Teléfono,
contador
le avisa su secretaria. Fernando. Che,
recién me doy cuenta de que mañana hace un mes de lo de Diana, ¿van a hacer
algo? Nadie le permite olvidarse. Voy
al cementerio con las chicas informa. ¿Todas?
hay sorpresa en la voz de su amigo. Con
las dos mayores seguro, hoy les preguntaremos a las chiquitas si quieren ir.
¿Puedo ser de la partida? Él va a decirle que claro, por supuesto, cuando
repara en que debe consultarlo con sus hijas. Les pregunto a las chiquilinas y te aviso. Se quedan un rato
charlando de política. Antes de cortar él dice gracias, viejo, siempre estás. ¡Watson! ríe su amigo a través del
cable.
Matilde está
sentada junto a Agustina. Su hermana no le habla desde que subieron al
colectivo. A Matilde le hace mal. En el cuerpo le hace mal. Como ya no lo soporta le pregunta ¿estás enojada conmigo? Agustina, muy
seria, por fin la mira. Sos vos la que hace
días que me ninguneás; sé que está pasando algo con Lorena pero vos no querés
contármelo; seguro pensás que todavía soy chica; pero yo soy chica solo cuando
les conviene. Matilde no sabe qué decir, su hermana tiene razón. No quiere
imaginarse cómo se sentiría ella en esa situación. Esperá que pase lo de mañana, te prometo que trataré de contártelo,
pero no depende solo de mí. Agustina la mira con una intensidad
insoportable. Por suerte tienen que bajar.
Marcelo, sentado
en el restaurante espera. Diez minutos ya. ¿Habrá entendido bien? Finalmente
entra Feldman, jadeando. Perdón profe, el
bondi en que venía se quedó y tuve que tomar otro. Él llena su propia copa
con agua y se la tiende. Gracias, corrí
tres cuadras. Se desprende tanta vida de su respiración agitada, de sus
mejillas coloradas que no puede menos que reír. ¿Se ríe de mí?, me imagino lo que debo parecer. Esto preciso piensa él una inyección de energía.
Ramona las
espera con tarta de atún y ensalada de remolachas. Una para cada una piensa Agustina Ramo conoce nuestros favoritos. Hoy es mejor día. Le gustó la
charla con Gonzalo y la alivió la charla con Matilde. En realidad la alivió
sentirse tenida en cuenta. Pero está muy preocupada. ¿Qué será lo que le están
ocultando?, ¿Lorena tendrá una enfermedad grave? Porque el Doc está metido en todo esto. Pero Matilde tiene razón: ahora
no es momento. Ahora solo importa que ya
no estás, mamá. Para conjurar las
lágrimas que se acercan se sirve otra porción de tarta. Ramo, sos lo más dice.
Feldman,
lapicera en mano, pregunta y toma notas. Parece
una criatura jugando a ser periodista piensa él. Cuanto más seria se pone,
más joven le parece. Dan ganas de apretarle los cachetes. Pero es inteligente.
Particularmente inteligente. Y a mí
siempre me pudieron las minas inteligentes evalúa. Como Diana. Diana,
además, era hermosa. Aunque debe reconocer que
esta mocosa no está nada mal. Sonríe solo.
Matilde piensa
en la invitación de Mariano. Los padres se fueron por unos días. Su hermano
mayor y él quedaron solos. Venite a almorzar mañana, te cocino algo rico le
propuso. Ella le explicó que no podía. Entonces
el viernes lo dio él por hecho. Ella le dijo que sí, ya no tenía excusas.
Pero ya no sabe si quiere. Querer quiere. Pero le da miedo. Ya veremos piensa y regresa a los
protones y a los electrones. Le encanta buscar en la tabla periódica.
Escucho
música en el cuarto de Mati hoy por suerte está si me animo le pregunto del
cementerio.
Ramo
me preparó otra vez bizcochuelo de limón y por fin le pude mostrar el mapa a
Agus estuvimos un rato solas pero no me contó nada.
Marcelo,
mientras espera a un cliente en la DGI, rememora el almuerzo. ¿La chica está
buscando algo?, ¿o solo ejerce su desenfadada manera de ser? Lo veo mañana dijo al despedirse. Lo
besó en la mejilla y se fue a la carrerita. Él la observó hasta que dobló la
esquina. Me divierte piensa me trae aire. Pero también puede traerle
problemas. Marcelo, no seas pelotudo, ya
estás demasiado grande para repetir historias. Porque Diana también fue su
alumna. Su mejor alumna. Recuerda a Sarmiento, a Muiño, a Magaña y a Demare.
Cómo le gustaba el viejo cine argentino. Buscará la película por Internet.
Quizá la encuentre.
Agustina llena
las dos bañaderas. Les avisa a las nenas y tiene que agarrar a Federico a la
fuerza. Patalea tanto que ella se enoja. Lo deposita con rabia en el piso. ¡Por mí no te bañés nunca más! grita. El
nene la mira con los ojos muy abiertos y hace pucheros. A ella le da lástima. No tiene mamá piensa. Lo alza de nuevo.
El nene le rodea el cuello con los bracitos.
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