lunes, 13 de febrero de 2017

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16 Jueves

Marcelo entra a la cocina. Agustina está desayunando. Ramona le ofrece café. ¿Cómo estás? le pregunta a su hija. Bien contesta ella con la boca llena, traga y repregunta ¿y vos? Qué decirle. Durmió pésimo, se le parte la cabeza. Todo en orden miente. Desorden. Caos. El universo tiende al desorden. Entropía, cree recordar. Por cambiar de tema pregunta ¿cómo sigue Lorena? Mejor informa Agustina dijo Matilde que hoy vaya a la escuela. Él siente que mengua. Ya es un enano, ya un mosquito. Una cucaracha, mejor. ¿Qué pasa que no baja? inquiere. Se quedó a dormir en lo de Martina ¿no te avisó? No, no le avisó. No le consulta nada la mocosa. Voy a saludar a las nenas dice por salir de la insoportable sensación.


Abrí los ojos y estaba mi papi qué suerte ahora le voy a contar del doc.


Papá me vino a despertar y yo que tenía miedo de que se hubiera cansado de nosotros y de que no volviera más.


Marcelo detenido en un semáforo gira hacia atrás. Agustina le sonríe. Mágica sonrisa que le devuelve la paz. Repara recién en que la chiquilina está viajando sola atrás. ¿Por qué no te pasás? le propone. Su hija hace un gesto de sorpresa.


Su papá le dice que se siente adelante. Ella agita la cabeza. Porque ese sigue siendo el lugar de su mamá.


Matilde busca a Agustina en el recreo. Su hermana se ilumina al verla. Hay tanta entrega en su cara que a Matilde le da culpa. Siempre le da culpa Agustina.  ¿Querés que almorcemos en Mac? le propone. La sonrisa de su hermana es un arcoíris.


La maestra se dio cuenta de que falté y me pregunta y le cuento de la panza de Matilde y del doc y me toca la cabeza y todo.


Marcelo termina su clase satisfecho. Bálsamo para el alma tantas miradas jóvenes posadas sobre él. Pobres, me admiran piensa si supieran… No tiene ganas de volver al estudio ni de ver a su secretaria. Siempre me trae problemas. Va al bar de la esquina de la facultad. El bullicio ensordece. Es lo que buscaba, no quiere pensar. Pura juventud. Energía en el ambiente. Se sienta contra la ventana. Pide un café y un tostado. Está hojeando el diario cuando Feldman entra al bar. Calzas. Pollerita corta. Excelentes piernas. Lo ve y sonríe. Se acerca. Qué raro usted por acá. Su vista recorre las mesas. Quizá porque no encuentra a nadie conocido pregunta ¿me puedo sentar? Él se sorprende hasta las vísceras pero pliega el diario y dice por supuesto. Ella se saca el morral, deja libros y cuadernos sobre la mesa. No me gusta comer sola se justifica mientras se sienta.

Le pedí a la seño que me deje sentar con Lore porque estuvo enferma y se rió pero me dijo que sí.


Matilde se acerca con la bandeja a la mesa que Agustina está reservando. Estaba antojada con Mac se justifica mientras se sienta. En casa te devuelvo la plata, no sabía por eso no traje se disculpa su hermana. No, yo invito dice ella y Agustina la mira sorprendida. ¿Por qué? Como no tiene respuesta dice porque sí. Mientras comen hamburguesas y papas fritas hablan del colegio. Mañana tengo prueba de geografía informa Agustina. Después te pasó la que me tocó a mí, siempre toma lo mismo ofrece ella. Charlan luego de Federico. Ella insiste con que su hermana lo malcría. Se hace un repentino silencio. Agustina lo rompe Mati ¿por qué siempre estás enojada con papá? A ella se le va el buen humor. A vos qué te importa dice mientras recoge los restos y se incorpora.


Antes de que Feldman termine de acomodarse se aproxima un muchacho a la mesa. Hola, Flor, te estaba buscando dice hay que inscribirse antes de la dos.  La chica mira el reloj. Estamos jugados dice mientras se levanta y luego agrega perdón, profe y se va. Marcelo queda desconcertado. No sabe si lamentarlo o alegrarse. Le da otro par de mordiscos al tostado y llama al mozo.


Matilde, en el colectivo, trata de retomar el diálogo pero su hermana le contesta con monosílabos. Tiene razón, me saqué piensa ella pero no le dice nada y se concentra en su celular. En cuanto llegan Matilde se mete en su cuarto. Se tira en la cama. Pero no logra relajarse. Rebotan en su cabeza Lorena, su papá, su mamá. ¿Qué hará su padre?, ¿aceptar tan tranquilo una hija que no es suya?, ¿le interesará al menos saber con quién fue engañado? Trata de acordarse de su mamá en esa época. Ella tenía ocho años. Recuerda cuando fueron a conocer a Lorena al sanatorio. También cuando la trajeron. Entró a la casa en brazos de su padre y se la dio a ella. Le llega pegajosa la tristeza de su mamá. Depresión dijo Ramona y ella buscó en Internet. Depresión puerperal. Justo con Lorena. Cuando nació Federico también se puso mal pero recién había muerto la abuela. ¿Quién era mi mamá? piensa Matilde. Pasaba de la risa al grito como un gato de una rama a otra. Siente la necesidad de verla. Al menos en fotos. Se levanta y baja. Busca en el living los álbumes. Los saca y los lleva a su cuarto. Suerte que todavía no llegaron las nenas.

Marcelo regresa al estudio tratando de organizar su día. Ni bien llega le pide a la secretaria un café y se recluye en su escritorio. Analiza su agenda rebozante. Soy un hombre muy ocupado enuncia con infantil orgullo. Qué sentido darle vueltas a lo que no tiene solución. Es un viudo con cinco hijos a cargo. Ya está. Es así. Abre el bibliorato de Cercosur.  Vuelvo a ser yo se reconoce, aliviado.



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