Agustina se lava
las manos. Ya las llamaron a almorzar. Le parece que a Matilde le pareció mal
que viniera. Ella no quería volver a su casa. Hoy no. Valeria la ayuda un
montón. Está pero no le pregunta. La mamá por suerte tampoco le dijo nada. Siente
olor a milanesas. ¿Qué habrá
preparado Ramona? Tengo ganas de verla. Matilde
le avisó que ahora se quedará a dormir. Se puso contenta cuando le contó de la
prueba. Es una genia explicando, para mí
que cuando sea grande tiene que ser profesora pero mamá dice que a los
profesores no les alcanza ni para comer, aunque mamá dice cada cosa…
Matilde revisa
el bolsillo con fastidio. Se olvidó las llaves. Toca el timbre. A mamá le molesta que toque piensa. Le molestaba se corrige. Percibe el olor
de Ramona aún antes de que se abra la puerta. A limpio. ¿Fede? ¿Agus? Se ríen juntas ante el
cruce de preguntas. Durmiendo la siesta informa
la mujer estuvo de lo más tranquilo.
Matilde se lava las manos en la pileta de la cocina. Te preparé una sorpresa anuncia Ramona cerrá los ojos. Ella obedece. Inspira profundamente. No logra
identificar el olor. Ya está. Bombas
de papa. Cuántas veces se las pidió
pero Ramona siempre decía que le avisara con tiempo, porque el puré tenía que
estar frío. Matilde, otra vez, gira la lengua. Qué le pasa hoy. Agus se las perdió comenta Ramona. Guardale una para lo noche sugiere ella. ¡Si es que no te las comés todas! Ambas
ríen nuevamente. Las papas crocantes y calentitas van desatando el nudo de la
garganta. Matilde descubre que tenía hambre. Ramona trajina en la cocina. Veni, sentate conmigo pide ella.
Marcelo espera
su bife en el restaurante de costumbre. Diana siempre lo llamaba a la hora del
almuerzo. A veces se le aparecía de sorpresa. Siempre y a veces
trocados en jamás.
Matilde, sentada
a lo indio en la cama, escucha un
bocinazo. Se está poniendo las zapatillas cuando oye que la puerta se abre. Bendita Ramona. No quiero
bajar piensa además tengo mucha
tarea. Retoma los polinomios. Luego de un par de ejercicios, apoya con cuidado los cuadernos
sobre su escritorio y se calza.
La casa está rara sin mamá Ramona me sirvió el
Nesquik y me hizo tostadas aunque se enoja un poco porque solo comí una estás
hecha un alambre me dice y entonces trato y me como otra Ramo es buenísima pero
a ella no puedo contarle del colegio porque no lo conoce un día la voy a llevar
para que vea a mi maestra que siempre me reta pero no es mala yo soy la mala
que no puedo estarme quieta pero hoy no molesté para nada ni ganas tenía y la
seño me felicitó porque fui la primera en resolver las cuentas que estaban
todas bien y me puso excelente si siempre prestaras atención serías la mejor mamá
siempre decía a Sofi no le importa nada pero hay cosas que sí me importan y me
gustó el excelente lástima que no se lo puedo mostrar capaz se hubiera puesto
contenta.
Matilde entra a
la cocina. Las nenas están tomando la leche. ¿Te sirvo algo? pregunta Ramona. Solo un tecito, Ramo, comí
demasiadas papas. Hola saluda Sofía. Hola
contesta ella mientras le tira
despacio del cabello. Que me hacés volcar
protesta la nena sonriendo. Matilde se sienta al lado. ¿Cómo te fue en el cole? le pregunta. Me saqué un excelente dice con la boca llena seguro que no me creés, ¿querés que te lo muestre?
Matilde entró en la cocina y ni me vio parece que
hoy soy invisible en la escuela los chicos no me dijeron gorda las chicas ni me
hablaron aunque la maestra cuando pasaba por el banco me acariciaba la cabeza y
no me retó porque no alcancé a copiar nunca alcanzo pero hoy peor debe ser
porque tenía sueño anoche casi no dormí por las pesadillas.
Te feli dice Matilde devolviéndole el cuaderno a
Sofía. Se echa hacia atrás en la silla y cierra los párpados. Tiene que ir a
buscar a Agustina. Entrecruza los dedos y estira los brazos. El día está
demasiado lindo para el subte. Mejor el
152. Siente que algo roza su pierna. Abre los ojos. Lorena. ¿Qué hacés? le pregunta. Se me cayó el lápiz informa la nena.
Matilde se agacha y lo agarra. Lo tiende hacia su hermana pero cuando esta va a
tomarlo cierra el puño. Dame. Que no te
lo doy. Forcejean. Ríen.
Al fin me vio.
Bocinazos.
Marcelo abre los ojos. El semáforo ya está en verde. Arranca con brusquedad.
Toma Federico Lacroze. Cuando dobla por 3 de febrero descubre a Matilde. Toca
la bocina. La chiquilina lo mira. Él acerca el auto a la vereda. Baja la
ventanilla. ¿Adónde vas? pregunta. A buscar a Agus a lo de Vale. A él eso
no le indica nada. Busca precisiones. Cerca
de Alto Palermo. Él mira la hora. Seis y media. Cuando regresen ya estará
oscuro. Duda. Lo único que quiere es desmoronarse en un sillón. Y que Diana me acerque algo fresco.
Quizá pensó más de un segundo porque su hija ya le está diciendo chau con la mano levantada. Subí le indica te alcanzo.
Su padre abre la
puerta de adelante. Matilde se sienta. Nunca viajó en ese lugar. Ese asiento es
sinónimo de su madre. Se ve, pequeñita, atrás, extendiendo la mano para rozar
el largo cabello que caía como cascada. El recuerdo de su perfume, royéndole la
nariz. Mira el perfil de su padre concentrado en el tránsito. El silencio va
cobrando densidad, hasta que la ahoga. Me
hubiera tomado el 152 piensa. ¿Puede comentarle a su papá que Lorena está
comiendo demasiado?, ¿qué Sofía no come nada?, ¿qué Federico tendría que dejar
el chupete?, ¿que Mariano la invitó a ir al cine?, ¿qué quisiera estudiar
guitarra? Absurdo todo. Quizá pueda decirle que hay que hacer una compra grande
de supermercado. Ella siempre la acompañaba a su mamá. Le gustaba cuando iban
solas. Una tarde, de regreso, fueron juntas a tomar un helado. Vuelve a mirar
al padre e intercepta sus ojos sobre ella. Tengo
que hacer un trabajo para biología, necesito
saber los grupos sanguíneos de toda la familia para confirmar las leyes de
Mendel comenta. Yo soy cero positivo,
sé que tu madre también era Rh positivo por eso no tuvimos problemas, pero de
ustedes no tengo la más remota idea. ¿Cómo lo puedo averiguar? Tu mamá guardaba todo lo referido a salud en
el segundo cajón de su cómoda, fíjate. Ella calla. Un rato después su padre
ofrece si precisás ayuda me avisás. Matilde
se acuerda de Federico, de las nenas, de Agustina, de las compras. ¿Ayuda? La
va invadiendo una sorda rabia. En la
próxima cuadra doblá a la derecha indica mientras teclea en el celular anda bajando.
Me trajo papá informa Matilde. Agustina,
desconcertada, sube al asiento de atrás y su hermana se ubica junto a ella. En
cuanto arrancan Matilde comienza a hablar sin parar. Le dieron cuerda piensa. Tanto le pregunta que ella termina
ponderando las milanesas, hablando del baile de los signos que casi la confunde
pero que logró controlar. Mientras charlan detecta los ojos de su padre en el
espejo retrovisor. Parece pendiente de ellas. Tiene un impulso y dirigiéndose
al espejo pregunta ¿y vos cómo estás,
papá?
Qué alivio que hablen piensa Marcelo saberlas atrás. Porque es tan raro girar
la cabeza a la derecha y encontrar un perfil que no sea el de Diana. Añora el
auto embebido de su olor. Intenso, embriagador. Trata de descubrir quién habla.
Los timbres son parecidos pero Agustina frasea diferente, es más armónica.
Matilde es casi agresiva en sus enunciaciones. Conmigo también es agresiva. Mira hacia atrás y se cruza, en el
espejo, con los ojos de Agustina. ¿Y vos
cómo estás? le pregunta la chica. De pronto le falta el aire. Va a
contestar cansado, tuve mucho trabajo
cuando descubre que no tiene fuerzas.
Como puedo confiesa.
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