Marcelo abre la
puerta. Ramo, ¡ya llegó papá! informa
Sofía enfundada en un camisón largo. Él se pregunta si antes los chicos cenaban
en piyama. Antes de que se muriera Diana
precisa. No tiene registro. Federico viene corriendo a abrazarlo. Sofía no. Él
lo alza, se acerca a la nena y le da un beso ¿Tus hermanas? le pregunta. Arriba,
Ramo me dijo que le avisara ni bien llegaras, por eso yo me quedé abajo
cuenta muy orgullosa. ¡Sofi!, llamá a las
chicas indica Ramona desde la cocina. Parece
que hoy te tiene de secretaria comenta él, sonriendo. La nena sube a los
saltos. ¡Chicas, chicas! grita a todo
pulmón.
Papá me dio un beso y me hizo bromas parece que
funciona esto de portarme bien.
El olor del pastel de papas me revuelve la panza con lo que me encanta capaz que me estoy por
morir y si me muero para colmo me voy al infierno.
El reino del revés piensa Matilde. Sofía come con
entusiasmo y Lorena se eterniza ante su puré de calabaza. ¿La mandará mañana al
colegio? ¿Debería consultarlo con su padre? Todavía no pudo estar a solas con
él. No entiende por qué le mintió. Lo mira. Está muy callado. La mitad del
pastel de papas todavía en su plato. Eso que está riquísimo. Todo hace rico Ramona. Federico come
tranquilo. Parece que aprendió del
quilombo de anoche. Agustina lo trata como siempre. Esperemos que hoy lo acueste
ella.
Marcelo no logra
conectarse con sus hijos. Ni siquiera lo intenta Su cabeza a mil mientras cena.
Deja los cubiertos y los mira. Uno por uno. ¿Serán todos suyos? Ya sabe que
todos no, ¿pero el resto? Lo único que arrojaría certezas sería un estudio
genético de toda la familia. ¿Para qué le serviría saberlo?, ¿eso lo absolvería
de tener que hacerse cargo de ellos? ¿Por qué Diana lo engañó?, ¿y si tenía una
doble vida por qué no abortó al saberse embarazada? Porque para ella no era un
asunto moral. En realidad sí quiso
abortar a Lorena y él no lo permitió. Pero
fue cuando supo que no era varón. ¿Puedo recoger? le pregunta Ramona. Él
primero se sobresalta y luego asiente. ¿No
le gustó? pregunta la mujer ante su plato inconcluso. No, no eso, no tengo apetito, muy rico, gracias. ¡Estás como yo, papi! exclama
Lorena. A él se le estruja el alma.
¿Un café sí? pregunta Ramona ¿o un tecito? Un té, mejor, Ramona, gracias. ¿Me traerías uno a mí,
porfi? pide Matilde. Quizá si se
quedan a solas su padre le comente algo. El silencio se hace incómodo. Cuando
Ramona se retira luego de dejar las tazas ella no aguanta más y aunque se había
propuesto esperar a que surgiera de su padre pregunta ¿retiraste los análisis? Él carraspea. Sí, hoy a la tarde. El adverbio de tiempo confirma que su padre
sigue montado en la mentira. ¿Cómo
dieron? Su padre decide que es imprescindible tomar el té porque solo luego
de beber media taza informa es A, se
habían equivocado. ¿Me los podés mostrar? Ahora él precisa vaciar la taza. Los dejé en la oficina. Matilde se
levanta. Ya no lo quiere escuchar. ¿Cuánto puede creerle?
Marcelo ve con
alivio que Matilde se aleja. No quise
mentirle piensa. Pero no lo pudo evitar. La decisión se tomó sola. Asunto
terminado. Además, ¿qué le importa a
Matilde? Él es el único damnificado. Y Lorena, claro. Pero eso es harina de
otro costal. Asunto terminado por ahora. Tiene mil cosas de las que ocuparse.
Ya habló con el abogado. Tendrán que hacer sí o sí la sucesión por el tema del
auto. No soporta verlo en el garaje. Su
presencia es prueba insoslayable de la ausencia de Diana. Diana. Todo tiene su beneficio secundario porque desde que se sabe
traicionado la rabia lo protege contra la insoportable necesidad de tenerla. Se
dirige al bar.
Matilde entra al
cuarto de Lorena. ¿Cómo te sentís? le
pregunta. La nena saca la mano de abajo del acolchado y la agita. Maso dice. Ella se inclina y le da un
beso. La nena la abraza.
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