Marcelo
apaga el motor del auto. Quisiera poder permanecer indefinidamente allí. Un útero con ruedas piensa. No tiene
fuerzas para enfrentar a Lorena. Bianchi
lo hace muy fácil pero me gustaría verlo
en mis zapatos. Tampoco sabe cuánto comunicarle a Matilde. El médico es
inflexible al respecto: la chica no debe asumir tantas responsabilidades. Suena
muy bonito, pero ¿cómo supone que él puede llevar adelante la casa y los cinco
hijos sin su ayuda? Además, ella se genera sola las responsabilidades. Si no se le hubiera ocurrido investigar no
estaríamos en este brete. Abre la
puerta y, bufando, se baja del auto.
¿Cómo te fue? pregunta
Matilde. Muy divertido responde
Agustina visitamos la sala de diputados y
después un par largo de senadores contestaron
las preguntas que habíamos preparado. No te pregunté por eso, no te
hagas la boluda. Qué densa que sos, Mati, lamento comunicarte que no pasó nada,
que no pasa nada y que no pasará nada. Veo que sabés muy bien los verbos pero a
tu hermana mayor no la engañás, te conozco desde que estabas en la panza. Agustina
va a seguir la chanza cuando descubre que su estado anímico descendió en
cuestión de segundos. Desde que estabas
en la panza. Le sobreviene una fulminante necesidad de ver a su mamá. Sube
la escalera para huir de la charla. Sin embargo, no logra huir de sí misma.
Entra a su cuarto y se tira sobre la cama. Cuando roza sus mejillas las
descubre húmedas. Sí, está llorando.
Escucho la voz de papá no quiero que
suba no quiero que entre en mi cuarto no quiero que me eche mejor me voy al
baño porque además me volvieron las arcadas.
La maestra me retó de nuevo mañana sí o
sí tengo que llevar el boletín firmado pero yo no quiero mostrárselo no puedo
mejor se lo dejo en su cuarto arriba de la cama así lo ve sí o sí.
¿Qué te dijo Bianchi? pregunta
Matilde. Después de cenar te cuento
le responde su padre. Más te vale
quisiera decirle ella. La usó cuando la precisaba, ahora soy descartable.
Marcelo
entra en su cuarto. Logró una prórroga con Matilde. Esta chica es implacable piensa. Cuando enciende el velador
descubre sobre la cama el boletín de Sofía. Ojalá
que no me traiga más problemas. Las notas son muy buenas por suerte. Zafé de la reunión piensa. Pero le resta
Matilde. Hoy no está en condiciones de enfrentarla a Lorena. ¿Algún día lo estaré?
Agustina
sienta a Federico y se ubica en su lugar. Matilde comienza a servir. ¿Y Lorena? pregunta ella. No quiere bajar informa su hermana,
alcanzándole el plato ya le pedí a Ramona
que le suba arroz. Ella recién repara en que no preguntó cómo seguía. En que
no la fue a ver. No puedo con todo
piensa. Sin embargo se siente culpable. Tanto que dice voy a ver si la convenzo de que baje. ¡Aus! le grita Fede
agarrándola de la manga. Ayudalo a comer
le ordena a Sofía mientras lo desprende con rabia.
Papá no me dijo nada del boletín capaz
que no lo vio ahora no sé qué hacer si mañana no llevo el boletín firmado la
seño me mata y encima ahora Fede que no abre la boca parece que a veces es como
yo y no le gusta comer.
Agustina vino a buscarme y me dice que
baje que no importa que no coma pero que me siente con todos es que ella no
entiende nada nadie entiende nada por suerte papá se olvidó de mí y no me
saludó le aviso que no me traigan el arroz voy a apagar la luz y hacerme la
dormida así hoy no me echa.
Recién al
escuchar que la nombran, Marcelo se acuerda. Sofía, ¿vos dejaste el boletín en mi cama? La nena asiente. ¿Cómo, todavía no lo entregaste? pregunta
Matilde. Él, ahora, observa a Sofía con atención. La vista enterrada en la
suprema aún intacta. Sofi, ¿por qué no me
lo mostraste antes? Silencio solo interrumpido por los golpes de la cuchara
del nene contra la mesa. Encima está
rebién acota Matilde. Sofía, te estoy
hablando dice él, irritado. Agustina regresa a la mesa. Dice Lorena que no quiere el arroz ya le
avisé a Ramona. Las lágrimas comienzan a rodar por las mejillas de Sofía. ¿Qué te pasa? pregunta Agustina. La nena
se levanta y se escapa corriendo. Agustina se incorpora. Dejá dice Matilde voy yo, vos
todavía no empezaste a comer. Marcelo está desencajado. Cierra los ojos. Mi vida me excede piensa Diana, cómo me hiciste esto. Fede, pará con las chanchadas y comé ordena
Agustina. Él abre los ojos. Solo tres a la mesa.
Papá se enojó pero a mí qué me importa
lo único que me interesa es que me firme el boletín y golpean la puerta y es
Matilde y me pregunta qué me pasa y con ella también estoy enojada y no le digo
pero lloro qué raro porque no lloré ni cuando se murió mi mamá y primero me
reta pero después me abraza.
Parece que hubo lío en la mesa qué habrá
pasado Agus tenía razón hubiera bajado me la perdí.
Marcelo
rechaza el café que le ofrece Ramona. Quizá si se acuesta rápido logre evitar a
Matilde. Las nenas están mal piensa
mientras sube la escalera menos mal que
las mayores se ocupan. Se le cruza la mirada admonitoria de Bianchi pero
ignorándola se mete en su cuarto. Solo se sacó un zapato cuando unos golpes en
la puerta lo hacen suspirar. No zafé
piensa y dice adelante.
Matilde
lo encuentra a medio calzar. Tendrá que tomar
una decisión piensa. Y sí, su padre se pone un zapato y se ata los
cordones. Ella se siente, de alguna manera, culpable. Lo obligué. Lo obligo se corrige. Ambos se quedan en silencio.
Molesto silencio. Pero ella no piensa romperlo. Lo mira. Adrede lo mira con
intensidad. Él le señala la silla y se sienta en la cama. Hablé con Bianchi dice al cabo de un rato. Chocolate por la noticia quisiera decirle ella pero se contiene. Papá siempre me enoja reconoce. Se
obliga a mantenerse muda. No se la voy a
hacer fácil decide. Eternidades después su padre arranca Lorena le contó que me escuchó hablando por
teléfono con Fernando, ya sabe que no es mi hija. Matilde recibe el
impacto. El dolor de su hermanita la impregna. Casi le falta el aire. Mira a su
padre, sentado sobre la cama, la cabeza refugiada entre las manos. Él también
le da lástima. Siente el impulso de acercarse. De tocarlo. En qué lío los metí a todos piensa. Instantes después su papá se
descubre. Lorena tiene miedo de que la
eche, cómo puede imaginarse que la voy a echar, pobrecita, qué culpa tiene. A Matilde la sorprende la ternura que se
esconde en la voz de su papá. ¿Ya
hablaste con ella? Él vuelve a esconderse. No me animo confiesa. La energía regresa a Matilde. Entonces hablaré yo, no puede dormir una
noche más creyendo que la vas a echar.
Sí,
Matilde tiene razón. Hay que tranquilizar a Lorena, ya. Va a decirle que sí,
que le hable, por favor, cuando recuerda a Bianchi. Dejá dice incorporándose me
corresponde a mí.
Escucho un ruido y es mi papi que no es
mi papi que abre la puerta yo cierro los ojos muy fuerte pero tengo miedo de
que igual me escuche el corazón.
Estaba dormida le informa su
padre y luego cierra la puerta. Matilde espera un rato y, en puntillas, se
acerca al cuarto de Lorena. Sí, es
cierto, duerme. Mañana será otro día piensa. Le duele todo el cuerpo. Como
si la hubieran apaleado. Ella también se acuesta.
Ahora Matilde entra a mi cuarto a lo
mejor ella también sabe y me viene a echar pero yo cierro los ojos me parece
que no me voy a despertar nunca más.
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