en la cama. Lorena se esconde de
inmediato debajo del acolchado. ¿Quién
tiene más miedo? evalúa él. No sabe cómo empezar. Diana, ayudame implora. Es lo menos que puede hacer. Todo es culpa
de ella. La bronca rugiéndole en las vísceras. Diana y Matilde son las únicas
responsables de que él deba enfrentar a esa criatura que ni siquiera es su
hija. Necesita salir de ahí. Pero no puede: Matilde lo tiene acorralado.
Inspira hondo y apoya la mano en lo que supone una cabeza. Lorena, salí indica ya sé que
estás despierta.
Papá me obliga y tengo que salir y me
destapo pero aprieto los ojos porque cuando los abra perderé todo.
Matilde
sigue charlando con Ramona pero ya no está allí. Fuerza, hermanita piensa mientras carraspea para aliviar el nudo en
la garganta. Fuerza, papá piensa
luego.
Marcelo
observa los ojitos cerrados, los puñitos apretados y se avergüenza de sí mismo.
En un instante la angustia de la nena se le mete en el cuerpo y le corta el
aire, le dificulta la respiración. Yo soy
el adulto recapacita. Lorena, mirame
pide casi en un susurro. La nena abre los ojos con suma lentitud. Y es tanto el
terror que se asoma en ellos que sin que medie decisión alguna él se encuentra
diciendo no me importa lo que digan los
análisis yo siempre voy a ser tu papá. La nena se incorpora de un salto y,
sollozando, se refugia en sus brazos. Marcelo percibe que algo muy profundo se
afloja en él.
Mi papi me contó que no es mi papá pero
que igual es mi papi y le pregunté si tenía que irme pero me dijo que no y le
hice prometer que no me iba a echar y me lo prometió y yo me fije bien y no
tenía los dedos cruzados entonces parece que es verdad y si yo lo hubiera
sabido antes capaz que todo sería distinto y mamá estaría viva y yo no me
tendría que ir al infierno.
Lorena está llorando capaz que papá le
pegó porque nunca la escuché llorar así ni siquiera cuando se murió mamá y yo
no sé qué hacer le voy a avisar a Mati a lo mejor ella la puede defender.
Matilde
está escuchando música tirada en su cama. Se puso los auriculares porque no
quiere enterarse de nada. Nada de nada.
Sofía entra corriendo. Ella se asusta y se saca los auriculares. ¿Qué te pasa? pregunta. ¡Mati, porfi, papá le está pegando a Lorena!
Matilde se incorpora bruscamente, se enreda con los cables y se cae. Se levanta
de un salto. Si le tocó un pelo a mi
hermana se las tendrá que ver conmigo decide.
No puedo parar de llorar parezco una
beba pero mi papi no me reta y me abraza y a mí me gusta tanto su olor.
Estoy roto piensa Marcelo
mientras abraza a Lorena. Necesita irse no soporta más pero no puede dejar a la
nena en ese estado. La puerta se abre de repente y entra Matilde hecha una
tromba. Se detiene en seco junto a la cama. Marcelo comprueba, azorado, que los
ojos de la chiquilina están llenos de lágrimas.
Agustina
abre el placar. No sabe qué ponerse. Capaz
Mati me presta algo. Todavía no le avisó a su papá. No le pedí permiso piensa y se le frunce el estómago. No porque
vaya a decirle que no, a él le importa poco lo que haga ella, solo que no
quiere darle explicaciones. Se dirige al cuarto de Matilde pero escucha un
llanto que sale de la habitación de Lorena. Su hermana no está bien. Acude
corriendo. Encuentra a la nena llorando abrazada a su padre. Matilde, de pie,
también llora. No entiendo nada de nada.
Quizá no vaya al cine. Se le fueron las ganas.
Parece que me equivoqué porque la puerta
se abrió y Lorena llora pero papá la abraza a ella sí que la quiere es que la
gorda a veces me molesta un poco pero igual es lo más.
¿Te quedás vos? le pide
su padre y Matilde asiente con la cabeza. Lorena ya está más tranquila, pero
sigue acongojada. El pecho se le sacude.
¿Qué tengo que hacer? piensa Matilde ¿hacerme
la tonta o contarle que yo sé todo? Decide que su hermana ya tuvo demasiado
por ese día. Dale, gorda, arriba, te
preparo un baño y después vamos a merendar. La nena, entre espasmos, se
levanta. Adelgazó evalúa Matilde. No hay mal que por bien no venga diría
su mamá.
Por suerte Matilde no me preguntó por
qué lloraba qué raro ella que es tan metiche tiene razón hace rato que no me
baño y además ya tengo un poco de hambre.
Agustina
está tirada en la cama. Matilde entra a su cuarto. ¿Qué hacés todavía así?, se te va a hacer tarde. Me parece que no voy a
ir dice. Su hermana la mira, puro
ojos. ¿Por qué? En esta casa está pasando
algo, ¿te creés que soy tonta? No lo creo, ¡estoy segura!, vestite de un vez,
si querés te presto el chupín nuevo. ¿Cómo explicarle que ya no tiene
ganas? Solo la detiene el pensar en avisarle a Gonzalo. ¿Qué explicarle?
Inspirando hondo, se levanta.
Le pregunté a Mati si podía y me metí en
la bañadera con Lorena pero la gorda no quiere jugar a nada eso que traje hasta
el aparato para hacer burbujas.
Marcelo
está acostado, mirando las olimpiadas. Tan cansado como si hubiera corrido los
cien metros. Golpes en la puerta. Paz,
preciso paz bufa pero dice adelante. Agustina
en el marco de la puerta. Él se sienta. ¿Precisás
algo? La chica se acerca. Te quería
avisar que voy al cine. ¿Con amigas? pregunta. Las mejillas se le
arrebolan. No, con un chico. Veo que
seguís los pasos de tu hermana comenta y repara en que nunca le preguntó a
Matilde por su ¿amigovio le dicen ahora?
¿Cómo vas? Me pasa a buscar, vamos al Multiplex. ¿Necesitás que te vaya a
buscar? ofrece mientras piensa que por suerte le queda cerca. Gracias, cualquier cosa te aviso dice y
sale. Se tira de nuevo en la cama. Diez minutos después se reiteran los golpes.
Bufa otra vez. Papá, está lista la
merienda grita Sofía a través de la puerta. Como si él tuviera hambre. Se
sienta y busca los mocasines. Se arrodilla. Sí, el derecho está debajo de la
cama.
Están
merendando cuando Matilde ve a Agustina pasar. Calla pero Federico la manda al
frente ¡Aus!, ¡ení! Su hermana se acerca le da un beso al nene, saluda con la
mano y sale corriendo. ¡Agus!, ¿adónde
vas? pregunta Sofía. Le responde un portazo. Matilde saca cuentas. No hace
ni una semana que fue al cine con Mariano. Para ella pasó una eternidad. Se
pasa la lengua por los labios. Un súbito calor le recorre el cuerpo. Quedaron
en verse a la noche pero no está de ánimo. No
puedo dejarla sola a Lorena. Además, quiere hablar con su papá. ¿Qué le habrá dicho?, ¿la habrá
tranquilizado lo suficiente? Observa a su hermanita. Está pálida, callada. ¿Y
si Bianchi se equivocó y además de la angustia tiene algún problema grave de
salud? No, le dirá a Mariano que hoy no. Mati
la convoca el nene ¡miá! mientras
le muestra el dedito con tres galletitas anillo ensartadas. Su padre bebe el
café en absoluto silencio. Él tampoco tiene buena cara.
Agus salió pero no quiso decirme adónde
iba a mí nadie me cuenta nada.
Agustina
se apura. Sí, Gonzalo ya está en esquina acordada y ella odia llegar tarde. Van
caminando casi en silencio. Sin embargo, cuadra a cuadra, su familia se va
eclipsando y empieza a recuperar el buen humor. Y que él la tome del brazo para
cruzar la calle es suficiente para que
se le desboque el corazón.
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