miércoles, 8 de febrero de 2017

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Me comería una parrillada, ¿te prendés? propone Fernando. Por supuesto acepta Marcelo ¿con papas fritas?. Si pecamos, pecamos completo dice su amigo. La charla transcurre plácidamente por la inflación, el levantamiento del cepo y Milagro Salas mientras las fuentes van bajando. Marcelo piensa que nunca se sintió tan bien desde que murió Diana. Se atora con un trozo de molleja. Su amigo le ofrece un vaso con agua. ¿Cómo estás? le pregunta y Marcelo sabe que no se refiere a sus vías aéreas. Mal contesta. ¿La extrañás mucho? No es solo eso, estoy abrumado, ¿sabés lo que es convertirse de buenas a primera en el único responsable de cinco chicos?  Se da cuenta de que no ha sido una buena pregunta. No, su amigo no lo sabe ni lo sabrá. Siente el fuerte impulso de sincerarse. Necesita compartir el peso del engaño. Pero, por otro lado, no soportaría que la imagen de Diana que conserva su amigo se modificara. Si él no habla sigue existiendo la mujer que tanto amó. Mejor hablemos de otra cosa, necesito distenderme dice y opta, ahora, por la copa de vino.


Agustina lo está ayudando a comer a Federico cuando entra Matilde. Va a venir el Doc informa mientras se sienta. Mejor comenta Ramona tendiéndole el plato. Agustina piensa que, pese a todo, es una suerte que su hermana se ocupe. A ella también le preocupa Lorena pero qué puede hacer. Sofía bufa mientras desmenuza los zapallitos rellenos. No me gustan protesta. Tenés que comer un poco de verdura dice Ramona. Pero no quiero. Probalos al menos, les puse salsa blanca trata de convencerla la mujer. Me duele la panza. ¡¡Comé de una vez y déjate de joder!! grita intempestivamente Matilde. Agustina ve como la cara de su hermanita se transforma en un instante. Agarra el tenedor y entierra la vista en el plato. Agustina quisiera recordarle a Matilde que su mamá odiaba las malas palabras pero no se anima. Los cuatro siguen comiendo en el más rotundo silencio hasta que suena el timbre Es Bianchi dice su hermana levantándose. Agustina aparta el plato. A ella también se le fue el hambre.


Marcelo abre la puerta del estudio. Al menos me distraje un rato piensa. Justo está sonando el teléfono.  De nuevo el doctor Silvetti le informa su secretaria tapando el tubo con la mano. Él cierra los ojos un instante para espantar la imagen del Mercedes de Diana. ¿Qué le digo? insiste la mujer. La pesadilla no cesa. Pasámelo dice, vencido, él.


Matilde se alisa el jumper antes de abrir la puerta. Vine rapidito, ¿viste? dice Bianchi mientras se inclina a darle un beso. Gracias, Doc dice ella Lorena está arriba. El médico le pone la mano en el hombro y se dirigen hacia la escalera. Antes de subir ella, instintivamente gira. Los cuatro ex comensales los observan desde la entrada de la cocina. Contame que pasó le pide Bianchi. Ella resume la situación durante los escasos minutos que les toman los escalones. ¿Se puede? pregunta Bianchi mientras empuja la puerta entreabierta. Lorena está sentada en la cama, los ojos abiertos de par en par. ¿Me podrías dejar a solas con esta señorita? propone Bianchi. A ella le da rabia pero obedece. Va hasta su cuarto. No quiere que sus hermanas vean que fue excluida.


El Doc me aprieta la panza y me pregunta si me duele y también me pregunta si estoy triste y si la extraño a mi mamá yo no me había dado cuenta pero le digo que sí y también me pregunta si empecé a sentirme mal después de que me sacaron sangre y yo le digo que no porque me acuerdo de los churros pero después pienso más y digo puede ser entonces me pregunta si me preocupó que me sacaran sangre y le digo que no me dolió y me acuerdo de que Mati y Agus se pelearon por eso pero  no le digo nada y me cuenta que me hicieron análisis solo para ver cómo estaba que cada tanto se hacen aunque me parece que no es cierto porque las chicas me dijeron que a ella nunca les tocó y me insiste con si estoy preocupada mientras me acaricia la cabeza pero del infierno ni al Doc le puedo contar.


Matilde lleva a Bianchi hasta el living. Tu hermanita no tiene nada serio le dice me parece que solo es emocional, ¿tenés los análisis a mano?, le indiqué también un hepatograma. Él también la pone molesta. Ella nunca habló con el doctor al respecto. Mi papá los tiene en la oficina, capaz que me los puede mandar por fax comenta. Buena idea, veo que sos muy operativa. Sofía espía desde la puerta. A Matilde le fastidia pero Bianchi dice me parece que aquí hay otra señorita que me quiere saludar. La nena viene corriendo y le da un beso. Él le señala el sillón. Vení así me entretenés mientras  tu hermana resuelve algunas cosas, ¿me parece a mí o estás un poco más gordita? ¡Es que ahora como! le cuenta la nena. Si, ¡montones de zapallitos! dice Matilde mientras sale. ¡Yo cuando era chico odiaba los zapallitos! A ella le llegan las carcajadas de los dos mientras sube la escalera a los saltos.


Sofi se está riendo con el Doc y eso no vale porque él me vino a visitar a mí mejor bajo total el Doc me dijo que no estoy grave para nada.


Contador, teléfono comunica su secretaria. ¿Quién es ahora? pregunta Marcelo de mala manera. Su hija Matilde. Él se alarma. Matilde se maneja siempre por WhatsApp. Atiende. Hola, papá, Bianchi está en casa y necesita los análisis de Lorena, te llamé por este teléfono para que me los mandes por fax. ¿Qué hace Bianchi en casa? Después te explico, Lorena está bien, pero ahora estoy apurada. El cerebro de él trabajando a mil por hora. Enviar los estudios es poner en evidencia ante su hija que le mintió. No puede mandarlos. No los tengo aquí se excusa decile que después se los acerco al consultorio. Silencio, insoportable silencio. Papá, mándame los estudios de una vez, no soy tonta, ya me di cuenta de que la Lorena es B. Marcelo siente que se marea. En su vida pasó mayor vergüenza. Sin poder evitarlo, corta. Intenta regularizar la respiración. Cuando lo logra abre el cajón y busca el sobre. Sale de su oficina y se lo tiende a la secretaria. Por favor, mandaselos a Matilde por Fax, me voy a tomar un café informa regreso en un rato. Mientras espera el ascensor se pregunta si habrá alguna posibilidad de no tener que regresar esta noche a su casa. Ni esta noche ni nunca más.



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