8 Miércoles
Al encontrar
vacía la cama de Sofía, Marcelo se dirige al cuarto de Lorena. Allí descubre a
las dos nenas. Levanta las cortinas. Arriba,
dormilonas. Como no observa reacción las observa con más detenimiento. Los
párpados apretados, la cara fruncida. Cabecea, sonriendo, y opta por las
cosquillas. Risas y más risas.
Papá vino a mi cuarto a despertarme yo lo escucho
pero me hago la dormida porque quiero que me toque la cabeza como ayer pero
resulta muchísimo mejor porque me hace cosquillas mejor me quedo siempre en mi
cama.
¡Papá, apurate que se hace tarde! le advierte
Matilde desde la cocina. En la escalera se cruza con Ramona. Le dejé el café servido, voy a levantar a
las nenas. Ya las desperté informa. La mujer lo mira, arqueando las cejas y
deshace su camino. Él comienza a bajar, extrañamente satisfecho, cuando un
grito se le clava, como un estilete. ¡Mamá! Corre. En su cuna Federico
solloza. ¡Mamá! Él lo alza. El nene
esconde la carita en su cuello. Él le acaricia el cabello, en silencio. ¿Qué
decirle?
Cuando escucha
el llanto de su hermano, Agustina cruza
ambos brazos sobre el pecho. Yo me quedo
informa. ¿Estás loca? la reta Matilde
¿y el trabajo de los griegos? Te lo doy y
se lo entregás a Vale. ¡Basta, Agus! grita Matilde mamá se murió y Fede se tendrá que acostumbrar. A ella le brota de la panza angustia y bronca.
Quiere pero no puede contener los sollozos.
¡Vos también te tendrás que acostumbrar! insiste su hermana. Ramona se acerca y la abraza. No seas tan dura, muchachita le advierte
a Matilde. Cuando se desprende de los brazos de Ramona, Agustina descubre a su
hermana, sentada a la mesa, la cabeza entre las manos. Ella quisiera acercarse
pero teme ser rechazada. Se lava la cara en la pileta y agarra la mochila. Espero afuera informa.
En la esquina, Matilde se despide de sus compañeras y se queda esperando a Agustina. Qué raro que no viene, capaz se fue sin
avisarme. A medida que transcurren los minutos disminuye el caudal de los
alumnos. Se va aplacando el alboroto. Debería
llamarla piensa pero no lo hace. Seguro
que se enojó y tiene razón, soy una bruta. Y ella conoce bien a su hermana:
así como es de tranquila, cuando se enoja
con alguien se enoja para siempre. Controla de nuevo el celular: ningún
mensaje. Ya no puede seguir esperando: Ramona se va a preocupar. Recién
entonces empieza a preocuparse ella ¿le
habrá pasado algo? La vio de lejos en el último recreo. Haciendo un
esfuerzo le envía un whats app. Espera un rato. Nada de nada. ¿Si le pregunta a
Valeria? No, seguro que Agus le contó. Le
empieza a doler el estómago. ¿Qué si Agustina no la perdona? Está paralizada.
No puede irse ni seguir quedándose. Se siente mal. Se arrima a la pared. Cierra
los ojos. Impensable perder a su hermana. Lo
único que me falta. Y, además, se lo merece. Pobre Agus. Siempre tan buena, tan dócil. Por eso mamá la prefería piensa y la inunda un tristeza infinita.
Abre los ojos. Su hermana se acerca corriendo. Fui a sacar fotocopias del trabajo y me quedé sin batería. Matilde se acerca y la abraza.
Agustina se
desprende del abrazo de Matilde y la observa. No entiende nada. Su desconcierto
se torna infinito cuando su hermana le pide perdoname.
No bien terminan
de comer Matilde sube a su cuarto y cierra la puerta. Se sienta como indio
sobre la cama, celular en mano. Bianchi
busca en contactos. El corazón le galopa. Por suerte atiende la secretaria.
Toma el primer turno que le proponen. Se da cuenta de que acaba de iniciarse un
ciclo: desde ahora será ella la encargada de la salud familiar. La
responsabilidad la abruma. Tengo quince
años piensa. Y por primera lo enuncia considerándolos pocos. Papá busca ahora.
Suena el celular
de Marcelo. Whats app de Matilde. Conseguí turno mañana 18h, ¿podrás? Se
le altera el pulso. Es ejecutiva la
mocosa es su primer pensamiento. Tengo
reunión a las 17,30 es el segundo. De
acuerdo teclea. Está por llamar a Izcovich para cancelar la cita cuando le
entra otro mensaje. ¿Querés que te
acompañe? Por supuesto contesta.
De alguna absurda manera se siente aliviado. Amparado define.
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