martes, 1 de noviembre de 2016

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1 Miércoles

Agustina, sentada a lo indio sobre la cama, hace el resumen de historia. Le encanta Egipto. Keops, Kefrén y Micerino. Un estruendo sacude la casa. La birome cae de su mano. Federico entra llorando. Ella se incorpora y lo alza. El hermanito se aferra a su cuello. Ella cierra los ojos.


Matilde, frente a su escritorio, completa el cuestionario sobre las propiedades de la materia. Es cuantificable, es impenetrable, impresiona los sentidos, tiene… Un estruendo sacude la casa. Cierra el libro y, descalza como estaba, baja la escalera a los saltos. Desde el pasillo distingue a Lorena, la espalda apoyada contra la pared de la cocina, la cara escondida tras las manos. Corre hacia su hermana.  Recién junto a ella descubre el motivo del ruido.






Para mí que se partió la casa Matilde bajó corriendo a lo mejor es un ladrón mejor agarro mi palo de hockey por si la tengo que defender


Mati entró en la cocina y ya me vio el corazón me hace mucho ruido pero aprovecho que ahora está distraída y subo sin que se dé cuenta.


Matilde aparta con cuidado lo que quedó de la escalera. Se arrodilla. Su madre yace de espaldas, los ojos cerrados. ¡Mamá!, ¡mamá! grita pero no obtiene respuesta. Recoge el celular caído y llama al 911. En absoluto silencio, sentada sobre los talones, permanecerá asida  a la mano de su madre hasta que escuche la sirena.


Suena una sirena seguro es la policía que me viene a buscar si me meto debajo de la cama capaz no me encuentran.


Agustina se asoma a la ventana. Sí, es una ambulancia. Sabe que tiene que bajar pero un terror infinito la paraliza. Porque Matilde gritó mamá.



Sí, papá, les dije que la lleven al Alemán informa Matilde. Su cabeza es un trompo. Ve, entonces, a Sofía sentada en el descanso de la escalera. Observa que tiene un palo de hockey entre las manos. No debo distraerme en detalles se reta. Decile a Agustina que se ocupe de Fede  le ordena. Su hermana  asiente con la cabeza. Ella regresa a la cocina y observa como los hombres trabajan sobre su madre. Minutos después, precedida por la camilla, sube a la ambulancia. Se ubica donde le indican. Cruza los brazos, inclina el cuello y cierra los ojos.


Marcelo corre hacia la cochera. Se detiene en seco. Mejor un taxi. Extiende el brazo. La insoslayable certeza de que su vida está a punto de quebrarse.


Agustina junta coraje y llama al celular de Matilde. ¿Cómo está mamá? pregunta. No me dijeron nada, todavía no llegamos. ¿Te habló? No, Agus, mamá no habla responde su hermana y corta. Le contestó mal y tiene razón. La dejé sola piensa ella. Alza a Federico y baja. Recién al entrar a la cocina toma real dimensión de lo ocurrido. Federico intenta jugar con las latas. Ella le grita y lo aparta de un tirón. El piso está lleno de vidrios. Y hay sangre. El nene llora. Ella busca la escoba.


Matilde observa como introducen la camilla en la guardia. La cabeza de su madre se sacude con los golpes. Cierran la puerta. Como nadie repara en ella, se sienta en el banco del pasillo. La espalda apoyada contra la pared, los párpados cerrados.



Marcelo entra a la guardia corriendo.  Descubre a Matilde sentada contra la pared. ¡¿Qué pasó?! exclama, agitado. Su hija solo eleva ligeramente el mentón. Mamá se cayó de la escalerita de la cocina informa ¿Cómo está? pregunta él, la respiración entrecortada. La chica lo mira fijo durante unos instantes y dictamina para mí que se murió.



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