lunes, 17 de abril de 2017

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25 Sábado

Marcelo abre los ojos. Sábado. No sabe si alegrarse. El trabajo me protege de mis hijos piensa. Pero al sentarse en la cama recuerda lo peor: tendrá que enfrentarse a Lorena. Se acuesta de nuevo. Cierra los ojos. Lo abruman las cuarenta y ocho horas por delante. Debería planificar alguna actividad. Insoportable imaginar dos días metido adentro de la casa con los chicos dando vueltas. Ramona se va al mediodía. Al menos liberará su mañana. Se incorpora con presteza. Su única posibilidad es salir antes de que sus hijos despierten. Antes de que Lorena se despierte reformula. Allí radica el verdadero peligro. Se viste rápidamente y recién luego va al baño.  En el pasillo se detiene. Silencio absoluto. Todos duermen. Me salvé piensa. Inspira hondo. Me salvé al menos por un rato reformula.


Escucho pasos en el pasillo seguro que es papá si cierro los ojos capaz que me salvo pero para colmo me dieron muchas ganas de hacer pis.


Matilde aguza el oído. Sí, es su papá. Luego, nada. ¿Estará hablando con Lorena? piensa.


Marcelo se está acercando a la puerta cuando escucha pasos tras de sí. Gira inquieto, Ramona, por suerte. Buenos días, señor, ¿le preparo el desayuno? No, muchas gracias, salgo a caminar un rato. La mujer menea la cabeza. Alcanzar la vereda es un alivio. Sin embargo, no es un buen día para caminar: llovizna. Recién comprende el gesto admonitorio de Ramona. Sube el cierre de la campera y mete las manos en los bolsillos. Se refugia en el primer bar que encuentra. Es el único cliente. Hace frío. Minutos después calibra lo absurdo de la situación: él allí, helado, ante un café espantoso y medialunas de goma. Solo. Pocos metros más allá, su casa tibia. La promesa del desayuno delicioso de Ramona. Sus hijos. Deja la taza casi llena y la factura mordisqueada, paga y sale. Desanda camino y pone la llave en la cerradura. Apoya la oreja en la puerta. Silencio. Quizá todavía halle una pequeña tregua. Abre.


Agus y Fede ya bajaron voy a aprovechar para ir al baño después voy a dormir y dormir porque ni hambre tengo.


Marcelo entra. Aroma a tostadas, Se dirige a la cocina. Solo Agustina y Federico, por suerte. Hola, papá dice su hija. El nene levanta una manito mientras con la otra apura su leche. Ramona, sin preguntar, deposita frente a él un humeante café con leche. Mientras unta una tostada nota la mirada de Agustina sobre él. Busca tema de conversación y recuerda el comentario de Matilde. ¿Cómo te fue en el Congreso? Reinteresante dice la chiquilina y comienza a contarle. Qué bien se expresa evalúa él y advierte que es la primera vez en su vida que sostiene una real conversión con su hija. El rostro de la chica se va animando, gesticula. Las mejillas se le encienden. ¿Dónde estaba yo mientras crecía? Federico, ya en el piso, se acerca. Él lo alza. El nene le ofrece con sus manos pegajosas una galletita mordisqueada, ensalivada. Él la agarra, y haciendo de tripas corazón, se la lleva a la boca. El nene aplaude. Él, resignado, mastica.


Matilde escucha movimientos. Se pone robe y pantuflas. En el pasillo se cruza con Sofía, descalza. Andá a ponerte algo en los pies le ordena ella. Esperame pide su hermana. Ella se asoma al cuarto de Lorena. Aún duerme. Sofía regresa y bajan juntas la escalera. Mientras se acerca a la cocina, Matilde escucha a su padre conversar con Agustina. Era hora de que le diera bola piensa. Se sientan. Sofía toma la leche en silencio. Matilde la observa. La carita flacucha, los ojos tristes. Le tira del pelo. ¡Ay! exclama Sofía depositando la taza. Matilde le hace cosquillas. La nena ríe. ¿A qué viene tanto jolgorio? dice su padre. Ella, disgustada, gira la cabeza. Deberías ocuparte vos quisiera decirle. Pero él sonríe. Agustina pregunta ¿y Lorena? Matilde percibe que la sonrisa de su padre desaparece. Está dormida informa ella.


Matilde es una pesada siempre está molestándome cuando suba me voy a esconder debajo de su cama así cuando entra la asusto seguro que se va enojar y me va a tirar de nuevo del pelo y me va a hacer más cosquillas pero yo le voy a devolver ya va a ver.


Sofía sale corriendo de la cocina. Agustina se levanta y Federico la sigue. Matilde se queda adrede, su papá está tomando su segundo café con leche. Cuando Ramona sale de la cocina Matilde pregunta ¿hablaste con Lorena? No, dormía cuando bajé parece disculparse su padre. Ella solo lo mira.


Marcelo observa la cáustica sonrisa de Matilde. Siempre me descalifica. La mañana se quiebra. Ya se le fue el buen humor. Busca la campera y, con llovizna y todo, sale.


Sofi se metió en el cuarto de Mati y las escucho que se ríen y quisiera ir pero no voy a salir de este cuarto nunca más mientras papá esté en casa para colmo recién es sábado.


Agustina le deja el nene a Ramona. Necesita estar un rato tranquila. Gonzalo le propuso ir al cine. Ella no supo qué contestarle. Sigue sin saberlo. ¿Aceptarle la invitación la compromete?, ¿si le dice que sí Gonzalo pensara que gusta de él?, ¿qué me haya invitado significa que él gusta de mí? Se tira en la cama. Minutos después se cubre la cabeza con el acolchado. Empieza a angustiarse. El celular vibra. Lo mira y lo apaga. La angustia crece. Se levanta.


Papá salió yo lo vi por la ventana voy a buscar algo para comer porque si no como nada me voy a morir y si me muero me voy al infierno.


Matilde observa los ojos confiados de su hermana. Qué decirle. Cómo no defraudarla. Yo qué mierda sé piensa. No tenemos a quién recurrir evalúa. Si su madre estuviera viva, ¿se lo hubiera contado?, ¿sabría aconsejarla? ¿De veras no sabés si te gusta? repregunta. Agustina niega con la cabeza. Pero tampoco sabés si no te gusta. Matilde piensa y piensa. Vamos por otro lado, ¿te dan ganas de ir al cine con él? Agustina asiente, las mejillas súbitamente coloradas. ¡Entonces andá!, me acuerdo que mamá siempre decía ¨uno se arrepiente de lo que no hace, no de lo que hace ¨. Agustina se incorpora, le da un abrazo y sale corriendo. Mamá sigue aconsejándonos piensa.


Marcelo camina por Cabildo. Mucha gente pese al mal tiempo. Se mete en una librería porque ya tomó demasiado café. Ama las noirs. Busca a Padura. Elige Pasado perfecto. Está en la caja cuando piensa que les podría llevar algo a los chicos. Se acerca al sector infantil. Mira un libro tras otro. Está totalmente desorientado. Un vendedor se acerca y lo aconseja. Sale del local con tres paquetes. Agustina y Matilde lo exceden. Les dará el dinero y que ellas elijan.


Abro la alacena agarro un paquete de chocolinas subo la escalera en puntas de pie y me meto en la cama por suerte nadie me vio.


Agustina se encierra en su cuarto. Hola escribe. ¡Por fin! contesta Gonzalo al instante. Ella no sabe qué escribirle entonces no le escribe. Hasta que el celular le indica una llamada. Atiende con el corazón hecho una bomba.  Cuando corta corre al cuarto de Matilde. ¡Me viene a buscar a las cinco! exclama ella. Para no gustarte se te ve bastante entusiasmada la carga su hermana. Cuando regresa a su cuarto repara en que ni pensó en pedirle permiso a su papá. Se muere de vergüenza de solo imaginarlo. Pero sí, algo tendrá que decirle. Porque es mi papá.


Estuve jugando un rato a las figus con Sofi porque estaba muy aburrida pero ahora papá volvió me meto rápido en la cama y me tapo toda la cabeza por suerte todavía me quedan chocolinas.


Ni bien abre la puerta Marcelo escucha la voz de Sofía. Ramo, papá ya llegó. Minutos después, todos alrededor de la mesa. Todos no. ¿Y Lorena? pregunta él. Duerme contesta Sofía. No puede ser comenta Agustina y luego lo mira fijo y le pregunta ¿querés que la despierte? A él le llama la atención que también esta hija busque involucrarlo y contesta, muy a su pesar sí, por favor. Matilde sirve en silencio el goulash. Agustina regresa enseguida. Sí, duerme, le hablé pero no se despertó. ¿Qué debo hacer? piensa él. Matilde se le adelanta e indica dejala, yo después me ocupo al tiempo que le lanza una mirada que Marcelo califica de puñal. Sí, la situación ya es insostenible, tendré que hablar con la nena determina. Aparta el plato. Se le fue el hambre.


Agus quiso despertarme pero no la escuché porque estoy dormida.


Papá está raro ni comió eso que el gulay de Ramo es tan rico que hasta a mí me gusta.


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