Matilde, frente
al cuarto de Lorena, duda. ¿Se lo tiene
que anticipar o es mejor avisarle un rato antes de salir? ¿Qué decirle?, ¿que la llevan por control?, ¿por qué a ella sola? En general iban a lo de Bianchi
todos juntos. Le tocaba a ella hacerse cargo de sus hermanos en la sala de
espera mientras su madre entraba tranquilamente con uno solo. Agus me ayudaba reconoce sobre todo con Fede. Aunque, en
realidad, se recuerda a cargo de sus hermanitas aún antes de que naciera el
nene. Lorena la sobresalta ¿qué hacés acá?, ¿venís a charlar conmigo? A Matilde le da
tanta, tanta pena, que necesita cerrar los ojos. Solo un segundo. ¿Todavía no te bañaste? le pregunta. La
nena se pone seria y niega con la cabeza. Buscá
tu ropa que te voy llenando la bañadera. Instantes después Lorena aparece con un
bultito de ropa entre las manos. Matilde la ve tan desvalida que otra vez
cierra los ojos. Cuando los abre la nena se está desnudando. ¿Te quedás conmigo? Dale contesta
mientras la ayuda a sacarse el buzo un
ratito. ¿Aprovecho para decírselo?
El estómago se le encoge. Le está alcanzando la esponja cuando de pronto se
ilumina. ¡Solo precisamos una orden!, no hace falta que la nena vaya. Ya verá
qué decirle entonces. Paso a paso. El
buen humor recuperado, se inclina sobre la bañera y agita el agua salpicando a
su hermana. ¡Mirá que te devuelvo!
grita la nena entre carcajadas.
Ramona está
sirviendo los bifes a la criolla cuando Lorena pregunta ¿por qué Ramona nunca come con nosotros? Se instala un silencio
espeso. Matilde hace circular los platos que la mujer le va tendiendo. Él no
sabe qué decir por eso no dice nada. Solo ansía que todos los platos estén llenos
de una vez y Ramona se retire. Los seis quedan solos pero la incomodidad se
perpetúa. Para aflojarla pregunta ¿cómo
les fue en la escuela? El ardid funciona porque de a una, y a veces
superpuestas, sus hijas comentan su día. Hasta que llega el silencio. Entonces,
mientras le corta la carne a Federico, Agustina pregunta ¿y a vos cómo te fue en el trabajo? Él la mira sorprendido. Quizá estaba escondida en el garaje y leyó
mis pensamientos. Qué contarles, qué podrían comprender. Criaturas decreta. ¿Tuviste la reunión con el gerente del banco? interviene Matilde.
Él, ahora, mira a su primogénita, atónito. ¿Cómo
sabés? inquiere. ¡Lo contaste la
semana pasada! Con la boca llena Lorena agrega siempre le contabas a mamá. ¿Y
mamá? pregunta el nene. ¡Si serás
tarada! le grita Sofía. Agustina le hace cosquillas a Fede y el asomo de
puchero troca en carcajadas. El enigma ha quedado develado: no hablaban pero
vaya si escuchaban. Está aturdido. ¿Por
qué antes no hablaban? ¿Me puedo levantar? le pregunta Sofía a Matilde que asiente con la cabeza. Se rearmaron las jerarquías piensa él.
Instantes después la nena regresa con un cuaderno y lo coloca ante él. ¿Querés revisarme las cuentas? propone. ¡Si ya te las miré! la reta Matilde. ¡Pero papá es contador! le retruca la
nena. ¡Y profesor! refuerza Lorena.
Dónde estuvo durante todos estos años. Son
mis hijas piensa y no tienen un pelo
de tontas. Algo parecido al orgullo le sube desde el abdomen. Abre el
cuaderno.
Marcelo se
acuesta. Pasa la mano bajo la almohada. El piyama de Diana ya no está. La
ausencia de la seda es contundente. Un gancho al hígado. Knock out. Instintivamente se lleva las manos al abdomen. Momento
en el que golpean la puerta. Se cubre con la colcha. Adelante dice. Es Matilde. El pulso de Marcelo se altera. La
presencia de esa hija ya se ha
transformado en un peligro. ¿Se puede?
insiste la chica, la puerta apenas entornada. Ya te dije que sí contesta, la alerta transformada en malhumor. Vení, sentate le indica señalando la cama
al tiempo que él mismo se incorpora. La chiquilina obedece. Él está incómodo. ¿Qué
te anda pasando? intenta aflojar la tensión. Estuve pensando. Ese es el
problema de Matilde, pìensa demasiado evalúa. ¿En
qué? arriesga porque su hija calla, quizás ella tampoco está cómoda. No hace falta que llevemos a Lorena a lo de
Bianchi. Algo se afloja dentro de él. No tenía cabal registro de que cuánto
lo afectaba la visita al médico. Lo
llamaré a Izcovich decide. En
realidad solo precisamos plantearle nuestras dudas y que nos dé una orden para
el análisis. El alivio desaparece tan rápido como sobrevino. Nuestras dijo su hija. Implacable el
plural. ¿Estamos asociados? se
pregunta. Y sí se contesta somos los responsables de sacar esta familia
adelante. Digo yo continúa Matilde
así le ahorramos el mal rato a Lorena. Tenés razón concede él. ¿Igual querés que te acompañe? De pronto
él tiene miedo. Preferiría reconoce. ¿Cómo hacemos?, ¿nos encontramos en el
consultorio? Él duda: queda muy cerca de su estudio y a esa hora… Te paso a buscar cinco y media. Matilde
sonríe. En cuanto la chica sale, él
apaga la luz. Ojalá consiga dormir. Se
acurruca.
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