lunes, 27 de febrero de 2017

44

18 Sábado

Marcelo se despierta a las siete. Intenta retomar el sueño pero a las siete y media desiste. Lo abruma el día por delante. Lo sofoca pensar en compartirlo con sus hijos. Ni pensar que el devenir de las horas pueda dejarlo a solas con Matilde. Es la que primero se levanta. Tendrá que evitarla. Va al baño, se afeita, se viste y baja. Cuando está por abrir la puerta, Ramona lo intercepta. Buenos días, señor, ¿le preparo el desayuno? No, gracias, regreso a media mañana informa y se apura en cerrar. No sea que la conversación haya despertado a Matilde.


Papi se levantó me quedé quietita por si me venía a saludar pero bajó voy ir  preguntarle a Sofía si ya está despierta.


Matilde escucha el ruido de la puerta de calle. Se asoma por la ventana y ve a su padre caminando por la vereda. Se despereza y, descalza, se dirige al cuarto de su madre. La caja la espera.


Agustina se despierta sobresaltada. Comprueba, aliviada, que no tiene el pantalón del piyama manchado. Tiene ganas de hacer pis pero le da miedo levantarse. Siente que la sangre le baja y se marea. Se sostiene de la pared. Junta coraje y va hasta el baño. Llega sin que ocurra ningún desborde. Suspira aliviada. Mati tenía razón, no pasa nada.


Matilde saca las agendas y va abriendo, al azar, páginas de distintos años. Comprueba, con sorpresa, que su madre visitaba a su abuela casi todos los días. También que veía a Patricia al menos una vez por semana y cenaban  en su casa muchos sábados. Patricia. Matilde tiene un vago recuerdo de ella. ¿Era la que le regaló la casa para las barbies? Qué raro, Patricia ni apareció en el velorio. Mira ahora las anotaciones, centrada en su nombre. Continúa con similar frecuencia hasta que su madre quedó embarazada de Lorena. Y luego nunca más. Evidentemente Lorena representó para su madre un antes y un después. También en su manera de ser madre. Mamá cambió admite. De alguna manera siente que su propia niñez terminó con el nacimiento de Lorena. De ahí en más su mamá la trató como si ella fuera grande. Me exigió como si fuera grande. Empezó a hacer las compras, a levantar la mesa, a lavar los platos, a ocuparse de sus hermanitas. Tenía ocho años piensa con rabia. A esa edad ella bañaba a Lorena y Lorena todavía precisa que la bañen. Recuerda a su hermanita ayer jugando en la bañera, pidiéndole que no se fuera. Yo también era una nena reconoce con rencor.


Marcelo camina por Libertador. Sumido en sus pensamientos no sabe cómo llegó hasta allí. No lo decidí, ocurrió. Sigue hasta Virrey Loreto y entra en Mos. A veces venía con Diana recuerda fastidiado. Ojalá existiera una lavandina que la extrajera de sus neuronas. Se sienta. Lo embriaga el aroma a café. Agarra un diario.


Ramona está abriendo el horno. Me despertó el olor dice Matilde. Llegaste justito, ¿té o café?  Matilde piensa que desde que murió su madre, más allá de que tenga que ocuparse de sus hermanos, hay alguien que siempre se ocupa de ella. Ramona le alcanza la taza humeante y pone sobre la mesa un plato con tres madalenas. Todavía están calientes, tené cuidado le avisa. Sin escuchar la advertencia Matilde muerde una. ¡Ay! exclama. Te avisé dice la mujer sonriendo. Ramo, sentate le pide ella. Ramona obedece. ¿Te puedo hacer una pregunta?¡Uy!, ya empezamosse ríe la mujer. ¿Vos te acordás de Patricia? ¿La amiga de tu mamá?, sí, claro. ¿La viste en el entierro? No, no estuvo. Qué raro, ¿no?, capaz vive en otro país. No, no hace mucho la vi por la calle. ¿La saludaste? La mujer la mira sorprendida ¿te parece que después de tantos años se iba a acordar de mí? ¿Vos sabés por qué se pelearon? Ramona se queda en silencio. Tal vez trata de hacer memoria. No, yo le pregunté a tu mamá porque la señora Patricia venía mucho, a veces a tomar el té y otras veces a cenar con el marido, tu mamá me pedía que les dejara la comida preparada. ¿Y qué te contestó? Que no se la nombrara nunca más porque se le partía el alma, se ve que la extrañaba, era su única amiga y justo le pasó cuando estaba embarazada de Lorena que pobrecita la señora Diana ya no estaba nada bien. Ramona se incorpora. Ahí escucho a las nenas, les voy a preparar la leche. Matilde resopla y regresa a la madalena. Ahora está tibia. Deliciosa. Mastica con fruición.


Lorena me vino a despertar porque es una pesada  y estábamos cambiando figus en la cama cuando subió el olor y la gorda dejó todo y bajo corriendo y yo claro la seguí porque además un poco de hambre tengo.


Marcelo abandona el diario y pide un segundo café. No se acordaba de que lo hicieran tan rico. Sábado. ¿Qué hizo el sábado pasado?, ¿Fernando vino a cenar?, ¿o eso fue el sábado anterior? Saca cuentas. No, el sábado anterior había sido el entierro. Increíble la densidad del tiempo. Imposible que solo hubieran pasado dos semanas desde la muerte de Diana. Le pesaban como un año, como una década. Como un siglo. Sábado. No cree pueda soportar quedarse en su casa. Algo tendrá que inventar.


Agustina entra a la cocina cuando Matilde está saliendo. ¿Todo bien? le pregunta su hermana, guiñándole un ojo. contesta ella, deseando no ponerse colorada. Se ubica en su lugar. ¿Y Fede? le pregunta Ramona. Todavía está durmiendo contesta ella. Las nenas bajan la escalera corriendo. ¿Qué me preparaste, Ramo? pregunta Lorena ¡madalenas! exclama cuando la mujer levanta la servilleta que las cubre. ¿Quién te dijo que son para vos? protesta Sofía. ¿Ahora también pelean por la comida? las reta Ramona. ¡Cha chegué! dice Fede que entró a la cocina sin hacer ruido, todo despeinado, el piyama con patas. ¡Buen día, patroncito! dice Ramona mientras lo alza, lo besa  y lo sienta en la sillita. Agustina piensa que solo hace dos semanas que se murió su mamá y que la vida se desliza obviándola. Ramona le tiende la taza a Lorena. Yo quiero Nesquik dice la nena. ¿Y qué te parece que te preparé?, ¿whisky? bromea la mujer. Hasta ella misma se siente bien esta mañana. Suerte que somos muchos piensa.


Matilde aprovecha que todos están desayunando y agarra los álbumes de fotos. Sube cargada y cierra con llave la puerta de su cuarto. Va dando vueltas las hojas hasta que aparece gente de la edad de sus padres. Alguna que otra reunión. Varias fotos con Fernando y la mujer, no recuerda cómo se llamaba. Varias con otra pareja. Las observa con atención: sí, esa era Patricia. Ahora que la ve la reconoce. Tampoco recuerda cómo se llamaba el marido. Las fotos desaparecen antes del nacimiento de Lorena. Matilde se acuesta de espaldas en la alfombra. ¿Qué está buscando?, ¿conocer a su mamá? Y a mí que me importa piensa con rabia. Suena su celular. Mensaje de Mariano: ¿Qué hacés hoy? El corazón se le agita.



viernes, 24 de febrero de 2017

43

Agustina está tirada en la cama.  A cada rato revisa la ropa. Tiene miedo de mancharse. Matilde la tranquilizó pero no lo puede evitar. La aterra ir mañana al colegio. ¿Y si falta? ¿A quién le tiene que pedir permiso?, ¿a su papá?, ¿y explicarle por qué? Prefiere mil veces ir a la escuela. ¿A Matilde? Mamá, vení piensa mientras sofoca el llanto contra la almohada.


Al pasar por el cuarto de Agustina, Matilde se detiene. ¿Está llorando? Pone la oreja contra la puerta. Sí, está llorando. Duda unos instantes pero finalmente golpea. Como no le contestan, abre. Encuentra a su hermana hecha un ovillo sobre la cama.  La espalda se le sacude. Así encogida parece una nena. Matilde se sienta junto a ella. Quisiera abrazarla pero no puede. ¿Qué te pasa? le pregunta luego de un buen rato. La extraño a mamá contesta su hermana, la voz entrecortada por la congoja. A Matilde le da rabia. Rabia y pena. Haciendo un gran esfuerzo, logra ponerle la mano sobre la cabeza. Dale, Agus. Su hermana se da vuelta y le ofrece el rostro congestionado. Mañana no quiero ir a la escuela dice. Matilde, con la velocidad de un rayo, se ve, dos años atrás, pidiéndole lo mismo a su madre en idénticas circunstancias. Pero su madre fue inflexible. Con la velocidad del segundo rayo recuerda que es viernes. ¡Agus, mañana no hay clase! Su hermana se sienta en la cama de un salto. Parece que crecer te puso tonta dice ella mientras la empuja. Agustina cae sobre el colchón. Ríen juntas.


A Marcelo lo pescan las ocho en la oficina. Hace rato que se fue su secretaria. Satisfecho del trabajo bien realizado. Busca el teléfono. Ramona, hoy llegaré más tarde. No hay problema señor, mañana las chicas no madrugan. Viernes. No sabe si alegrarse. El fin de semana ya no es un premio. Nunca más habrá Diana, ni cine, ni restaurantes con velas. Ahora solo niños y más niños. No, no se alegra.


 Yo escuché que Agus lloraba seguro por la panza y le iba a avisar a Ramo cuando entró Matilde y ahora se ríen suerte que ya no se pelean por mí.


Agustina se dispone a lavarle la cabeza a Federico cuando descubre el frasco vacío.  Mati le grita a su hermana que está bañando a las nenas porfi, ¿me alcanzás el shampoo? Termino de enjuagarla a Lorena y te lo llevo es la respuesta. Porque no se anima a dejarlo a Fede solo en la bañera. Ya no está para más golpes esta familia.


Matilde le tiende el plato. La suprema en un costado, la simétrica montañita de puré, el trozo de limón entre ambos. Recorre con la mirada el resto de los platos.  Nada de chorreaduras ni imprecisiones. Una perfecta ama de casa no le queda más que reconocer. Ya pueden empezar informa ahora la chiquilina con idéntica inflexión a la que utilizaba Diana. Al instante el silencio imperante se ve sustituido por el ruido de los cubiertos. ¿Me cortás? solicita Lorena, sentada a su lado. Ya sos grande la reta Matilde. Dejá que yo te corto intercede Agustina. La nena desoye a ambas e insiste papi, ¿me cortás? Él también las desoye y accede al pedido. Gracias, papi dice Lorena con la boca llena. Papi.

Matilde se pone el piyama. Lamenta haber devuelto la caja. Es extraño poder conocer a su madre retrospectivamente. Yo nunca le preguntaba nada reconoce. No se animaba. Matilde, desde chiquita, sabía perfectamente de qué su madre no quería hablar y, como si existiera entre ellas un pacto secreto nunca verbalizado, obviaba su curiosidad en pos de no incomodarla. Jamás se hubiera atrevido a preguntarle de dónde venís, qué hiciste, por qué estás preocupada. Y ahora la multitud de agendas le ofrecía a su madre en bandeja. La posibilidad de rastrear sus días, sus gustos, sus ocupaciones, sus placeres. Se pregunta si su padre ya se habrá acostado. Quizá si aún está tomando el café le da tiempo de meterse en el cuarto. Demasiado riesgo. Para aplacar su cabeza busca el libro de turno. Demián. Le encanta Hermann Hesse.

Marcelo entra al cuarto y cierra la puerta. Con llave. Como si así pudiera soslayar la responsabilidad de responder por tantas vidas. Se siente extranjero de sí mismo. Como si se hubiera acostado siendo libre y se hubiera despertado con grilletes en los tobillos. Nada de lo que le acontece ha dependido de su voluntad. Más allá de su profesión en la cual se reconoce protagonista absoluto, desde el instante en que conoció a Diana las cosas dejaron de ser producto de sus decisiones. Durante dieciséis años me limité a dejarla hacer admite. Y ahora ella se bajó del escenario y lo dejó rodeado de actores de reparto a los cuales debe dirigir. Como dice Serrat sin saber el oficio y sin vocación. Abre la cama y enciende el velador.



miércoles, 22 de febrero de 2017

42

Matilde espera que  Agustina vaya a acostar a Federico y se mete en el cuarto de sus padres. Busca la silla y repite el procedimiento. Baja la caja y para apurar el trámite se la lleva completa. Se encierra en su cuarto.


Agustina logra que Federico se duerma. Va al baño. Cuando se baja la bombacha descubre una mancha de sangre. Se marea. Se agarra con ambas manos de la tapa del inodoro. No tengo mamá es su primer pensamiento. Se queda unos minutos sin saber qué hacer. ¿Matilde o Ramona? Mejor mi hermana decide. Pero no se anima a levantarse. Por suerte trajo el celular.


Matilde ya revisó casi todas las agendas. Todos los calendarios tachonados de círculos, salvo los meses correspondientes a los embarazos. Nunca un cuadrado a mitad de ciclo. En eso está cuando suena el celular. WhatsApp de Agustina. Qué extraño. Estoy en el baño, vení solo dice. Matilde se asusta y sale corriendo.


Agustina, los ojos cerrados, escucha los golpes. Entrá dice, muerta de vergüenza. Matilde abre y cierra la puerta antes de que ella se anime a mirarla. ¿Qué te pasó? pregunta su hermana. Agustina siente que las lágrimas le ruedan por las mejillas. Matilde se arrodilla. No seas tontita le dice y luego agrega qué suerte, ahora somos dos.


El bullicio de las nenas contando de la escuela se mezcla con el parloteo indescifrable de Fede mientras desmenuza las galletitas en la leche. Pero hoy no tiene ganas de retarlo. ¿Soy la misma? se pregunta. En cuanto termine de merendar la llamará a Valeria. De pronto recuerda el distanciamiento y se le encoge el alma. Se prometió que no sería ella la que aflojara pero necesita contarle. ¿Te sentís bien, Agus? pregunta intempestivamente Ramona estás pálida. Segundos después agrega y ahora colorada, ¿tendrás fiebre? pregunta la mujer mientras se acerca y le roza la frente. No me pasa nada contesta ella, la vista baja. ¿Seguro?  Cuando la sube descubre a Matilde las cejas levantadas, el dedo cruzado sobre los labios en señal de silencio. Mira entonces a Ramona. Sonríe.


Agus está rarísima ni le preparó la leche a Fede Ramo también se dio cuenta capaz está de la panza como antes yo.


Escuché a Agus que hablaba por teléfono con Vale y lloraba seguro que se pelearon.



Marcelo está hablando con el abogado. Una sucesión con menores siempre es complicada. Para vender el auto tiene que tener autorización judicial. Quizá lo pueda conservar para Matilde piensa. Diana amaba su coche. Seguramente a ella le hubiera gustado que lo heredara su hija. Heredar. En la palabra contenido todo el horror. Porque Diana se murió. Le duelen las costillas al admitirlo. Le pide a Silvetti que le dé un poco de tiempo. Todavía no está para internarse en más trámites.

lunes, 20 de febrero de 2017

41

17 Viernes

Luego de despertar a las nenas Marcelo baja. En la cocina encuentra a las dos mayores. Papá, Ramona precisa dinero para las compras comunica Matilde a lo mejor conviene que le hagas una extensión de la tarjeta, porque nos estamos perdiendo todos los descuentos, me parece que a mí recién podés cuando cumpla dieciséis, vos debés saber. Sí, es él el que debería haber pensado en el asunto. Esta chica lo único que quiere es hacerme pasar por estúpido. Para afirmarse dice depende del banco, algunos lo permiten desde los catorce años. Como la chica se queda mirándolo fijo él necesita agregar lo voy a pensar. ¿Más café, señor? Ramona, por suerte, rompe el silencio.


Matilde es increíble piensa Agustina. Ahora se le ocurrió lo de la tarjeta. La tranquiliza saber que para todo, siempre, está. Superhermana tengo.


Me apuré en bajar pero ya se habían ido casi le pido a Ramo que me diga lauchita.


Matilde se acoda sobre el banco. La mañana se le hace eterna. Un esfuerzo seguir la clase, aunque Biología le encanta. ¿Eso les pasará a sus compañeros que les va mal? Le gustaría preguntarle a la profesora por lo de la ovulación pero no tiene nada que ver con lo que están viendo. Cuando levanta la mirada se topa con los ojos de Mariano clavados sobre ella. Él le sonríe. Ella se turba.


Marcelo concluye la clase antes de lo calculado. ¿Aceleró o se olvidó algún tema? Los alumnos lo miran expectantes. Los que quieran pueden retirarse, aprovechen estos diez minutos para despejar dudas. El bullicio es repentino. El grueso de los estudiantes se va retirando. Él se sienta frente a su escritorio. No le sorprende ver que Feldman se queda en la clase. Una decena de alumnos va presentando diferentes dudas. Cuando se aquieta el flujo se acerca Feldman. No me quedó claro el concepto de tasa marginal de sustitución dice. Él le explica con entusiasmo. En un momento se para y comienza a escribir fórmulas en el pizarrón. Se acerca el muchacho del bar. ¿Te espero, Flor? propone. Anda yendo al bar, te veo allí indica ella. Él continúa su tarea. ¿Te quedó claro? pregunta cuando termina de desarrollar el tema. Espectacular, profe, muchísimas gracias. Él recoge las cosas. ¿Va al bar? le pregunta ella. Él evalúa rápidamente la situación y contesta no, hoy no, apurate que te están esperando. ¡Por mí! exclama ella sonriendo mientras se cuelga el morral.  Él la observa salir. Podría ser mi hija piensa.


 Agustina mira a su hermana todavía sentada ¡Mati, la parada! exclama. Matilde, varios asientos más adelante, se incorpora de un salto. Hoy está fatal. Parece una momia piensa ¿qué le pasará? Mientras bajan se corrige, Matilde considera que yo soy una momia, como si no existiera. Caminan a la par. No se anima a preguntarle nada porque no quiere ser maltratada. También quisiera contarle lo que le pasó con Valeria. Pero las palabras se le atrancan en la garganta. Llegan antes de que logre destrabarlas.


Ya está la comida anuncia Ramona ni bien entran. Matilde se dirige al baño. Antes de llegar la intercepta Federico, las manitos en alto. ¿Me avás? Cuando lo levanta frente a la canilla lo siente muy pesado. ¿Cuánto hace que no lo alza? Agustina no me deja oportunidad piensa. Antes de devolverlo al piso le resopla en el cuello. Las carcajadas del nene. ¡Más! exige. Ella repite el juego y luego lo aprieta con fuerza. Es tan tiernito. ¡Vengan que se enfría! ordena Ramona. Matilde entra a la cocina con Fede aún en brazos. Panqueques de espinaca. A mamá le encantaban recuerda.


La maestra nos hizo copiar una nota en el cuaderno de comunicaciones que dice que nos vamos de excursión a Temaiken  y que necesita familiares para que nos acompañen mi mamá se murió aunque igual no hubiera ido papá nunca vino al cole me queda Matilde pero ella también va a la escuela.


Marcelo camina un par de cuadras. No quiere toparse con alumnos. Con Feldman piensa. Opta por un restaurante. Los precios le garantizan la ausencia de jóvenes. A Diana le gustaría evalúa. Le hubiera gustado se corrige. Diana. Siempre se inmiscuye. No quiere pensar en ella. En su traición. Por primera vez se pregunta cómo habría reaccionado él si se hubiera enterado  del engaño antes. Antes de su muerte necesita decirse. ¿La habría enfrentado?, ¿habría prescindido de ella en aras del honor?, ¿habría enfrentado la burla generalizada? Menos mal que se murió se encuentra pensando y cuando se da cuenta es tarde, ya lo pensó. Se va a volver loco. Necesita hablarlo con alguien. ¿Fernando?, ¿un psicólogo? Alberto era psicólogo recuerda. ¿Un psicólogo? Nunca fue a un psicólogo. Lo último que le falta. Cabecea y se enfrasca en el menú.



viernes, 17 de febrero de 2017

40

Matilde baja la primera caja. Multitud de dibujos y cartitas infantiles. Reconoce varias con su letra. Va a leerlas cuando cierra la caja con brusquedad. La sube y baja otra, llena de agendas. Saca cuentas. Lorena tiene siete años o sea, nació en el 2008. El 14 de agosto del 2008. Localiza las agendas del 2007 y 2008, las saca y devuelve caja y silla a su lugar. Esconde las libretas debajo de la remera y sale.


Basta, Fede dice Agustina. El nene le sigue tirando agua en la cara. A ella le sube una rabia sorda. ¡Te dije que basta! grita. El nene la mira con los ojos muy abiertos y hace un puchero. Agustina busca la toalla, lo saca y lo abraza. El nene se le cuelga del cuello. Ella se seca las lágrimas con la punta de la toalla.


Hasta mañana, contador se despide su secretaria desde el marco de la puerta. Hasta mañana, Andrea. Siete y media pasadas, hora de regresar. No ir hoy sería un exceso. Se pone el saco, junta los apuntes de la facultad, apaga la luz y sale. No le voy a decir nada decide mientras camina hacia el auto.


Matilde cierra con llave la puerta de su cuarto.  Se tira boca abajo sobre la alfombra y abre la agenda del 2007.  En la segunda hoja el calendario del todo el año. Círculos  en cada mes. Matilde ya sabe lo que significan. Cuando ella menstruó por primera vez la mamá le indicó que  debía registrar siempre la fecha.  Círculos azules desde enero a octubre sobre el fin del mes. En noviembre un cuadrado fuertemente remarcado a mediados de mes. Nada en diciembre. Abre la agenda del 2008. Círculos azules   a mediados de octubre, noviembre y diciembre. Regresa a la primera. ¿Qué marcó su mamá?, ¿la fecha de ovulación?, ¿lo habría hecho en todos los embarazos? Matilde se apresta a buscar más agendas cuando la llaman a cenar. Mañana se dice.


Marcelo entra. Los chicos están viendo televisión en el living. Al escucharlo apagan y vienen a saludarlo. Federico se le cuelga de las piernas. Él lo alza. Minutos después Ramona convoca a cenar. Agustina le sustrae al nene. A lavarse las manos indica a sus hermanas. ¡Ya me bañé! trata Sofía de zafar. ¡Yo también! se prende Lorena. ¡¡Vamos!!Bufando se dirigen al baño. Él se ubica en la mesa. Las nenas se van sentando. Agustina ubica a Fede en su sillita. Ramona deposita la fuente sobre la mesa. Él no se anima a preguntar por Matilde. Quizá hoy tampoco está piensa aliviado. ¡Mati! grita Agustina ¿venís o sirvo yo? Le responde el retumbe de los pasos en la escalera. Matilde llega agitada y se sienta. Ni me saludó registra él. Agustina va pasando los platos que Matilde llena. Costillitas de cerdo, jamón, ají, papas a la española, arvejas. Casi a la riojana piensa él Ramona es un crack. Yo no quiero ají dice Sofía ni arvejas. Vos te callás y comés todo indica Matilde te serví poquito. Dame más se queja Lorena al recibir su plato. Acordate de tu panza y no te quejes porque le pido a Ramo que te traiga arroz. Federico come las papas con la mano con cara de suma alegría. Agustina le corta la carne. Todo sigue igual piensa él reconfortado. Hasta que al recibir el plato su mirada se cruza con la de Matilde. Dura. Inconmovible. Baja los ojos y se concentra en la comida. Exquisita. Un lujo Ramona. Diana se la dejó bien entrenada.


Qué suerte que de nuevo estamos todos y aunque  Matilde me obliga  las arvejas no están tan feas.


Estoy comiendo despacito para que me dure porque Matilde no me deja comer más por suerte no me deja así no me vuelve la panza.


Buenas noches dice Matilde en cuanto termina la ensalada de frutas. No quiere quedarse a solas con su padre. Está levantándose cuando Lorena pide ¿me mirás la tarea?¿A esta hora?, te hubieras acordado antes. ¡Si vos te encerraste en tu cuarto toda la tarde!  A Matilde se le detiene el corazón, ¿qué habrá visto su hermanita? Dale, apurate dice para que la nena no siga hablando. Ya en la escalera gira instintivamente la cabeza y se encuentra con los ojos de su padre. Ambos desvían la mirada.


Matilde ni me preguntó por la tarea pero no importa total era muy fácil se la mostraría a papá pero se ve que está cansado porque casi no habló y Agustina para variar ya está con Fede.


Marcelo ve como sus hijos se van levantando. El café llega cuando ya no queda ninguno. Observa el trajín de Ramona sacando la mesa. Ellos siempre se quedaban tomando el café, único momento del día en que podían charlar tranquilos. Nunca había registrado que los chicos se acostaban solos. Se plantea ahora, que Ramona no estaba a la noche. ¿Qué pasaba con los platos? Alguna imagen vaga de las mayores rumbo a la cocina. Quizá los dejaban en el lavavajillas porque ellos sí llevaban las tazas de café y no conserva imágenes de la cocina embarrullada. Luego subían directo al dormitorio. Tal vez se equivoca y Diana recorría los cuartos. Él seguro que no. Toma el último trago y alcanza el pocillo a la cocina. No se hubiera molestado dice Ramona. Está por salir cuando se detiene. Ramona, ¿le puedo hacer una pregunta? Lo que mande, señor. ¿Quién lavaba los platos  hace una pausa antes? La mujer parece sorprendida. ¡La señora Diana!, bueno, con el lavavajillas, claro, a lo sumo me dejaba alguna cacerola pegoteada. Buenas noches dice él que descanse, la cena estuvo espléndida. Gracias, señor, si quiere comer algo en particular no tiene más que pedirme, la señora armaba los menús pero yo ya conozco el movimiento de la casa. Él sube. En el hall de arriba se detiene. Silencio. Se acerca al cuarto de Sofía. La nena duerme. Él se acerca y la tapa. La puerta de Agustina está abierta. No hay nadie. Va hasta el cuarto de Federico. Solo la luz de un pequeño velador. La chica golpea suavemente la espalda del nene. Al verlo  se lleva la mano a la boca indicando silencio. Se incorpora con delicadeza y sale en puntas de pie. Me costó dormirlo informa en un susurro.  Él le da un beso y le pasa la mano por el cabello. Gracias le dice. ¿Por qué? pregunta ella levantando las cejas. Por cuidar al nene. ¡Es mi hermano! dicedesplegando su beatífica sonrisa. La puerta de Lorena está entornada, la luz encendida. Cómo le cuesta entrar. La nena no tiene la culpa atina a decirse. ¿Quién está ahí? pregunta Lorena con voz temblorosa. Soy yo informa entrando. Creí que era un moustruo. ¿Tan feo soy? dice mientras se sienta en la cama. ¡Vos sos relindo!Él le acomoda las sábanas, le da un beso y se incorpora. ¿Te apago la luz? propone.¡¡No!!, igual mamá no se entera.Marcelo traga saliva. ¿En qué mundo vivió? Sale. Frente al cuarto de Matilde duda. Está cerrado intenta justificarse. Y sigue de largo.


Papi vino a darme un beso y no me reto por la luz capaz no pasa nada si la apago.


Matilde abrió Internet. Ovulación pone en el buscador. Siente unos pasos junto a su puerta. Es papá reconoce. El corazón se le agita. Cierra inmediatamente la página. Pero los pasos se alejan. Apaga la computadora. Ya es tarde.  Mañana se dice.



miércoles, 15 de febrero de 2017

39


Matilde se sienta en el piso. Ordena los álbumes por fecha y abre el primero. Un retrato a página completa de su mamá. Queda sobrecogida. Su mamá era más que bella. Luego del primer impacto regresa sobre la imagen. ¿Me parezco en algo? se pregunta. Busca en el celular entre sus fotos hasta que encuentra una en posición similar. Pone la pantalla al lado de los veinte años de su madre. Va comparando rasgo por rasgo. Por separado todos son similares. Hasta demasiado similares. Sin embargo no se descubre en el conjunto. Mamá tenía… No encuentra la palabra. ¿Brillo?, ¿luz? Algo que partía de su rostro pero lo trascendía. Cuando su mamá entraba a un lugar era imposible obviar su energía. Se apoderaba de mí determina. Da vuelta la hoja. Su papá ahora. ¿Qué tendría? Saca cálculos. Unos treinta y cinco. También se impresiona. Tenía toda la onda. Con razón que consiguió a su mamá a pesar de la diferencia de edad. Busca en su celular una foto de él actual. El día que fueron al cine. Amplía su rostro. A pesar de sí misma tiene que reconocer que sigue siendo un hombre…. Busca otra vez la palabra que se le escapa. ¿Interesante?, ¿atractivo?, ¿buenmozo?  Una vez Rocío le comentó que parecía un actor. El problema no es por fuera piensa. En la tercera están juntos. Él la mira que parece que se deshace. Da vuelta con rabia. Sigue mirando. Hasta que se topa con su madre embarazada. De mí piensa. Se la ve radiante. Luego entrando ella en escena. Qué raro verse tan pequeñita. Obvio que ya las conocía pero hoy es otro el impacto. Observa a su madre. Parece una chica con una muñeca nueva. Su padre solo aparece en alguna que otra foto mal sacada. Evidentemente él era el fotógrafo. La sorprende pensar que su padre tuvo que invertir muchos minutos de su ¨valioso¨ tiempo tras la cámara para pescarle una sonrisa. En el siguiente álbum hace aparición Agustina. Qué hermosa beba. La pelusa rubia formando un halo alrededor de la cabecita redonda. Y desde principio esa sonrisa que derrite el hielo como decía su mamá. Ya no le parece una chiquilina. Se la ve… orgullosa define. Siempre fue especial con Agustina su mamá. Ella muy seria, la mano en la boca, asomándose a la cunita.  Esa era la hermana con la cual hoy compartió las hamburguesas. Algo se le afloja adentro. Hojea rápido hasta llegar al nacimiento de Sofía. Una beba pequeñita y oscura define. Los ojitos como brasas. El rostro de su madre se va animando a medida que transcurren las imágenes. Parece divertida. Matilde disminuye ahora, la velocidad de avance. Más allá de ellas cuatro, alguna imagen fuera de foco de su padre, algunas de sus padres con dos parejas de amigos, es una constante la presencia de su abuela. Sin embargo a ella le falta el registro interno de dicha presencia. Quizá porque cuando su abuela venía su madre se eclipsaba como madre, pura hija. Tiene que reconocer que su padre fue bastante constante. Por más que el caudal de fotos fue disminuyendo ha seguido registrado con cierta frecuencia la evolución de la familia. Ya imágenes de su madre embarazada de Lorena. Ellas tres merodeando sin ser nunca el centro. Matilde revisa, ahora, las fotos desde esa óptica. Siempre su madre en el centro de la escena.  Claro, las sacó papá reflexiona. Su madre que meses anteriores  se veía radiante, comienza a opacarse a medida que la panza le crecía. Luego escasas fotos del nacimiento. En el sillón del sanatorio, las cuatro. Ella sosteniendo, orgullosa, a la hermanita. Ni una de Lorena con la mamá. Un primer plano de la beba. Carita redonda. Siempre cachetona la gorda piensa con una sonrisa. Más adelante fotos de Lorena con Ramona. Otra de ella sosteniendo a la hermanita  que la mira. ¿Mi hermanita? Solo un instante de infinito desconcierto. Luego piensa, aliviada, que sigue siendo su hermana. La madre en común. Se le llenan los ojos de lágrimas. Cierra el álbum. Pobrecita. La aguda necesidad de abrazarla.
 
 Agustina va a buscar a Matilde para merendar y la ve salir del cuarto cargada de álbumes. ¿Qué estuviste mirando? pregunta ella. No jodas le contesta su hermana. Su mamá siempre le decía Matilde tiene demasiado carácter. Decía también suerte que existís vos. Pobre mamá, era demasiado sensible.
 
Marcelo aparta los papeles. Está cansado. Hace horas que trabaja sin pausa alguna. Satisfecho también. Logró ajustar varias diferencias. Se echa hacia atrás en el respaldo y bosteza. Momento en el que se le aparece el rostro de Matilde. Se endereza involuntariamente. Se había olvidado. De ella, de Lorena, de Diana, de todo. Bendito trabajo. Mira el reloj: por suerte todavía es temprano. Retoma las liquidaciones.
 
Matilde ni me mira suerte que Agustina se olvida un poco de Fede y me insiste para que coma está bueno el bizcochuelo que hizo Ramo.
 
Matilde está más que rara no para de hacerme bromas capaz está contenta porque como me curé de la panza ya no tiene que ocuparse más de mí.
 
Matilde comprueba que sus hermanas están distraídas y se cuela en el cuarto de sus padres. Abre el placard: sigue la ropa de su mamá. Tendrá que tomar una decisión al respecto. Nada se mueve en esta casa si yo no me ocupo. De todos modos, debería consultarlo con su padre. Capaz se enoja. Por lo que me importa. Levanta la vista. En el estante superior varias cajas. Ni siquiera sabe qué está buscando pero arrima una silla y se sube.
 

 
 
Agustina ve como Matilde se mete en el cuarto de su mamá y cierra la puerta. Se llena de rabia. Seguro que está revisando todo. Ella no tiene ningún derecho a tocar tus cosas, mamá.
 
Hoy tengo ganas de verla a mami a veces me decía dónde está mi lauchita flaquita y me hacía cosquilla muy de vez en cuando claro pero a veces sí y hoy tengo muchas ganas de que alguien me lo diga.
 
Marcelo está preparando la clase de mañana. Recuerda a Feldman y sonríe. Flor dijo el chico. ¿Florencia? Le hace acordar a Diana. Igual de decidida. No tan linda, claro. ¿Por qué se habrá sentado con él la chiquilina?, ¿estará buscando que le suba las notas? No le hace falta reconoce excelente estudiante. Diana también era brillante. Una lástima que hubiera abandonado la carrera. Eso que él la impulsó. Pero ella solo deseaba niños y más niños. No quiere pensar en Diana. No va a pensar en Diana. Se sumerge en su clase. Tengo que deslumbrar a mi admiradora se burla de sí mismo.

 

lunes, 13 de febrero de 2017

38

16 Jueves

Marcelo entra a la cocina. Agustina está desayunando. Ramona le ofrece café. ¿Cómo estás? le pregunta a su hija. Bien contesta ella con la boca llena, traga y repregunta ¿y vos? Qué decirle. Durmió pésimo, se le parte la cabeza. Todo en orden miente. Desorden. Caos. El universo tiende al desorden. Entropía, cree recordar. Por cambiar de tema pregunta ¿cómo sigue Lorena? Mejor informa Agustina dijo Matilde que hoy vaya a la escuela. Él siente que mengua. Ya es un enano, ya un mosquito. Una cucaracha, mejor. ¿Qué pasa que no baja? inquiere. Se quedó a dormir en lo de Martina ¿no te avisó? No, no le avisó. No le consulta nada la mocosa. Voy a saludar a las nenas dice por salir de la insoportable sensación.


Abrí los ojos y estaba mi papi qué suerte ahora le voy a contar del doc.


Papá me vino a despertar y yo que tenía miedo de que se hubiera cansado de nosotros y de que no volviera más.


Marcelo detenido en un semáforo gira hacia atrás. Agustina le sonríe. Mágica sonrisa que le devuelve la paz. Repara recién en que la chiquilina está viajando sola atrás. ¿Por qué no te pasás? le propone. Su hija hace un gesto de sorpresa.


Su papá le dice que se siente adelante. Ella agita la cabeza. Porque ese sigue siendo el lugar de su mamá.


Matilde busca a Agustina en el recreo. Su hermana se ilumina al verla. Hay tanta entrega en su cara que a Matilde le da culpa. Siempre le da culpa Agustina.  ¿Querés que almorcemos en Mac? le propone. La sonrisa de su hermana es un arcoíris.


La maestra se dio cuenta de que falté y me pregunta y le cuento de la panza de Matilde y del doc y me toca la cabeza y todo.


Marcelo termina su clase satisfecho. Bálsamo para el alma tantas miradas jóvenes posadas sobre él. Pobres, me admiran piensa si supieran… No tiene ganas de volver al estudio ni de ver a su secretaria. Siempre me trae problemas. Va al bar de la esquina de la facultad. El bullicio ensordece. Es lo que buscaba, no quiere pensar. Pura juventud. Energía en el ambiente. Se sienta contra la ventana. Pide un café y un tostado. Está hojeando el diario cuando Feldman entra al bar. Calzas. Pollerita corta. Excelentes piernas. Lo ve y sonríe. Se acerca. Qué raro usted por acá. Su vista recorre las mesas. Quizá porque no encuentra a nadie conocido pregunta ¿me puedo sentar? Él se sorprende hasta las vísceras pero pliega el diario y dice por supuesto. Ella se saca el morral, deja libros y cuadernos sobre la mesa. No me gusta comer sola se justifica mientras se sienta.

Le pedí a la seño que me deje sentar con Lore porque estuvo enferma y se rió pero me dijo que sí.


Matilde se acerca con la bandeja a la mesa que Agustina está reservando. Estaba antojada con Mac se justifica mientras se sienta. En casa te devuelvo la plata, no sabía por eso no traje se disculpa su hermana. No, yo invito dice ella y Agustina la mira sorprendida. ¿Por qué? Como no tiene respuesta dice porque sí. Mientras comen hamburguesas y papas fritas hablan del colegio. Mañana tengo prueba de geografía informa Agustina. Después te pasó la que me tocó a mí, siempre toma lo mismo ofrece ella. Charlan luego de Federico. Ella insiste con que su hermana lo malcría. Se hace un repentino silencio. Agustina lo rompe Mati ¿por qué siempre estás enojada con papá? A ella se le va el buen humor. A vos qué te importa dice mientras recoge los restos y se incorpora.


Antes de que Feldman termine de acomodarse se aproxima un muchacho a la mesa. Hola, Flor, te estaba buscando dice hay que inscribirse antes de la dos.  La chica mira el reloj. Estamos jugados dice mientras se levanta y luego agrega perdón, profe y se va. Marcelo queda desconcertado. No sabe si lamentarlo o alegrarse. Le da otro par de mordiscos al tostado y llama al mozo.


Matilde, en el colectivo, trata de retomar el diálogo pero su hermana le contesta con monosílabos. Tiene razón, me saqué piensa ella pero no le dice nada y se concentra en su celular. En cuanto llegan Matilde se mete en su cuarto. Se tira en la cama. Pero no logra relajarse. Rebotan en su cabeza Lorena, su papá, su mamá. ¿Qué hará su padre?, ¿aceptar tan tranquilo una hija que no es suya?, ¿le interesará al menos saber con quién fue engañado? Trata de acordarse de su mamá en esa época. Ella tenía ocho años. Recuerda cuando fueron a conocer a Lorena al sanatorio. También cuando la trajeron. Entró a la casa en brazos de su padre y se la dio a ella. Le llega pegajosa la tristeza de su mamá. Depresión dijo Ramona y ella buscó en Internet. Depresión puerperal. Justo con Lorena. Cuando nació Federico también se puso mal pero recién había muerto la abuela. ¿Quién era mi mamá? piensa Matilde. Pasaba de la risa al grito como un gato de una rama a otra. Siente la necesidad de verla. Al menos en fotos. Se levanta y baja. Busca en el living los álbumes. Los saca y los lleva a su cuarto. Suerte que todavía no llegaron las nenas.

Marcelo regresa al estudio tratando de organizar su día. Ni bien llega le pide a la secretaria un café y se recluye en su escritorio. Analiza su agenda rebozante. Soy un hombre muy ocupado enuncia con infantil orgullo. Qué sentido darle vueltas a lo que no tiene solución. Es un viudo con cinco hijos a cargo. Ya está. Es así. Abre el bibliorato de Cercosur.  Vuelvo a ser yo se reconoce, aliviado.



viernes, 10 de febrero de 2017

37

Matilde necesita unos minutos para recuperarse. No me gusta tener este papá piensa. Su certeza es absoluta: mis hermanos dependen de mí. Baja la escalera tan despacio como puede. Encuentra a Bianchi de gran charla con las tres chicas, Federico sentado en la falda. Al verla entrar las nenas callan. Toy con doc informa Fede. Bianchi deposita al nene en el piso. Matilde siente que el papel le quema en las manos. Quizá el hombre lo percibe porque indica ahora déjenme un ratito solo con Matilde. Los cuatro salen de mala gana. Veni, sentate propone él. Ella obedece y le tiende los estudios. Él los mira. El hepatograma está perfecto como imaginaba y le sobran glóbulos rojos. Ella siente que transpira aunque no tiene calor. Luego de unos segundos de silencio Bianchi pregunta ¿vos viste los resultados? Ella asiente con la cabeza. ¿Todos?  Ella quisiera evaporarse pero no tiene más remedio que volver a asentir. ¿Querés hablar conmigo del tema? propone él. A ella le da vergüenza decir que no por eso calla. No quiere hablarlo con él ni con nadie. No logra desprenderse del engaño de su padre. Bianchi se incorpora. Me esperan otros niñitos dice. ¿Qué hago con mi hermana? pregunta ella, alarmada. Nada, ya se le pasara, que coma solo lo que quiera. ¡Si es por ella revienta! No Bianchi es enfático confío en que comenzará a modificar su vínculo con la comida. Matilde lo mira: Bianchi le da paz. Desde chiquita. Gracias, Doc dice gracias por todo. Él le acaricia el cabello.


Agustina espera que Matilde despida a Bianchi y la intercepta. ¿Qué te dijo? pregunta. Que Lore no tiene nada. Agustina odia que su hermana la tome por tarada. ¿Cómo que no tiene nada?, ¿por qué le sacaron sangre? pregunta. Ya tenés bastante con Fede dice Matilde e intenta alejarse pero ella la agarra de la camisa. Mati, por favor pide. ¡¡Dejame en paz!! grita su hermana antes de salir corriendo.


Otra vez las chicas se pelearon por mi culpa yo no sé qué está pasando.


Me tengo que ir de acá piensa Matilde. La va a llamar a Rocío. O a Martina. No quiero verlo a papá, no sé cómo le da la cara. Percibe que la opinión que tiene sobre su padre desciende minuto a minuto. Con razón que mamá lo engañó piensa y como por arte de magia la bronca pasa de uno a otra. Pobre papá.


Agustina  propone ¿quién quiere ir a la plaza?  Sus tres hermanos gritan, alborozados. Necesita salir de la casa. Matilde se fue sin siquiera saludarla. Ramo, no venimos a merendar informa ella mientras busca galletitas y un cartón de jugo de la heladera. Sofi, agarra los vasos indica y vos, Fede, buscá los baldes. ¡¿Y yo?! pregunta Lorena. ¡Vos sacate el piyama!


Yo no sé cómo viviría sin mis hermanas.


Se ve que el Doc dijo que no tengo nada a lo mejor fue de tanto que comí capaz el chocolate y los churros papá tenía razón tres fueron demasiados mejor me como solo una galletita de agua.


Hasta mañana, contador se despide la secretaria. Marcelo se incorpora y mira por la ventana. Ejércitos de transeúntes apurados por volver a su hogar. Perdí mi hogar piensa. Ya son las ocho. Seguramente Ramona  tiene la comida preparada. No quiero ir piensa. No voy a ir. Se dirige al teléfono.


Agustina corta, contrariada. Papá no viene a cenar le comunica a Ramona. Ni Matilde tampoco dice la mujer mientras pone la mesa. Ella experimenta una súbita angustia. Ramo, poné en la cocina ordena y sentate con nosotros. Como mande la patroncita dice la mujer, en mal tono, mientras recoge los platos. Agustina tiene miedo. No podría soportar que Ramona se enojara. Perdoname, Ramo pide mientras los ojos se le llenan de lágrimas. La mujer se seca las manos en el delantal y la abraza.


Lo extraño a mi papi que quería contarle que vino el Doc y dijo que estoy sana pero estoy contenta porque Ramo hizo pollo y como le gané a Sofi con el huesito de la suerte pedí de deseo que me perdonen del infierno.


Qué raro que seamos tan poquitos por eso Ramo se sentó con nosotros lo peor es que como Matilde no está  Agus se hace la mandona.


Matilde cena pastel de papas en lo de Martina. Ni punto de comparación con el de Ramona. ¿Qué habrá cocinado? Se olvidó de comentarle que Bianchi dijo que Lorena ya puede comer de todo. Si se siente bien, claro. ¿Cómo estará la gorda? Mañana es jueves, ¿Sofía se acordará de la flauta? Che, Mati, mamá te está preguntando si querés más la sobresalta su amiga. Perdón, no, no, gracias contesta ella. En cuanto termine de cenar llamará a su casa.


Marcelo  invirtió toda la cena en rememorar el embarazo de Lorena. Nada nuevo.  La certeza de Diana de que sería varón, la posterior decepción, el propósito de abortar, la cesárea, la depresión de Diana. Mala época para él. Fernando de viaje y la relación con  Alberto cortada. Diana había sido muy amiga de Patricia. Entre ellas se produjo un fuerte quiebre que arrastró la relación con su amigo. Pide la cuenta. La mitad de la pizza queda en su plato. Ni ganas de tomar café. Y eso es grave.


Mati llamó para preguntarme si había preparado la flauta y le dije que sí pero no es verdad menos mal que la tengo a ella que siempre me salva.


Mati llamó para ver cómo me sentía y le conté que mejor entonces me dijo que le avise a Ramona que mañana me despierte para el cole porque mi papá ya no me despierta más.


Agustina atiende el teléfono. Es Matilde. Le cuenta que su papá no vino a cenar.  Su hermana comentó  ¡no te puedo creer! Lo dijo mal. Siempre está enojada con su papá. No sé qué mierda le pasa.


Marcelo abre con cuidado la puerta de entrada. Silencio absoluto. Por hoy zafé piensa.



miércoles, 8 de febrero de 2017

36

Me comería una parrillada, ¿te prendés? propone Fernando. Por supuesto acepta Marcelo ¿con papas fritas?. Si pecamos, pecamos completo dice su amigo. La charla transcurre plácidamente por la inflación, el levantamiento del cepo y Milagro Salas mientras las fuentes van bajando. Marcelo piensa que nunca se sintió tan bien desde que murió Diana. Se atora con un trozo de molleja. Su amigo le ofrece un vaso con agua. ¿Cómo estás? le pregunta y Marcelo sabe que no se refiere a sus vías aéreas. Mal contesta. ¿La extrañás mucho? No es solo eso, estoy abrumado, ¿sabés lo que es convertirse de buenas a primera en el único responsable de cinco chicos?  Se da cuenta de que no ha sido una buena pregunta. No, su amigo no lo sabe ni lo sabrá. Siente el fuerte impulso de sincerarse. Necesita compartir el peso del engaño. Pero, por otro lado, no soportaría que la imagen de Diana que conserva su amigo se modificara. Si él no habla sigue existiendo la mujer que tanto amó. Mejor hablemos de otra cosa, necesito distenderme dice y opta, ahora, por la copa de vino.


Agustina lo está ayudando a comer a Federico cuando entra Matilde. Va a venir el Doc informa mientras se sienta. Mejor comenta Ramona tendiéndole el plato. Agustina piensa que, pese a todo, es una suerte que su hermana se ocupe. A ella también le preocupa Lorena pero qué puede hacer. Sofía bufa mientras desmenuza los zapallitos rellenos. No me gustan protesta. Tenés que comer un poco de verdura dice Ramona. Pero no quiero. Probalos al menos, les puse salsa blanca trata de convencerla la mujer. Me duele la panza. ¡¡Comé de una vez y déjate de joder!! grita intempestivamente Matilde. Agustina ve como la cara de su hermanita se transforma en un instante. Agarra el tenedor y entierra la vista en el plato. Agustina quisiera recordarle a Matilde que su mamá odiaba las malas palabras pero no se anima. Los cuatro siguen comiendo en el más rotundo silencio hasta que suena el timbre Es Bianchi dice su hermana levantándose. Agustina aparta el plato. A ella también se le fue el hambre.


Marcelo abre la puerta del estudio. Al menos me distraje un rato piensa. Justo está sonando el teléfono.  De nuevo el doctor Silvetti le informa su secretaria tapando el tubo con la mano. Él cierra los ojos un instante para espantar la imagen del Mercedes de Diana. ¿Qué le digo? insiste la mujer. La pesadilla no cesa. Pasámelo dice, vencido, él.


Matilde se alisa el jumper antes de abrir la puerta. Vine rapidito, ¿viste? dice Bianchi mientras se inclina a darle un beso. Gracias, Doc dice ella Lorena está arriba. El médico le pone la mano en el hombro y se dirigen hacia la escalera. Antes de subir ella, instintivamente gira. Los cuatro ex comensales los observan desde la entrada de la cocina. Contame que pasó le pide Bianchi. Ella resume la situación durante los escasos minutos que les toman los escalones. ¿Se puede? pregunta Bianchi mientras empuja la puerta entreabierta. Lorena está sentada en la cama, los ojos abiertos de par en par. ¿Me podrías dejar a solas con esta señorita? propone Bianchi. A ella le da rabia pero obedece. Va hasta su cuarto. No quiere que sus hermanas vean que fue excluida.


El Doc me aprieta la panza y me pregunta si me duele y también me pregunta si estoy triste y si la extraño a mi mamá yo no me había dado cuenta pero le digo que sí y también me pregunta si empecé a sentirme mal después de que me sacaron sangre y yo le digo que no porque me acuerdo de los churros pero después pienso más y digo puede ser entonces me pregunta si me preocupó que me sacaran sangre y le digo que no me dolió y me acuerdo de que Mati y Agus se pelearon por eso pero  no le digo nada y me cuenta que me hicieron análisis solo para ver cómo estaba que cada tanto se hacen aunque me parece que no es cierto porque las chicas me dijeron que a ella nunca les tocó y me insiste con si estoy preocupada mientras me acaricia la cabeza pero del infierno ni al Doc le puedo contar.


Matilde lleva a Bianchi hasta el living. Tu hermanita no tiene nada serio le dice me parece que solo es emocional, ¿tenés los análisis a mano?, le indiqué también un hepatograma. Él también la pone molesta. Ella nunca habló con el doctor al respecto. Mi papá los tiene en la oficina, capaz que me los puede mandar por fax comenta. Buena idea, veo que sos muy operativa. Sofía espía desde la puerta. A Matilde le fastidia pero Bianchi dice me parece que aquí hay otra señorita que me quiere saludar. La nena viene corriendo y le da un beso. Él le señala el sillón. Vení así me entretenés mientras  tu hermana resuelve algunas cosas, ¿me parece a mí o estás un poco más gordita? ¡Es que ahora como! le cuenta la nena. Si, ¡montones de zapallitos! dice Matilde mientras sale. ¡Yo cuando era chico odiaba los zapallitos! A ella le llegan las carcajadas de los dos mientras sube la escalera a los saltos.


Sofi se está riendo con el Doc y eso no vale porque él me vino a visitar a mí mejor bajo total el Doc me dijo que no estoy grave para nada.


Contador, teléfono comunica su secretaria. ¿Quién es ahora? pregunta Marcelo de mala manera. Su hija Matilde. Él se alarma. Matilde se maneja siempre por WhatsApp. Atiende. Hola, papá, Bianchi está en casa y necesita los análisis de Lorena, te llamé por este teléfono para que me los mandes por fax. ¿Qué hace Bianchi en casa? Después te explico, Lorena está bien, pero ahora estoy apurada. El cerebro de él trabajando a mil por hora. Enviar los estudios es poner en evidencia ante su hija que le mintió. No puede mandarlos. No los tengo aquí se excusa decile que después se los acerco al consultorio. Silencio, insoportable silencio. Papá, mándame los estudios de una vez, no soy tonta, ya me di cuenta de que la Lorena es B. Marcelo siente que se marea. En su vida pasó mayor vergüenza. Sin poder evitarlo, corta. Intenta regularizar la respiración. Cuando lo logra abre el cajón y busca el sobre. Sale de su oficina y se lo tiende a la secretaria. Por favor, mandaselos a Matilde por Fax, me voy a tomar un café informa regreso en un rato. Mientras espera el ascensor se pregunta si habrá alguna posibilidad de no tener que regresar esta noche a su casa. Ni esta noche ni nunca más.



lunes, 6 de febrero de 2017

35

15 Miércoles

Antes de vestirse, Matilde va al cuarto de Lorena. Encuentra también a Sofía, hecha un ovillo a los pies de la cama.  Lorena tiene los ojos abiertos. Matilde se acuclilla a su lado. ¿Cómo te sentís? pregunta tocándole la frente. Mal, me siguen las ganas de gomitar pero no gomito. En cualquier otro momento ella la hubiera corregido pero ahora su cabeza gira a mil por hora. Así no la puede mandar al colegio. Tratá de dormir, ahora le digo a Ramo que te venga a ver, cuando yo vuelva de la escuela llamamos al Doc. Sofía se sienta de un salto. ¡Yo tampoco voy! exclama. No sabía que el dolor de panza era contagioso. Sofía se para. No me gusta ir al colegio sin Lorena. Dejate de pavadas, si siempre están como perro y gato dice Matilde mientras gira para mirarla. Su hermana está muy seria, parece a punto de llorar. Sin Lorena no puedo, Mati, porfi. A ella le gustaría pedirle clemencia a alguien que la dispensara de tener que seguir accionando cuando lo único que quiere es abrazarse a sus hermanas y dormir y dormir. Sofía, ahora, se mete entre las sábanas al lado de Lorena. Matilde se sienta en la cama y las mira. Se ven tan desvalidas. Está bien, quedate concede. La nena se le cuelga del cuello. Gracias, Mati, sos lo más. Casi no pesa. Parece un pajarito.


Marcelo, camino al baño, se cruza con Matilde saliendo del cuarto de Lorena. Hoy las nenas no van al colegio informa. ¿Por qué? pregunta. Lorena se siente mal y Sofi no quiere ir sola. No es una consulta, es una decisión. Quince años tiene la mocosa piensa demasiadas alas.


Ramo, cuando puedas subí a ver a Lorena, no se siente bien; hoy ninguna de las dos irá al colegio indica Matilde y a Agustina le da rabia. Su mamá no la hubiera dejado faltar a Sofía. Quizá ni a Lorena. Odiabas que faltáramos; aquí no se crían flojos nos decías. Pero a Matilde no le importa lo que pensara su mamá. Ella hace lo que se le canta. Matilde le da rabia. Le da rabia pero la envidia. Siempre está segura de todo. Mamá también era así asocia ella de repente. En eso se parecen. En eso solo. Te extraño tanto, mami.


Ramo vino y ahora me trajo un té y le dijo a Fede que no me moleste y Sofi fue a buscar las figus y me dijo que me va a dar la que me falta para completar la hoja y me siento un poco mejor pero igual me duele qué raro ni Agustina ni papi me dijeron chau.


Le di la figu a Lore y un bombón que tenía guardado porque tanto no me gustan y no lo quiso y eso es grave y tengo miedo de que le pase algo porque no me había dado cuenta de que es la única de la familia que es casi como si fuera yo.


Ramo, ¿cómo sigue la gorda? averigua Matilde en el segundo recreo. Ahora está durmiendo, no quiso comer nada pero al menos se tomó el té informa la mujer mientras no sea el apéndice… Rocío al otro lado del patio le hace señas con la mano pero ella cabecea. Ya no le gusta lo de Lorena. Su mamá sabía qué darles y cuándo consultar. Pero yo no. ¿Y si por su culpa le pasa algo a su hermanita? ¿Lo llamo a papá? se plantea. Él sabe menos que ella. Tendría que llamarlo a Bianchi. Pero no le gusta llamar. A veces su mamá le pedía y ella no tenía más remedio. Cuando atendía la secretaria le pasaba pero igual le daba vergüenza. Vergüenza y rabia. Yo no era la mamá. El timbre la sobresalta. Va hacia el aula.


Contador, llama el Doctor Silvetti le informa su secretaria desde la puerta. Marcelo se reclina en el respaldo de su sillón y se echa el cabello hacia atrás con ambas manos. No está de ánimo para encarar la sucesión. Decile que estoy en una reunión indica. Vuelve al balance pero es inútil. No puede concentrarse. Diana me engañó se repite una y otra vez como si todavía necesitara convencerse. ¿Cuándo?, ¿cómo?, ¿con quién? Tiene el cerebro embotado. Voy a intentar pensar se propone pero fracasa en el intento una y otra vez. Hace unos días tenía cierto registro del embarazo y del parto de Lorena. Ya no. Se le confunden todos. Se le superponen imágenes de distintas épocas. La luna de miel, el noviazgo, vacaciones, alguna pelea, la depresión de Diana, Diana haciéndole el amor. Perdí el norte piensa. La secretaria vuelve a aparecer, entra y entorna la puerta. ¿Qué pasa ahora? le pregunta él con injustificado fastidio. El señor Fernando. ¿Por teléfono?  La puerta se abre. No, estoy acá, no tendrás más remedio que atenderme dice su amigo con su más amplia sonrisa.



A Matilde le sudan las manos, la llave se le traba. Dejame, abro yo dice Agustina. Matilde tira la mochila y sube la escalera a toda velocidad. Encuentra a Lorena en la cama, dormitando. ¡Está la comida! informa Ramona desde abajo. Matilde sale, cierra la puerta y grita ¡ahora no puedo!  Va a su cuarto, se sienta en el piso, inspira hondo y saca el celular del bolsillo del blazer. El doctor no está le informa la secretaria llamalo al celular, ¿tenés el número? Ella lo agenda. El corazón le late fuerte.  Más todavía cuando reconoce la voz de Bianchi. Soy Matilde, Matilde Monte de Oca, mi hermanita Lorena no se siente bien desde hace días hace una pausa para tragar saliva, si no corta rápido se va a poner a llorar y yo, Doc, tengo miedo y no sé qué hacer. Las lágrimas no la obedecen y corren por sus mejillas. Tranquilizate, chiquita, en tres cuartos de hora estoy por allá.