miércoles, 7 de diciembre de 2016

9

Agustina se lava las manos. Ya las llamaron a almorzar. Le parece que a Matilde le pareció mal que viniera. Ella no quería volver a su casa. Hoy no. Valeria la ayuda un montón. Está pero no le pregunta. La mamá por suerte tampoco le dijo nada. Siente olor a milanesas. ¿Qué habrá preparado Ramona? Tengo ganas de verla. Matilde le avisó que ahora se quedará a dormir. Se puso contenta cuando le contó de la prueba. Es una genia explicando, para mí que cuando sea grande tiene que ser profesora pero mamá dice que a los profesores no les alcanza ni para comer, aunque mamá dice cada cosa…






Matilde revisa el bolsillo con fastidio. Se olvidó las llaves. Toca el timbre. A mamá le molesta que toque piensa. Le molestaba se corrige. Percibe el olor de Ramona aún antes de que se abra la puerta.  A limpio. ¿Fede? ¿Agus? Se ríen juntas ante el cruce de preguntas. Durmiendo la siesta informa la mujer estuvo de lo más tranquilo. Matilde se lava las manos en la pileta de la cocina. Te preparé una sorpresa anuncia Ramona cerrá los ojos. Ella obedece. Inspira profundamente. No logra identificar el olor. Ya está. Bombas de papa. Cuántas veces se las pidió pero Ramona siempre decía que le avisara con tiempo, porque el puré tenía que estar frío. Matilde, otra vez, gira la lengua. Qué le pasa hoy. Agus se las perdió comenta Ramona. Guardale una para lo noche sugiere ella. ¡Si es que no te las comés todas! Ambas ríen nuevamente. Las papas crocantes y calentitas van desatando el nudo de la garganta. Matilde descubre que tenía hambre. Ramona trajina en la cocina. Veni, sentate conmigo pide ella.


Marcelo espera su bife en el restaurante de costumbre. Diana siempre lo llamaba a la hora del almuerzo. A veces se le aparecía de sorpresa. Siempre y a veces trocados en jamás.


Matilde, sentada a lo indio en la cama,  escucha un bocinazo. Se está poniendo las zapatillas cuando oye que la puerta se abre. Bendita Ramona.  No quiero bajar piensa además tengo mucha tarea. Retoma los polinomios. Luego de un par de  ejercicios, apoya con cuidado los cuadernos sobre su escritorio y se calza.


La casa está rara sin mamá Ramona me sirvió el Nesquik y me hizo tostadas aunque se enoja un poco porque solo comí una estás hecha un alambre me dice y entonces trato y me como otra Ramo es buenísima pero a ella no puedo contarle del colegio porque no lo conoce un día la voy a llevar para que vea a mi maestra que siempre me reta pero no es mala yo soy la mala que no puedo estarme quieta pero hoy no molesté para nada ni ganas tenía y la seño me felicitó porque fui la primera en resolver las cuentas que estaban todas bien y me puso excelente si siempre prestaras atención serías la mejor mamá siempre decía a Sofi no le importa nada pero hay cosas que sí me importan y me gustó el excelente lástima que no se lo puedo mostrar capaz se hubiera puesto contenta.


Matilde entra a la cocina. Las nenas están tomando la leche. ¿Te sirvo algo? pregunta Ramona. Solo un tecito, Ramo, comí demasiadas papas. Hola saluda Sofía. Hola contesta ella mientras le tira despacio del cabello. Que me hacés volcar protesta la nena sonriendo. Matilde se sienta al lado. ¿Cómo te fue en el cole? le pregunta. Me saqué un excelente dice con la boca llena seguro que no me creés, ¿querés que te lo muestre?


Matilde entró en la cocina y ni me vio parece que hoy soy invisible en la escuela los chicos no me dijeron gorda las chicas ni me hablaron aunque la maestra cuando pasaba por el banco me acariciaba la cabeza y no me retó porque no alcancé a copiar nunca alcanzo pero hoy peor debe ser porque tenía sueño anoche casi no dormí por las pesadillas.


Te feli dice Matilde devolviéndole el cuaderno a Sofía. Se echa hacia atrás en la silla y cierra los párpados. Tiene que ir a buscar a Agustina. Entrecruza los dedos y estira los brazos. El día está demasiado lindo para el subte. Mejor el 152. Siente que algo roza su pierna. Abre los ojos. Lorena. ¿Qué hacés? le pregunta. Se me cayó el lápiz informa la nena. Matilde se agacha y lo agarra. Lo tiende hacia su hermana pero cuando esta va a tomarlo cierra el puño. Dame. Que no te lo doy. Forcejean. Ríen.


Al fin me vio.


Bocinazos. Marcelo abre los ojos. El semáforo ya está en verde. Arranca con brusquedad. Toma Federico Lacroze. Cuando dobla por 3 de febrero descubre a Matilde. Toca la bocina. La chiquilina lo mira. Él acerca el auto a la vereda. Baja la ventanilla. ¿Adónde vas? pregunta. A buscar a Agus a lo de Vale. A él eso no le indica nada. Busca precisiones. Cerca de Alto Palermo. Él mira la hora. Seis y media. Cuando regresen ya estará oscuro. Duda. Lo único que quiere es desmoronarse en un sillón. Y que Diana me acerque algo fresco. Quizá pensó más de un segundo porque su hija ya le está diciendo chau con la mano levantada. Subí le indica te alcanzo.


Su padre abre la puerta de adelante. Matilde se sienta. Nunca viajó en ese lugar. Ese asiento es sinónimo de su madre. Se ve, pequeñita, atrás, extendiendo la mano para rozar el largo cabello que caía como cascada. El recuerdo de su perfume, royéndole la nariz. Mira el perfil de su padre concentrado en el tránsito. El silencio va cobrando densidad, hasta que la ahoga. Me hubiera tomado el 152 piensa. ¿Puede comentarle a su papá que Lorena está comiendo demasiado?, ¿qué Sofía no come nada?, ¿qué Federico tendría que dejar el chupete?, ¿que Mariano la invitó a ir al cine?, ¿qué quisiera estudiar guitarra? Absurdo todo. Quizá pueda decirle que hay que hacer una compra grande de supermercado. Ella siempre la acompañaba a su mamá. Le gustaba cuando iban solas. Una tarde, de regreso, fueron juntas a tomar un helado. Vuelve a mirar al padre e intercepta sus ojos sobre ella. Tengo que hacer un trabajo para biología, necesito saber los grupos sanguíneos de toda la familia para confirmar las leyes de Mendel comenta. Yo soy cero positivo, sé que tu madre también era Rh positivo por eso no tuvimos problemas, pero de ustedes no tengo la más remota idea. ¿Cómo lo puedo averiguar? Tu mamá guardaba todo lo referido a salud en el segundo cajón de su cómoda, fíjate. Ella calla. Un rato después su padre ofrece si precisás ayuda me avisás. Matilde se acuerda de Federico, de las nenas, de Agustina, de las compras. ¿Ayuda? La va invadiendo una sorda rabia. En la próxima cuadra doblá a la derecha indica mientras teclea en el celular anda bajando.


Me trajo papá informa Matilde. Agustina, desconcertada, sube al asiento de atrás y su hermana se ubica junto a ella. En cuanto arrancan Matilde comienza a hablar sin parar. Le dieron cuerda piensa. Tanto le pregunta que ella termina ponderando las milanesas, hablando del baile de los signos que casi la confunde pero que logró controlar. Mientras charlan detecta los ojos de su padre en el espejo retrovisor. Parece pendiente de ellas. Tiene un impulso y dirigiéndose al espejo pregunta ¿y vos cómo estás, papá?


Qué alivio que hablen piensa Marcelo saberlas atrás. Porque es tan raro girar la cabeza a la derecha y encontrar un perfil que no sea el de Diana. Añora el auto embebido de su olor. Intenso, embriagador. Trata de descubrir quién habla. Los timbres son parecidos pero Agustina frasea diferente, es más armónica. Matilde es casi agresiva en sus enunciaciones. Conmigo también es agresiva. Mira hacia atrás y se cruza, en el espejo, con los ojos de Agustina. ¿Y vos cómo estás? le pregunta la chica. De pronto le falta el aire. Va a contestar cansado, tuve mucho trabajo cuando descubre que no tiene fuerzas. Como puedo confiesa.



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