viernes, 3 de febrero de 2017

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Marcelo abre la puerta. Ramo, ¡ya llegó papá! informa Sofía enfundada en un camisón largo. Él se pregunta si antes los chicos cenaban en piyama. Antes de que se muriera Diana precisa. No tiene registro. Federico viene corriendo a abrazarlo. Sofía no. Él lo alza, se acerca a la nena y le da un beso ¿Tus hermanas? le pregunta. Arriba, Ramo me dijo que le avisara ni bien llegaras, por eso yo me quedé abajo cuenta muy orgullosa. ¡Sofi!, llamá a las chicas indica Ramona desde la cocina. Parece que hoy te tiene de secretaria comenta él, sonriendo. La nena sube a los saltos. ¡Chicas, chicas! grita a todo pulmón.


Papá me dio un beso y me hizo bromas parece que funciona esto de portarme bien.


El olor del pastel de papas me revuelve la panza  con lo que me encanta capaz que me estoy por morir y si me muero para colmo me voy al infierno.


El reino del revés piensa Matilde. Sofía come con entusiasmo y Lorena se eterniza ante su puré de calabaza. ¿La mandará mañana al colegio? ¿Debería consultarlo con su padre? Todavía no pudo estar a solas con él. No entiende por qué le mintió. Lo mira. Está muy callado. La mitad del pastel de papas todavía en su plato. Eso que está riquísimo. Todo hace rico Ramona. Federico come tranquilo. Parece que aprendió del quilombo de anoche. Agustina lo trata como siempre. Esperemos que hoy lo acueste ella.


Marcelo no logra conectarse con sus hijos. Ni siquiera lo intenta Su cabeza a mil mientras cena. Deja los cubiertos y los mira. Uno por uno. ¿Serán todos suyos? Ya sabe que todos no, ¿pero el resto? Lo único que arrojaría certezas sería un estudio genético de toda la familia. ¿Para qué le serviría saberlo?, ¿eso lo absolvería de tener que hacerse cargo de ellos? ¿Por qué Diana lo engañó?, ¿y si tenía una doble vida por qué no abortó al saberse embarazada? Porque para ella no era un asunto  moral. En realidad sí quiso abortar a Lorena y él no lo permitió. Pero fue cuando supo que no era varón. ¿Puedo recoger? le pregunta Ramona. Él primero se sobresalta y luego asiente. ¿No le gustó? pregunta la mujer ante su plato inconcluso. No, no eso, no tengo apetito, muy rico, gracias. ¡Estás como yo, papi! exclama Lorena. A él se le estruja el alma.


¿Un café sí? pregunta Ramona ¿o un tecito? Un té, mejor, Ramona, gracias. ¿Me traerías uno a mí, porfi?  pide Matilde. Quizá si se quedan a solas su padre le comente algo. El silencio se hace incómodo. Cuando Ramona se retira luego de dejar las tazas ella no aguanta más y aunque se había propuesto esperar a que surgiera de su padre pregunta ¿retiraste los análisis? Él carraspea. Sí, hoy a la tarde. El adverbio de tiempo confirma que su padre sigue montado en la mentira. ¿Cómo dieron? Su padre decide que es imprescindible tomar el té porque solo luego de beber media taza informa es A, se habían equivocado. ¿Me los podés mostrar? Ahora él precisa vaciar la taza. Los dejé en la oficina. Matilde se levanta. Ya no lo quiere escuchar. ¿Cuánto puede creerle?


Marcelo ve con alivio que Matilde se aleja. No quise mentirle piensa. Pero no lo pudo evitar. La decisión se tomó sola. Asunto terminado. Además, ¿qué le importa a Matilde? Él es el único damnificado. Y Lorena, claro. Pero eso es harina de otro costal. Asunto terminado por ahora. Tiene mil cosas de las que ocuparse. Ya habló con el abogado. Tendrán que hacer sí o sí la sucesión por el tema del auto. No soporta verlo en el garaje.  Su presencia es prueba insoslayable de la ausencia de Diana. Diana. Todo tiene su beneficio secundario porque desde que se sabe traicionado la rabia lo protege contra la insoportable necesidad de tenerla. Se dirige al bar.


Matilde entra al cuarto de Lorena. ¿Cómo te sentís? le pregunta. La nena saca la mano de abajo del acolchado y la agita. Maso dice. Ella se inclina y le da un beso. La nena la abraza.



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