miércoles, 21 de diciembre de 2016

15

Matilde escucha la bocina. Llegaron las nenas piensa. Está nerviosa. ¿Cómo va a explicarle la situación a Lorena? Pobrecita. Se pone las pantuflas y baja. Sus cuatro hermanos alrededor de la mesa. Los observa desde la puerta. Siente agobio pero también orgullo. Son parte de ella. Dependen de ella. Porque si lo dejo solo a papá… Tiene la aguda percepción de que no hace solo cuatro día que son responsabilidad suya. Mamá siempre descansó en mí reflexiona. Convive, entonces, la rabia con sus otras emociones. Porque ahora me hago cargo porque quiero pero antes me obligabas vos. Se recuerda cocinando, haciendo las compras. Todo sin que papá se entere. A Agustina le tocó Federico. Al menos de eso zafé piensa. En cuanto Ramona regresaba a su casa ellas se veían cargadas de obligaciones. Pero cuando el padre volvía del trabajo ellas parecían ser niñas y su madre recogía los laureles. A los ocho años hacía milanesas, a los nueve iba al rapipago. ¿Qué te sirvo? pregunta Ramona. Nesquik tibio. Se ubica entre las nenas. ¿Tenés tarea? le pregunta a Lorena. Por suerte, no. ¡Pero yo sí! informa Sofía. Hacela y después te la miro. Porque Sofía puede. Es una luz con las cuentas piensa. Observa a Lorena, la boca llena. Mejor le digo mañana. Las nenas se levantan. Un rato después Agustina sale con Federico en brazos. Lo trata como a un bebé. Ella se queda. Quiere charlar con Ramona.


Ojalá que mañana me den tarea.


Agustina llena la bañadera y va a buscar el piyama de Federico. Está cansada: anoche el nene durmió muy mal. Se ve que soñaba con mamá piensa recordando los gritos de la mañana. Es lógico, cómo no va a extrañarla. Porque a ella le duele que todos hagan como que nada pasó. ¿Nadie la quería, entonces? Ella sí. Con las chicas peleaba mucho. Porque la hacían renegar. Su mamá le contaba a ella todas sus preocupaciones. De cuando era chica también. Le hablaba mucho de la abuela. La adoraba. Se puso como loca cuando murió. Toda la vida había soñado con darle un nieto varón. Y después de la mala suerte de cuatro nenas, cuando al fin lo consiguió, la abuela justo se murió el mismo día en que nació Fede. Fede.  Es mi sol.


Matilde bebe el Nesquik con premeditada lentitud. Sus hermanos ya se fueron. Ramona trajina a su alrededor. Ramo la invoca. ¿Qué? contesta la mujer sin abandonar sus quehaceres. ¿Vos sabés por qué mamá se puso tan mal cuando nació Lorena? Ya te dije, a veces pasa, el puerperio que le dicen. Sí, ya busqué en Internet, pero estuve pensando mucho y me acordé de que mamá estaba mal ya en el embarazo y por eso no me hicieron el cumple de ocho. La mujer levanta un par de platos y le señala la taza ¿terminaste? Ella la toma de la muñeca. Vení, sentate. Ramona, suspirando, obedece. ¿Qué le pasaba a mi mamá? ¿Cómo lo sabría yo? Vamos, Ramo, mamá a vos te hablaba de todo, la escuché mil veces.  La mujer se mira las manos, juega con ellas. Tu mamá estaba mal porque era otra nena. ¿Solo por eso?, ¿cuándo aterrizó Sofi se puso tan mal? Ramona sonríe. Para nada, en cuanto volvió a casa me dijo: Ramo, te juro que el próximo será varón, se lo tomó con humor, además Sofía fue vivísima desde que salió del horno, una ardilla, la sacaba a tu mamá de las casillas pero siempre la hacía reír; pocas veces vi un bebé tan gracioso, se la ganó a fuerza de morisquetas; claro, cuando creció un poco empezó a portarse muy mal y ahí… la mujer se interrumpe. ¿Y ahí qué? Nada dice Ramona levantándose tengo que preparar la cena. ¡Ramo! La mujer, desoyendo sus pedidos, abre la heladera. Matilde, bufando, se levanta. Por ahora decide.


Marcelo se recuesta contra el portón del garaje y se pasa las manos por la cara. Hace menos de una semana este hubiera sido un momento feliz. Entrar. Sacarse la corbata, los zapatos, tirarse en el sofá del living, un noticiero en la televisión. Diana le hubiera alcanzado algo fresco, un trozo de queso. Quizá Federico se hubiera acercado, él lo hubiera alzado y sentado junto a él. A las nueve hubiera visto a sus hijas alrededor de la mesa. Diana le hubiese preguntado por su día y él le hubiera contado satisfecho y con lujo de detalles las novedades pertinentes. Ella, siempre al tanto de sus actividades, hubiera hecho un comentario atinado. Los chicos se hubieran levantado con el último bocado y ellos hubieran compartido un café.  Después una buena ducha y, con suerte, hacer el amor con su mujer. Tenía una buena vida piensa. Claro que a veces Diana no estaba de muy buen talante. Ni bien la veía se daba cuenta. Hasta en la textura de sus labios. Sin embargo los chicos siempre se portaban bien. Demasiado bien evalúa hora. Se descubre la cara. No recuerda discusiones, altercados. ¿Hablaban? Trata de recordar. Si hablaban yo no los escuchaba reconoce. Está sorprendido. ¿Eran los mismos chicos que ayer a la noche compartieron los cuadernos con él? ¿Qué hacían mis hijos durante la cena?  ¿Por qué no hablaban ni se reían como ahora? ¿Qué cambió? se pregunta. Su madre se murió se dice, de pronto muy lúcido. Como no quiere seguir pensando, saca el portafolio del auto. Ya llegué a mi casa piensa y lo invade un cansancio sobrenatural.


No hay comentarios:

Publicar un comentario