Aunque su único
deseo es desmoronarse sobre la cama, golpea la puerta de Matilde. ¿Querías hablar conmigo? pregunta. La
chiquilina deja la tablet sobre la mesa de luz y se sienta en la cama. Sí es su lacónica respuesta. Nada de
sonrisas. Así es mi hija piensa
mientras recorre la habitación con la mirada. Sacá esos libros, ponelos en el suelo indica Matilde. Él obedece y acerca la silla a la
cama. Estuve hablando con la profesora es informado no hay posibilidad de que Lorena sea B. Él se alarma. ¿Le contaste? Cree descubrir sorna en la sonrisa de su hija.
No te preocupes sí, era sorna planteé un caso hipotético. Es como la madre, maneja el arte del
desprecio diagnostica. ¿Qué vamos a
hacer? es arrancado de sus pensamientos. ¿Con respecto a qué? ¿Me estás cargando? la sonrisa de Matilde ya
le resulta indescriptible ¿no te interesa
saber si Lorena es tu hija? El golpe es brutal. ¿Qué estás diciendo? No hay muchas opciones, papá, o el análisis está
mal hecho o vos no sos el padre. Le falta el aire, se lleva la mano al
cuello. No tengo ninguna duda de que soy
el padre. Los ojos de Matilde son implacables. Pero yo sí. Él no logra articular palabra. Hay que sacarle sangre a Lorena dictamina si querés yo me ocupo de pedir turno con Bianchi. De acuerdo concede
él. Trastabilla al incorporarse. Está mareado. Papa, ¿te sentís bien?
Qué raro que hoy Lorena no vino mejor porque ocupa
mucho espacio y me empuja igual ya me acostumbré un poco por eso no puedo
dormirme por eso y porque escucho ruidos a lo mejor es un ladrón pero no creo
porque Ramona dijo que la puerta está blindada mejor me voy a ver a Lore capaz
que tiene miedo o que la extraña a mamá.
Es increíble un hombre grande, a él debería preocuparle
no a mí
reflexiona Matilde. Mañana mismo llamará a Bianchi, el teléfono está en la
heladera, ya se fijó. Lo que no sabe es qué le va a explicar su padre, eso es
asunto de él. Pobre Lorena piensa
ella van a tener que pincharla. Su
papá también le da lástima, él la adoraba a su mamá. Seguramente equivocaron el
análisis.
Agustina aguza
el oído. Recién salió su padre del cuarto de Matilde, estuvo un buen rato.
¿Habrá pasado algo? Mati está rara
últimamente. Mañana le va a preguntar, por ahí le cuenta. Su mamá sí que le
contaba, cuando se sentía mal siempre venía a su cuarto. Decía que solo yo la entendía. Se quedó mal después de la muerte de
la abuela. Estaba siempre nerviosa. Y las nenas se portaban muy mal. La sacaban piensa. Mejor apaga la luz e
intenta dormir. Pone el despertador a las cinco y media para repasar la lección
de historia. Fija que me llama a mí. Porque
sabe que es la única que siempre estudia. Esa
profe me adora.
Siente el pulso
alterado. Marcelo aprieta su muñeca izquierda con el pulgar de la otra mano, ¿Otra vez la presión? Quizá un baño de
inmersión lo ayude. Imposible dormir en ese estado. Pone el tapón, abre la
canilla y se desnuda. Mocosa prepotente
piensa si no le pongo los puntos
terminará volviéndome loco. No puede más. Precisa vacaciones. Vacaciones de mi propia vida. Se sumerge
en el agua caliente. Sí, era esto lo que precisaba. El cuerpo, lentamente, se
va relajando. No así la cabeza, que bulle, fuera de control. ¿Hoy recién es martes? se pregunta. El tiempo debe de estar equivocado, ya pasó
una eternidad. Cuatro días que soy viudo se
obliga a recordar. Y estúpidamente sonríe ante lo absurdo de la enunciación.
Jamás pensó que se atribuiría ese cargo a sí mismo. Suena a viejo pelado y con bastón. Pero él todavía conserva casi todo su pelo y oh, detalle, tengo cinco hijos pequeños a mi cargo. En un instante
la conversación con Matilde lo aplasta contra el fondo de la bañadera. Para qué le habré golpeado la puerta se
arrepiente tengo otras cosas en que
pensar para ocuparme de acertijos. Qué mierda le importa la inquietud de
Matilde ni el grupo sanguíneo de Lorena. Ojalá
se descubra que ninguno de los cinco es hijo mío así me puedo rajar de acá. Se
escucha y comprueba que una parte de
su mente va más rápido que el resto. ¿Hay
algún sector de mi cerebro que contempla la posibilidad de que Diana me haya
engañado? Se endereza y abre la canilla nuevamente: el agua se está
enfriando. Porque el sector que detecta
la temperatura me sigue funcionando. Quizá la zona encargada de detectar
infidelidades entró hace rato en cortocircuito. Qué manera de decir boludeces piensa. Necesita tener las neuronas
ocupadas para apartar algunos pensamientos. Porque el hecho de que Lorena no
sea su hija no le aflige por la nena en sí. Solo por llevar implícita la
traición de Diana. Trata de reconstruir la época anterior al embarazo. Él acababa de abrir el nuevo estudio. Estaba
eufórico. La vida me sonreía se burla
de sí mismo. Solo dos nubarrones ese año: el fastidio de Diana por portar otra
nena y la ruptura con Alberto y Patricia. Quizá
el mal humor de la primera fue lo causante de lo segundo reflexiona. Asunto de mujeres dijo Diana. Y él estaba demasiado ocupado para
mediar entre ellas. Demasiado ocupado, ahora, para ocuparse de Bianchi y de
Lorena. Le pediré a Ramona que la
acompañe. O a Matilde, ella me metió en
este baile. El ruido del agua deslizándose lo sobresalta: la bañadera se
desbordó. Maldiciendo cierra la canilla, saca el tapón y sale del agua.
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