lunes, 6 de febrero de 2017

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15 Miércoles

Antes de vestirse, Matilde va al cuarto de Lorena. Encuentra también a Sofía, hecha un ovillo a los pies de la cama.  Lorena tiene los ojos abiertos. Matilde se acuclilla a su lado. ¿Cómo te sentís? pregunta tocándole la frente. Mal, me siguen las ganas de gomitar pero no gomito. En cualquier otro momento ella la hubiera corregido pero ahora su cabeza gira a mil por hora. Así no la puede mandar al colegio. Tratá de dormir, ahora le digo a Ramo que te venga a ver, cuando yo vuelva de la escuela llamamos al Doc. Sofía se sienta de un salto. ¡Yo tampoco voy! exclama. No sabía que el dolor de panza era contagioso. Sofía se para. No me gusta ir al colegio sin Lorena. Dejate de pavadas, si siempre están como perro y gato dice Matilde mientras gira para mirarla. Su hermana está muy seria, parece a punto de llorar. Sin Lorena no puedo, Mati, porfi. A ella le gustaría pedirle clemencia a alguien que la dispensara de tener que seguir accionando cuando lo único que quiere es abrazarse a sus hermanas y dormir y dormir. Sofía, ahora, se mete entre las sábanas al lado de Lorena. Matilde se sienta en la cama y las mira. Se ven tan desvalidas. Está bien, quedate concede. La nena se le cuelga del cuello. Gracias, Mati, sos lo más. Casi no pesa. Parece un pajarito.


Marcelo, camino al baño, se cruza con Matilde saliendo del cuarto de Lorena. Hoy las nenas no van al colegio informa. ¿Por qué? pregunta. Lorena se siente mal y Sofi no quiere ir sola. No es una consulta, es una decisión. Quince años tiene la mocosa piensa demasiadas alas.


Ramo, cuando puedas subí a ver a Lorena, no se siente bien; hoy ninguna de las dos irá al colegio indica Matilde y a Agustina le da rabia. Su mamá no la hubiera dejado faltar a Sofía. Quizá ni a Lorena. Odiabas que faltáramos; aquí no se crían flojos nos decías. Pero a Matilde no le importa lo que pensara su mamá. Ella hace lo que se le canta. Matilde le da rabia. Le da rabia pero la envidia. Siempre está segura de todo. Mamá también era así asocia ella de repente. En eso se parecen. En eso solo. Te extraño tanto, mami.


Ramo vino y ahora me trajo un té y le dijo a Fede que no me moleste y Sofi fue a buscar las figus y me dijo que me va a dar la que me falta para completar la hoja y me siento un poco mejor pero igual me duele qué raro ni Agustina ni papi me dijeron chau.


Le di la figu a Lore y un bombón que tenía guardado porque tanto no me gustan y no lo quiso y eso es grave y tengo miedo de que le pase algo porque no me había dado cuenta de que es la única de la familia que es casi como si fuera yo.


Ramo, ¿cómo sigue la gorda? averigua Matilde en el segundo recreo. Ahora está durmiendo, no quiso comer nada pero al menos se tomó el té informa la mujer mientras no sea el apéndice… Rocío al otro lado del patio le hace señas con la mano pero ella cabecea. Ya no le gusta lo de Lorena. Su mamá sabía qué darles y cuándo consultar. Pero yo no. ¿Y si por su culpa le pasa algo a su hermanita? ¿Lo llamo a papá? se plantea. Él sabe menos que ella. Tendría que llamarlo a Bianchi. Pero no le gusta llamar. A veces su mamá le pedía y ella no tenía más remedio. Cuando atendía la secretaria le pasaba pero igual le daba vergüenza. Vergüenza y rabia. Yo no era la mamá. El timbre la sobresalta. Va hacia el aula.


Contador, llama el Doctor Silvetti le informa su secretaria desde la puerta. Marcelo se reclina en el respaldo de su sillón y se echa el cabello hacia atrás con ambas manos. No está de ánimo para encarar la sucesión. Decile que estoy en una reunión indica. Vuelve al balance pero es inútil. No puede concentrarse. Diana me engañó se repite una y otra vez como si todavía necesitara convencerse. ¿Cuándo?, ¿cómo?, ¿con quién? Tiene el cerebro embotado. Voy a intentar pensar se propone pero fracasa en el intento una y otra vez. Hace unos días tenía cierto registro del embarazo y del parto de Lorena. Ya no. Se le confunden todos. Se le superponen imágenes de distintas épocas. La luna de miel, el noviazgo, vacaciones, alguna pelea, la depresión de Diana, Diana haciéndole el amor. Perdí el norte piensa. La secretaria vuelve a aparecer, entra y entorna la puerta. ¿Qué pasa ahora? le pregunta él con injustificado fastidio. El señor Fernando. ¿Por teléfono?  La puerta se abre. No, estoy acá, no tendrás más remedio que atenderme dice su amigo con su más amplia sonrisa.



A Matilde le sudan las manos, la llave se le traba. Dejame, abro yo dice Agustina. Matilde tira la mochila y sube la escalera a toda velocidad. Encuentra a Lorena en la cama, dormitando. ¡Está la comida! informa Ramona desde abajo. Matilde sale, cierra la puerta y grita ¡ahora no puedo!  Va a su cuarto, se sienta en el piso, inspira hondo y saca el celular del bolsillo del blazer. El doctor no está le informa la secretaria llamalo al celular, ¿tenés el número? Ella lo agenda. El corazón le late fuerte.  Más todavía cuando reconoce la voz de Bianchi. Soy Matilde, Matilde Monte de Oca, mi hermanita Lorena no se siente bien desde hace días hace una pausa para tragar saliva, si no corta rápido se va a poner a llorar y yo, Doc, tengo miedo y no sé qué hacer. Las lágrimas no la obedecen y corren por sus mejillas. Tranquilizate, chiquita, en tres cuartos de hora estoy por allá.

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