4 Sábado
Matilde ve como
bajan el cajón. Todo es verde a su alrededor. Calmo, bello. Pero mamá está muerta. Ataja con un puño las lágrimas que intentan rodar. Observa
a Sofía, a su lado, el ceño fruncido, los labios apretados. Ella se acerca y la
sostiene del hombro. Percibe la presión de la nena contra su costado. Su padre,
enfrente, separado por la fosa, ni las mira.
Ya van a llegar y papá va a seguir preguntando que
por eso no quise ir al entierro y le voy a contar que yo estaba justo abriendo
la heladera porque tenía mucha sed y no vi nada y solo escuché el ruido y
después mamá estaba en el suelo y voy a
rezar mucho para no irme al infierno.
Agustina intenta
hacer la tarea de matemática. Federico, sentado en el suelo, chupetea la oreja
de su oso. Ella se siente ligeramente culpable. Porque no fui por Fede. La vecina se había ofrecido a
cuidarlo pero ella no quiso. Creyó que al despertarse iba a pedir por su
mamá. Ella temblaba pero el nene solo dijo Agu y le tiró los bracitos. A
lo mejor ya lo sabe piensa y no llora porque aunque sabe, todavía no se
da cuenta.
Me duele mucho la cabeza y tengo ganas de vomitar seguro que
es por las flores ojalá que lleguemos pronto papá y Matilde lloraron pero yo no
porque mamá siempre dice Sofía nunca llora debo ser un moustruo malo malísimo
que no llora ni cuando se le muere la mamá.
Me quiero bañar piensa Matilde en el auto.
Escuchó cuando su padre le decía a Fernando suerte
que está Matilde. Porque no existen abuelas ni tías. Pero ella no podrá con
todo. Habrá que pedirle a Ramona que se
quede a dormir. Su mamá nunca quiso, le molestaba la gente extraña. Todo le molestaba a mamá, nosotras también,
a veces hasta Fede. Tendrá que hablar con su padre pero nunca lo vio así. Yo no sabía que podía llorar. Debería
habérselo comentado a Ramona en el velorio. Fue
la única que nos abrazó. Por suerte mañana es domingo, pero el lunes hay
colegio, a las siete y media pasa el micro a buscar a las nenas y hay que
prepararlas. Capaz que Agustina la puede ayudar. Pobre Agus, tan pegada a mamá. Sofía también la preocupa. Vio como
la enterraban y ni una lágrima. Peor
Lorena, que presenció el accidente. En Federico mejor ni pensar.
Marcelo abre la puerta del auto y ayuda
a sus hijas a bajar. A dos de mis hijas
piensa. Todavía no puede creerlo. Que voy
a hacer yo sin Diana. Sofía se
tropieza. Él la agarra fuerte del codo pero no alcanza. La nena cae de
rodillas. Siempre tan atolondrada, vos
la reta. Matilde, mientras la ayuda a levantarse, pregunta ¿te lastimaste? Él busca la llave en el bolsillo del saco y abre.
Silencio absoluto. Las chicas entran. Matilde lleva a su hermana al baño y le
cura el raspón. ¡Ay! grita la nena.
Marcelo se deja caer en el sillón, se afloja la corbata. Acá estamos piensa y después piensa cómo sigue esto. Se siente estafado. Diana, de alguna manera, lo
obligó. Uno a uno me los fue sacando dictamina. Y ahora ella
se fue y él, con cincuenta y cuatro años a cuestas, se encuentra con cinco
hijos. Matilde acaba de cumplir quince. Federico todavía no tiene dos. Fede. Debería ir a verlo piensa. Un miedo espantoso comienza a subirle
desde las plantas de los pies. Se incorpora. Camina hacia la escalera. Se apoya
en la baranda y girando la cabeza hacia arriba grita Matilde, salgo un rato. En
cuanto abre la puerta lo sorprende una tarde preciosa, qué absurdo. Camina y
camina. Ojalá pudiera no regresar
esto sigue wow!
ResponderEliminarQuién sos?
Eliminarfuerte!
ResponderEliminarhermoso relato. Autor/a?
ResponderEliminarYima Santa Cruz
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