miércoles, 5 de abril de 2017

60

En cuanto se sientan, Fernando le entrega un papel doblado. Se lo tiende en silencio, inverosímil en su amigo. Marcelo observa el ligero temblor de su mano al tomarlo. Lo abre. La letra lo ataca como un luchador de Sumo. B, Rh+. B. Apoya la frente sobre la mano. Los párpados de pronto pesadísimos. Como la tapa de un cofre piensa mientras los cierra. ¿Diana puede haber sido tan hija de puta como para engañarme con Alberto? dice al fin, descubriéndose. ¿Hubieras preferido un desconocido? pregunta Fernando al menos sabés que el padre de tu hija no es ningún monstruo, y, más allá de lo que haya sucedido con Diana, siempre me pareció muy buen tipo. Los ojos de Marcelo insisten en cerrarse. Escucha que su amigo continúa de todos modos no tomes esto como una certeza. Marcelo se endereza ¿sí como un fuerte indicio? Fernando se encoge de hombros. ¿Qué pensás hacer? pregunta luego de un largo y denso silencio. Primero, metabolizarlo, luego, ya veré. ¿Café? pregunta Fernando alzando la mano. Mientras el mozo se acerca agrega al menos tendrás una respuesta para tu hija. ¿Mi hija?, aborrezco tu sentido del humor. Sí, Marcelo, tu hija, Lorena es tu recontrahija. Él siente que las lágrimas acuden. Simula un bostezo y se restriega los ojos. Para mí, doble aclara. Los cafés terminados, la angustia controlada, Marcelo comenta te debo un almuerzo. Sí, me pondré en campaña para elegir el lugar, andá ahorrando. Si serás pelotudo comenta él. Al despedirse Marcelo oprime fuerte el brazo de su amigo y la garganta se le anuda de nuevo.


Agustina hace ochos sobre la polenta. ¿No te gustó? pregunta Ramona. Ella carga el tenedor y lo lleva a la boca. Está rica como siempre, es que no tengo hambre. Es el amor dice Matilde por lo bajo y ella quisiera ahorcarla. Por suerte Ramona no escuchó. Otra que amor. Gonzalo casi no le habló. Seguro que después del llanto de ayer piensa que soy una tarada. Qué le importa a ella. Aus, ¡mirá! la convoca Federico. Está haciendo pelotas con la polenta. Dejá de hacer chanchadas lo reta ella mientras le limpia las manitos con la servilleta. ¡Chachadas, no, peotas! Tiene razón el chico dice Matilde riendo. Ella quisiera ahorcarlos a los dos. Hoy sí que no tiene paciencia.


La maestra me pide el boletín pero papá se olvidó de firmarlo me parece que ni lo miró.


Matilde está inquieta. No puede sacarse de la cabeza a Lorena. Se avergüenza de sus padres. Su mamá, más allá de la infidelidad, fue capaz de fraguar la identidad de su hija. Su papá no se dio cuenta y ahora que lo sabe, es incapaz de actuar. Si yo no me ocupo todo quedará acá piensa. ¿Qué puede hacer? La bocina del micro la aparta de sus pensamientos. Llegaron las nenas.


Cuando Agustina entra a la cocina, con Federico en brazos, sus tres hermanas ya están sentadas. Un bizcochuelo sobre la mesa. Lorena parlotea, pero Sofía está muda. Ella recuerda las indicaciones de su papá y se siente culpable. ¿Y a vos, Sofi, cómo te fue? pregunta. Los ojos de su hermana se avivan. Me saqué un diez en los problemas, ¿querés que te los muestre? Sí contesta ella pero primero toma la leche. La nena empina la taza y luego se levanta. Regresa corriendo. Mirá dice con la carita iluminada. Con qué poco se alegra. Es que no puedo con todo piensa. Yo también quiero ver pide Matilde. Por suerte no está sola.


Yo también me saqué un diez pero mejor no digo nada porque Sofi al fin se puso contenta y si está contenta capaz que me juega a las figus y además así se distraen y puedo comer más bizcochuelo.


Marcelo está inquieto. Hormigas en la cola decía su madre. Mira el reloj. Interminable tarde. Acomoda sus papeles. Me voy, Sandra informa. Está pendiente la llamada al doctor Sarratea. Quedará para mañana contesta mientras abre la puerta.


Llegó mi papi qué suerte tan temprano le voy a pedir a Agus que me peine.


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