Matilde entra al
cuarto de sus padres. Abre el placard. El perfume de su mamá. Qué van a hacer
con toda esa ropa. Desliza la mano por un vestido de seda. La recuerda con él. Parecía una diosa. Camina hacia la
cómoda. Se sienta en el piso y abre el último cajón. Los papeles ya no se
atrancan: los acomodó. Dispuesta a revisarlos nuevamente saca el cajón. Momento
en el que descubre un sobre que se escurrió. Se pone boca abajo, estira el
brazo y logra pescar al fugitivo. Grande, de papel madera. Chicos
dice con la inconfundible caligrafía de su madre. Y allí se acabó el orden
porque adentro se acumulan análisis y certificados de vacunas, sin ton ni son.
Con el corazón a mil, mira cada uno de los papeles. Sin embargo, nada le sirve.
¿Para qué habrían de querer saber el grupo sanguíneo de una nena? Coloca el
cajón y lo cierra con rabia.
La entrevista
con un cliente nuevo lo mantuvo a salvo por una hora. Pero el hombre se fue y
la soledad lo conduce, inevitablemente, a Diana. Trata de recordar en qué
circunstancias se gestó cada uno de sus hijos. Las tres primeras fueron
acordadas, los dos últimos aterrizaron. Aunque él siempre dudó de la
contingencia de Lorena. Me la encajó
decide. En cuanto a Federico no le quedó ni un resquicio de dudas: el médico
recuperó el espiral en el parto. Tenía
que ser dictaminó Diana cuando quedó embarazada es el destino. ¿También fue el destino el que la arrojó de la
escalera? Me sacan de las casillas las
estupideces decide. Le hace bien estar enojado. Lo ayuda a seguir
respirando.
Ya volvimos informa Agustina a los gritos. Y a mí qué me importa quisiera decirle
Matilde inmersa en las funciones trigonométricas. Casi enseguida escucha la bocina
del micro. A merendar la convoca
ahora su hermana. El fastidio de Matilde crece. No la aguanto piensa y como necesita algún justificativo decide es una pesada. Baja. La cocina huele a
limón. Sus cuatro hermanos están sentados, tomando la leche. Sofía pellizca con
dos dedos su trozo de torta. Lorena y Federico comen a boca llena. Ella busca
la mirada de Ramona. Te avisé le
dice. La mujer ríe. Ella siempre se ríe
piensa Matilde y recuerda la charla. Regresa el grupo B. Sacude la cabeza. ¿Cómo
les fue en el cole? pregunta. Me
saqué otro excelente en matemáticas informa Sofía llevándose una miga a la boca. ¡Esa es mi hermana! dice ella levantando
el pulgar. Lorena, enterrada en su taza, permanece ausente. Lore, ¿no me escuchaste? La nena apenas
levanta la mirada. Hoy casi copié todo
dice. ¿Tenés tarea? Lorena, la boca
llena, asiente con la cabeza. ¿Querés que
te ayude? Los ojos de su hermana se iluminan.
A mí no me preguntó piensa Agustina claro, porque me vio al mediodía. Pero
al mediodía tampoco le preguntó. Ella
percibe el fastidio de Matilde pero no lo entiende. A lo mejor porque ayer tuvo que ir a buscarla a lo de Valeria.
Suerte que hoy no fue. En cuanto terminen de merendar va a subir a terminar el
trabajo. Solo le falta la mitología. Ojalá
que Fede no me moleste.
Estoy contenta porque Ramo me hizo la torta que no
tengo ganas pero igual me la como y por el excelente que parece que ahora se me
acomodó la cabeza y me felicitó.
La angustia de
Marcelo no deja de crecer. Preciso paz
piensa. En ese estado es imposible seguir trabajando. Se despide, mucho antes
de lo habitual, de su sorprendida
secretaria y sale. Precisa caminar un rato. Corrientes se le ofrece.
Matilde quiere ver mi cuaderno y a mí me da
vergüenza pero no me reta como mamá y me dice que tengo linda letra y nadie se
había dado cuenta y me ayuda con la tarea y no sé por qué hoy sí que se me
ocurren las oraciones.
Ramona deposita
la fuente sobre la mesa. ¿Sirvo?
pregunta. Él va a decir que sí cuando Matilde se le adelanta. Dejá, Ramo, yo me arreglo, andá no más y
dirigiéndose a él comenta es el
cumpleaños de la madre, le dije que se fuera. Él registra que nadie le
pidió opinión. Permiso se corrige a
sí mismo. La chiquilina se incorpora y comienza a servir el pastel de papas.
Agustina le va pasando los platos. A mí
poquito, porfi pide Sofía. Abrí la
boca para comer y no para protestar responde la primogénita a pesar de que
le sirve una porción más chica. Marcelo repara en que arrancó del más pequeño y
va en orden de edad. Diana empezaba por
mí quisiera recordarle pero espera en silencio que Agustina le tienda su
plato. Matilde se sirvió última. Su madre
hacia lo mismo. Los chicos comen con entusiasmo. El pastel está riquísimo le dice él a Ramona cuando, ya cambiada,
se acerca a saludar. Estás relinda, Ramo
comenta Lorena. Super refuerza
Agustina. Mirá como me lo como dice
Sofía empuñando el tenedor. ¡Milagro!
apunta Matilde. Ramona ríe. Fede le tira besos con la manito. Ruido de
cubiertos. Cháchara. ¿Por qué no le
contás a papá que te pusieron excelente? sugiere Matilde a Sofía. La nena
lo mira con intensidad. ¿A vos te
importa? le pregunta. ¡Cómo no va a
importarme! exclama él. Si querés
después te muestro propone. Por
supuesto acepta. Y yo te muestro el
cuaderno que Matilde dice que la letra me salió linda se acopla Lorena. Me saqué nueve en la prueba de matemática;
Mati, sos una genia explicando comenta Agustina. Entonces él recuerda las
tablas de Mendel. ¿Cómo te fue en biología?
pregunta. La sonrisa de Matilde se esfuma. Después
te cuento dice.
Pensé que papá iba a venir a saludarme pero se quedó
charlando con Matilde igual no importa porque le gustó mi letra que solo le mostré donde me salió bien capaz que
si Matilde me ayuda y mejoro Dios me perdona del infierno.
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