lunes, 27 de febrero de 2017

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18 Sábado

Marcelo se despierta a las siete. Intenta retomar el sueño pero a las siete y media desiste. Lo abruma el día por delante. Lo sofoca pensar en compartirlo con sus hijos. Ni pensar que el devenir de las horas pueda dejarlo a solas con Matilde. Es la que primero se levanta. Tendrá que evitarla. Va al baño, se afeita, se viste y baja. Cuando está por abrir la puerta, Ramona lo intercepta. Buenos días, señor, ¿le preparo el desayuno? No, gracias, regreso a media mañana informa y se apura en cerrar. No sea que la conversación haya despertado a Matilde.


Papi se levantó me quedé quietita por si me venía a saludar pero bajó voy ir  preguntarle a Sofía si ya está despierta.


Matilde escucha el ruido de la puerta de calle. Se asoma por la ventana y ve a su padre caminando por la vereda. Se despereza y, descalza, se dirige al cuarto de su madre. La caja la espera.


Agustina se despierta sobresaltada. Comprueba, aliviada, que no tiene el pantalón del piyama manchado. Tiene ganas de hacer pis pero le da miedo levantarse. Siente que la sangre le baja y se marea. Se sostiene de la pared. Junta coraje y va hasta el baño. Llega sin que ocurra ningún desborde. Suspira aliviada. Mati tenía razón, no pasa nada.


Matilde saca las agendas y va abriendo, al azar, páginas de distintos años. Comprueba, con sorpresa, que su madre visitaba a su abuela casi todos los días. También que veía a Patricia al menos una vez por semana y cenaban  en su casa muchos sábados. Patricia. Matilde tiene un vago recuerdo de ella. ¿Era la que le regaló la casa para las barbies? Qué raro, Patricia ni apareció en el velorio. Mira ahora las anotaciones, centrada en su nombre. Continúa con similar frecuencia hasta que su madre quedó embarazada de Lorena. Y luego nunca más. Evidentemente Lorena representó para su madre un antes y un después. También en su manera de ser madre. Mamá cambió admite. De alguna manera siente que su propia niñez terminó con el nacimiento de Lorena. De ahí en más su mamá la trató como si ella fuera grande. Me exigió como si fuera grande. Empezó a hacer las compras, a levantar la mesa, a lavar los platos, a ocuparse de sus hermanitas. Tenía ocho años piensa con rabia. A esa edad ella bañaba a Lorena y Lorena todavía precisa que la bañen. Recuerda a su hermanita ayer jugando en la bañera, pidiéndole que no se fuera. Yo también era una nena reconoce con rencor.


Marcelo camina por Libertador. Sumido en sus pensamientos no sabe cómo llegó hasta allí. No lo decidí, ocurrió. Sigue hasta Virrey Loreto y entra en Mos. A veces venía con Diana recuerda fastidiado. Ojalá existiera una lavandina que la extrajera de sus neuronas. Se sienta. Lo embriaga el aroma a café. Agarra un diario.


Ramona está abriendo el horno. Me despertó el olor dice Matilde. Llegaste justito, ¿té o café?  Matilde piensa que desde que murió su madre, más allá de que tenga que ocuparse de sus hermanos, hay alguien que siempre se ocupa de ella. Ramona le alcanza la taza humeante y pone sobre la mesa un plato con tres madalenas. Todavía están calientes, tené cuidado le avisa. Sin escuchar la advertencia Matilde muerde una. ¡Ay! exclama. Te avisé dice la mujer sonriendo. Ramo, sentate le pide ella. Ramona obedece. ¿Te puedo hacer una pregunta?¡Uy!, ya empezamosse ríe la mujer. ¿Vos te acordás de Patricia? ¿La amiga de tu mamá?, sí, claro. ¿La viste en el entierro? No, no estuvo. Qué raro, ¿no?, capaz vive en otro país. No, no hace mucho la vi por la calle. ¿La saludaste? La mujer la mira sorprendida ¿te parece que después de tantos años se iba a acordar de mí? ¿Vos sabés por qué se pelearon? Ramona se queda en silencio. Tal vez trata de hacer memoria. No, yo le pregunté a tu mamá porque la señora Patricia venía mucho, a veces a tomar el té y otras veces a cenar con el marido, tu mamá me pedía que les dejara la comida preparada. ¿Y qué te contestó? Que no se la nombrara nunca más porque se le partía el alma, se ve que la extrañaba, era su única amiga y justo le pasó cuando estaba embarazada de Lorena que pobrecita la señora Diana ya no estaba nada bien. Ramona se incorpora. Ahí escucho a las nenas, les voy a preparar la leche. Matilde resopla y regresa a la madalena. Ahora está tibia. Deliciosa. Mastica con fruición.


Lorena me vino a despertar porque es una pesada  y estábamos cambiando figus en la cama cuando subió el olor y la gorda dejó todo y bajo corriendo y yo claro la seguí porque además un poco de hambre tengo.


Marcelo abandona el diario y pide un segundo café. No se acordaba de que lo hicieran tan rico. Sábado. ¿Qué hizo el sábado pasado?, ¿Fernando vino a cenar?, ¿o eso fue el sábado anterior? Saca cuentas. No, el sábado anterior había sido el entierro. Increíble la densidad del tiempo. Imposible que solo hubieran pasado dos semanas desde la muerte de Diana. Le pesaban como un año, como una década. Como un siglo. Sábado. No cree pueda soportar quedarse en su casa. Algo tendrá que inventar.


Agustina entra a la cocina cuando Matilde está saliendo. ¿Todo bien? le pregunta su hermana, guiñándole un ojo. contesta ella, deseando no ponerse colorada. Se ubica en su lugar. ¿Y Fede? le pregunta Ramona. Todavía está durmiendo contesta ella. Las nenas bajan la escalera corriendo. ¿Qué me preparaste, Ramo? pregunta Lorena ¡madalenas! exclama cuando la mujer levanta la servilleta que las cubre. ¿Quién te dijo que son para vos? protesta Sofía. ¿Ahora también pelean por la comida? las reta Ramona. ¡Cha chegué! dice Fede que entró a la cocina sin hacer ruido, todo despeinado, el piyama con patas. ¡Buen día, patroncito! dice Ramona mientras lo alza, lo besa  y lo sienta en la sillita. Agustina piensa que solo hace dos semanas que se murió su mamá y que la vida se desliza obviándola. Ramona le tiende la taza a Lorena. Yo quiero Nesquik dice la nena. ¿Y qué te parece que te preparé?, ¿whisky? bromea la mujer. Hasta ella misma se siente bien esta mañana. Suerte que somos muchos piensa.


Matilde aprovecha que todos están desayunando y agarra los álbumes de fotos. Sube cargada y cierra con llave la puerta de su cuarto. Va dando vueltas las hojas hasta que aparece gente de la edad de sus padres. Alguna que otra reunión. Varias fotos con Fernando y la mujer, no recuerda cómo se llamaba. Varias con otra pareja. Las observa con atención: sí, esa era Patricia. Ahora que la ve la reconoce. Tampoco recuerda cómo se llamaba el marido. Las fotos desaparecen antes del nacimiento de Lorena. Matilde se acuesta de espaldas en la alfombra. ¿Qué está buscando?, ¿conocer a su mamá? Y a mí que me importa piensa con rabia. Suena su celular. Mensaje de Mariano: ¿Qué hacés hoy? El corazón se le agita.



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