lunes, 5 de diciembre de 2016

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6  Lunes

Matilde saca un brazo de abajo del acolchado y apaga la alarma. ¿Habrá llegado Ramona? De regreso del baño se asoma a la escalera: ni luz ni ruido en la cocina. Cierra los ojos, inspira hondo. Golpea la puerta de Agustina. Ya estoy despierta contesta su hermana. Cuando va hacia el cuarto de Sofía se topa en el pasillo con su padre.  Buen día, hija. Despierto a las nenas y voy a preparar el desayuno informa ella pero después piensa todavía les queda un ratito. Se viste rápido y baja. Ni rastros de Ramona. Pone agua en la cafetera. Abre la alacena: último paquete de café. Le voy a avisar a Ramona se dice si es que viene. Prepara un té para Agustina. Enchufa la tostadora. Está abriendo el pan lactal cuando su padre entra a la cocina. ¿Te ayudo? ofrece. ¿Sabés? le pregunta ella, burlona, poniendo dos rodajas en la máquina. Agustina, vestida y peinada, entra con Federico en brazos. Se despertó anuncia. Matilde llena de leche el jarrito del nene. Lo pone en el microondas. La cabeza a mil por hora, ya las siete. Mientras sirve el café suena el celular. Ramona. Accidente de trenes. No llegará antes de las nueve. Me quedo yo ofrece Agustina. Tenés prueba de matemática le recuerda ella. El padre, en silencio, mira a una y a otra. Luego dice la espero yo. ¡Qué bien!, ¡nos vamos al colegio caminando! dice ella mientras piensa tengo rabia, le tengo rabia y ordena apúrense que se les va a hacer tarde. Padre y hermana se paran. Ella alza a Federico. Ya lo cambié le informa Agustina. Suerte le desea ella acordate de la regla de los signos. Sube con el nene en brazos. Cierra la puerta que traba la escalera y lo deja en el piso. Entra al cuarto de Sofía y descubre a las dos nenas abrazadas en la cama. La garganta se le anuda.


Matilde vino a despertarme pero no me retó porque estaba con Lorena nos hizo cosquillas mamá siempre me sacaba la frazada y me gritaba levantate de una vez y yo trataba pero a veces no podía entonces me zamarreaba.


Agustina, en el asiento de atrás, repite por dentro más por más, más. Le da lástima que Matilde se haya tenido que quedar no sé cómo se va a arreglar con Fede, no lo conoce tanto. Menos por menos, más. Si mañana no va Ramona, se quedará ella. Más por menos, menos. Ya están llegando. En cuanto el auto se detiene,  baja. Su papá ni le deseó suerte. Menos por más, menos.


Matilde no me tira como mamá que se enojaba con mi remolino no sé a quién sacaste estos pelos y es verdad Sofi lo tiene lisito pero a Mati no le salen tan bien las colitas me gustaban más las de mi mamá.


Marcelo observa a Agustina correr hacia el colegio. Es dulce la chiquilina. En cambio Matilde... Y recién tiene quince años, no quisiera estar en los zapatos de su futuro marido. Arranca. Su secretaria lo espera con montones de papeles. Tiene presentación en la AFIP.


Sus amigas están charlando en la puerta del colegio. Agustina se acerca. En cuanto la ven, hacen silencio. Miran el piso. Ojalá no me digan nada piensa y rápidamente pregunta ¿hoy hay prueba de matemática? Sí, y no entiendo nada contesta Valeria. Mientras ella trata de explicarle se van distendiendo los rostros. Suena el timbre. Entran. Ya pasó lo peor piensa.


¿Hay alguien? pregunta Ramona desde abajo. El nene corre hacia a la escalera y grita ¡Fede!, ¡Fede!  Matilde sale de su cuarto, apurada, no recuerda si trabó la puertita. Por suerte sí. La mujer está subiendo. Federico, aferrado a los barrotes, salta de alegría.  Si tardabas cinco minutos más lo ahorcaba informa mientras Ramona alza al nene que le aprieta la cara con las dos manitos. La mujer la mira. ¿Cómo está mi mujercita? pregunta. Con la fuerza de un látigo, las lágrimas acuden a sus ojos.  Ramona deja al nene en el suelo y la abraza. Ella se sumerge en el rotundo pecho, rota al fin en sollozos, mientras un par de manos con olor a lavandina le acarician el pelo una y otra vez.





Rodeado de papeles Marcelo apoya la cabeza sobre los codos flexionados. No está en condiciones de trabajar. Pero menos aún de permanecer en su casa. En el estudio puede hacerse trampas, aunque sea por segundos, y fantasear con que la encontrará al anochecer. Que cenarán juntos y juntos se irán a la cama. Quizá todo es un mal sueño que acabará en cuanto el despertador suene. Suena sí, pero es el teléfono. Un cliente dándole el pésame. Le pide a su secretaria otro café.


Matilde entra a su cuarto, todavía acongojada. ¿Alguna vez estuvo en esa casa sin ninguna de sus hermanas? Sin mamá, además. Las lágrimas vuelven. Me tengo que ir decide. Se recoge el cabello, agarra la mochila y el blazer. ¿Adónde habrá dejado la SUBE? La encuentra en el bolsillo de la campera. Baja los escalones de dos en dos. Se asoma a la cocina. Me voy a la escuela, Ramo informa. ¿A esta hora? pregunta la mujer. Ella cierra la puerta sin contestarle.


¿Cómo estás? dice Fernando. Marcelo quisiera pedirle que no pregunte estupideces pero solo contesta como puedo. ¿Nos tomamos un café? Él se excusa. Es cierto que tiene un día muy pesado pero mucho más que no quiere hablar con nadie que le confirme lo que es inamoviblemente cierto: Diana murió.


Matilde golpea la puerta del aula. Está agitada. Adelante. Abre con delicadeza. Veinte pares de ojos posados sobre ella. Seguro que todos saben, sus mejores amigas fueron al velorio. Quisiera desaparecer. Lo siento mucho dice la profesora de biología y hace ademán de acercarse. Ella rápidamente se ubica en su banco. Gira la lengua en el paladar, recurso casi  infalible para controlar las lágrimas. Casi. Busca en la mochila pero Rocío detiene su gesto ofreciéndole un pañuelo de papel. Silencio absoluto en la clase. La tensión se palpa en el aire.


¿Querés venir a almorzar? propone Valeria. Agustina duda. ¿Está bien ir a la casa de una compañera cuando a una recién se le murió la mamá? Dale insiste su amiga te va a hacer bien. Ella solo sonríe.


Un rato después Matilde está concentrada en la clase. Leyes de Mendel. Le encanta la genética. Todo parece tan ordenado, tan lógico, tan previsible. La profesora les habla de genes dominantes y recesivos. Ella anota con esmero. Los compañeros siempre le piden sus apuntes. La profesora explica que los grupos A y B son dominantes sobre el cero; el Rh positivo sobre el negativo. Averigüen los grupos sanguíneos de su familia, cuando más extendida mejor, tíos, abuelos; mañana comprobaremos si Mendel fue un genio o un impostor. Todos ríen mientras ella piensa que no tiene a quién preguntarle.


Marcelo mira por enésima vez el reloj. El tiempo está detenido. ¿Ramona habrá ido? recién se pregunta. Llama a su casa. La mujer le informa que Matilde fue a la escuela cerca de las nueve. Está esperando a las dos mayores con la comida lista. Como siempre aclara Ramona. Él desconoce las rutinas. Su función termina cuando deposita a las mayores en la escuela. Las nenas van con micro. Se pregunta ahora por qué no las alcanzaba Diana. ¿Cómo está Fede? pregunta. Acá, conmigo, lo más bien. La vida de todos sigue a su ritmo. Corta fastidiado.


Matilde, en la esquina, controla la hora. ¿Dónde se metió Agustina? Instantes después la ve aparecer, flanqueada por dos amigas. Vale me invitó a almorzar, ¿voy? Mi hermana me está pidiendo permiso descubre Matilde y en un momento la mochila sobre sus hombros parece estar rellena de arena. Si tenés ganas… intenta aún frenar responsabilidades pero Agustina insiste ¿voy?  Dale concede. ¿Y Fede? Quedate tranquila, yo me ocupo contesta ella mientras piensa en que tendrá que ir a buscarla. Valeria vive bastante lejos, Agustina todavía es chica. Camina un par de metros cuando de repente se detiene. Retrocede, corriendo. ¡Agus! grita. Su hermana, a punto de cruzar, gira la cabeza. ¿Cómo te fue en la prueba?


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