viernes, 9 de diciembre de 2016

10

Matilde busca en la cómoda de su madre. Saca el último cajón y lo traslada a su habitación. Cierra la puerta. Mientras intenta ordenar el caos de papeles escucha el parloteo de Federico  desde el cuarto de Agustina. En el fondo del cajón descubre un sobre de papel madera. Introduce la mano. Extrae un cartoncito con el borde rosa. Descubrir su nombre la emociona. 9/07/00, 3.200 kg, grupo A Rh+. Da vuelta el sobre y lo sacude. Caen otras cuatro fichas. Solo una celeste. Federico Montes de Oca. 03/10/15, 3.500 kg, grupo A Rh+. Sigue mirando. 14/04/08, 3.900 kg, grupo B Rh+ para Lorena; 2.900 0- para Sofía y 3.3210 0+ para Agustina. Matilde traslada con cuidado los datos a su cuaderno. El grupo de su madre no aparece en ningún lado. Recuerda lo aprendido y hace un cuadro a doble entrada. Si papá es 0, mamá debe haber aportado el A mío y de Fede y el B de Lorena piensa. Cruza, entonces, ABx00. Imposible ahora el 0 de Agustina y de Sofía. Prueba varias veces. Agarra el cuaderno y baja. Encuentra a su padre en el sillón del living. Descalzo, los párpados cerrados. Un pocillo al alcance de la mano. Se lo habrá servido Ramona decide él es incapaz de prepararse ni un café. Se para frente al él. Seguramente la escuchó porque abre los ojos. Papá, es imposible que seas grupo 0  informa. Mirá de lo que me vengo a enterar a los 54 años; ¿sabés cuántas veces di sangre en mi vida? Estuve haciendo todos los cuadros, no da. Quizá te equivocaste con el grupo de tu madre, ¿encontraste los análisis? No, no importa, sea ella lo que sea, si vos sos 0, no puede ser que nosotros seamos 0, A y B. No tengo la menor idea de lo que me estás diciendo, no te puedo ayudar. A vos nunca te interesó ayudarme replica ella y, airada, sube.


Los pasos de Matilde repican en la escalera. Mocosa prepotente, lo único que me falta es lidiar con Mendel piensa Marcelo. Se restriega los ojos. Su lunes no puede terminar peor. Tuvo que cerrar cuatro balances, varias declaraciones de Bienes Personales y ahora los reproches de su hija. Y hace cuatro días que se murió mi mujer. Con absoluta nitidez percibe que también hace cuatro días que murió la madre de su hija. Inspira hondo. Se acomoda el cabello con las manos, se calza. Sube las escaleras apoyándose en la baranda. Golpea la puerta. Pasá. Matilde está tirada sobre la cama. El velador apenas ilumina el cabello revuelto. La chica se incorpora sobre el codo y lo mira. ¿Querés que pensemos juntos lo de la sangre? propone él.


Matilde salta de la cama. Busca papel y lápiz en su escritorio y rehace, frente a su padre, las tablas. Le explica a medida que las realiza. Tenés razón concluye él es imposible, alguno de los análisis está mal hecho; de todos modos necesitamos saber el grupo de tu madre. Ella saca de debajo de la cama el cajón. Juntos revisan los análisis amontonados sin ton ni son. ¡Acá esta! informa su padre triunfal A Rh positivo. Ella mira el papel, sorprendida. Sí, es cierto. Entonces el problema es Lorena, no puede ser B, es un grupo muy raro además, seguro que se equivocaron concluye. ¿Me necesitás para algo más? ofrece su padre. Ella lo mira sorprendida. No, papá, gracias, andá no más muy a su pesar lo libera.


Marcelo baja. Se detiene en la puerta de la cocina. Lorena está sentada sobre la mesada charlando con Ramona que revuelve una cacerola. Él la observa con atención. Sale sin hacer ruido.


Papá me miró.


Matilde, armada de regla y escuadra, copia las tablas con suma prolijidad. Cuando llega al renglón de Lorena duda. A Rh+, al fin se decide. Cómo explicarle a la profesora lo que no tiene explicación. Cierra la carpeta y va al baño. Ocupado, siempre ocupado. ¡Agustina! grita mientras golpea la puerta. Minutos después abre la ducha. Se saca la ropa. Ya desnuda se observa en el espejo. Soy nada evalúa. Se desliza bajo el agua que está demasiado caliente. Que me queme piensa.


Agustina sale del baño. Matilde la empuja al intentar entrar. Está enojada conmigo evalúa ella seguro porque me tuvo que ir a buscar. Y tiene razón. Lo único que le falta es ocuparse también de ella. Tendrá que aprender a viajar sola. Además Federico la necesita y Ramona no puede con todo. Hice mal en irme hoy, remal.


Matilde sale de la ducha, se pone el piyama y baja. Sofía está en el living, recostada en el sillón mirando la televisión. Tinelli. Esto no es para vos dictamina Matilde. ¿Por qué? cuestiona su hermana. Matilde se sienta junto a ella. Ni para vos ni para nadie, es una basura. ¿Por qué? insiste Sofía todas mis amigas lo ven. Todas las mías también piensa ella pero agarra el control remoto y cambia de canal. Una imagen la retiene. Una mujer con su beba y su madre en el pediatra. ¿Hay diabéticos en la familia? pregunta el médico. La escena continúa. Spot de Abuelas de Plaza de Mayo. La identidad. Cambiá le pide Sofía porfi. Matilde obedece. Le revuelve el pelo y se levanta. Recién entonces descubre a Lorena, tirada sobre la alfombra. B Rh+ recuerda.


Mamá no me decía nada cuando miraba a Tinelli me da rabia que Matilde no me deje pero también me gusta porque a lo mejor tiene razón aunque al final me deja se ve que tanto no le interesa.




Matilde la retó a Sofi a ella sí que le charla seguro por el excelente yo en esta familia soy nadie.


Marcelo se ubica en su cabecera. La otra, la de Diana, vacante. Vacío que lacera. Sus hijos parlotean. Como si los estuviera filmando, va recorriendo las caritas. Lindos chicos pese a todo evalúa. Y después se plantea por qué lo pensó. ¿Pese a qué?, ¿a que no los deseo? Nunca precisó tener hijos. Con Diana le alcanzaba y le sobraba. Simples concesiones. Y ahora ella se fue y lo dejó a cargo de sus cinco hijos. Reinicia la ronda. Oscuro el pelo de Sofía, tan flaquita, los ojos muy vivaces. Tizones. Rubia Agustina, ¿la más bonita?, la más dulce decide angelical. Matilde es más interesante. Porque se le parece. Federico es rubiecito. Yo también era pecoso. Qué pestañas, desperdicio para un varón. Marcelo, sin darse cuenta, sonríe. Observa a Lorena con suma atención. La carita redonda, el cuello corto. Vuelve a mirar a todos. Piyamas, olor a champú, cabellos mojados. Tan vivos a pesar de todo. Son mis hijos piensa y se da cuenta de que cada uno lleva en sí un trozo de Diana. No me dejó tan solo.


Papá me mira capaz porque como mucho Matilde me dice y me saca el pan pero papá no me lo saca total a él que le importa.


Agustina come el puré con una mano y con la otra lo ayuda a Federico. Valeria la invitó a su casa de nuevo, tienen que terminar el trabajo de los griegos. Ella se anima a volverse sola. ¿A quién le tiene que pedir permiso? Me parece que a papá. Pero si se lo pregunta ahora va a escuchar Matilde y capaz se ofrece a buscarla y ella no quiero jorobarla más. Su papá ni come. Está en su mundo. Mejor hago el trabajo sola y después se lo paso a Vale.


Marcelo sube las escaleras con Federico alzado. Al llegar arriba duda. ¿Se supone que debe acostarlo? Quizás Agustina percibe su desconcierto porque acude presurosa. Dámelo, estos días duerme conmigo. Él sabe que Diana hubiera puesto el grito en el cielo, sin embargo no dice nada. El nene pasa de brazos. Decile chau a papá. El nene, sonriendo, agita la manito. Él se acerca, le hace cosquillas en el cuello y lo besa. Agustina lo observa. Le pasa la mano por el cabello húmedo. Buenas noches, señorita dice. Su hija sonríe. Encantadora evalúa él. Ahora es Matilde la que llega. Buenas noches repite él. Igualmente contesta su hija, seria. Marcelo enfila hacia su cuarto pero la mano ya en la manija piensa me faltan dos. A Sofía la encuentra lavándose los dientes. La nena, la boca llena de espuma, agita la mano libre respondiendo a su saludo. La puerta de Lorena está cerrada. Él golpea. Nadie contesta. Abre. En la oscuridad detecta un bulto en la cama. Se acerca. El acolchado se desliza levemente y aparecen dos ojos muy abiertos. ¿Qué hacés ahí? pregunta él, sonriendo. Tengo miedo. ¿De qué?  Ahora aparece la cabeza completa. No sé. ¿Y por qué no encendés la luz? Porque mamá no me deja. Él, pulsa la perilla del velador. ¿Querés que me quede un ratito? ¡¿Vos?! pregunta la nena, los ojos como platos.


No le puedo contar a papá que tengo miedo del infierno ni que tengo un agujero en la panza que me crece cada día no le puedo decir a nadie solo un poco a Sofi que me contó que ella no tiene agujero sino como una mano que le aprieta y por eso la comida no le baja yo le cuento del agujero pero no del infierno que es muchísimo peor porque fui mala y Dios me va a castigar aunque ya pasaron muchos días capaz que Dios se olvida de tan ocupado que está.


Marcelo cierra el libro y apaga la luz. Lo abruma el peso de su responsabilidad. Cinco hijos piensa cómo pude acceder. Quizá porque Diana jamás lo involucró en la crianza. Su función estribaba en mantenerlos y en bajar los chicos dormidos del auto. Pesaban mucho para ella piensa y el cuerpo se le estremece de ternura. Él siempre la vio frágil. Tan femenina. Tiene absoluto registro de pescar miradas sobre ella y decirse, orgulloso, esta es mi mujer. Nadie, mirándola, podía suponerle cinco hijos. Un mimbre dice y recupera la imagen de sus hijos. ¿Cuándo engordó Lorena? No recuerda que Diana le manifestara su preocupación. Trata de recordar. Sí, era una beba redondita. Quizá solo recuerda su imagen a través del objetivo. Siempre le gustó sacar fotos. Como si solo así se concediera el tiempo para observar con precisión. Aunque seguramente no fueron muchas las fotos a Lorena bebé. En esa época Diana comenzó a estar mal. Trata de hacer memoria. Oprime con fuerza los párpados cerrados. Recuerda su propio mal humor cuando se enteró del nuevo embarazo. Según Diana el diafragma falló. Pero a él le quedó la percepción de haber sido engañado. Le perdí la confianza decide. Al principio del embarazo estaba muy contenta. Esta vez será varón repetía. Tan entusiasmada que no se hizo demasiado problema por la ruptura con Alberto y Patricia, que fue justo en esa época. Sus únicos amigos. Tampoco recuerda por qué la acompañó a hacerse la ecografía. Lo tiene grabado porque fue la primera y única vez. Emocionante escuchar el corazoncito desbocado. Pero cuando el médico dijo que era otra nena a Diana se le vino el mundo abajo. Voy a abortar comunicó mientras regresaban en el auto. Él se encontró convenciéndola de que el embarazo estaba demasiado avanzado para correr riesgos. Además, él había escuchado el corazón. ¿Cómo podía ser que Diana, llevándola adentro, decidiera descartarla solo por ser mujer? Siguió adelante porque también ella tenía miedo. Durante meses Diana estuvo insoportable. Ni soñar en tocarla. Único embarazo en el que fue condenado a la abstinencia más absoluta. El parto fue malísimo. Diana se negaba a pujar. Única cesárea. Marcelo recuerda los ojos asustados de Lorena bajo el acolchado. Pobre hija, arrancaste mal. Ya no tiene sueño. Y como tampoco para él nunca más estará Diana protestando por la luz encendida, presiona la perilla y retoma el libro.


Otra vez vino Lorena y como está gorda me ocupa toda la cama la dejo porque es más chica porque yo no tengo tanto miedo.



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