miércoles, 19 de abril de 2017

66

Terminado el budín de pan los chicos se van levantando. Marcelo piensa en los libros durmiendo en la bolsa. Se siente ridículo por haberlos comprado, quizá no son los apropiados. Porque no conozco a mis hijos admite. Ramona le alcanza un café. ¿Me harías un tecito, Ramo? pide Matilde. En él se enciende la señal de alarma. Él no sabe de qué hablar por eso opta por el silencio. En cuanto la mujer se aleja Matilde lo interpela. ¿Hablás vos o hablo yo?, Lorena no puede seguir durmiendo por los siglos y los siglos.  Él, profundamente humillado, apura su cortado y enuncia me corresponde a mí. Lamentablemente piensa.


Sofia me viene a ver y trae el álbum y no me aguanto y abro los ojos y justo justo por la puerta abierta aparece papá y me descubre y estoy perdida.


Matilde se queda sentada. ¿Te preparo otro té? ofrece Ramona. Ella acepta solo por no tener que levantarse. ¿Hubiera tenido el valor de enfrentar a Lorena?, ¿o solo lo hizo para presionar a su papá? La mujer ronda, terminando de levantar la mesa. Porfi, Ramo, sentate un rato conmigo propone señalando la silla contigua. Y para justificar la invitación pregunta ¿pensaste mejor lo del secundario?


Estoy jugando a las figus con Lorena y de repente la cara se le pone como si hubiera visto un mounstro pero es papá en la puerta que me dice Sofía nos podés dejar un rato solos y me voy porque claro yo siempre estoy de más.


Marcelo cierra la puerta tras Sofía y se sienta en la cama. Lorena se esconde de inmediato debajo del acolchado. ¿Quién tiene más miedo? evalúa él. No sabe cómo empezar. Diana, ayudame implora. Es lo menos que puede hacer. Todo es culpa de ella. La bronca rugiéndole en las vísceras. Diana y Matilde son las únicas responsables de que él deba enfrentar a esa criatura que ni siquiera es su hija. Necesita salir de ahí. Pero no puede: Matilde lo tiene acorralado. Inspira hondo y apoya la mano en lo que supone una cabeza. Lorena, salí indica ya sé que estás despierta.


Papá me obliga y tengo que salir y me destapo pero aprieto los ojos porque cuando los abra perderé todo.


Matilde sigue charlando con Ramona pero ya no está allí. Fuerza, hermanita piensa mientras carraspea para aliviar el nudo en la garganta. Fuerza, papá piensa luego.


Marcelo observa los ojitos cerrados, los puñitos apretados y se avergüenza de sí mismo. En un instante la angustia de la nena se le mete en el cuerpo y le corta el aire, le dificulta la respiración. Yo soy el adulto recapacita. Lorena, mirame pide casi en un susurro. La nena abre los ojos con suma lentitud. Y es tanto el terror que se asoma en ellos que sin que medie decisión alguna él se encuentra diciendo no me importa lo que digan los análisis yo siempre voy a ser tu papá. La nena se incorpora de un salto y, sollozando, se refugia en sus brazos. Marcelo percibe que algo muy profundo se afloja en él.


Mi papi me contó que no es mi papá pero que igual es mi papi y le pregunté si tenía que irme pero me dijo que no y le hice prometer que no me iba a echar y me lo prometió y yo me fije bien y no tenía los dedos cruzados entonces parece que es verdad y si yo lo hubiera sabido antes capaz que todo sería distinto y mamá estaría viva y yo no me tendría que ir al infierno.


Lorena está llorando capaz que papá le pegó porque nunca la escuché llorar así ni siquiera cuando se murió mamá y yo no sé qué hacer le voy a avisar a Mati a lo mejor ella la puede defender.


Matilde está escuchando música tirada en su cama. Se puso los auriculares porque no quiere enterarse de nada. Nada de nada. Sofía entra corriendo. Ella se asusta y se saca los auriculares. ¿Qué te pasa? pregunta. ¡Mati, porfi, papá le está pegando a Lorena! Matilde se incorpora bruscamente, se enreda con los cables y se cae. Se levanta de un salto. Si le tocó un pelo a mi hermana se las tendrá que ver conmigo decide.


No puedo parar de llorar parezco una beba pero mi papi no me reta y me abraza y a mí me gusta tanto su olor.


Estoy roto piensa Marcelo mientras abraza a Lorena. Necesita irse no soporta más pero no puede dejar a la nena en ese estado. La puerta se abre de repente y entra Matilde hecha una tromba. Se detiene en seco junto a la cama. Marcelo comprueba, azorado, que los ojos de la chiquilina están llenos de lágrimas.


Agustina abre el placar. No sabe qué ponerse. Capaz Mati me presta algo. Todavía no le avisó a su papá. No le pedí permiso piensa y se le frunce el estómago. No porque vaya a decirle que no, a él le importa poco lo que haga ella, solo que no quiere darle explicaciones. Se dirige al cuarto de Matilde pero escucha un llanto que sale de la habitación de Lorena. Su hermana no está bien. Acude corriendo. Encuentra a la nena llorando abrazada a su padre. Matilde, de pie, también llora. No entiendo nada de nada. Quizá no vaya al cine. Se le fueron las ganas.


Parece que me equivoqué porque la puerta se abrió y Lorena llora pero papá la abraza a ella sí que la quiere es que la gorda a veces me molesta un poco pero igual es lo más.


¿Te quedás vos? le pide su padre y Matilde asiente con la cabeza. Lorena ya está más tranquila, pero sigue acongojada. El pecho se le sacude. ¿Qué tengo que hacer? piensa Matilde ¿hacerme la tonta o contarle que yo sé todo? Decide que su hermana ya tuvo demasiado por ese día. Dale, gorda, arriba, te preparo un baño y después vamos a merendar. La nena, entre espasmos, se levanta. Adelgazó evalúa Matilde. No hay mal que por bien no venga diría su mamá.


Por suerte Matilde no me preguntó por qué lloraba qué raro ella que es tan metiche tiene razón hace rato que no me baño y además ya tengo un poco de hambre.


Agustina está tirada en la cama. Matilde entra a su cuarto. ¿Qué hacés todavía así?, se te va a hacer tarde. Me parece que no voy a ir dice. Su hermana la mira, puro ojos. ¿Por qué? En esta casa está pasando algo, ¿te creés que soy tonta? No lo creo, ¡estoy segura!, vestite de un vez, si querés te presto el chupín nuevo. ¿Cómo explicarle que ya no tiene ganas? Solo la detiene el pensar en avisarle a Gonzalo. ¿Qué explicarle? Inspirando hondo, se levanta.


Le pregunté a Mati si podía y me metí en la bañadera con Lorena pero la gorda no quiere jugar a nada eso que traje hasta el aparato para hacer burbujas.


Marcelo está acostado, mirando las olimpiadas. Tan cansado como si hubiera corrido los cien metros. Golpes en la puerta. Paz, preciso paz bufa pero dice adelante. Agustina en el marco de la puerta. Él se sienta. ¿Precisás algo? La chica se acerca. Te quería avisar que voy al cine. ¿Con amigas? pregunta. Las mejillas se le arrebolan. No, con un chico. Veo que seguís los pasos de tu hermana comenta y repara en que nunca le preguntó a Matilde por su ¿amigovio le dicen ahora? ¿Cómo vas? Me pasa a buscar, vamos al Multiplex. ¿Necesitás que te vaya a buscar? ofrece mientras piensa que por suerte le queda cerca. Gracias, cualquier cosa te aviso dice y sale. Se tira de nuevo en la cama. Diez minutos después se reiteran los golpes. Bufa otra vez. Papá, está lista la merienda grita Sofía a través de la puerta. Como si él tuviera hambre. Se sienta y busca los mocasines. Se arrodilla. Sí, el derecho está debajo de la cama.


Están merendando cuando Matilde ve a Agustina pasar. Calla pero Federico la manda al frente ¡Aus!, ¡ení! Su hermana se acerca le da un beso al nene, saluda con la mano y sale corriendo. ¡Agus!, ¿adónde vas? pregunta Sofía. Le responde un portazo. Matilde saca cuentas. No hace ni una semana que fue al cine con Mariano. Para ella pasó una eternidad. Se pasa la lengua por los labios. Un súbito calor le recorre el cuerpo. Quedaron en verse a la noche pero no está de ánimo. No puedo dejarla sola a Lorena. Además, quiere hablar con su papá. ¿Qué le habrá dicho?, ¿la habrá tranquilizado lo suficiente? Observa a su hermanita. Está pálida, callada. ¿Y si Bianchi se equivocó y además de la angustia tiene algún problema grave de salud? No, le dirá a Mariano que hoy no. Mati la convoca el nene ¡miá! mientras le muestra el dedito con tres galletitas anillo ensartadas. Su padre bebe el café en absoluto silencio. Él tampoco tiene buena cara.


Agus salió pero no quiso decirme adónde iba a mí nadie me cuenta nada.


Agustina se apura. Sí, Gonzalo ya está en esquina acordada y ella odia llegar tarde. Van caminando casi en silencio. Sin embargo, cuadra a cuadra, su familia se va eclipsando y empieza a recuperar el buen humor. Y que él la tome del brazo para cruzar la calle  es suficiente para que se le desboque el corazón.


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