9 Jueves
Todo empieza a parecer una rutina piensa Marcelo
mientras le toca la bocina a las chicas para que se apuren. Sonríe al recordar
la carita de Lorena cuando entró a su cuarto Me dormí sola, ¿viste? A Sofía, en cambio, le costó despertarla. Estoy soñando dijo apretando los
párpados no me puedo levantar. ¿Con qué? No te quiero contar. Quedate otro
ratito propuso él tapándola le aviso
a Ramona que en diez minutos venga a despertarte. A Federico lo encontró en
la cocina. ¡Papá! lo llamó desde la
silla alta. Toca de nuevo la bocina y se pregunta cómo eran las mañanas antes. Antes de que Diana se muriera necesita
aclararse. Se recuesta sobre el asiento y se restriega los ojos. Lo sobresalta
la voz de Matilde. ¡Vamos, Agus!, dejá de una vez a ese nene, me vas a hacer llegar tarde. Se ubica en el
asiento de atrás bufando. Minutos después llega Agustina corriendo. Él arranca.
Maneja en silencio, tratando de organizar la clase. Anoche no la preparé descubre sorprendido. En el momento de bajarse
Matilde dice acordate de pasar a buscarme.
El tremendo peso de su vida desciende sobre él. ¿Para qué? pregunta Agustina bajando. No es asunto tuyo le aclara Matilde. Tampoco mío piensa él. Enojado con su hija, arranca.
Agustina camina
hacia el colegio, cabizbaja. Está cansada de que Matilde la maltrate. Qué se
cree. Ella no es mi mamá piensa y una
pegajosa tristeza se sube a su mochila. Te
extraño, mami, a mí sí que me faltás. A mí y a Fede se corrige. Hoy recién hace una semana y todos como si
tal cosa. Sin darse cuenta se detiene a pasos de la entrada. Vamos, Agus le indica Matilde
agarrándola del brazo. Ella le va a contestar mal cuando su hermana dice perdóname, estoy muy nerviosa. Los ojos
de Agustina se llenan de lágrimas. Menos mal que tiene a su hermana.
No le quise contar a papá porque en el sueño me
estaba portando muy mal y mamá me retaba y yo me escondía debajo de la cama
pero igual me encontraba.
Me gusta tanto que mi papi me venga a despertar.
La mañana
transcurre lentísima. A Agustina le cuesta seguir a los profesores. ¿Estás mal? le pregunta Valeria en un
papelito. Claro que está mal, pero su amiga supone que es por su madre y ahora
es por su hermana. ¿Qué le está ocultando Matilde? No, estoy cansada contesta.
Matilde observa
a Agustina que, sentada a su lado, mira por la ventanilla. Por suerte no me preguntó nada piensa al bajar del colectivo.
Caminan en silencio. Mientras abre la puerta de calle. Federico se acerca
corriendo. ¡Agus! grita y ella se
fastidia. Tanto que ni lo saluda. No mira pero sabe que Agustina lo está
alzando. Lo va a estropear masculla. Deja la mochila y el blazer sobre
el sillón del living. Se lava las manos y se dirige a la cocina. ¿Qué nos hiciste de rico? le pregunta a
Ramona, mientras la besa. Tarta. ¿De qué?
Zapallitos. A ella le da rabia: es la preferida de Agustina. Compré las salchichas que querías probar añade
la mujer. ¿Me leerá la mente? piensa, el buen humor recuperado. Agustina
ubica al nene en la silla alta y se sienta al lado. Matilde observa los
movimientos de Ramona mientras apresta la comida. Precisos, rápidos. La
reconfortan. Ramo, ¿vos ya comiste?
pregunta de pronto. La mujer gira hacia ella. Parece desconcertada. No todavía. Matilde se levanta y busca
otro plato. No entiende como recién se
da cuenta. ¿Qué hacés? pregunta
Ramona. Desde hoy almorzás con nosotros
determina ella. Como si tuviera tiempo se
defiende la mujer. No te gastes, Ramo
interviene Agustina Matilde ahora nos da
órdenes. Ella la mira sorprendida. ¿Puede
ser tan tarada que le moleste? Vení, Ramo,
sentate al lado mío pide su hermana corriendo los platos.
Marcelo dio la
clase con la solvencia de siempre. Y eso que no la preparé piensa. Un
grupito de alumnos se acerca. Una chica se desprende y se adelanta. Como antes Diana recuerda. Él cree que
es para hacerle consultas pero ella, Feldman si no se equivoca, excelente
alumna, informa queríamos decirle que
lamentamos mucho lo de su esposa. Claro, es la primera clase. El jueves
pasado Diana aún estaba viva. Vino al
centro a hacer unos trámites y almorzamos juntos recuerda. Muchas gracias responde él y bueno, eso agrega la chica. Gracias reitera él y la observa con más
atención. Siempre se sienta en primera fila. Bastante bonita evalúa se le
parece un poco. La chica vacila, se despide hasta mañana y regresa al grupo. No habrá ninguna igual, no habrá ninguna, ninguna con tu piel ni con tu
voz; tu piel, magnolia que mojó la luna. Rivero retumba en su cabeza.
Nada más que cenizas, nada más.
Matilde se asoma
a la ventana. Y veinticinco ya. ¿Se habrá
acordado? Ni siquiera sabe si su padre es puntual. Más que llevarnos a la escuela… Desde la cocina le llegan las voces
de sus hermanos. Hoy no merendó con ellos. No quiere verle la cara a Lorena.
Agustina se acerca. Qué pesada, seguro
que me va a preguntar de nuevo. Pero su hermana solo se aproxima y la mira.
Va a echarla cuando escucha la bocina. Agarra el morral y sale. Chau
dice.
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