lunes, 30 de enero de 2017

32

14 Martes

Marcelo se mira en el espejo mientras se afeita. Durmió de un tirón. Bendito whisky. Pero ahora le duele la cabeza. Toma la última aspirina. Le tengo que avisar a Diana piensa durante la milésima de un segundo. Chasquea con fastidio. Se enjuaga y se seca. Baja. En la cocina las chicas desayunan. Ramona le alcanza una taza. Ramo, no vengo a almorzar informa Matilde. ¿Los trámites con tu papá? pregunta la mujer. No, me voy a lo de Rocío. Marcelo recorre la mesa con la vista. No se había dado cuenta de que estaba Federico. Imagen repetida desde que Diana se murió. Pero ya no es como siempre. Se atora con el café.


En el recreo largo Matilde se aparta de su grupo. Busca el celular y presiona el número del laboratorio. Buenos días dice quisiera averiguar si ya están listos unos análisis. La van pasando por distintos internos hasta que una mujer le informa esos estudios ya fueron entregados. Papá fue en cuanto nos dejó piensa ella pronto me avisará. ¿Cuándo fueron retirados? pregunta. Ayer es la respuesta. Matilde siente que se le corta la respiración. Gracias alcanza a decir.


No me pasan los fideos tengo un nudo en la panza le voy a decir a la seño que me quiero ir a casa.


Agustina atiende el teléfono. Es del colegio, Lorena no se siente bien. Ramona se acerca y habla con la secretaria. No podemos ir ni vos ni yo le cuenta hay que avisarle a tu papá. Yo me ocupo dice Agustina, porque si Matilde no está, le corresponde a ella.


A Marcelo le sorprende recibir llamada de Agustina. ¿Qué pasó? pregunta, alarmado. Diez minutos después sale hacia la escuela. Si hay alguien a quien hoy no tiene ganas de ver es a Lorena.


Me dijo la seño que ya llamó y que me viene a buscar mi papi qué suerte espero no gomitarle el auto.


Marcelo abre la puerta de atrás y ayuda a Lorena con el cinturón de seguridad. Maneja en silencio pero cada tanto la mira por el espejo retrovisor. No es mi hija se dice. No es mi hija y por ella tuve que interrumpir una reunión. La nena, por suerte, viaja calladita. Estaciona frente a su casa. Bajá le indica. Lorena forcejea pero logra liberarse. Toca el timbre. Marcelo espera que abran, saluda con la mano a Agustina y parte. Si se apura quizá todavía los encuentre reunidos.


Agustina abre y se encuentra con su hermanita. Su padre la saluda desde el auto. Ella también levanta la mano. ¿Qué te pasa, Lore? dice agarrándole la mochila. Tengo ganas de gomitar. Ramona se acerca y le toca la frente. Fiebre no tiene determina ¿vomitaste? La nena niega con la cabeza. ¿Querés jugar al ludo? le pregunta ella. ¡Dale! Entonces no estás tan enferma, anda a buscarlo a mi cuarto pero no lo despiertes a Fede. Entonces recuerda que el nene ya no duerme en su cuarto. Su hermana corre por la escalera. Está pasando algo con esta chica comenta Ramona. ¿Qué querés decir? Nada cabecea la mujer. Ramona tiene razón: está pasando algo de lo cual ella no está comunicada. Juraría que Matilde le oculta algo. ¡Vamos, Agus! la voz de Lorena la despega de sus pensamientos yo juego con el azul. Ella gira y ve a su hermanita disponiendo el tablero sobre la mesa de la cocina. Igual me duele la panza se justifica no es de mentira. Agustina la observa. Tiene rara la cara.



viernes, 27 de enero de 2017

31

Matilde escucha el auto. Su estómago zozobra. Minutos después, pasos en la escalera. Seguramente viene a avisarme piensa. Pero los pasos avanzan frente a su puerta sin detenerse. No le voy a preguntar nada se jura.


Agustina está fastidiada. ¡Fede!, ¡basta de tirar la comida al piso! El nene le sonríe y le tira un beso con la mano. Lorena se ríe. ¡Estoy enojada, Federico! Es un malcriado aporta Matilde y la culpa es tuya. acota Sofía mamá lo tenía cortito. Ya que todas saben cómo tratarlo se los regalo dice ella levantándose bruscamente. ¡¡Agustina!! exclama su padre. Ella lo desoye y sube. Está harta. ¿Por qué me metiste en este lío, mamá? Con la fuerza que le da la furia traslada la cuna de su cuarto al del nene. Que se ocupe Matilde, que tanto critica. Se lava los dientes, se pone el camisón y dando un portazo se recluye en su cuarto.


No me gusta que Agus grite mamá sí que siempre gritaba pero mamá no está más pobrecita mi mamá.


Papá me mira y me mira capaz porque casi no como que todavía me duele la panza eso que Ramo me hizo arroz.


Agustina está histérica piensa Matilde. Lo único que le falta es tener que acostarlo a Federico. Suerte que Rocío le dijo que sí. Al menos mañana zafará.


¿Y Agustina? pregunta Ramona cuando trae el queso y dulce. Marcelo no sabe qué contestar. Se enojó informa Matilde rompiendo el silencio provocado por la intempestiva partida y me encajó a Fede. No te preocupes dice la mujer yo me ocupo. Todos comen el postre callados. Ramona recoge los platos, regresa, deja un café frente a él y alza al nene. Las nenas suben tras ella. Quedan en la mesa Matilde y él, a quien urge levantarse pero no puede porque  el café está hirviendo, imposible apurarlo de un trago. Matilde le clava la mirada pero él no se da por aludido. Todavía no resolvió que decirle. ¿Cómo dio el análisis? pregunta la chica, al fin. La mente de Marcelo trabajando a mil por hora. El resultado estará recién mañana. Él es el que todavía no está en condiciones. Precisa una tregua. Podrías haberme avisado dice Matilde mientras se levanta. Su servilleta cae al piso.


Agustina llora sobre la cama. Que Matilde se arregle. Pero pronto escucha la voz de Ramona. Ni siquiera para Federico es imprescindible.


Marcelo se encuentra solo en esa mesa hace minutos exultante de vida. Le mentí a mi hija piensa. Y él que está acostumbrado por su profesión a mentirle al fisco se pregunta cuántas veces mintió a sus afectos.  Solía recurrir a compromisos inexistentes cuando su madre insistía para verlo por tercera vez en una semana. También a Fernando. Mentiras livianas, intrascendentes. ¿A Diana le mentí? Se queda pensando unos segundos. No recuerda ninguna. Es que ella se hubiera dado cuenta. Esboza una sonrisa involuntaria. Tenía un nivel de percepción más allá de lo normal. Al menos con respecto a él. Bruja, mi bruja. La sonrisa se le deshace. Diana me engañó precisa decirse. ¿Cuándo?, ¿cómo?, ¿con quién? Jamás sospechó nada. Ella parecía vivir para él. No para los chicos, para mí. Entonces, ¿por qué? Ramona aparece en el comedor. ¿Le sirvo otro café? propone. Él está por aceptar cuando recapacita. Es imprescindible que duerma. Rechaza el ofrecimiento y se dirige al bar. Mejor un whisky.


Matilde da vueltas en la cama. Está furiosa. ¿Qué pensará su papá?, ¿que ella no tiene sentimientos? Si mamá lo engañó, se lo merece.

Me siento muy mal me parece que voy a gomitar.

miércoles, 25 de enero de 2017

30

Salgo a almorzar informa Marcelo a su secretaria. Camino a la cochera opta por un taxi. Se desploma sobre el asiento. Por primera vez en años siente la perentoria necesidad de fumar. Diez minutos después no tiene más remedio que descender. Su corazón es una bomba. Al subir las escaleras recuerda a Lorena con su vestido de princesa. Se aproxima al mostrador y extrae el talón de su bolsillo. Instantes después se encuentra con un sobre en la mano.


¿Te arrepentiste? exclama Ramona al verla ¿o te llegó el olor de las albóndigas? Matilde levanta la tapa de la cacerola. Sí, este olor atraviesa las paredes. Cuando regresa de lavarse las manos, encuentra a Agustina con Federico en brazos. Hola, Ati dice el nene y a ella se le diluye la estúpida bronca que le da verlos siempre juntos. Ramona sirve y se sienta con los tres.  Matilde echa un vistazo al reloj de pared. ¿Ya habrá ido?


Ni la pizza me pasa y eso que es lo más rico de la escuela le voy a preguntar a la seño si puedo sentarme con Sofi porque me duele la panza.


Marcelo camina con el sobre en la mano. ¿Hacia dónde? Descubre un bar en la esquina. Se sienta y pide un café. Recién cuando se lo traen, rasga el papel. Saltea los resultados de rutina hasta que se topa con el grupo sanguíneo. B. Qué suerte que no está Matilde es su primer pensamiento. Porque nadie debe enterarse. Nadie va a enterarse. Lorena menos que nadie. Pobrecita piensa. Pero después se retracta. Acá el único damnificado soy yo. Y le sube por las vísceras un irracional odio hacia Matilde. Ella es la culpable de todo. Siento odio por mi hija reconoce y se asusta. Porque ella sí que es mi hija. ¿Cómo Diana fue capaz de engañarlo? Y no se refiere a la simple infidelidad. Vaya y pase con eso. No habrá sido ni la primera ni la última. Lo realmente grave es que le enjaretó una hija ajena. ¿Solo Lorena?  Ya no sabe en qué creer. Dobla el papel y lo mete en el bolsillo. Apura de un trago el café ya frío y llama al mozo. Cuando busca monedas para dejar sobre la mesa se topa con el papel. Lo aprieta con bronca y se levanta.


Matilde, tirada en la cama, controla el celular por enésima vez. No quiere ser ella la que pregunte, lo menos que merece es ser avisada. ¡Está la leche! le comunica Sofía desde abajo. Matilde pone el teléfono en el bolsillo y baja. Entra en la cocina y se sienta. Ramona le alcanza a Lorena una taza de Nesquik que la nena rechaza. ¿Qué te pasa? pregunta la mujer. Me duele la panza explica Lorena. Habrás comido como una bestia dice ella, fastidiada. No intercede Sofía yo la vi, no almorzó. Dámelo a mí, Ramo pide ella mientras unta una tostada. Va a preguntarle a las nenas cómo les fue cuando descubre que no le importa. No le importa nada. Ni la panza de Lorena, ni las cuentas de Sofía, ni las monadas de Federico, ni las sonrisas bobas de Agustina. Nada de nada. No los aguanto más. En cuanto suba llamará a Rocío. Quizá mañana pueda ir a su casa. Y quedarse a dormir y no volver jamás. Quizá papá descubra que existo. Vuelve a controlar el celular. No quiero más dice apartando la taza y sale.

Marcelo no se decide a bajar del auto. Por suerte tuvo una tarde ocupada. Pero en el trayecto de regreso la realidad se le impuso, aplastándolo. Hace quince días era un hombre feliz, enamorado de su esposa, con un excelente trabajo y cinco hijos sanos. Primero le robaron la mujer. Después el buen recuerdo de su mujer. ¿Para qué le sirve enterarse del engaño cuando ya no hay nada que pueda hacer al respecto? No le queda ni el consuelo de llorarla en paz. Agarra, al fin, el portafolio y abre la puerta del coche.

¡Papá! grita Fede en cuanto lo ve, corriendo a abrazarlo. Él lo alza.

lunes, 23 de enero de 2017

29

13 Lunes

Agustina está desayunando cuando aparece Matilde y anuncia Ramo, hoy no vengo a almorzar. ¿Por qué? pregunta la mujer lo que ella no se anima. Tengo que hacer unos trámites con mi papá. Agustina quisiera seguir preguntando pero sabe que no debe. Su padre entra a la cocina. ¿Le sirvo el café? ofrece Ramona. Él controla la hora. No, gracias, ya es tarde, apúrense chicas, las espero en el auto. Ella termina el café con leche de un trago, agarra otra tostada y se levanta. Voy con vos, papá, esperame dice. Sin embargo él no ralenta el paso. Desde la puerta del garaje lo ve subirse al coche. A lo mejor no me escuchó.


Papá no vino a despertarme y Matilde pasó por mi cuarto y ni me saludó seguro que están enojados algo hice pero no sé qué.


Marcelo enciende el motor del auto. Hace frío. Está arrepentido de haberle pedido a Matilde que lo acompañara. Fue una estupidez. Todavía está a tiempo. Le va a decir que le surgió un compromiso, que él irá más tarde.  Le va a avisar por el celular, no quiere verle la cara. Porque él no precisa testigos. Es asunto suyo. Ni siquiera tiene la obligación de informarla. Además, seguro que hubo un error. ¿Cómo dudar de Diana?


Papá no vino a despertarme a lo mejor porque Lorena ya no se pasa a mi cama seguro que a ella sí que la despertó.


Su padre maneja en silencio. Nunca habla cuando maneja piensa Matilde. En realidad, casi nunca habla con ellas. No parece nervioso. Lo más probable es que se hubieran equivocado en el sanatorio, nacen demasiados bebés. ¿Adónde la llevará a almorzar?, ¿irán antes o después? Mejor después, así ya estamos tranquis. Ojalá que Agustina no le pregunte nada.  No me gusta mentirle. Tiene biología en la primera hora. Por suerte cambiaron de tema. Ya estoy harta de Mendel.


Lleva horas pensando sin decidirse y el balance de la inmobiliaria, en consecuencia, no prospera. Toma el celular. Surgió un inconveniente, iré yo a buscar el resultado cuando termine. Pone enviar. Ya está más tranquilo.


Matilde lee el mensaje. Como si le hubieran pegado en la nuca. Cierra los ojos. La insoportable sensación de no ser. No existo para mi papá. Un pesar infinito que, sin embargo, convive con la bronca. Un tirón en la manga. Matu, ¿estás bien? le pregunta su compañera de banco. Para los demás sí que  existo estipula ella.


Agustina camina hacia la parada del colectivo cuando siente un tirón en la mochila. La agarra con todas sus fuerzas con el corazón a mil. Gira. Es Matilde. ¿Qué hacés acá? le pregunta sorprendida. Se canceló el trámite explica a gatas su hermana. Ella experimenta un súbito ascenso de su decaído humor. Se reacomoda la mochila. Corré indica Matilde ahí viene el bondi.



viernes, 20 de enero de 2017

28

Marcelo se encuentra a las tres y media de la tarde en la vereda con sus cinco hijos. Más por sí mismo que por ellos propone ¿vamos al cine? Gritos, saltos. Quiero ver Minion, me contó Romi que es redivertida dice Sofía. Consenso general. Excitados, empujándose se meten en el auto.


Agustina está angustiada. No quiere ir al cine. Yo sí que me acuerdo de vos, mamá.


Bajo la luz de la pantalla Marcelo recorre, a derecha e izquierda, la fila con la vista. Los perfiles de sus hijos se delinean a diferente altura. Cuando llega al de Matilde, ella gira la cabeza y las miradas se cruzan por unos instantes. Esta chica tiene el radar siempre encendido evalúa. Sí, nunca se relaja.


Papá nos llevó al cine porque yo dije le voy contar a Romi.


En cuanto llegan, Marcelo se recluye en su cuarto. La imperiosa necesidad de estar solo. Sobredosis  de niños evalúa. Buscando sus pantuflas abre ¿por error? la parte del placar que corresponde a Diana. El perfume lo obliga a cerrar los ojos. Le diré a Ramona que se ocupe de vaciarlo. Va a cerrarlo cuando, sin poder evitarlo, entierra la cabeza entre blusas y vestidos. Inspira con fruición.


¿Por qué le sacaron sangre a Lorena? pregunta Agustina. El corazón de Matilde se agita. Bianchi dijo contesta segundos después de lo que correspondía. Sí, ¿pero por qué? ¡Yo que sé! ¡Sí que sabés, te conozco bien! Si te interesa tanto preguntale a papá. Agustina se queda mirándola, parece triste.  ¡Ahora andate, estaba estudiando! le ordena ella. Cuando su hermana, cabizbaja, cierra la puerta, Matilde se tira sobre la cama. Agus siempre se las arregla para hacerme sentir culpable piensa.


Me parece que las chicas se están peleando por mí algo raro está pasando capaz que ya se dieron cuenta.


Matilde golpea la puerta de su padre. ¿Qué? contesta él sin abrir. ¿Te parece que prepare unos sándwiches?, hoy comimos mucho. Lo dejo a tu criterio es la respuesta. A ella le da rabia. Demasiadas cosas a su criterio.


Agustina sabe que su mamá se hubiera enojado.  Nunca quería que comieran sándwiches. Ni cuando Matilde estaba cansada y no tenía ganas de cocinar.


Las dos chiquilinas van armando los sándwiches bajo pedido. Vos preparate el tuyo le ordena Matilde. Marcelo obedece. Minutos después: ¿te podés encargar de servir la bebida? Me fastidia el tono de esta chica piensa, sin embargo sigue acatando. Está agotado pero no quiere que esa cena termine nunca. No quiere enfrentar la cama vacía. No quiere enfrentar el sobre que mañana le tocará abrir.


Matilde da infinitas vueltas en la cama. Mañana estarán los resultados piensa. Aprieta fuerte los párpados.

A las dos de la mañana Marcelo se da por vencido y enciende la luz. Probará con el Tetris.



miércoles, 18 de enero de 2017

27

Agustina intenta concentrarse en la Paz de Nicias pero no lo consigue. Federico grita a sus pies mientras juega con sus camiones. Ya no lo aguanta. Se lo lleva a Matilde que despotrica pero lo agarra. Vuelve a su cuarto, cierra la puerta  y sigue leyendo. Inútilmente. Tengo la cabeza llena de mamá piensa. Pero luego se corrige mamá siempre me llenó la cabeza. Tiene rabia. Y le da culpa tener rabia.


Marcelo entra a la cocina pero no encuentra a nadie, tampoco la nota. Mientras sube grita ¿aquí no hay nadie que quiera desayunar?, voy a tener que comerme todas las medialunas. Como por arte de magia las puertas se van abriendo. ¡Yo!, ¡yo también!, ¡papi, esperame! Un rato después la cocina es un jolgorio. Parecen pajaritos piensa. Y también piensa que no comprende por qué Diana prefería El Torreón.


Me comí tres medialunas que me trajo papá qué raro nunca en mi vida me comí tres medialunas que ni sabía que me entraban.


Agustina piensa que su mamá siempre le contaba que las medialunas de El Torreón eran riquísimas. Pero nunca nos trajo.


Me llené con una medialuna qué raro.


Mientras mastica las medialunas la rabia de Matilde se va diluyendo. Su papá le dijo que estaba muy rico el café.


Marcelo está mirando un partido en la televisión del living. Este Messi es increíble, acaba de meter el segundo gol. Cuando no juega para nosotros piensa. Lo sobresalta el papá de Matilde. La mira. Tiene un paquete de fideos en cada mano. ¿Cuál preferís? Él mira instintivamente la hora. Ya la una y media. ¿Te vas a poner a cocinar a esta hora? Desayunamos tarde replica ella. ¿Tenés ganas? Matilde se encoge de hombros. No me queda otra contesta. Él baja el volumen mientras valora la situación. ¿Qué te parece si almorzamos afuera? Nunca comemos afuera dice su hija arqueando las cejas. Él se incorpora. Siempre hay una primera vez.




Me voy a poner de nuevo el jean porque papá nos va a llevar a almorzar tengo la panza llena de medialunas pero igual voy a comer algo.


Agustina está luchando con Federico que no se queda quieto. Cuándo dejará los pañales. Le va a decir a Ramona a ver si lo empiezan a entrenar. Sus hermanas están contentísimas. Pero a ella le parece mal que vayan a comer afuera. Su mamá se murió hace solo diez días. Ni que fuéramos a festejar.

Marcelo se arrepiente de su osadía. Cinco pedidos simultáneos, casi a los gritos. No están acostumbrados piensa. El mozo lo mira desconcertado. ¡Se acabó! dice al fin ¡milanesas con papas fritas para todo el mundo!  Cinco pares de ojos sorprendidos sobre él. Les grité registra preocupado. Es la primera vez desde que se murió la madre que les grita. ¿Muchas veces les grité antes? Casi no formaban parte de mi vida reconoce. El susto les dura poco y enseguida parlotean animadamente. ¡Miá, pa! lo convoca Federico. Tiene un grisín adentro de cada agujerito de la nariz. Parecés un dragón se ríe Lorena. Comé dice Matilde mientras le alcanza pan con manteca a Sofía. Agustina ata una servilleta alrededor del cuello de su hermano. Ahora son mi vida.



Nunca probé una milanesa más rica será por eso que me entra toda.

lunes, 16 de enero de 2017

26

12 Domingo

Marcelo se despierta con dolor de cabeza. Tomé demasiado evalúa. Diana se enojaba si él tomaba. El dentífrico era inútil. Privarlo de su cuerpo era el infalible recurso. El cuerpo de Diana. Marcelo tiene una ligera erección. Se siente culpable. Profundamente culpable. Va al baño y se da una ducha antes de lavarse los dientes.


Matilde escucha los pasos de su padre en la escalera. Me visto y bajo a prepararle el desayuno piensa. Porque no le gusta que él la vea en camisón.


Marcelo entra a la cocina. Nadie por supuesto, recién son las ocho. Necesita salir. Busca un papel y deja una nota. ¿Quién se despertará primero? Seguramente Agustina. Por Fede. La nena no tendría que estar tan pendiente del hermano. Debería ocuparme se advierte. Aunque luego decide que ese es el menor de todos sus problemas. Mañana es lunes. Tendrá que buscar el resultado. Abre la puerta de calle tratando de no hacer ruido


Matilde se pone lo primero que encuentra y baja. Su padre ya no está. Encuentra una nota sobre la mesada. Soy una pelotuda piensa. Rompe el papel, sube corriendo y se tira boca abajo sobre la cama.


Agustina baja con Federico en brazos. Ni los domingos me perdona. Lo sienta en su sillita y le calienta la leche. Después desayuno con las nenas decide. Mientras el nene empina su jarrito piensa en Fernando. Su mamá no entendía como alguien podía no querer tener hijos. Merecen un castigo decía. A lo mejor por eso se separaron. Algo se acuerda de Marisa. Era muy linda y muy buena. Una vez le regaló una malla para el cumpleaños. Todavía la tiene, le queda un poco chica pero la guarda porque le encanta. ¿Por qué no habrán querido tener hijos? A su mamá eso la enojaba mucho. Un ruido la aparta de sus pensamientos. Federico tiró el jarrito al piso. La mira y se ríe. A ella le dan ganas de pegarle. Se asusta. Aprieta los puños, tanto que se le marcan las uñas, agarra un trapo y, en silencio, limpia las baldosas. Tiene la respiración agitada.


 Marcelo sigue caminando. Mira el reloj: casi nueve y media. Ya se le fue el dolor de cabeza. El aire me hizo bien. Cabildo está irreconocible. Toda para mí piensa. Domingo. Saca cuentas. Hace diez días que murió Diana. No puede creerlo. Le pesa como una eternidad. ¿Cuánto la extraño? se plantea. Primando el agobio sobre la tristeza. ¿Cómo puede ser que de la noche a la mañana se encuentre con cinco hijos que dependen para todo de él? ¿Por qué no hay una prima, una amiga, una madrina que pueda darle una mano? ¿En qué momento Diana fue apartándolas de su vida? Suerte que está Ramona. Llega, por fin, a El Torreón. A Diana le encantaba desayunar aquí los domingos. Se plantea, recién ahora, con quién quedarían los chicos. Está por sentarse cuando descubre que ya no tiene ganas. Se acerca al mostrador y compra dos docenas de medialunas. Lo mejorcito de Belgrano evalúa.



viernes, 13 de enero de 2017

25

Marcelo sube al auto. En tres horas tiene que retirar a la nena. No quiero regresar a casa piensa. ¿Si fuera al cine?, ¿por qué no? Casi veinte años que no va al cine solo. En su juventud le encantaba. En mi juventud se repite. Baja del coche. Busca un bar. Pide un café y el diario. Truman. Escuchó que Darín está increíble. Tendrá que apurarse. Bebe de un trago su café. Llama al mozo. Mientras lo espera le escribe a Matilde.


Ya son las seis y papá no vino capaz que se olvidó de mí le voy a pedir a la mamá de Romi que la llame a Matilde.


¡Chicas, chicas, ya volví! entra Sofía corriendo, enarbolando una revista. Pero nadie responde. Marcelo se extraña ante el silencio. Va hasta la cocina. Dos notas. Preparé matambrito de cerdo y papas a la crema ya le expliqué a Matilde como calentarlos le dejé la mesa puesta vuelvo mañana a la noche cualquier cosa que necesite me llama. Que sería de su vida sin Ramona. Matilde tenía razón, era imprescindible que viviera con ellos. La otra: fuimos a la plaza. Ni una palabra más. No indica a cuál ni hora de partida ni estimada de llegada. ¿De quién es la letra? Cae en la cuenta de que no reconoce las letras de sus hijas. Matilde seguramente, Agustina hubiera sido más cariñosa. Sofía entra en la cocina, aún con la revista. ¡Arriba no hay nadie! Fueron a la plaza informa él. ¿Vamos a buscarlos? propone la nena. Marcelo mira el reloj: siete menos cuarto. Está oscureciendo. No es hora para la plaza. Está por llamar a su primogénita cuando la puerta se abre. Sofía corre hacia sus hermanas. ¡Miren lo que me compró papá! ¿De dónde vienen? encara él a Matilde, en mal tono. De la confitería, compramos masitas para tu amigo, ¿algún problema? le hace frente ella. Súbito silencio. El único problema es que estoy cansado de que me contestes mal señala él. ¡Yo sí que estoy cansada! dice Matilde y sube corriendo. Aún en el cochecito Federico comienza a llorar.


Papi se enojó con Matilde qué raro suerte que no se la agarró conmigo queme demoré mucho con las masas porque me gustaban todas y no sabía cuál elegir.


Las nenas hacen barullo en la bañadera. Matilde entra al baño bufando. Salgan de una vez, Fernando está por llegar. ¡Y a mí qué me importa! se retoba Sofía. Lorena se agarra del borde y se incorpora, Matilde busca la toalla amarilla y la envuelve. Te dejé la ropa preparada sobre la cama le dice. La nena obedece al instante. Sofía, ahora, flota en el agua. Salí de una vez. La nena simula no escucharla. ¡Por mí, ahogate! dice Matilde y sale. Instantes después escucha el ruido del agua escurriéndose. ¿A mí no me secás? protesta Sofía. Matilde regresa. Sofía, desnuda, tiembla sobre el felpudo. Qué flaquita está piensa Matilde mientras busca la toalla verde.


Está sentado en el lugar de Diana observa Marcelo en cuanto se ubican.  A ella no le gustaba que viniera. Las no demasiadas veces en que Fernando había compartido esa mesa él no lograba relajarse. Pendiente de que no hubiera fricciones entre su mejor amigo y su mujer. Por eso había optado por encontrarse con él a solas. Solían almorzar juntos, en algún hueco de sus respectivos trabajos. Desde que Fernando se había separado aumentaron las reticencias de Diana. Marcelo, en consecuencia, evitaba contarle cuando lo veía. Un ruido lo distrae de sus pensamientos. Matilde aparece con una fuente y Agustina con otra. Las chicas se sientan y Matilde comienza a servir. Pavada de ayudantes te mandaste dice Fernando. Marcelo repara en que el primer plato es para su amigo. A él, como siempre, Matilde lo deja para el final. Cola de perro. Fernando intenta trabar conversación con las chicas pero ellas contestan con monosílabos. No están acostumbradas a los invitados piensa Marcelo. Solo Federico parlotea mientras Agustina le corta la carne. Este matambrito está delicioso comenta su amigo. Es cierto, Ramona se ha lucido. Minutos después Fernando y el charlan animadamente. De política, del trabajo. Casi sobre el postre reconoce que sería incapaz de contar qué hicieron sus hijos mientras tanto. Pero  precisaba un respiro, hoy fue padre a tiempo completo. Se sienta con su amigo en el living. Matilde les alcanza un café. De a una las chicas van apareciendo, saludan y suben las escaleras. La última es Agustina, con Fede en brazos. Tus hijos son un lujo comenta Fernando te felicito. Marcelo recibe el impacto. Uno toma por normal lo propio. Sí, sus hijos son un lujo. Gracias, Diana piensa.




Agustina piensa que a su mamá no le gustaba Fernando. Le había contado que se había divorciado y que seguro fue porque no quisieron tener hijos. Pero a ella le cae simpático. Qué suerte que vino, es la primera vez que lo veo a papá contento desde que murió mami. Hoy sí que se ocupó de las nenas. Al final no se animó a preguntarle nada a Matilde, está segura de que su hermana sabe por qué le sacaron sangre a Lorena. La gorda estaba contentísima en la plaza. Federico también. Ojalá que se duerma de una vez. Todavía le falta la guerra del Peloponeso.


Mientras charlaba con Fernando de bueyes perdidos Marcelo se planteó si correspondía compartir con su amigo sus dudas sobre Lorena. Sobre Diana, en realidad. Resolvió esperar a tener certezas. Ahora Fernando se fue y él se encuentra con una noche por delante. Va hasta la cocina. Todo en orden. Sí, mis hijas son un lujo. Busca la botella de vino y se sirve un generoso vaso. Y luego otro. Necesita dormir. No está en condiciones de pasar una noche en blanco.



miércoles, 11 de enero de 2017

24

En cuanto escucha el auto, Matilde baja. Lorena entra corriendo. ¡No me dolió! le anuncia. Al menos ella supone que yo estoy enterada piensa. El padre le da un beso en la frente. ¿Cómo les fue? pregunta ella. Mejor de lo pensado, casi no se mosqueó. Matilde fija los ojos en su padre. No se la va a hacer fácil. Ella merece explicaciones. Segundos después él informa el resultado estará el lunes a partir del mediodía. Yo puedo retirarlo  ofrece ella.  Si querés te paso a buscar por el colegio y almorzamos juntos propone su padre. Ella, contra su voluntad, sonríe.


Marcelo está arrepentido. No debería haberla involucrado a Matilde. Pero en la milésima de un segundo evaluó qué sería peor: ¿recibir solo la noticia y tener luego que comunicársela o afrontarlo con ella? Le pesa la sola idea de abrir el sobre. Pero también le pesa saber que, más allá de violar las indicaciones de Bianchi, deberá sobrellevar un almuerzo a solas con su hija.


Agustina observa a Lorena. Volvió contentísima. ¿Cómo la dejaron salir disfrazada?, se habrán burlado de ella parece un globo. No sabe por qué Bianchi le hizo sacar sangre. Aquí hay algo que no le cierra. Matilde ya sabía y a ella, por supuesto, la dejaron de lado. Yo soy grande solo cuando les conviene.


Papá, está la comida anuncia Sofía. Marcelo está a punto de decirle que no va a almorzar. Cero apetito. Pero luego recuerda que ya perdió la posibilidad de guiarse por las propias necesidades. Apaga la computadora suspirando y va a lavarse las manos.


Agustina observa a su familia. A lo que queda de mi familia piensa. Lorena, ante su milanesa casi sin tocar, cuenta con detalle cómo le sacaron sangre. Estaba a upa de papi explica dándose aires. Matilde hace referencia a un supuesto almuerzo acordado para el lunes. ¿Qué hubiera opinado de todo esto su mamá? No le hubiese gustado para nada. Yo era la única que la conocía. Sofía, ahora, le recuerda a su padre que debe llevarla a lo de la amiga. Parece que yo no existiera piensa. Hecha un impulso se levanta de la mesa. ¡Agus! grita Fede. Él es el único que la registra. Ella obvia los reclamos y sube corriendo las escaleras.


Me puse el jean nuevo informa Sofía ¿te gusta? Estás muy elegante contesta Marcelo, sonriendo. Al menos obvió las puntillas piensa aliviado. Lo compré con mami aclara la nena y la sonrisa de él se esfuma como por arte de magia. Diana. Le sobreviene un agotamiento infinito. No quiere llevar a la nena. No quiere verlo a Fernando. No quiere almorzar con Matilde. Prefiere no pensar en el sobre de los resultados. Diana. Se incorpora y busca las llaves del auto.


Yo no quería este pantalón mamá como siempre eligió ella pero se ve que ella sabía lo que le gusta a papá porque me dijo que estoy muy elegante papá maneja muy bien todo lo hace bien tengo muchas ganas de jugar con Romi pero ojalá que no lleguemos nunca.



¿Por qué hicieron tantos cosas los griegos? piensa Agustina enfrascada en el resumen de historia. Matilde entra en su cuarto sin golpear. A ella le da rabia. Está por protestar cuando su hermana propone ¿querés que llevemos a Lorena y a Fede a la plaza?, Ramona ya se fue y el nene está rehincha. Dale dice ella cerrando el libro. Llevo el elástico informa Matilde mientras sale. ¿Cuántos miles de años que su hermana no quiere saltar con ella? Agustina busca la campera y baja la escalera canturreando. A lo mejor Matilde le cuenta algo. La encuentra en el hall, metiendo a Fede en el cochecito. El nene le muestra una pala roja. ¡Agus, mirá! Lorena viene corriendo de atrás y se abraza a su cintura. Abrochate la campera ordena ella. ¡Tengo calor! protesta su hermanita. ¡Vos siempre tenés calor! Está por agregar porque sos gorda cuando se detiene a tiempo. Segundos después la nena regresa con la campera a medio poner. Ella la ayuda a subirse el cierre. Matilde y el nene ya están afuera. Hay sol. Hace frío pero está soleado.

lunes, 9 de enero de 2017

23

11 Sábado

Marcelo empuja con suavidad la puerta entornada. ¡Ya estoy lista! informa Lorena parada al lado de la cama. ¿Qué hacés así?, te vas a cansar. No quería que se me arrugara el vestido, mami siempre nos paraba cuando nos vestía para los cumples. Marcelo sonríe. Sí, parece lista para una fiesta. El vestido a media pierna, zapatos blancos, vincha con flores. Va a decirle ponete un pantalón que hace frío cuando el entusiasmo reflejado en la carita, como por arte de magia, troca una a una sus palabras. ¡Pero qué señorita más preciosa!, ¿me permite que la lleve del brazo? La sonrisa de la nena es indescriptible. Él siente un nudo en la garganta. Me estoy reblandeciendo determina mientras  se aproxima al brazo en jarras de su hija.


Matilde apoya la oreja en la puerta. Su papá ni le avisó. Parece que ya no me precisa masculla mientras regresa a la cama.


Ramona deja la cafetera sobre la mesa. ¿Qué hacés con esa ropa? dice con los ojos abiertos de par en par. Me voy a sacar sangre contesta la nena. ¿Y para eso te pusiste tu mejor vestido? La nena lo mira desconcertada. Marcelo le guiña un ojo y le explica a la mujer es que después tendremos una salida muy especial. ¡Me voy a tomar submarino con churros con mi papi! Ramona sonríe. Me parece que nadie comerá mis tostadas. ¡Guardámelas para cuando vuelva! Marcelo se acuerda de pronto. Ramona, esta noche viene a cenar el señor Fernando, ¿me podría dejar algo preparado? Sí, claro, ¿qué le gustaría? Lo dejo a su criterio dice él. Se dirige, entonces, al garaje. La nena lo sigue. No podés salir así la detiene la mujer esperá que te voy a buscar el tapadito blanco.


Matilde se cruza a Agustina en el pasillo. Bajan la escalera empujándose, entre risas. ¡Se van a caer! grita Ramona desde la cocina. Sofía ya está allí, revolviendo interminablemente su taza. Fede, en el piso, juega con los autitos. ¡Hola, Agus! dice mientras le tira los brazos a su hermana. La chica lo alza y se sienta. Seguí malcriándolo vos la reta ella, repentinamente irritada. ¿Y Lorena? pregunta Agustina. Ella se tensiona. Se fue a sacar sangre con tu papá contesta Ramona. ¡¿Qué?! exclaman al unísono sus hermanas. El Doc dijo informa para demostrarles que ella sí está al tanto. ¡Qué raro! comenta Ramona ¿es por lo del peso? También aclara ella haciéndose la interesante. Entonces vos sos la próxima le dice Agustina a Sofía. ¡¿De veras?! le pregunta la nena. Matilde sonríe y le tira del pelo. ¡Como no te termines de una vez esa leche! ¡Está fría! protesta Sofía. Ramona recoge la taza y la pone en el microondas. Acá son varias las malcriadoras dice ella, el buen humor recuperado ante la panera llena de tostadas calentitas que Ramona pone en el centro de la mesa.


Marcelo observa a su hija por el espejo retrovisor. Qué pensarán los que ven a una chiquilina arregladita como pa ir de boda como diría Serrat un sábado a las nueve de la mañana. La nena mira por la ventanilla, en absoluto silencio. ¿En qué estará pensando?, ¿en los churros?  Él sí que no quiere pensar. Por suerte ayer durmió bien, luego de ver una película en la televisión. Cuento chino. Se rió un rato. A Diana no le gustaban las argentinas. Ni siquiera las de Darín. Me las perdí todas. Ya están cerca. Habrá que descubrir un hueco donde estacionar. Por suerte es sábado.


A medida que se acercan el paso de la nena, que comenzó salticando, se ralenta. Cuando llegan al laboratorio se empaca. No quiero ir dice cruzando los brazos. ¿Por qué? pregunta él, sabiéndose estúpido. Tengo miedo. Ojalá estuviera Matilde, no sabe qué decirle. Todos los que pasan se dan vuelta para mirarlos. Ya sé que no es divertido, princesa, lo lamento mucho, pero hay que hacerlo dice al fin extendiendo la mano. Lorena se toma de ella, suspira pero avanza. Afortunadamente los atienden enseguida. Una señorita con ambo celeste se les acerca. Me parece que vos sos Lorena dice. La nena asiente con la cabeza sin mirarla. Yo me llamo Gloria y voy a sacarte sangre informa, acuclillándose. La nena la mira. Solo te dolerá un poquito, trataré de hacerte el menor daño posible, ¿me acompañás? Lorena se incorpora. ¿Mi papá puede venir? ¡Por supuesto! Entran los tres a un pequeño cuarto con dibujos infantiles pegados a la pared. Si no me hacés doler después te hago uno promete la nena. Siéntese por favor le indica la mujer señalándole la silla de extracción.  Va a aclararle que el paciente no es él cuando comprende. Se ubica y la mujer invita a la nena a sentarse en sus rodillas. Ahora te voy a colocar una bandita ajustable alrededor del brazo. Lorena se deja hacer. Te voy a limpiar con alcohol y vas a sentir frío; ahora te voy a poner la aguja en el brazo, vas a sentir como una picadura de mosquito, si preferís cerrá los ojos. Marcelo percibe la sacudida de la nena y escucha un pequeño grito. Él también cierra los ojos. Es absurdo: juraría que la mujer se equivocó y es a él a quien está pinchando. Listo anuncia la extraccionista. ¡¿Ya está?! pregunta Lorena. La mujer le pone una curita. En un rato te la podés sacar. Los dos se levantan. ¿Querés un caramelo? ofrece la mujer. La nena niega con la cabeza. No puedo explica voy a desayunar con mi papá. Ya está en la puerta cuando gira. ¿Dónde están los marcadores?


Matilde mira su reloj. ¿Ya la habrán pinchado? A ella solo le sacaron una vez, cuando entró al secundario. Me acompañó mamá recuerda. Después fueron a desayunar. Sonríe a solas. Cuando mamá estaba de buenas era… Se le escapa la palabra. Irresistible encuentra al fin. Imposible permanecer enojada con ella. Me compraba y me vendía piensa con rabia.


Sentados en El Vesuvio, Marcelo observa a su hija. Comprueba que, a pesar de que es regordeta, tiene manos delicadas, dedos largos y finos. Como ella. Igual no está en duda que es hija de Diana. ¿Puedo pedir otro churro? pregunta Lorena. No, hija, comiste tres, ya es suficiente. Okey dice la nena mientras se limpia la boca con una servilleta de papel es que estaban riquísimos, muchas gracias, papi. Luego cruza los bracitos y se queda mirándolo. Él no sabe qué decir. Por eso propone ¿vamos?


A papá sí que le importa que esté gorda a mamá lo único que le importaba es que Sofía fuera flaca por eso siempre nos daba golosinas a Matilde también le importa no le voy a contar que me comí tres pero sí le voy a contar que vinimos ella no es la única que sale sola con papá ojalá que el Doc me haga sacar sangre todos los sábados.



Papá salió con Lorena qué me importa total me prometió que después me lleva a lo de Romi.

viernes, 6 de enero de 2017

22

Durante toda la cena Marcelo percibe los ojos de Matilde sobre él. Un perpetuo recordatorio de mis deberes. Quizá para obviarlos se dirige a sus otras hijas. Agustina, sonriendo, cuenta que sacó un diez en historia. Agustina siempre sonríe. Sonrisa dulce pero acotada. Controlada. Sofía comenta que una amiguita la invitó a su casa mañana. Mañana es sábado señala Agustina. ¿Y eso que tiene que ver? pregunta Sofía. Él también se pregunta qué tiene que ver. Agustina eleva los hombros pero calla. ¿Puedo, papá? insiste la nena. Él, instintivamente mira a Matilde, que desvía la mirada. Claro  accede. ¡¡Bien!! Me imagino que la llevarás vos lo provoca su primogénita. Claro repite él fastidiado mientras prescribe  esta chica precisa un parate. Avanza. Avanza sobre mí. Federico se retuerce en la silla alta. Todavía no terminamos le explica Agustina. Bajalo indica Matilde. Bajalo repite él. Agustina mira a uno y a otro le saca el babero al nene, le da un beso y lo baja. Instantes después Marcelo siente que le agarran el brazo. Upa, papá. Él lo alza.


Papá hoy le habla a todas menos a mí.


Qué raro que papá me deje ir a lo de Romi mamá no quería que hiciéramos programa los sábados.


Matilde está por entrar a su cuarto cuando descubre al padre en el pasillo. Sabe que no debe pero dice el laboratorio también está abierto los sábados. Enojada consigo misma da un portazo y se tira sobre la cama.


 Marcelo estaba yendo al cuarto de Lorena cuando Matilde lo intercepta. No toleraré que me baje línea. Invierte el sentido de sus pasos, sino ella creerá que le está haciendo caso. ¿Tiene ganas de ducharse? No. A través de la puerta cerrada de Agustina la escucha cantar.  Arroró, mi niño. ¿Me habrá dormido en brazos alguna vez mi mamá? Siempre tan rígida, tan estricta. Seguramente fue ella la que le inculcó el sentido del deber. Retorna al cuarto de Lorena y golpea la puerta. Como no le contestan, abre. La nena, otra vez, solo es un par de ojos debajo del acolchado. ¡Ah, papi, sos vos! dice descubriéndose. ¿Y quién pensabas que era? Un espíritu. No te preocupes dice él mientras se sienta sobre la cama soy de carne y hueso. ¿Te puedo tocar? pregunta la nena. Por supuesto accede. Las manitos de Lorena avanzan sobre su brazo.dice sonriendo sos de veras. A ella también se le hacen hoyitos, nunca había reparado. Uno, dos y… Tengo que decirte algo, hijita consigue arrancar. La nena hace una mueca. ¿Bueno o malo? pregunta. Malo y bueno. La nena se endereza, se sienta como indio. Una muñeca cae al suelo. Él la recoge. ¡¿Qué?! Marcelo inspira hondo. Mañana tendrán que sacarte sangre. ¡No quiero! A nadie le gusta que le saquen sangre pero a veces es necesario. ¿Y por qué es necesario que me saquen sangre justo a mí? Él traga saliva, qué decirle. Bianchi lo considera necesario. ¿Y por qué? No sé exactamente contesta él y se avergüenza de estar mintiéndole a una criatura. Es solo un segundo, casi no duele agrega. Sí, yo ya vi en la tele, ¿a vos te sacaron alguna vez? ¡Muchísimas! ¿Y vos me vas a acompañar? ¡Claro!  La nena se encoge de hombros y se desliza hasta acostarse nuevamente. Ahora contame lo buenoDespués vamos a ir a desayunar juntos adonde vos quieras. ¿Solos? ¡Solos! ¿Y puedo pedir submarino? ¡Por supuesto! ¿Y churros? Él cabecea.  Eso es más complicado, no hay en todos lados. ¿Y no podemos buscar? Él le hace cosquillas en la panza. Mirá que sos glotona. De repente se ilumina. Te voy a llevar a El Vesuvio. Lorena ríe. Él se incorpora. Ahora dormite que mañana tenemos que madrugar. ¿No te podés quedar otro ratito? Él cabecea pero se sienta.


Papá entró al cuarto de Lorena comprueba Agustina. Qué raro. A su mamá le hubiera agarrado un ataque. Lo quería solo para ella. Es muy raro conocer a su papá recién a los trece años. Muy raro.


Matilde entorna la puerta. Sí, su papá está en el cuarto de Lorena. Qué le estará diciendo. Yo no sabría que decirle. ¿Irán mañana al laboratorio? ¿Papá querrá que los acompañe? Bianchi se equivocó, ella empezó con todo esto y sí es asunto suyo.


Papá salió del cuarto de Lorena no lo vi cuando entró capaz que ahora viene a visitarme qué suerte que mañana voy a lo de Romi y lo mejor de todo es que me va a llevar papá ojalá que vayamos los dos solos.


No estoy enojada con el Doc porque voy a salir sola con mi papá y eso que casi no me importan los churros.



miércoles, 4 de enero de 2017

21


Agustina señala un asiento vacío a su lado pero Matilde la desestima con un cabeceo. También está enojada conmigo piensa ella. Necesita estar sola. Taparse con una frazada y no despertarse nunca más. La panza le hace ruido. La oprime con ambas manos. ¿Qué habrá cocinado Ramona?


Su hermana tropieza con el escalón  y cae de rodillas en el piso. Matilde da un salto para evitar ser arrastrada en la caída.  ¿Sos tarada vos? le grita. Sin ayudarla a levantarse abre la puerta. Cuelga la mochila del perchero, va al baño a lavarse las manos y  se dirige a la cocina. ¿Olor a arroz? Al entrar ve solo tres platos sobre la mesa. ¿Qué te dijimos, Ramo? protesta Agustina mientras abre el cajón de los cubiertos. Ramona, con  Fede en brazos, deja la fuente de risotto sobre la mesa. Dame ese nene y sentate de una vez ordena su hermana. No es tan tarada reconoce Matilde. Minutos después almuerzan los cuatro. Ramona está contenta.


Clase concluida. Marcelo golpea el borrador contra el pizarrón. Un fino polvillo blanco se esparce a su alrededor. Qué boludo piensa mientras desliza las manos por las mangas de su saco azul. Cuando levanta la vista descubre entre las filas de los consultantes, con un cuaderno bajo el brazo, a Feldman creo.


Agustina deposita a Federico en su cuna. Le costó dormirlo. Mamá no me dejaba que lo durmiera en brazos piensa y se siente ligeramente culpable. Solo ligeramente porque antes le daba lástima. Y rabia también, pobre Fede. Se tira en su cama, con las zapatillas puestas. Hoy tuvo gimnasia. No le gusta hacer gimnasia. Porque no soy buena reconoce. Su torpeza le resulta insoportable. Y por más que se esfuerce la pelota pasa a su lado sin que alcance a rozarla. La nota de gimnasia le baja el promedio. Cuando descubrió el 6 en el boletín se le saltaron las lágrimas. Esforzate, Agus dijo su madre es una lástima. Porque entonces tenía madre. Y le vuelve la rabia. A su mamá nada le alcanzaba. Pero más rabia le da no tenerla. Fede habla en sueños. Mamá dice. Agustina aprieta los puños.


Agustina le golpea la puerta. Llegaron las nenas, ya está la merienda informa. Como si ella no las hubiera escuchado. No tengo hambre comunica. No quiere ver la carita de Lorena nunca más. Pobre gorda repite mientras recuerda que ahora el problema es de su papá. Recoge con rabia el acolchado del piso y se tapa.


Matilde no bajó qué raro justo hoy que la maestra me puso felicitado porque copié todo ahora no sé a quién mostrárselo a Agus solo le interesa Fede y Ramo pobre no entiende.


Marcelo está buscando las llaves del auto cuando el celular vibra.  Matilde piensa mientras bufa. No. Fernando. Tiene el impulso de cortar pero atiende. No lo ve desde el entierro a pesar de las varias propuestas desestimadas. Está por invitarlo a cenar cuando recuerda la charla con Lorena. Venite mañana propone los chicos se pondrán contentos. Mientras va caminando hacia la cochera piensa que Fernando es, en realidad, su único amigo. Diana se encargó de espantar al resto. Lo ve ahora con claridad meridiana. ¿Por qué no luchó por conservarlos? ¿Luchar contra Diana? Pelea perdida de antemano. Baja hasta el segundo subsuelo. Momento en el que descubre que se dejó las llaves en el estudio. La puta que te parió.


Matilde sigue encerrada en su cuarto le quería contar que Romina me invitó mañana a su casa es la primera vez que me invita debe de ser porque estoy más tranquila no sé por qué ya no tengo ganas de portarme tan mal.


lunes, 2 de enero de 2017

20

10 Viernes

Papá no vino a despertarme yo sabía que la buena suerte no me iba a durar y le contesté mal a Ramo total ella nunca se enoja.


Ramo me insiste para que tome la leche y hoy no me la aguanto porque papá no me hizo cosquillas capaz que ya se cansó de venirme a despertar.


Matilde mira por la ventanilla. Bosteza. Durmió pésimo. Una pesadilla tras otra. En todas su mamá. Mamá. Se despertó, por primera vez desde su muerte, con la aguda necesidad de verla. Mamá. Cuando gira la mirada se topa con la nuca de su padre. Una y mil veces piensa en recordarle que debe hablar con Lorena. Pero se contiene. Además está Agustina. En el recreo largo llamará al laboratorio, ya agendó el número. ¿Qué te parece?  le pregunta su hermana. Ella la mira, desconcertada.  Mati, ¿dónde estás?


Marcelo está enfrascado con la documentación de la imprenta. Por fin encuentra el error. Satisfecho, sonríe. Suena el celular. WhatsApp de Matilde. La sonrisa de Marcelo se desvanece. Problema en puerta piensa. Podés llevarla de lunes a sábado, de 8 a 13, no hace falta que esté en ayunas. El problema ya entró. El podés lo deja desvalido. ¿Cómo enfrentar solo a su hijita? Cierra la carpeta con los documentos y se deja caer sobre el respaldo de su sillón. Mira el reloj. Más vale que se apure.




Matilde controla el celular a cada rato. Su padre aún no le contestó. Eso que tiene las dos rayitas celestes. ¿Es capaz de haberse arrepentido? Mientras copia los ejercicios de polinomios del pizarrón reflexiona. ¿Qué será peor?, ¿tener una esposa infiel o saber que tu mamá fue infiel? Tu mamá que está muerta, además. Mi mamá.


Agustina copia oraciones del pizarrón. Y piensa mientras copia. Su mamá le decía que a su padre había que saber llevarlo, que por las buenas se conseguía cualquier cosa de él. Ella sí que sabía. Se ve que a Matilde no se lo dijo, porque siempre lo trata mal. No sabe por qué su hermana está tan enojada con él. Hoy ni lo saludó al bajarse del auto. Pobre papá, hace lo que puede. La profesora borra el pizarrón antes de que ella, que siempre es la primera, alcanzara a copiar. Qué raro.



Marcelo se encuentra frente al pizarrón, tiza en mano, y no recuerda qué iba a escribir. El corazón se le detiene un segundo. Siente la transpiración que corre bajo su camisa. Borra lo anterior para darse tiempo. Su mente es un campo de hielo. O un desierto, da lo mismo. Nada de nada. En algún momento va a tener que girar. Para acabar con la agonía, gira. La jovencita de la primera fila, Feldman si no se equivoca, le sonríe. Optimización del consumo intertemporal. Él también, profundamente aliviado, le sonríe.  A ella cuando sonríe se le hacen hoyitos.