7 Martes
Papá grita Agustina desde abajo ¿podés ir despertando a las nenas que
Ramona le está cosiendo un botón a Matilde y yo estoy con Fede? Marcelo se
seca la cara, sale del baño y golpea la puerta de Sofía. Como no obtiene
respuesta la abre. Está oscuro. Levanta las persianas. En la cama, hechas un
ovillo, los cabellos mezclados, las dos nenas. Le sube desde el vientre una
tristeza infinita. No puedo con esto
piensa y, desoyendo sus ganas de escapar, se inclina y apoya una mano sobre
cada cabeza. Arriba, dormilonas dice.
Casi me muero del susto pero papá no me pegó hasta
me tocó la cabeza lo que más miedo me dio era que castigara a Sofi porque la
culpa es toda mía.
El análisis está mal hecho, el padre es otro o
cambiaron por error el bebé en la maternidad es la respuesta de la profesora
cuando Matilde plantea un caso hipotético.
Sus compañeros siguen presentando dudas pero ella ya no los escucha. El análisis está mal hecho decide al fin
la tercera opción está anulada porque
Lorena tiene las manos y los pies exactos a los de mamá, ella siempre lo decía,
y la segunda no existe, obvio. ¿Te pasa algo? le pregunta su compañera de
banco ya tocó el timbre. Matilde,
aturdida, se incorpora. Lo siento por
vos, hermanita piensa mientras agarra la mochila pero si no encuentro otro análisis te haré pinchar. ¿Vas el sábado a la
fiesta? le preguntan ya en la calle. Obvio
contesta y olvidando sus preocupaciones se suma a la charla de sus amigas.
De la cocina
brota un aroma inconfundible: pollo al horno. ¿Y Fede? pregunta Agustina, lavándose las manos en la pileta. Le di de comer temprano y ya está durmiendo
la siesta contesta Ramona. ¿Cómo se
portó? Estuvo bastante fastidioso, no se entretenía con nada. Cuando se
despierte lo llevo a la plaza dice Agustina, sentándose. Qué
suerte que no fui a lo de Vale piensa Fede
me necesita y agarra con la mano su pata de pollo. Para algo están los cubiertos sentencia Matilde. Ella se encoge de
hombros mientras clava con entusiasmo los dientes en su presa.
Agustina, con
Federico en brazos, se detiene en el vano de la puerta. Lo llevo a la plaza informa volvemos
a las cinco. Matilde se pregunta por
qué su hermana le da explicaciones. ¿Soy
yo la responsable? se plantea mientras gira en la silla. Fastidiada cierra
la carpeta y baja. Encuentra a Ramona en la cocina, batidora en mano. ¿Qué estás haciendo? Bizcochuelo de limón. Extrañada se
pregunta si se le escapó alguna fecha. ¿Por
qué? Es el único que le gusta a Sofía
contesta la mujer a ver si la tiento.
Lo peor es que le va a dar solo un mordisco y se lo va a comer todo Lorena. Ríen
juntas. Matilde se sienta. Está inquieta. Un único pensamiento. La carita
redonda de Lorena constituye ahora su universo. ¿Te preparo un tecito? la sobresalta la voz de Ramona. Dale. Instantes después el té caliente
se desliza por su garganta. La reconforta. Lo precisaba y no se había dado
cuenta. Ramona sí que se dio cuenta
piensa. Ella sí que nació para ser madre piensa
y descubre que no sabe nada de su vida. Ramona siempre estuvo y a ella eso le
resultó suficiente. Ramo, ¿te puedo hacer
una pregunta? ¿Qué quiere saber mi mujercita? ¿Por qué no tuviste hijos? El
rostro de la mujer se desarma. Dios no
quiso. ¿Y vos sí? ¡Y cómo no!, perdí dos embarazos y un bebé recién nacido, aunque el médico no
quería yo hubiera seguido intentando pero mi marido se murió en un accidente
antes de los treinta cuenta Ramona mientras se seca las mejillas con la
punta del delantal. No sabía dice ella perdoname. Se siente avergonzada, ¿cómo puede ser que Ramona
siempre esté contenta con semejante historia? Perdoname, Ramo precisa insistir. Para nada, chiquita, poco después de que se muriera mi marido empecé a
trabajar aquí y ustedes fueron mi vida, dicen que cuando Dios nos cierra una
puerta nos abre una ventana; cuando llegué aquí vos tenías un añito y Agus
venía en camino, fueron los hijos que no tuve, a Lorena la crié yo. Suena
en Matilde la señal de alarma. En un instante sus músculos se tensionan como en
un animal ante el peligro. ¿Por qué?
pregunta. Los crié a todos se
retracta Ramona mientras pone la torta en el horno. Dale, sentate, contame pide ella. La mujer se limpia las manos en
el delantal y obedece. ¿Qué querés que te
cuente? ¿Por qué con Lorena fue distinto? Ramona se queda pensando. ¿No te acordás de nada? pregunta luego
de un rato vos ya eras grandecita. ¿De qué me tengo que acordar? Tu mamá estuvo deprimida, y como estaba
medicada no pudo amamantarla, yo me quedé a dormir durante casi un año. Matilde
cierra los ojos. Se abalanza sobre ella una imagen. Se ve chiquita, con el
uniforme y la mochila, despidiéndose desde la puerta del cuarto. Las persianas
bajas. Su madre tirada en la cama, despeinada, levantando la mano. ¿Esa era su
mamá? ¿Por qué estaba deprimida?
pregunta. A veces pasa después del parto.
Pero solo esa vez le pasó. Sí contesta Ramona solo con Lorenita, pobre mi gorda. ¿Y por qué? Ramona se para se me va a quemar la torta pretexta y
por más que Matilde hace un par de intentos no hay vuelta atrás: la
conversación terminó. Por ahora decide Matilde mientras se
dirige a su cuarto.
Marcelo aparta
las planillas. Le cuesta concentrarse. Se para y se acerca a la ventana. Apoya
la frente sobre el vidrio. Corrientes es un mar de gente. Hormigas atareadas. En lugar de trozos de hojas portan portafolios,
mochilas, carteras. Qué llevará cada uno
se plantea. Regresa al escritorio. No puede dejar de pensar en Lorena. Rebusca
en su memoria. Tanto que sus esfuerzos tienen fruto. Un llanto insistente. Sí recuerda lloraba todas las noches. La impotencia de Ramona esta beba está desesperada, no sé cómo
calmarla. Hasta que un día él la encaró a Diana. Hacé algo, me estoy volviendo loco, esta nena no es como las otras. El
rostro de Diana se desencajó. ¿Miedo?
Lo recuerda con precisión. Santo
remedio. Porque a partir de ese día, gradualmente, Diana volvió a la vida. Y él
recupero su vida. La recuperó a ella, que era su vida. En cuanto la vio mejor
él se puso firme: basta de hijos. Diana accedió a ponerse un espiral. Él la
acompañó al ginecólogo: ya había perdido la confianza en ella. El teléfono lo
arranca de sus pensamientos: el gerente del Banco Francés. La actualidad se impone.
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