viernes, 28 de abril de 2017

70

Marcelo percibe que todos lo observan. Demasiados chicos para un solo hombre, pensarán. Seguramente fantasean con que es un divorciado haciendo buena letra en fin de semana. ¿Alguien lo supondrá viudo? Tan recientemente viudo: solo veintiséis días. ¿Cuántas veces fueron al cine con los chicos?, ¿alguna vez con los cinco? Su cabeza es un cuenco vacío, carente de imágenes. Entran a la sala y se ubican todos en la misma fila. Si la película es muy aburrida siempre le queda el recurso de dormir. Aunque no será sencillo con la infinidad de enanos parlantes. Se reacomoda en la butaca. Por suerte Federico quedó lejos: obvio, el que más molestará. La nena de adelante se para en el asiento y lo mira con insoportable fijeza. Él se siente profundamente incómodo.


Paso primero y me siento en la punta para no molestar Sofía queda al lado de su papá.


Agustina se ríe más de la risa de Federico que de la película. El nene no saca los ojos de la pantalla, está grande. De pronto siente el pantalón mojado. Se palpa con la mano. Maldición. Por ponerle el pañal a las apuradas. Las carcajadas de su hermanito. Suerte que no está Gonzalo piensa.


Matilde observa a sus hermanitas. Disfrutan. Estuvo bien papá determina todos precisábamos un día de cambio de aire. Escuchó en la radio esa expresión y le quedó grabada. Cambio de aire.


Agustina cambia a su hermano en el baño del cine. Por suerte siempre lleva su mochilita con pañales y ropa de repuesto. Moja un algodón y lo pasa por su pantalón. Espera, al menos, sacarse el olor. Federico, oh milagro, se queda a su lado, quietito, en silencio. Él no tiene la culpa.


Marcelo tiene que reconocer que se entretuvo. Sus hijos salieron radiantes. Hasta Lorena tiene mejor carita. Mira el reloj: 18 y 30. Ya falta poco para terminar el fin de semana. Lo sorteó como pudo. Habrá que pensar en la cena piensa. Y luego piensa que seguramente las chicas ya lo han contemplado. Si no, las empanadas que él planeaba al mediodía. Rumbo a la cochera pasan por un McDonald´s. ¿Quieren comer una hamburguesa? propone.


Matilde hace la cola tratando de recordar los pedidos. Sus hermanas la volvieron loca, eligiendo y arrepintiéndose. Siempre me toca a mí piensa. Al menos se librará de lavar los platos. Agustina, con Federico en brazos, le hace señas de la mesa que consiguió. Su padre fue al baño. Tranquilo porque me dejó el dinero piensa.


Yo primero le pedí a Mati un BigMac pero después me fijé que es muy caro y pedí una McFiesta no quiero hacerle gastar tanto a papá porque no me corresponde.


Le pedí a Mati una cajita feliz no por el juguetito sino porque los McNuggets me los termino porque solo son cuatro así las chicas no me retan.


Agustina agarró varias pajitas y con eso entretiene a Federico hasta que llegue la comida. Hace calor pero no puede sacarse la campera porque tiene el pantalón mojado. No ve la hora de ducharse. Las nenas revolotean alrededor de Matilde. Su padre sale del baño y se acerca a su hermana. Al menos la ayudará con la bandeja.


Marcelo abre la puerta de su casa. Misión cumplida piensa. Está satisfecho consigo mismo. Se tomaría un café pero las chicas ya están atareadas acostando a sus hermanos. Se tira en el sillón del living. Pone música. Cierra los ojos.


Agustina cambia a Federico y lo acuesta. No tiene ganas de bañarlo. Por suerte el nene está tan cansado que se queda en la cuna sin reclamar canciones ni mimos. Todavía tiene que terminar la tarea de lengua. No le quedó clara la diferencia entre circunstancial de modo y predicativo subjetivo no obligatorio. Le preguntará a Matilde. No la encuentra en su cuarto. Baja.


Lo despierta la voz de Matilde. ¿Te preparo un café? Minutos después Agustina se acerca con la bandeja. Dios mío, cómo entrenó Diana a estas chicas piensa.


Por suerte Matilde se olvidó del baño hoy me puedo dormir tranquila porque papá ya me firmó el boletín.


Yo me pregunto qué va a pasar cuando las chicas sepan que no soy la hermana mañana le voy a pedir a papá que por favor no les cuente ahora ni puedo porque me muero de sueño.


Se había dejado el celular en su cuarto. Entre el café de su padre y las oraciones de Agustina pasó casi una hora. Cuando lo abre encuentra varios mensajes de Mariano. El último solo decía buenas noches y una mano agitándose. Buenas noches contesta ella aunque sabe que él ya no lo leerá. Espero que no se enoje. Le agrega una boca de labios rojos. Hoy sí que no habrá ducha. Se pone el piyama y se acuesta.


Agustina siente el agua caliente deslizarse por su cuerpo. Trata de recapitular su fin de semana. Hubo de todo. Se avergüenza al verse escapando de Gonzalo. Se preocupa de nuevo al recordar las angustias de Lorena. Sí, algo está pasando. Se escurrió el placer de bañarse. Cierra la ducha.


Marcelo, boca arriba, se estira cuanto puede. Ay, mi amor, sin ti mi cama es ancha.



jueves, 27 de abril de 2017

69

Matilde llega agitada: corrió las tres cuadras. Encuentra a Mariano apoyado contra la pared, una pierna flexionada. Sonríe al verla y camina a su encuentro. Antes de que ella pueda reaccionar él la besa en los labios. Ella se humedece.


Agustina me llama para poner la mesa justo que Lorena vino a jugar voy a ir rapidito así no se nos hace tarde para ir al cine.


Agustina revuelve la salsa que Matilde dejó preparada. El agua ya hierve. No le puse sal piensa qué tonta. Deja la cuchara de madera sobre la mesada y busca el salero.


Agustina la llamó a Sofía claro ella sí que es la hermana Fede se ríe conmigo porque él es chiquito y no se da cuenta.


Marcelo mira la cartelera. En el Multiplex, 14,50. No llegarán. En el General Paz, 16 y 20. Manda mensaje de texto para el 2x1. La escuchó a Matilde salir, ya hace rato, no sabe adónde. Por supuesto no le avisó. Tendrá que ir a comprar empanadas. Baja.


Sofi me pide que la ayude bajo corriendo pero me acuerdo de Fede y lo voy a buscar él no puede quedarse solo ni un minuto porque como decía mami es una máquina de hacer lío.


Marcelo entra en el comedor. Sofía y Lorena afanándose con la mesa. Una trae la panera, la otra los cubiertos. Ahora los vasos y las servilletas. Parecen hormiguitas piensa. Entra a la cocina. Agustina, con delantal, lucha con las cacerolas. El rostro bañado por el vapor del agua. Se abre la puerta de calle. En un instante Matilde deja un paquete sobre la mesada y luego se saca el abrigo. Traje pan informa. El mundo marcha sin mí piensa él soy superfluo.


Matilde prueba los tallarines. Agustina los sacó a punto. Igual los Don Vicente son muy aguantadores. Tiene hambre. La salsa me salió rica. Observa a las nenas: ambas comen con gusto. Hoy es mejor día que ayer. Es que para eso no se precisa mucho. Está de buen humor. Mariano la hizo reír con sus pavadas. No solo la hizo reír.  Le sube un extraño calor. Se sirve otro vaso de soda y le pone hielo.


Están muy ricos, Agustina dice su papá. La salsa la preparó Mati le advierte ella. Sí, pero vos te encargaste de todo la rebate Matilde. De todo no corrige Sofía la mesa la puse yo. ¡Y yo! se anota Lorena. Estoy muy orgulloso de todas mis mujercitas dice su padre. Agustina sonríe. Hoy es un buen día. Pero Gonzalo no me llamó. La sonrisa se diluye.


Marcelo se recuesta en el sillón del living. Acomoda los almohadones. Él se había maravillado de que Diana se arreglara tan bien con la casa en ausencia de Ramona. Nunca había reparado en el ejército de hormiguitas. Los únicos vagos en esta casa somos Fede y yo reconoce. Su moral tocada, se incorpora. ¿Ayudo en algo? ofrece al entrar en la cocina. El estupor de los cuatro pares de ojos le confirma su conclusión. Andá a sentarte que enseguida te alcanzo un café lo remata Matilde mientras friega las cacerolas.


Agustina está cambiando a Federico, que se retuerce como una anguila, sobre la cama, cuando vibra su celular. ¿Cómo estás? pregunta Gonzalo. El corazón de Agustina redobla. Bien, ¿vos? contesta. Cruzan varios WhatsApp hasta que ella escucha la voz de su padre. ¡Apúrense que se hace tarde! Después te escribo aclara y descubre que Federico ya no está en la cama. Instantes después lo ve corriendo desnudo por el pasillo. ¡Vení para acá, lechón! le grita. Las carcajadas del nene que se esconde en el baño.


Me voy a poner el vestido negro porque para ir al cine hay que arreglarse como decía mi mami porque ella sí que sigue siendo mi mami y decía además que el negro te elastiza.



Matilde está peinando a Lorena. Trenzas, porfi pide su hermana. Se empeñó en ponerse un vestido con el frío que hace. Se la ve un poco más animada. Sofía aparece con calzas y una polera ajustada. Parece un alambre evalúa.Vamos de una vez, ¡qué pesadilla tantas mujeres! las exhorta su padre. Mamá era la peor recuerda ella. Tardaba horas en maquillarse y vestirse mientras yo tenía que ocuparme de mis hermanos. ¡Ay!, ¡no me tires! protesta Lorena. De pronto se siente agotada. Debería estar con Mariano piensa. Al menos él no le pide nada. No es cierto: le exige besos y más besos. Pero con él estoy cuando quiero se disculpa ante sí misma.

lunes, 24 de abril de 2017

68

26 Domingo

Marcelo se despierta sobresaltado. El sol entra a raudales por la ventana. Me quedé dormido piensa incorporándose como resorte. Luego recuerda que es domingo y se recuesta de nuevo. Las nueve y media. Durmió de un tirón. Media hora después, vestido y afeitado, recorre el pasillo. Silencio absoluto. Sin embargo, la única disposición que persiste es la de las chiquitas. Federico duerme con Agustina, la pieza de Matilde cerrada. Baja. Saca los diarios de debajo de la puerta. Duda unos segundos. Luego los deja sobre la mesita, se pone la campera y sale.


Papá me agarra de un brazo y me quiere sacar de la cama yo me agarro de los barrotes pero él sigue tirando entonces grito.


Agustina escucha un alarido. ¿Lorena? Desprende los bracitos de Federico y sale corriendo. Sí, es Lorena que grita dormida. Sofía, sentada a los pies de la cama, la mira, aterrorizada. Ella agarra a Lorena de ambos hombros, la sacude suavemente. Lore, despertate, vamos, despertate. La nena abre los ojos como platos. ¡Ah!, ¡sos vos! ¿Quién creíste que era? Lorena baja la mirada. No sé dice. Gritaba "papá" todo el tiempo informa Sofía. Algo está pasando en esta casa piensa ella. ¿Querés contarme lo que soñaste? propone ella. No me acuerdo. Ahora es Federico el que grita llamándola. Tener tantos hermanos sí que es una pesadilla. ¡Ya voy, Fede! exclama y se levanta.


A lo mejor yo tenía razón y es cierto que papá le pega a Lorena.


Matilde también escucha los gritos. Pero cuando llega Lorena ya se tranquilizó. Estuvo Agus informa Sofía. Arriba, chicas, a desayunar. Pasa por el cuarto de Federico: su hermana está cambiando al nene. Termino y vamos le informa. La habitación de su padre, vacía. Aprovecha y le hace la cama. Baja. Levanta las cortinas de la cocina. El sol la obliga a cerrar los ojos. Pone agua en la cafetera. Primero dos cucharadas. Pero luego agrega otra. Quizá papá regrese, no dejó ni una nota. No tiene ganas de hacer tostadas. Que coman galletitas. Se abre la puerta de calle. Aparece su padre y deja un paquete sobre la mesa.


Papi trajo solo dos churros con dulce de leche a mí me encantan pero mejor que los coman sus verdaderas hijas.


Le quise contar a papá del libro que ya casi me lo termino pero no me quiso escuchar claro a nadie le importa lo que yo digo.


Agustina observa a Lorena, observa a su papá. Su hermanita no está bien. Comió solo una medialuna con lo que le gustan a ella los churros. Su papá esta de mal humor, ni la escuchó a Sofía. La nena se quedó mortificada. ¿La única que se da cuenta de las cosas en esta casa soy yo? Federico sí que come a manos llenas. Basta, Fede le ordena después te duele la panza. ¿Gonzalo estará durmiendo? Qué me importa, igual no me va a llamar más. ¿Quieren que vayamos al cine? La voz de su padre la aparta de sus pensamientos. ¡Sí! gritan las nenas. Lorena revivió piensa ella. ¡La vida secreta de las mascotas! propone Sofía me dijeron mis amigas que está buenísima. Ella quería verla ayer pero no se animó a decirle a Gonzalo.  Ella también tiene ganas de ir. Le hace falta despejarse un poco.


Seguro que papá inventó lo de la película para mejorarla a Lorena pero igual estoy contenta porque me moría de ganas de verla.


Matilde reflexiona. ¿Qué corresponde que haga? Le prometió a Mariano verlo. Pero le da culpa salirse del programa familiar. Demasiado para Agustina los tres chiquitos. Le dirá que otra vez no puede. Se pasa la lengua por los labios y siente algo extraño. Quizá pueda verlo más tarde. O un ratito ahora. Le escribe. Mariano le ofrece encontrarse en Cabildo en media hora. Ella sonríe sola. Tiene ganas de salir con sus hermanos. Y con papá reconoce.


Papá dijo de ir al cine yo tenía miedo de que solo invitara sus hijos pero además seguro que no se anima a dejarme sola así que casi seguro que a mí también me lleva menos mal porque estoy cansada de tanto dormir.


Agustina observa por la ventana a Matilde que camina apurada hacia la esquina. Su hermana tiene suerte. Mariano le entiende todo. ¿Le habrá avisado a papá que salía? Ojalá que no le pregunte nada, a ver si todavía mete la pata. Porque yo no sé mentir. Escucha las risas de sus hermanos. Me gustaría ser chiquita piensa. Volver el tiempo atrás. Estar de nuevo con su mamá. Sacude la cabeza. Se pone las zapatillas y baja. Matilde le encargó que fuera adelantando la comida.


Marcelo escucha a los chicos reír. Se acerca. Solo Federico y Sofía. Se asoma al cuarto de Lorena. La encuentra ante el placar abierto. ¿Qué estás haciendo? le pregunta. La nena se sobresalta, ojitos asustados, hombros elevados. Nada contesta. ¿Por qué no vas a jugar con tus hermanos? propone porque no se le ocurre qué decirle. Lorena, descalza, sale corriendo. Lo roza al salir. ¡Perdón! pide.


Estaba mirando qué ponerme para ir al cine esta tarde y entró papá  y me retó capaz que no me lleva eso que yo ya había hecho la cama.




sábado, 22 de abril de 2017

67

Marcelo, de pronto, recuerda los libros. Sofía indica por favor traeme la bolsa que está colgada en el perchero. La nena obedece. Él intenta recordar cuál era para quién. Entreabre los papeles. Les traje un regalo comunica. Él percibe la sorpresa en los cuatro pares de ojos. Les entrega los paquetes a los tres menores. Está por decirle a Matilde te voy a dar el dinero para que compres el que prefieras pero cambia de opinión. Cuando quieras vamos juntos a la librería así elegís vos propone. Dale dice la chica justo ayer terminé uno. ¿Cuál era? Demián. Yo a tu edad adoraba a Herman Hesse, ¿ya leíste Narciso y Goldmundo? Ella niega con la cabeza. Entonces vamos a comprar ese, estoy seguro de que te va a encantar. Sofía se acerca sonriendo. Hace mucho que no la veía sonreír descubre él. ¡A mí me encanta este! exclama la nena, se queda mirándolo un rato y agrega gracias, papá. ¿No me merezco un beso? La nena sonríe y baja a vista. Él la abraza. Federico se acerca enarbolando su librito. ¡Eémelo, papi! Él lo sienta sobre la falda y comienza. Cuando levanta la vista se cruza con la mirada de Lorena. ¿Y a vos no te gustó el tuyo? pregunta. La nena asiente con la cabeza. ¿Y mi beso? Desde lejos le tira un beso con la manito. A él se le estruja el corazón.


 Entran al cine. Escuadrón suicida. A ella no le gustan las películas de acción pero le dijo a Gonzalo que sí. Se ubican. En cuanto comienza la película, él le toma la mano. Ella no sabe qué hacer. Así permanecen hasta que en la pantalla aparece el The End.


Mi papi me regaló un libro a mí también me regalo aunque él ya sabe que no soy su hija.


Papá me dio un abrazo me parece que antes nunca me abrazó.


Matilde consigue que las nenas se hagan cargo de Federico. Suben los tres, un libro en la mano de cada uno. Le mandó mensaje a Mariano. Por suerte no se enojó. Su papá se instaló en el sillón del living, jazz en el equipo, leyendo. Ella piensa que sería lindo tirarse en la alfombra junto a él, pensar en nada. Hace una mueca: Lorena es la que cuenta. ¿Estás ocupado? pregunta. Él baja el libro y se saca los anteojos. No, para nada, veni, sentate dice señalando el sillón contiguo. Ya ubicada pregunta ¿qué le dijiste a Lorena? Su padre suspira. Ella, por un segundo, lamenta incomodarlo pero la que ahora importa es su hermanita. Le expliqué que hicimos unos análisis de sangre que demuestran que ella no es mi hija biológica, pero que sigue siendo mi hija del corazón, que nada va a cambiar, que esta sigue siendo su casa, yo su papá y ustedes sus hermanos; que cuando sea grande, si le interesa, buscaremos a su verdadero padre, pero que para eso falta mucho y solo va a suceder cuando ella lo desee y esté preparada. Matilde lo observa azorada. ¿Ese es su papá? Ella no hubiera podido explicárselo mejor. ¿Y cómo reaccionó? Lloraba y lloraba, me preguntó varias veces si de veras no la iba a echar,  pobrecita, me imagino las angustias que pasó. Matilde quisiera recordarle que ella le insistió para que le hablara antes pero calla. ¿Sabe que yo sé? No me comentó nada, supongo que no. Ella se queda reflexionando. No sabe cómo actuar. No me alcanzo para mí misma piensa. ¿Qué te parece que haga? pregunta. Su padre la mira sonriendo. ¡Si no lo sabés vos! dice y luego de un rato le acaricia el cabello.


Marcelo está mirando a Las leonas cuando Federico irrumpe en el living. ¡Caca! dice el nene. Él se queda desconcertado. ¿Cuándo fue la última vez que cambió un pañal? Avisale a Matilde indica. ¿Os no saés? ¿Cuándo fue la última vez que se sintió tan pelotudo? Apaga el televisor y se levanta. El nene le tiende la manito.


En cuanto se enciende la luz Agustina libera su mano. Salen comentando la película. Entretenida después de todo. Caminan hablando de los actores. Sin rozarse, casi sin mirarse. A medida que se acercan a su casa ella se pone más nerviosa. Busca aumentar la distancia. En la esquina dice chau y sale corriendo. Nunca en su vida se sintió más idiota. Las lágrimas le corren por la cara. Ya en la puerta busca una carilina. Ojalá que Matilde no esté.


Matilde entra al cuarto de Lorena, el piso lleno de papelitos. ¿A qué están jugando? pregunta. Al supermercado contesta Sofía estamos recortando las mercaderías. A ella le sorprende el vocablo. ¿Y ya se puede comprar? Obvio contesta Lorena dale, sentate. Ella obedece. Señora, ¿qué le puedo ofrecer? propone Sofía. Está grande la flaca piensa, observa las figuritas y pide dos paquetes de manteca, por favor. Con mucho gusto. A ella le causa tanta gracia que le tira del pelo. ¡Siempre bruta vos! se queja la nena.


Agustina encuentra a su padre intentando desabrocharle el jardinero a Federico. Culpa, es su primer sentimiento. Dejá, yo me ocupo dice tirando el morral al piso. Él se aparta al instante. El nene empieza a llorar ¡Papá!, ¡papá! pide. A ella le da rabia y le tironea de la ropa. Su padre se queda parado junto al cambiador. Andá, no más indica ella, molesta. Miro así aprendo replica él. Federico agita las patitas y ríe.


Matilde deja a las nenas en la bañadera y va a la cocina. Ramona dejó preparado un vacío. Le dijo que lo cocinara unos quince minutos. Enciende el horno y corta unos tomates. Abre la heladera buscando albahaca. Sí, hay. Hará una caprese. A su papá le encanta.


Lorena ya está bien me salpica y todo qué suerte porque si le pasa algo yo me mato.


Marcelo escucha el jolgorio. Se asoma al baño. Las nenas chapotean. Dependen de mí, son mis hijas piensa y lo abruma el peso de su responsabilidad.


Agustina está tirada en la cama. ¿Qué pensará Gonzalo de ella? Se cubre la cara con ambas manos. Vibra el celular. Se le para el corazón. Pero no es él. Vení a poner la mesa. No quiere ver a su hermana. Le lleva cinco minutos juntar fuerzas para levantarse.


Agus me pidió que lo cuide a Fede me pidió a mí no a Lorena porque yo soy más grande.


Matilde saca la asadera del horno. Pincha la carne. Sale rojo. Ramo habrá dicho quince minutos pero a esto le falta. Agustina entra a la cocina. Abre la alacena, saca los platos. Ella recién recuerda su salida. Qué raro que se olvidó. Che, ¿cómo te fue? La peli era bastante buena. Y a quién le importa la película, te pregunto cómo te fue a vos, ¿pasó algo? No contesta su hermana buscando ahora los vasos. ¿No te dijo nada? Por qué no te dejás de joder. Agustina sale con la bandeja. Ella cierra el horno y la sigue. ¿Te pasó algo? le pregunta. Los ojos de su hermana se llenan de lágrimas. Dale, contame.


Marcelo baja con Federico alzado. Las nenas detrás de él. La mesa puesta. Las fuentes esperando. ¡Qué eficiencia! comenta ya se pueden casar. Por la mirada de Matilde descubre que erró con el comentario. La cena transcurre en armonía. Lorena come, Sofía come. Él pregunta. ¿Qué tal, chicas, los libros? Craso error porque Sofía comenta el mío se trata de una nena que se entera de que es adoptada. Una cuchara cae al piso. Él observa a Lorena: está desencajada. Si seré pelotudo piensa compré lo que me aconsejó el vendedor y ni los miré. Matilde, rápidamente, explica Agus, papá le regaló unos libros a los chicos, a nosotras nos llevará a la librería. Él nunca utilizó el plural. Matilde me lee el pensamiento. La conversación toma otro rumbo. El rostro de Lorena se va recomponiendo.


Estoy leyendo en la cama y viene Lore y me pregunta si se puede quedar le digo que sí aunque ocupa mucho espacio le digo si quiere que lea en voz en alta y  me contesta si lees tu libro me voy qué raro ella siempre me pide.


Matilde se ducha, se pone el piyama y se mete en el cuarto. Instantes después aparece Agustina. ¿Vemos una peli? pregunta. Ella está a punto de cargarla pero se arrepiente. Dale contesta ¿qué? Busquemos en Netflix propone su hermana.


Marcelo no puede dormir. Decide bajar a tomar un vaso de vino. De regreso, recorre los pasillos. Todas las puertas entornadas. Federico duerme abrazado a su oso. Lorena con Sofía.  Una en la cabecera y otra en los pies. Las tapa como puede. Las dos mayores en la cama de Matilde. Tratando de no hacer ruido les apaga la computadora. Se mete en su cuarto. Sí, es muy duro dormir solo.



miércoles, 19 de abril de 2017

66

Terminado el budín de pan los chicos se van levantando. Marcelo piensa en los libros durmiendo en la bolsa. Se siente ridículo por haberlos comprado, quizá no son los apropiados. Porque no conozco a mis hijos admite. Ramona le alcanza un café. ¿Me harías un tecito, Ramo? pide Matilde. En él se enciende la señal de alarma. Él no sabe de qué hablar por eso opta por el silencio. En cuanto la mujer se aleja Matilde lo interpela. ¿Hablás vos o hablo yo?, Lorena no puede seguir durmiendo por los siglos y los siglos.  Él, profundamente humillado, apura su cortado y enuncia me corresponde a mí. Lamentablemente piensa.


Sofia me viene a ver y trae el álbum y no me aguanto y abro los ojos y justo justo por la puerta abierta aparece papá y me descubre y estoy perdida.


Matilde se queda sentada. ¿Te preparo otro té? ofrece Ramona. Ella acepta solo por no tener que levantarse. ¿Hubiera tenido el valor de enfrentar a Lorena?, ¿o solo lo hizo para presionar a su papá? La mujer ronda, terminando de levantar la mesa. Porfi, Ramo, sentate un rato conmigo propone señalando la silla contigua. Y para justificar la invitación pregunta ¿pensaste mejor lo del secundario?


Estoy jugando a las figus con Lorena y de repente la cara se le pone como si hubiera visto un mounstro pero es papá en la puerta que me dice Sofía nos podés dejar un rato solos y me voy porque claro yo siempre estoy de más.


Marcelo cierra la puerta tras Sofía y se sienta en la cama. Lorena se esconde de inmediato debajo del acolchado. ¿Quién tiene más miedo? evalúa él. No sabe cómo empezar. Diana, ayudame implora. Es lo menos que puede hacer. Todo es culpa de ella. La bronca rugiéndole en las vísceras. Diana y Matilde son las únicas responsables de que él deba enfrentar a esa criatura que ni siquiera es su hija. Necesita salir de ahí. Pero no puede: Matilde lo tiene acorralado. Inspira hondo y apoya la mano en lo que supone una cabeza. Lorena, salí indica ya sé que estás despierta.


Papá me obliga y tengo que salir y me destapo pero aprieto los ojos porque cuando los abra perderé todo.


Matilde sigue charlando con Ramona pero ya no está allí. Fuerza, hermanita piensa mientras carraspea para aliviar el nudo en la garganta. Fuerza, papá piensa luego.


Marcelo observa los ojitos cerrados, los puñitos apretados y se avergüenza de sí mismo. En un instante la angustia de la nena se le mete en el cuerpo y le corta el aire, le dificulta la respiración. Yo soy el adulto recapacita. Lorena, mirame pide casi en un susurro. La nena abre los ojos con suma lentitud. Y es tanto el terror que se asoma en ellos que sin que medie decisión alguna él se encuentra diciendo no me importa lo que digan los análisis yo siempre voy a ser tu papá. La nena se incorpora de un salto y, sollozando, se refugia en sus brazos. Marcelo percibe que algo muy profundo se afloja en él.


Mi papi me contó que no es mi papá pero que igual es mi papi y le pregunté si tenía que irme pero me dijo que no y le hice prometer que no me iba a echar y me lo prometió y yo me fije bien y no tenía los dedos cruzados entonces parece que es verdad y si yo lo hubiera sabido antes capaz que todo sería distinto y mamá estaría viva y yo no me tendría que ir al infierno.


Lorena está llorando capaz que papá le pegó porque nunca la escuché llorar así ni siquiera cuando se murió mamá y yo no sé qué hacer le voy a avisar a Mati a lo mejor ella la puede defender.


Matilde está escuchando música tirada en su cama. Se puso los auriculares porque no quiere enterarse de nada. Nada de nada. Sofía entra corriendo. Ella se asusta y se saca los auriculares. ¿Qué te pasa? pregunta. ¡Mati, porfi, papá le está pegando a Lorena! Matilde se incorpora bruscamente, se enreda con los cables y se cae. Se levanta de un salto. Si le tocó un pelo a mi hermana se las tendrá que ver conmigo decide.


No puedo parar de llorar parezco una beba pero mi papi no me reta y me abraza y a mí me gusta tanto su olor.


Estoy roto piensa Marcelo mientras abraza a Lorena. Necesita irse no soporta más pero no puede dejar a la nena en ese estado. La puerta se abre de repente y entra Matilde hecha una tromba. Se detiene en seco junto a la cama. Marcelo comprueba, azorado, que los ojos de la chiquilina están llenos de lágrimas.


Agustina abre el placar. No sabe qué ponerse. Capaz Mati me presta algo. Todavía no le avisó a su papá. No le pedí permiso piensa y se le frunce el estómago. No porque vaya a decirle que no, a él le importa poco lo que haga ella, solo que no quiere darle explicaciones. Se dirige al cuarto de Matilde pero escucha un llanto que sale de la habitación de Lorena. Su hermana no está bien. Acude corriendo. Encuentra a la nena llorando abrazada a su padre. Matilde, de pie, también llora. No entiendo nada de nada. Quizá no vaya al cine. Se le fueron las ganas.


Parece que me equivoqué porque la puerta se abrió y Lorena llora pero papá la abraza a ella sí que la quiere es que la gorda a veces me molesta un poco pero igual es lo más.


¿Te quedás vos? le pide su padre y Matilde asiente con la cabeza. Lorena ya está más tranquila, pero sigue acongojada. El pecho se le sacude. ¿Qué tengo que hacer? piensa Matilde ¿hacerme la tonta o contarle que yo sé todo? Decide que su hermana ya tuvo demasiado por ese día. Dale, gorda, arriba, te preparo un baño y después vamos a merendar. La nena, entre espasmos, se levanta. Adelgazó evalúa Matilde. No hay mal que por bien no venga diría su mamá.


Por suerte Matilde no me preguntó por qué lloraba qué raro ella que es tan metiche tiene razón hace rato que no me baño y además ya tengo un poco de hambre.


Agustina está tirada en la cama. Matilde entra a su cuarto. ¿Qué hacés todavía así?, se te va a hacer tarde. Me parece que no voy a ir dice. Su hermana la mira, puro ojos. ¿Por qué? En esta casa está pasando algo, ¿te creés que soy tonta? No lo creo, ¡estoy segura!, vestite de un vez, si querés te presto el chupín nuevo. ¿Cómo explicarle que ya no tiene ganas? Solo la detiene el pensar en avisarle a Gonzalo. ¿Qué explicarle? Inspirando hondo, se levanta.


Le pregunté a Mati si podía y me metí en la bañadera con Lorena pero la gorda no quiere jugar a nada eso que traje hasta el aparato para hacer burbujas.


Marcelo está acostado, mirando las olimpiadas. Tan cansado como si hubiera corrido los cien metros. Golpes en la puerta. Paz, preciso paz bufa pero dice adelante. Agustina en el marco de la puerta. Él se sienta. ¿Precisás algo? La chica se acerca. Te quería avisar que voy al cine. ¿Con amigas? pregunta. Las mejillas se le arrebolan. No, con un chico. Veo que seguís los pasos de tu hermana comenta y repara en que nunca le preguntó a Matilde por su ¿amigovio le dicen ahora? ¿Cómo vas? Me pasa a buscar, vamos al Multiplex. ¿Necesitás que te vaya a buscar? ofrece mientras piensa que por suerte le queda cerca. Gracias, cualquier cosa te aviso dice y sale. Se tira de nuevo en la cama. Diez minutos después se reiteran los golpes. Bufa otra vez. Papá, está lista la merienda grita Sofía a través de la puerta. Como si él tuviera hambre. Se sienta y busca los mocasines. Se arrodilla. Sí, el derecho está debajo de la cama.


Están merendando cuando Matilde ve a Agustina pasar. Calla pero Federico la manda al frente ¡Aus!, ¡ení! Su hermana se acerca le da un beso al nene, saluda con la mano y sale corriendo. ¡Agus!, ¿adónde vas? pregunta Sofía. Le responde un portazo. Matilde saca cuentas. No hace ni una semana que fue al cine con Mariano. Para ella pasó una eternidad. Se pasa la lengua por los labios. Un súbito calor le recorre el cuerpo. Quedaron en verse a la noche pero no está de ánimo. No puedo dejarla sola a Lorena. Además, quiere hablar con su papá. ¿Qué le habrá dicho?, ¿la habrá tranquilizado lo suficiente? Observa a su hermanita. Está pálida, callada. ¿Y si Bianchi se equivocó y además de la angustia tiene algún problema grave de salud? No, le dirá a Mariano que hoy no. Mati la convoca el nene ¡miá! mientras le muestra el dedito con tres galletitas anillo ensartadas. Su padre bebe el café en absoluto silencio. Él tampoco tiene buena cara.


Agus salió pero no quiso decirme adónde iba a mí nadie me cuenta nada.


Agustina se apura. Sí, Gonzalo ya está en esquina acordada y ella odia llegar tarde. Van caminando casi en silencio. Sin embargo, cuadra a cuadra, su familia se va eclipsando y empieza a recuperar el buen humor. Y que él la tome del brazo para cruzar la calle  es suficiente para que se le desboque el corazón.


lunes, 17 de abril de 2017

65

25 Sábado

Marcelo abre los ojos. Sábado. No sabe si alegrarse. El trabajo me protege de mis hijos piensa. Pero al sentarse en la cama recuerda lo peor: tendrá que enfrentarse a Lorena. Se acuesta de nuevo. Cierra los ojos. Lo abruman las cuarenta y ocho horas por delante. Debería planificar alguna actividad. Insoportable imaginar dos días metido adentro de la casa con los chicos dando vueltas. Ramona se va al mediodía. Al menos liberará su mañana. Se incorpora con presteza. Su única posibilidad es salir antes de que sus hijos despierten. Antes de que Lorena se despierte reformula. Allí radica el verdadero peligro. Se viste rápidamente y recién luego va al baño.  En el pasillo se detiene. Silencio absoluto. Todos duermen. Me salvé piensa. Inspira hondo. Me salvé al menos por un rato reformula.


Escucho pasos en el pasillo seguro que es papá si cierro los ojos capaz que me salvo pero para colmo me dieron muchas ganas de hacer pis.


Matilde aguza el oído. Sí, es su papá. Luego, nada. ¿Estará hablando con Lorena? piensa.


Marcelo se está acercando a la puerta cuando escucha pasos tras de sí. Gira inquieto, Ramona, por suerte. Buenos días, señor, ¿le preparo el desayuno? No, muchas gracias, salgo a caminar un rato. La mujer menea la cabeza. Alcanzar la vereda es un alivio. Sin embargo, no es un buen día para caminar: llovizna. Recién comprende el gesto admonitorio de Ramona. Sube el cierre de la campera y mete las manos en los bolsillos. Se refugia en el primer bar que encuentra. Es el único cliente. Hace frío. Minutos después calibra lo absurdo de la situación: él allí, helado, ante un café espantoso y medialunas de goma. Solo. Pocos metros más allá, su casa tibia. La promesa del desayuno delicioso de Ramona. Sus hijos. Deja la taza casi llena y la factura mordisqueada, paga y sale. Desanda camino y pone la llave en la cerradura. Apoya la oreja en la puerta. Silencio. Quizá todavía halle una pequeña tregua. Abre.


Agus y Fede ya bajaron voy a aprovechar para ir al baño después voy a dormir y dormir porque ni hambre tengo.


Marcelo entra. Aroma a tostadas, Se dirige a la cocina. Solo Agustina y Federico, por suerte. Hola, papá dice su hija. El nene levanta una manito mientras con la otra apura su leche. Ramona, sin preguntar, deposita frente a él un humeante café con leche. Mientras unta una tostada nota la mirada de Agustina sobre él. Busca tema de conversación y recuerda el comentario de Matilde. ¿Cómo te fue en el Congreso? Reinteresante dice la chiquilina y comienza a contarle. Qué bien se expresa evalúa él y advierte que es la primera vez en su vida que sostiene una real conversión con su hija. El rostro de la chica se va animando, gesticula. Las mejillas se le encienden. ¿Dónde estaba yo mientras crecía? Federico, ya en el piso, se acerca. Él lo alza. El nene le ofrece con sus manos pegajosas una galletita mordisqueada, ensalivada. Él la agarra, y haciendo de tripas corazón, se la lleva a la boca. El nene aplaude. Él, resignado, mastica.


Matilde escucha movimientos. Se pone robe y pantuflas. En el pasillo se cruza con Sofía, descalza. Andá a ponerte algo en los pies le ordena ella. Esperame pide su hermana. Ella se asoma al cuarto de Lorena. Aún duerme. Sofía regresa y bajan juntas la escalera. Mientras se acerca a la cocina, Matilde escucha a su padre conversar con Agustina. Era hora de que le diera bola piensa. Se sientan. Sofía toma la leche en silencio. Matilde la observa. La carita flacucha, los ojos tristes. Le tira del pelo. ¡Ay! exclama Sofía depositando la taza. Matilde le hace cosquillas. La nena ríe. ¿A qué viene tanto jolgorio? dice su padre. Ella, disgustada, gira la cabeza. Deberías ocuparte vos quisiera decirle. Pero él sonríe. Agustina pregunta ¿y Lorena? Matilde percibe que la sonrisa de su padre desaparece. Está dormida informa ella.


Matilde es una pesada siempre está molestándome cuando suba me voy a esconder debajo de su cama así cuando entra la asusto seguro que se va enojar y me va a tirar de nuevo del pelo y me va a hacer más cosquillas pero yo le voy a devolver ya va a ver.


Sofía sale corriendo de la cocina. Agustina se levanta y Federico la sigue. Matilde se queda adrede, su papá está tomando su segundo café con leche. Cuando Ramona sale de la cocina Matilde pregunta ¿hablaste con Lorena? No, dormía cuando bajé parece disculparse su padre. Ella solo lo mira.


Marcelo observa la cáustica sonrisa de Matilde. Siempre me descalifica. La mañana se quiebra. Ya se le fue el buen humor. Busca la campera y, con llovizna y todo, sale.


Sofi se metió en el cuarto de Mati y las escucho que se ríen y quisiera ir pero no voy a salir de este cuarto nunca más mientras papá esté en casa para colmo recién es sábado.


Agustina le deja el nene a Ramona. Necesita estar un rato tranquila. Gonzalo le propuso ir al cine. Ella no supo qué contestarle. Sigue sin saberlo. ¿Aceptarle la invitación la compromete?, ¿si le dice que sí Gonzalo pensara que gusta de él?, ¿qué me haya invitado significa que él gusta de mí? Se tira en la cama. Minutos después se cubre la cabeza con el acolchado. Empieza a angustiarse. El celular vibra. Lo mira y lo apaga. La angustia crece. Se levanta.


Papá salió yo lo vi por la ventana voy a buscar algo para comer porque si no como nada me voy a morir y si me muero me voy al infierno.


Matilde observa los ojos confiados de su hermana. Qué decirle. Cómo no defraudarla. Yo qué mierda sé piensa. No tenemos a quién recurrir evalúa. Si su madre estuviera viva, ¿se lo hubiera contado?, ¿sabría aconsejarla? ¿De veras no sabés si te gusta? repregunta. Agustina niega con la cabeza. Pero tampoco sabés si no te gusta. Matilde piensa y piensa. Vamos por otro lado, ¿te dan ganas de ir al cine con él? Agustina asiente, las mejillas súbitamente coloradas. ¡Entonces andá!, me acuerdo que mamá siempre decía ¨uno se arrepiente de lo que no hace, no de lo que hace ¨. Agustina se incorpora, le da un abrazo y sale corriendo. Mamá sigue aconsejándonos piensa.


Marcelo camina por Cabildo. Mucha gente pese al mal tiempo. Se mete en una librería porque ya tomó demasiado café. Ama las noirs. Busca a Padura. Elige Pasado perfecto. Está en la caja cuando piensa que les podría llevar algo a los chicos. Se acerca al sector infantil. Mira un libro tras otro. Está totalmente desorientado. Un vendedor se acerca y lo aconseja. Sale del local con tres paquetes. Agustina y Matilde lo exceden. Les dará el dinero y que ellas elijan.


Abro la alacena agarro un paquete de chocolinas subo la escalera en puntas de pie y me meto en la cama por suerte nadie me vio.


Agustina se encierra en su cuarto. Hola escribe. ¡Por fin! contesta Gonzalo al instante. Ella no sabe qué escribirle entonces no le escribe. Hasta que el celular le indica una llamada. Atiende con el corazón hecho una bomba.  Cuando corta corre al cuarto de Matilde. ¡Me viene a buscar a las cinco! exclama ella. Para no gustarte se te ve bastante entusiasmada la carga su hermana. Cuando regresa a su cuarto repara en que ni pensó en pedirle permiso a su papá. Se muere de vergüenza de solo imaginarlo. Pero sí, algo tendrá que decirle. Porque es mi papá.


Estuve jugando un rato a las figus con Sofi porque estaba muy aburrida pero ahora papá volvió me meto rápido en la cama y me tapo toda la cabeza por suerte todavía me quedan chocolinas.


Ni bien abre la puerta Marcelo escucha la voz de Sofía. Ramo, papá ya llegó. Minutos después, todos alrededor de la mesa. Todos no. ¿Y Lorena? pregunta él. Duerme contesta Sofía. No puede ser comenta Agustina y luego lo mira fijo y le pregunta ¿querés que la despierte? A él le llama la atención que también esta hija busque involucrarlo y contesta, muy a su pesar sí, por favor. Matilde sirve en silencio el goulash. Agustina regresa enseguida. Sí, duerme, le hablé pero no se despertó. ¿Qué debo hacer? piensa él. Matilde se le adelanta e indica dejala, yo después me ocupo al tiempo que le lanza una mirada que Marcelo califica de puñal. Sí, la situación ya es insostenible, tendré que hablar con la nena determina. Aparta el plato. Se le fue el hambre.


Agus quiso despertarme pero no la escuché porque estoy dormida.


Papá está raro ni comió eso que el gulay de Ramo es tan rico que hasta a mí me gusta.


sábado, 15 de abril de 2017

64

Marcelo apaga el motor del auto. Quisiera poder permanecer indefinidamente allí. Un útero con ruedas piensa. No tiene fuerzas para enfrentar a Lorena. Bianchi lo  hace muy fácil pero me gustaría verlo en mis zapatos. Tampoco sabe cuánto comunicarle a Matilde. El médico es inflexible al respecto: la chica no debe asumir tantas responsabilidades. Suena muy bonito, pero ¿cómo supone que él puede llevar adelante la casa y los cinco hijos sin su ayuda? Además, ella se genera sola las responsabilidades. Si no se le hubiera ocurrido investigar no estaríamos en este brete. Abre la  puerta y, bufando, se baja del auto.


¿Cómo te fue? pregunta Matilde. Muy divertido responde Agustina visitamos la sala de diputados y después un par largo de senadores contestaron  las preguntas que habíamos preparado. No te pregunté por eso, no te hagas la boluda. Qué densa que sos, Mati, lamento comunicarte que no pasó nada, que no pasa nada y que no pasará nada. Veo que sabés muy bien los verbos pero a tu hermana mayor no la engañás, te conozco desde que estabas en la panza. Agustina va a seguir la chanza cuando descubre que su estado anímico descendió en cuestión de segundos. Desde que estabas en la panza. Le sobreviene una fulminante necesidad de ver a su mamá. Sube la escalera para huir de la charla. Sin embargo, no logra huir de sí misma. Entra a su cuarto y se tira sobre la cama. Cuando roza sus mejillas las descubre húmedas. Sí, está llorando.


Escucho la voz de papá no quiero que suba no quiero que entre en mi cuarto no quiero que me eche mejor me voy al baño porque además me volvieron las arcadas.


La maestra me retó de nuevo mañana sí o sí tengo que llevar el boletín firmado pero yo no quiero mostrárselo no puedo mejor se lo dejo en su cuarto arriba de la cama así lo ve sí o sí.


¿Qué te dijo Bianchi? pregunta Matilde. Después de cenar te cuento le responde su padre. Más te vale quisiera decirle ella. La usó cuando la precisaba, ahora soy descartable.


Marcelo entra en su cuarto. Logró una prórroga con Matilde. Esta chica es implacable piensa. Cuando enciende el velador descubre sobre la cama el boletín de Sofía. Ojalá que no me traiga más problemas. Las notas son muy buenas por suerte. Zafé de la reunión piensa. Pero le resta Matilde. Hoy no está en condiciones de enfrentarla a Lorena. ¿Algún día lo estaré?


Agustina sienta a Federico y se ubica en su lugar. Matilde comienza a servir. ¿Y Lorena? pregunta ella. No quiere bajar informa su hermana, alcanzándole el plato ya le pedí a Ramona que le suba arroz. Ella recién repara en que no preguntó cómo seguía. En que no la fue a ver. No puedo con todo piensa. Sin embargo se siente culpable. Tanto que dice voy a ver si la convenzo de que baje. ¡Aus! le grita Fede agarrándola de la manga. Ayudalo a comer le ordena a Sofía mientras lo desprende con rabia.


Papá no me dijo nada del boletín capaz que no lo vio ahora no sé qué hacer si mañana no llevo el boletín firmado la seño me mata y encima ahora Fede que no abre la boca parece que a veces es como yo y no le gusta comer.


Agustina vino a buscarme y me dice que baje que no importa que no coma pero que me siente con todos es que ella no entiende nada nadie entiende nada por suerte papá se olvidó de mí y no me saludó le aviso que no me traigan el arroz voy a apagar la luz y hacerme la dormida así hoy no me echa.


Recién al escuchar que la nombran, Marcelo se acuerda. Sofía, ¿vos dejaste el boletín en mi cama? La nena asiente. ¿Cómo, todavía no lo entregaste? pregunta Matilde. Él, ahora, observa a Sofía con atención. La vista enterrada en la suprema aún intacta. Sofi, ¿por qué no me lo mostraste antes? Silencio solo interrumpido por los golpes de la cuchara del nene contra la mesa. Encima está rebién acota Matilde. Sofía, te estoy hablando dice él, irritado. Agustina regresa a la mesa. Dice Lorena que no quiere el arroz ya le avisé a Ramona. Las lágrimas comienzan a rodar por las mejillas de Sofía. ¿Qué te pasa? pregunta Agustina. La nena se levanta y se escapa corriendo. Agustina se incorpora. Dejá dice Matilde voy yo, vos todavía no empezaste a comer. Marcelo está desencajado. Cierra los ojos. Mi vida me excede piensa Diana, cómo me hiciste esto. Fede, pará con las chanchadas y comé ordena Agustina. Él abre los ojos. Solo tres a la mesa.


Papá se enojó pero a mí qué me importa lo único que me interesa es que me firme el boletín y golpean la puerta y es Matilde y me pregunta qué me pasa y con ella también estoy enojada y no le digo pero lloro qué raro porque no lloré ni cuando se murió mi mamá y primero me reta pero después me abraza.


Parece que hubo lío en la mesa qué habrá pasado Agus tenía razón hubiera bajado me la perdí.


Marcelo rechaza el café que le ofrece Ramona. Quizá si se acuesta rápido logre evitar a Matilde. Las nenas están mal piensa mientras sube la escalera menos mal que las mayores se ocupan. Se le cruza la mirada admonitoria de Bianchi pero ignorándola se mete en su cuarto. Solo se sacó un zapato cuando unos golpes en la puerta lo hacen suspirar. No zafé piensa y dice adelante.


Matilde lo encuentra a medio calzar. Tendrá que tomar una decisión piensa. Y sí, su padre se pone un zapato y se ata los cordones. Ella se siente, de alguna manera, culpable. Lo obligué. Lo obligo se corrige. Ambos se quedan en silencio. Molesto silencio. Pero ella no piensa romperlo. Lo mira. Adrede lo mira con intensidad. Él le señala la silla y se sienta en la cama. Hablé con Bianchi dice al cabo de un rato. Chocolate por la noticia quisiera decirle ella pero se contiene. Papá siempre me enoja reconoce. Se obliga a mantenerse muda. No se la voy a hacer fácil decide. Eternidades después su padre arranca Lorena le contó que me escuchó hablando por teléfono con Fernando, ya sabe que no es mi hija. Matilde recibe el impacto. El dolor de su hermanita la impregna. Casi le falta el aire. Mira a su padre, sentado sobre la cama, la cabeza refugiada entre las manos. Él también le da lástima. Siente el impulso de acercarse. De tocarlo. En qué lío los metí a todos piensa. Instantes después su papá se descubre. Lorena tiene miedo de que la eche, cómo puede imaginarse que la voy a echar, pobrecita, qué culpa tiene.  A Matilde la sorprende la ternura que se esconde en la voz de su papá. ¿Ya hablaste con ella? Él vuelve a esconderse. No me animo confiesa. La energía regresa a Matilde. Entonces hablaré yo, no puede dormir una noche más creyendo que la vas a echar.


Sí, Matilde tiene razón. Hay que tranquilizar a Lorena, ya. Va a decirle que sí, que le hable, por favor, cuando recuerda a Bianchi. Dejá dice incorporándose me corresponde a mí.


Escucho un ruido y es mi papi que no es mi papi que abre la puerta yo cierro los ojos muy fuerte pero tengo miedo de que igual me escuche el corazón.


Estaba dormida le informa su padre y luego cierra la puerta. Matilde espera un rato y, en puntillas, se acerca al cuarto de Lorena. Sí, es cierto, duerme. Mañana será otro día piensa. Le duele todo el cuerpo. Como si la hubieran apaleado. Ella también se acuesta.


Ahora Matilde entra a mi cuarto a lo mejor ella también sabe y me viene a echar pero yo cierro los ojos me parece que no me voy a despertar nunca más.