Matilde busca en
la cómoda de su madre. Saca el último cajón y lo traslada a su habitación.
Cierra la puerta. Mientras intenta ordenar el caos de papeles escucha el
parloteo de Federico desde el cuarto de Agustina. En el fondo del cajón
descubre un sobre de papel madera. Introduce la mano. Extrae un cartoncito con
el borde rosa. Descubrir su nombre la emociona. 9/07/00, 3.200 kg, grupo A Rh+. Da vuelta el sobre y lo sacude. Caen
otras cuatro fichas. Solo una celeste. Federico
Montes de Oca. 03/10/15, 3.500 kg, grupo A Rh+. Sigue mirando. 14/04/08, 3.900 kg, grupo B Rh+ para
Lorena; 2.900 0- para Sofía y 3.3210 0+ para Agustina. Matilde traslada con
cuidado los datos a su cuaderno. El grupo de su madre no aparece en ningún
lado. Recuerda lo aprendido y hace un cuadro a doble entrada. Si papá es 0, mamá debe haber aportado el A
mío y de Fede y el B de Lorena piensa.
Cruza, entonces, ABx00. Imposible ahora el 0 de Agustina y de Sofía. Prueba
varias veces. Agarra el cuaderno y
baja. Encuentra a su padre en el sillón del living. Descalzo, los párpados
cerrados. Un pocillo al alcance de la mano. Se
lo habrá servido Ramona decide él
es incapaz de prepararse ni un café. Se
para frente al él. Seguramente la escuchó porque abre los ojos. Papá, es imposible que seas grupo 0 informa. Mirá
de lo que me vengo a enterar a los 54 años; ¿sabés cuántas veces di sangre en
mi vida? Estuve haciendo todos los cuadros, no da. Quizá te equivocaste con el
grupo de tu madre, ¿encontraste los análisis? No, no importa, sea ella lo que
sea, si vos sos 0, no puede ser que nosotros seamos 0, A y B. No tengo la menor
idea de lo que me estás diciendo, no te puedo ayudar. A vos nunca te interesó
ayudarme replica ella y, airada, sube.
Los pasos de
Matilde repican en la escalera. Mocosa
prepotente, lo único que me falta es lidiar con Mendel piensa Marcelo. Se restriega los ojos. Su
lunes no puede terminar peor. Tuvo que cerrar cuatro balances, varias
declaraciones de Bienes Personales y ahora los reproches de su hija. Y hace cuatro días que se murió mi mujer.
Con absoluta nitidez percibe que también hace cuatro días que murió la madre de
su hija. Inspira hondo. Se acomoda el cabello con las manos, se calza. Sube las
escaleras apoyándose en la baranda. Golpea la puerta. Pasá. Matilde está tirada sobre la cama. El velador apenas ilumina
el cabello revuelto. La chica se incorpora sobre el codo y lo mira. ¿Querés que pensemos juntos lo de la sangre?
propone él.
Matilde salta de
la cama. Busca papel y lápiz en su escritorio y rehace, frente a su padre, las
tablas. Le explica a medida que las realiza. Tenés razón concluye él es
imposible, alguno de los análisis está mal hecho; de todos modos necesitamos
saber el grupo de tu madre. Ella saca de debajo de la cama el cajón. Juntos
revisan los análisis amontonados sin ton ni son. ¡Acá esta! informa su padre triunfal A Rh positivo. Ella mira el papel, sorprendida. Sí, es cierto. Entonces el problema es Lorena, no puede ser B, es un grupo muy raro además, seguro que se equivocaron concluye. ¿Me necesitás para algo más? ofrece su
padre. Ella lo mira sorprendida. No, papá, gracias, andá no más muy a su
pesar lo libera.
Marcelo baja. Se
detiene en la puerta de la cocina. Lorena está sentada sobre la mesada
charlando con Ramona que revuelve una cacerola. Él la observa con atención.
Sale sin hacer ruido.
Papá me miró.
Matilde, armada
de regla y escuadra, copia las tablas con suma prolijidad. Cuando llega al
renglón de Lorena duda. A Rh+, al fin
se decide. Cómo explicarle a la profesora lo que no tiene explicación. Cierra
la carpeta y va al baño. Ocupado, siempre ocupado. ¡Agustina! grita mientras golpea la puerta. Minutos después abre la
ducha. Se saca la ropa. Ya desnuda se observa en el espejo. Soy nada evalúa. Se desliza bajo el agua
que está demasiado caliente. Que me queme
piensa.
Agustina sale
del baño. Matilde la empuja al intentar entrar. Está enojada conmigo evalúa ella
seguro porque me tuvo que ir a buscar. Y tiene razón. Lo único que le falta
es ocuparse también de ella. Tendrá
que aprender a viajar sola. Además Federico la necesita y Ramona no puede con
todo. Hice mal en irme hoy, remal.
Matilde sale de
la ducha, se pone el piyama y baja. Sofía está en el living, recostada en el
sillón mirando la televisión. Tinelli. Esto
no es para vos dictamina Matilde. ¿Por
qué? cuestiona su hermana. Matilde se sienta junto a ella. Ni para vos ni para nadie, es una basura.
¿Por qué? insiste Sofía todas mis
amigas lo ven. Todas las mías también
piensa ella pero agarra el control remoto y cambia de canal. Una imagen la
retiene. Una mujer con su beba y su madre en el pediatra. ¿Hay diabéticos en la familia? pregunta el médico. La escena
continúa. Spot de Abuelas de Plaza de Mayo. La identidad. Cambiá le pide Sofía porfi.
Matilde obedece. Le revuelve el pelo y se levanta. Recién entonces descubre a Lorena, tirada sobre la alfombra. B Rh+ recuerda.
Mamá no me decía
nada cuando miraba a Tinelli me da rabia que Matilde no me deje pero también me
gusta porque a lo mejor tiene razón aunque al final me deja se ve que tanto no le
interesa.
Matilde la retó
a Sofi a ella sí que le charla seguro por el excelente yo en esta familia soy
nadie.
Marcelo se ubica
en su cabecera. La otra, la de Diana, vacante. Vacío que lacera. Sus hijos
parlotean. Como si los estuviera filmando, va recorriendo las caritas. Lindos chicos pese a todo evalúa. Y después
se plantea por qué lo pensó. ¿Pese a
qué?, ¿a que no los deseo? Nunca precisó tener hijos. Con Diana le
alcanzaba y le sobraba. Simples
concesiones. Y ahora ella se fue y lo dejó a cargo de sus cinco hijos.
Reinicia la ronda. Oscuro el pelo de Sofía, tan flaquita, los ojos muy vivaces.
Tizones. Rubia Agustina, ¿la más
bonita?, la más dulce decide angelical. Matilde es más interesante. Porque se le parece. Federico es
rubiecito. Yo también era pecoso. Qué
pestañas, desperdicio para un varón.
Marcelo, sin darse cuenta, sonríe. Observa a Lorena con suma atención. La
carita redonda, el cuello corto. Vuelve a mirar a todos. Piyamas, olor a
champú, cabellos mojados. Tan vivos a pesar de todo. Son mis hijos piensa y se da cuenta de que cada uno lleva en sí un
trozo de Diana. No me dejó tan solo.
Papá me mira capaz porque como mucho Matilde me dice
y me saca el pan pero papá no me lo saca total a él que le importa.
Agustina come el
puré con una mano y con la otra lo ayuda a Federico. Valeria la invitó a su
casa de nuevo, tienen que terminar el trabajo de los griegos. Ella se anima a
volverse sola. ¿A quién le tiene que pedir permiso? Me parece que a papá. Pero si se lo pregunta ahora va a escuchar
Matilde y capaz se ofrece a buscarla y ella no quiero jorobarla más. Su papá ni
come. Está en su mundo. Mejor hago el
trabajo sola y después se lo paso a Vale.
Marcelo sube las
escaleras con Federico alzado. Al llegar arriba duda. ¿Se supone que debe
acostarlo? Quizás Agustina percibe su desconcierto porque acude presurosa. Dámelo, estos días duerme conmigo. Él sabe
que Diana hubiera puesto el grito en el cielo, sin embargo no dice nada. El nene pasa de brazos. Decile chau a papá. El nene, sonriendo,
agita la manito. Él se acerca, le hace cosquillas en el cuello y lo besa.
Agustina lo observa. Le pasa la mano por el cabello húmedo. Buenas noches, señorita dice. Su hija
sonríe. Encantadora evalúa él. Ahora
es Matilde la que llega. Buenas noches
repite él. Igualmente contesta su
hija, seria. Marcelo enfila hacia su cuarto pero la mano ya en la manija piensa
me faltan dos. A Sofía la encuentra
lavándose los dientes. La nena, la boca llena de espuma, agita la mano libre
respondiendo a su saludo. La puerta de Lorena está cerrada. Él golpea. Nadie
contesta. Abre. En la oscuridad detecta un bulto en la cama. Se acerca. El
acolchado se desliza levemente y aparecen dos ojos muy abiertos. ¿Qué hacés ahí? pregunta él, sonriendo. Tengo miedo. ¿De qué? Ahora aparece la cabeza completa. No sé. ¿Y por qué no encendés la luz? Porque mamá no me deja. Él, pulsa la
perilla del velador. ¿Querés que me quede
un ratito? ¡¿Vos?! pregunta la nena, los ojos como platos.
No le puedo contar a papá que tengo miedo del
infierno ni
que tengo un agujero en la panza que me
crece cada día no le puedo decir a nadie solo un poco a Sofi que me contó que
ella no tiene agujero sino como una mano que le aprieta y por eso la comida no
le baja yo le cuento del agujero pero no del infierno que es muchísimo peor
porque fui mala y Dios me va a castigar aunque ya pasaron muchos días capaz que
Dios se olvida de tan ocupado que está.
Marcelo cierra
el libro y apaga la luz. Lo abruma el peso de su responsabilidad. Cinco hijos piensa cómo pude acceder. Quizá porque Diana jamás lo involucró en la
crianza. Su función estribaba en mantenerlos y en bajar los chicos dormidos del
auto. Pesaban mucho para ella piensa
y el cuerpo se le estremece de ternura. Él siempre la vio frágil. Tan femenina.
Tiene absoluto registro de pescar miradas sobre ella y decirse, orgulloso, esta es mi mujer. Nadie, mirándola,
podía suponerle cinco hijos. Un mimbre
dice y recupera la imagen de sus hijos. ¿Cuándo
engordó Lorena? No recuerda que Diana le manifestara su preocupación. Trata
de recordar. Sí, era una beba redondita. Quizá solo recuerda su imagen a través
del objetivo. Siempre le gustó sacar fotos. Como si solo así se concediera el
tiempo para observar con precisión. Aunque seguramente no fueron muchas las
fotos a Lorena bebé. En esa época Diana comenzó a estar mal. Trata de hacer
memoria. Oprime con fuerza los párpados cerrados. Recuerda su propio mal humor
cuando se enteró del nuevo embarazo. Según Diana el diafragma falló. Pero a él
le quedó la percepción de haber sido engañado. Le perdí la confianza decide. Al principio del embarazo estaba muy
contenta. Esta vez será varón
repetía. Tan entusiasmada que no se hizo demasiado problema por la ruptura con
Alberto y Patricia, que fue justo en esa época. Sus únicos amigos. Tampoco
recuerda por qué la acompañó a hacerse la ecografía. Lo tiene grabado porque
fue la primera y única vez. Emocionante escuchar el corazoncito desbocado. Pero
cuando el médico dijo que era otra nena a Diana se le vino el mundo abajo. Voy a abortar comunicó mientras
regresaban en el auto. Él se encontró convenciéndola de que el embarazo estaba
demasiado avanzado para correr riesgos. Además, él había escuchado el corazón.
¿Cómo podía ser que Diana, llevándola adentro, decidiera descartarla solo por
ser mujer? Siguió adelante porque también ella tenía miedo. Durante meses Diana
estuvo insoportable. Ni soñar en tocarla. Único embarazo en el que fue
condenado a la abstinencia más absoluta. El parto fue malísimo. Diana se negaba
a pujar. Única cesárea. Marcelo recuerda los ojos asustados de Lorena bajo el
acolchado. Pobre hija, arrancaste mal. Ya
no tiene sueño. Y como tampoco para
él nunca más estará Diana protestando por la luz encendida, presiona la perilla
y retoma el libro.
Otra vez vino Lorena y como está gorda me ocupa toda
la cama la dejo porque es más chica porque yo no tengo tanto miedo.
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