Matilde entra a mi cuarto y me pregunta cómo estoy y
yo le contesto que bien y no me pregunta nada más por suerte parece que no está
enojada porque no fui al entierro.
Agustina golpea
la puerta de Matilde. Entra. Su hermana está tirada en la cama. ¿Cómo fue? pregunta ella. Un entierro contesta Matilde. Nunca vi ninguno. Para mí también fue el
primero, te perdiste la oportunidad. A ella se le llenan los ojos de
lágrimas.
El sol empieza a
caer. Marcelo tiene frío. Habrá que cenar
piensa. Camina hasta El Sanjuanino. Frente al mostrador duda.
No tiene la menor idea de las preferencias de sus hijos, Diana siempre lo
mandaba con la lista. Por las dudas, compra cinco de cada tipo. Y cuatro de
carne para él. Le manda un mensajito a Matilde. Poné la mesa, llevo empanadas.
Ya es de noche mamá nos hacía bañar antes de cenar
pero mamá ya no está más que yo vi como la enterraban y ahora nadie me obliga
porque a nadie le importa.
Matilde no sabe
cómo poner la mesa. No se anima a sentarse en el lugar de su madre, pero si no
se reubica, a Federico solo le queda Lorena para que lo ayude a comer. A lo mejor debería intercambiarlo con Sofía,
pero dejarla a ella al lado de Lorena es pelea asegurada. Además a Sofía hay
que insistirle para que coma. Únicamente
que la ponga a Agus entre las dos evalúa. Quisiera tomarse un avión y desaparecer.
Irme y volver cuando mamá vivía.
Marcelo entra a
la cocina. Encuentra a Matilde preparando jugo y a Agustina, sentada, con
Federico en los brazos. ¡Papá! dice
el nene en cuanto lo descubre. Él deja la bolsa sobre la mesada y lo alza.
Tiene olor a champú. Ya lo bañaron
piensa. Matilde abre el paquete, acomoda las empanadas en una fuente y las
lleva al comedor. Instantes después se escucha la campana. Luego el golpeteo de
pasos en la escalera. Las nenas
decodifica. Con su hijo en brazos se dirige al comedor. Solo seis lugares en la
mesa. Se lleva la mano libre a la garganta.
Agustina se
sienta en el lugar que le adjudicó Matilde. Por suerte su hermana siempre sabe
lo que hay que hacer. Papá ni se dio
cuenta de que yo estaba en la cocina. Su mamá sí que la veía. Le contaba
sus cosas. Vos, Agustita, sos la única
que me entiende decía. Pobre mamá. Siempre
estaba mal, preocupada y ella no sabía cómo ayudarla. Cuando murió la abuela, justo cuando nació Federico, se acuerda
bien, se volvió como loca, gritaba. Ella a veces tiene ganas de gritar pero no
puede.
Papá trajo empanadas de choclo para mí porque son
mis favoritas y me trajo cinco qué raro Sofía come como un pajarito dice
siempre mamá diez años y 20 kilos y me insiste pero a mí no me caben ni dos
pobre papá que me trajo tantas aunque obvio se las va a comer Lorena que es más
chica pero pesa el doble.
Seguro que papá ya sabe por eso no preguntó nada y
como sabe ni me mira aunque nunca me mira y si me habla es para retarme Lorena
que hiciste porque siempre me sale todo mal.
Cenan sin
hablar. Solo el ruido ocasional de un plato, de un vaso. Hasta Federico mastica
su empanada en silencio. Debería decirles
algo piensa Marcelo. Cómo explicarles lo que no tiene explicación. Diana
siempre fue atropellada. Como Sofía.
Si hubiera tenido un poco de cuidado no
estaríamos en esta. Una rabia sorda se va haciendo espacio entre las
costillas. La absurda sensación de que Diana se fue porque se quiso ir. Desde
la muerte de la madre no había vuelto a estar bien. Ni Fede te sirvió. Diana siempre había sido hermética. Hizo conmigo lo que se le antojó. Como
no quiere seguir pensando se levanta de la mesa. Estoy cansado informa. ¡Papá!
lo reclama el nene, incorporándose en la silla alta. Él lo mira
desconcertado. Agustina se acerca y lo alza. Anda, papá lo autoriza Matilde nosotras
nos ocupamos. Él dice buenas noches
y sube.
mmm no se que decir...quiero leer mas
ResponderEliminarQuién sos?
EliminarUhh atrapante e intenso re!ato!! Y muy buenas las ilustraciones!! Felicitaciones a las dos
ResponderEliminarGracias, Andrea!
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