miércoles, 14 de diciembre de 2016

12

Matilde entra al cuarto de sus padres. Abre el placard. El perfume de su mamá. Qué van a hacer con toda esa ropa. Desliza la mano por un vestido de seda. La recuerda con él. Parecía una diosa. Camina hacia la cómoda. Se sienta en el piso y abre el último cajón. Los papeles ya no se atrancan: los acomodó. Dispuesta a revisarlos nuevamente saca el cajón. Momento en el que descubre un sobre que se escurrió. Se pone boca abajo, estira el brazo y logra pescar al fugitivo. Grande, de papel madera.  Chicos dice con la inconfundible caligrafía de su madre. Y allí se acabó el orden porque adentro se acumulan análisis y certificados de vacunas, sin ton ni son. Con el corazón a mil, mira cada uno de los papeles. Sin embargo, nada le sirve. ¿Para qué habrían de querer saber el grupo sanguíneo de una nena? Coloca el cajón y lo cierra con rabia.



La entrevista con un cliente nuevo lo mantuvo a salvo por una hora. Pero el hombre se fue y la soledad lo conduce, inevitablemente, a Diana. Trata de recordar en qué circunstancias se gestó cada uno de sus hijos. Las tres primeras fueron acordadas, los dos últimos aterrizaron. Aunque él siempre dudó de la contingencia de Lorena. Me la encajó decide. En cuanto a Federico no le quedó ni un resquicio de dudas: el médico recuperó el espiral en el parto. Tenía que ser dictaminó Diana cuando quedó embarazada es el destino. ¿También fue el destino el que la arrojó de la escalera? Me sacan de las casillas las estupideces decide. Le hace bien estar enojado. Lo ayuda a seguir respirando.


Ya volvimos informa Agustina a los gritos. Y a mí qué me importa quisiera decirle Matilde inmersa en las funciones trigonométricas. Casi enseguida escucha la bocina del micro. A merendar la convoca ahora su hermana. El fastidio de Matilde crece. No la aguanto piensa y como necesita algún justificativo decide es una pesada. Baja. La cocina huele a limón. Sus cuatro hermanos están sentados, tomando la leche. Sofía pellizca con dos dedos su trozo de torta. Lorena y Federico comen a boca llena. Ella busca la mirada de Ramona. Te avisé le dice. La mujer ríe. Ella siempre se ríe piensa Matilde y recuerda la charla. Regresa el grupo B. Sacude la cabeza. ¿Cómo les fue en el cole? pregunta. Me saqué otro excelente en matemáticas informa Sofía  llevándose una miga a la boca. ¡Esa es mi hermana! dice ella levantando el pulgar. Lorena, enterrada en su taza, permanece ausente. Lore, ¿no me escuchaste? La nena apenas levanta la mirada. Hoy casi copié todo dice. ¿Tenés tarea? Lorena, la boca llena, asiente con la cabeza. ¿Querés que te ayude? Los ojos de su hermana se iluminan.


A mí no me preguntó piensa Agustina claro, porque me vio al mediodía. Pero al mediodía tampoco le preguntó. Ella percibe el fastidio de Matilde pero no lo entiende. A lo mejor porque ayer tuvo que ir a buscarla a lo de Valeria. Suerte que hoy no fue. En cuanto terminen de merendar va a subir a terminar el trabajo. Solo le falta la mitología. Ojalá que Fede no me moleste.


Estoy contenta porque Ramo me hizo la torta que no tengo ganas pero igual me la como y por el excelente que parece que ahora se me acomodó la cabeza y me felicitó.

La angustia de Marcelo no deja de crecer. Preciso paz piensa. En ese estado es imposible seguir trabajando. Se despide, mucho antes de lo habitual,  de su sorprendida secretaria y sale. Precisa caminar un rato. Corrientes se le ofrece.


Matilde quiere ver mi cuaderno y a mí me da vergüenza pero no me reta como mamá y me dice que tengo linda letra y nadie se había dado cuenta y me ayuda con la tarea y no sé por qué hoy sí que se me ocurren las oraciones.


Ramona deposita la fuente sobre la mesa. ¿Sirvo? pregunta. Él va a decir que sí cuando Matilde se le adelanta. Dejá, Ramo, yo me arreglo, andá no más y dirigiéndose a él comenta es el cumpleaños de la madre, le dije que se fuera. Él registra que nadie le pidió opinión. Permiso se corrige a sí mismo. La chiquilina se incorpora y comienza a servir el pastel de papas. Agustina le va pasando los platos. A mí poquito, porfi pide Sofía. Abrí la boca para comer y no para protestar responde la primogénita a pesar de que le sirve una porción más chica. Marcelo repara en que arrancó del más pequeño y va en orden de edad. Diana empezaba por mí quisiera recordarle pero espera en silencio que Agustina le tienda su plato. Matilde se sirvió última. Su madre hacia lo mismo. Los chicos comen con entusiasmo. El pastel está riquísimo le dice él a Ramona cuando, ya cambiada, se acerca a saludar. Estás relinda, Ramo comenta Lorena. Super refuerza Agustina. Mirá como me lo como dice Sofía empuñando el tenedor. ¡Milagro! apunta Matilde. Ramona ríe. Fede le tira besos con la manito. Ruido de cubiertos. Cháchara. ¿Por qué no le contás a papá que te pusieron excelente? sugiere Matilde a Sofía. La nena lo mira con intensidad. ¿A vos te importa? le pregunta. ¡Cómo no va a importarme! exclama él. Si querés después te muestro propone. Por supuesto acepta. Y yo te muestro el cuaderno que Matilde dice que la letra me salió linda se acopla Lorena. Me saqué nueve en la prueba de matemática; Mati, sos una genia explicando comenta Agustina. Entonces él recuerda las tablas de Mendel. ¿Cómo te fue en biología? pregunta. La sonrisa de Matilde se esfuma. Después te cuento dice.


Pensé que papá iba a venir a saludarme pero se quedó charlando con Matilde igual no importa porque le gustó mi letra  que solo le mostré donde me salió bien capaz que si Matilde me ayuda y mejoro Dios me perdona del infierno.





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