18 Sábado
Marcelo
se despierta a las siete. Intenta retomar el sueño pero a las siete y media
desiste. Lo abruma el día por delante. Lo sofoca pensar en compartirlo con sus
hijos. Ni pensar que el devenir de las horas pueda dejarlo a solas con Matilde.
Es la que primero se levanta. Tendrá
que evitarla. Va al baño, se afeita, se viste y baja. Cuando está por abrir la
puerta, Ramona lo intercepta. Buenos
días, señor, ¿le preparo el desayuno? No, gracias, regreso a media mañana informa
y se apura en cerrar. No sea que la conversación haya despertado a Matilde.
Papi se levantó me quedé quietita por si
me venía a saludar pero bajó voy ir
preguntarle a Sofía si ya está despierta.
Matilde
escucha el ruido de la puerta de calle. Se asoma por la ventana y ve a su padre
caminando por la vereda. Se despereza y, descalza, se dirige al cuarto de su
madre. La caja la espera.
Agustina
se despierta sobresaltada. Comprueba, aliviada, que no tiene el pantalón del
piyama manchado. Tiene ganas de hacer pis pero le da miedo levantarse. Siente
que la sangre le baja y se marea. Se sostiene de la pared. Junta coraje y va
hasta el baño. Llega sin que ocurra ningún desborde. Suspira aliviada. Mati tenía razón, no pasa nada.
Matilde
saca las agendas y va abriendo, al azar, páginas de distintos años. Comprueba,
con sorpresa, que su madre visitaba a su abuela casi todos los días. También
que veía a Patricia al menos una vez por semana y cenaban en su casa muchos sábados. Patricia. Matilde tiene un vago recuerdo
de ella. ¿Era la que le regaló la casa para las barbies? Qué raro, Patricia ni apareció en el velorio. Mira ahora
las anotaciones, centrada en su nombre. Continúa con similar frecuencia hasta
que su madre quedó embarazada de Lorena. Y luego nunca más. Evidentemente
Lorena representó para su madre un antes y un después. También en su manera de
ser madre. Mamá cambió admite. De
alguna manera siente que su propia niñez terminó con el nacimiento de Lorena.
De ahí en más su mamá la trató como si ella fuera grande. Me exigió como si fuera grande. Empezó a hacer las compras, a
levantar la mesa, a lavar los platos, a ocuparse de sus hermanitas. Tenía ocho años piensa con rabia. A esa
edad ella bañaba a Lorena y Lorena todavía precisa que la bañen. Recuerda a su
hermanita ayer jugando en la bañera, pidiéndole que no se fuera. Yo también era una nena reconoce con
rencor.
Marcelo
camina por Libertador. Sumido en sus pensamientos no sabe cómo llegó hasta
allí. No lo decidí, ocurrió. Sigue
hasta Virrey Loreto y entra en Mos. A
veces venía con Diana recuerda
fastidiado. Ojalá existiera una lavandina que la extrajera de sus neuronas. Se
sienta. Lo embriaga el aroma a café. Agarra un diario.
Ramona
está abriendo el horno. Me despertó el
olor dice Matilde. Llegaste justito,
¿té o café? Matilde piensa que desde
que murió su madre, más allá de que tenga que ocuparse de sus hermanos, hay
alguien que siempre se ocupa de ella. Ramona le alcanza la taza humeante y pone
sobre la mesa un plato con tres madalenas. Todavía
están calientes, tené cuidado le avisa. Sin escuchar la advertencia Matilde
muerde una. ¡Ay! exclama. Te avisé dice la mujer sonriendo. Ramo, sentate le pide ella. Ramona
obedece. ¿Te puedo hacer una
pregunta?¡Uy!, ya empezamosse ríe la mujer. ¿Vos te acordás de Patricia? ¿La amiga de tu mamá?, sí, claro. ¿La
viste en el entierro? No, no estuvo. Qué raro, ¿no?, capaz vive en otro país.
No, no hace mucho la vi por la calle. ¿La saludaste? La mujer la mira
sorprendida ¿te parece que después de
tantos años se iba a acordar de mí? ¿Vos sabés por qué se pelearon? Ramona
se queda en silencio. Tal vez trata de hacer memoria. No, yo le pregunté a tu mamá porque la señora Patricia venía mucho, a
veces a tomar el té y otras veces a cenar con el marido, tu mamá me pedía que
les dejara la comida preparada. ¿Y qué te contestó? Que no se la nombrara nunca
más porque se le partía el alma, se ve que la extrañaba, era su única amiga y
justo le pasó cuando estaba embarazada de Lorena que pobrecita la señora Diana
ya no estaba nada bien. Ramona se incorpora. Ahí escucho a las nenas, les voy a preparar la leche. Matilde
resopla y regresa a la madalena. Ahora está tibia. Deliciosa. Mastica con
fruición.
Lorena me vino a despertar porque es una
pesada y estábamos cambiando figus en la
cama cuando subió el olor y la gorda dejó todo y bajo corriendo y yo claro la
seguí porque además un poco de hambre tengo.
Marcelo abandona
el diario y pide un segundo café. No se acordaba de que lo hicieran tan rico.
Sábado. ¿Qué hizo el sábado pasado?, ¿Fernando
vino a cenar?, ¿o eso fue el sábado anterior? Saca cuentas. No, el sábado
anterior había sido el entierro. Increíble la densidad del tiempo. Imposible
que solo hubieran pasado dos semanas desde la muerte de Diana. Le pesaban como
un año, como una década. Como un siglo. Sábado.
No cree pueda soportar quedarse en su casa. Algo tendrá que inventar.
Agustina
entra a la cocina cuando Matilde está saliendo. ¿Todo bien? le pregunta su hermana, guiñándole un ojo. Sí contesta ella, deseando no ponerse
colorada. Se ubica en su lugar. ¿Y Fede?
le pregunta Ramona. Todavía está
durmiendo contesta ella. Las nenas bajan la escalera corriendo. ¿Qué me preparaste, Ramo? pregunta
Lorena ¡madalenas! exclama cuando la
mujer levanta la servilleta que las cubre.
¿Quién te dijo que son para vos? protesta Sofía. ¿Ahora también pelean por la comida? las reta Ramona. ¡Cha chegué! dice Fede que entró a la
cocina sin hacer ruido, todo despeinado, el piyama con patas. ¡Buen día, patroncito! dice Ramona
mientras lo alza, lo besa y lo sienta en
la sillita. Agustina piensa que solo hace dos semanas que se murió su mamá y
que la vida se desliza obviándola. Ramona le tiende la taza a Lorena. Yo quiero Nesquik dice la nena. ¿Y qué te parece que te preparé?, ¿whisky? bromea
la mujer. Hasta ella misma se siente bien esta mañana. Suerte que somos muchos piensa.
Matilde
aprovecha que todos están desayunando y agarra los álbumes de fotos. Sube
cargada y cierra con llave la puerta de su cuarto. Va dando vueltas las hojas
hasta que aparece gente de la edad de sus padres. Alguna que otra reunión.
Varias fotos con Fernando y la mujer, no recuerda cómo se llamaba. Varias con
otra pareja. Las observa con atención: sí, esa era Patricia. Ahora que la ve la
reconoce. Tampoco recuerda cómo se llamaba el marido. Las fotos desaparecen
antes del nacimiento de Lorena. Matilde se acuesta de espaldas en la alfombra.
¿Qué está buscando?, ¿conocer a su mamá? Y
a mí que me importa piensa con rabia. Suena su celular. Mensaje de Mariano:
¿Qué hacés hoy? El corazón se le
agita.