sábado, 19 de noviembre de 2016

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4  Sábado

Matilde ve como bajan el cajón. Todo es verde a su alrededor. Calmo, bello. Pero mamá está muerta. Ataja  con un puño las lágrimas que intentan rodar. Observa a Sofía, a su lado, el ceño fruncido, los labios apretados. Ella se acerca y la sostiene del hombro. Percibe la presión de la nena contra su costado. Su padre, enfrente, separado por la fosa, ni las mira.


Ya van a llegar y papá va a seguir preguntando que por eso no quise ir al entierro y le voy a contar que yo estaba justo abriendo la heladera porque tenía mucha sed y no vi nada y solo escuché el ruido y después mamá estaba en el suelo  y voy a rezar mucho para no irme al infierno.


Agustina intenta hacer la tarea de matemática. Federico, sentado en el suelo, chupetea la oreja de su oso. Ella se siente ligeramente culpable. Porque no fui por Fede. La vecina se había ofrecido a cuidarlo pero ella no quiso. Creyó que al despertarse iba a pedir por su mamá. Ella temblaba pero el nene solo dijo Agu y le tiró los bracitos. A lo mejor ya lo sabe piensa y no llora porque aunque sabe, todavía no se da cuenta.


Me duele mucho la cabeza y tengo ganas de vomitar seguro que es por las flores ojalá que lleguemos pronto papá y Matilde lloraron pero yo no porque mamá siempre dice Sofía nunca llora debo ser un moustruo malo malísimo que no llora ni cuando se le muere la mamá.


Me quiero bañar piensa Matilde en el auto. Escuchó cuando su padre le decía a Fernando suerte que está Matilde. Porque no existen abuelas ni tías. Pero ella no podrá con todo.  Habrá que pedirle a Ramona que se quede a dormir. Su mamá nunca quiso, le molestaba la gente extraña. Todo le molestaba a mamá, nosotras también, a veces hasta Fede. Tendrá que hablar con su padre pero nunca lo vio así. Yo no sabía que podía llorar. Debería habérselo comentado a Ramona en el velorio. Fue la única que nos abrazó. Por suerte mañana es domingo, pero el lunes hay colegio, a las siete y media pasa el micro a buscar a las nenas y hay que prepararlas. Capaz que Agustina la puede ayudar. Pobre Agus, tan pegada a mamá. Sofía también la preocupa. Vio como la enterraban y ni una lágrima. Peor Lorena, que presenció el accidente. En Federico mejor ni pensar.





Marcelo abre la puerta del auto y ayuda a sus hijas a bajar. A dos de mis hijas piensa. Todavía no puede creerlo. Que voy a hacer yo sin Diana.  Sofía se tropieza. Él la agarra fuerte del codo pero no alcanza. La nena cae de rodillas. Siempre tan atolondrada, vos la reta. Matilde, mientras la ayuda a levantarse, pregunta ¿te lastimaste? Él busca la llave en el bolsillo del saco y abre. Silencio absoluto. Las chicas entran. Matilde lleva a su hermana al baño y le cura el raspón. ¡Ay! grita la nena. Marcelo se deja caer en el sillón, se afloja la corbata. Acá estamos piensa y después piensa cómo sigue esto. Se siente estafado. Diana, de alguna manera, lo obligó. Uno a uno me los fue sacando dictamina. Y ahora ella se fue y él, con cincuenta y cuatro años a cuestas, se encuentra con cinco hijos. Matilde acaba de cumplir quince. Federico todavía no tiene dos. Fede. Debería ir a verlo piensa. Un miedo espantoso comienza a subirle desde las plantas de los pies. Se incorpora. Camina hacia la escalera. Se apoya en la baranda y girando la cabeza hacia arriba grita Matilde, salgo un rato. En cuanto abre la puerta lo sorprende una tarde preciosa, qué absurdo. Camina y camina. Ojalá pudiera no regresar






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